Cálido y confortable nido de amor: Séptima parte.

El aire era frío y cortante, y la sensación de urgencia se mezclaba con una inquietud que Fausto había intentado reprimir desde que todo comenzó. Cada paso que daba hacia la puerta de Lucía le hacía sentirse más ansioso, más envuelto en el sentimientos de anticipación.

Áster le había dado la señal hacía unos minutos: el tiempo indicado había pasado. El afrodisíaco que le suministró a Lucía ya debía haber comenzado a hacer efecto, y Fausto sabía que no había vuelta atrás. Se detuvo frente a la puerta, su respiración se aceleró levemente mientras sus pensamientos comenzaban a dispersarse. Recordaba el rostro de Lucía en sus momentos felices, pero ahora todo se sentía distorsionado, manchado por la desesperación que él mismo había cultivado.

Con una precisión casi cl&iacut

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