Cálido y confortable nido de amor: Sexta parte.

La noche estaba en su punto más oscuro cuando Áster se deslizó por las sombras hasta la casa de Fausto. El aire estaba denso, y el leve crujido de sus pasos sobre las hojas secas parecía resonar más de lo normal en el silencio.  Al llegar a la puerta de Fausto, Áster golpeó suavemente. El sonido fue apenas un susurro en la quietud de la noche. No hubo necesidad de esperar mucho antes de que la puerta se abriera, y Fausto apareció en el umbral.

—Entra —murmuró Fausto, apartándose para dejarle espacio.

Áster asintió y cruzó el umbral, sintiendo la atmósfera opresiva que siempre parecía rodear la casa de Fausto.

—¿Y bien? —preguntó Fausto mientras caminaba hacia una pequeña mesa donde había dejado un frasco de vidrio. La luz de una vela parpadeante bailaba en sus manos mientras manipulaba el frasco, como s

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