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Las hojas que caen en otoño: Segunda parte.

En el pequeño escenario improvisado, adornado con flores recogidas con esfuerzo dada la estación del año, el líder del pueblo, Felipe, se encontraba junto a su esposa. Con su voz profunda y serena, Felipe daba un discurso de agradecimiento a los miembros del pueblo, deseando tiempos pacíficos y tranquilos en los años venideros. El escenario, aunque modesto, estaba lleno de color y vida, con guirnaldas de flores colgando y velas titilantes que creaban un ambiente acogedor.

A su lado, Áster, enfundado en una túnica blanca, esperaba pacientemente, su mirada vagando por la multitud hasta que se posó en su amada Federica. Ella, con su cabello dorado y ojos verdes brillantes, estaba rodeada por su familia y amigos. Sentía mucha emoción y nerviosismo. El aire fresco de otoño le rosaba las mejillas, ya ruborizadas por la anticipación. Sus manos temblaban ligeramente, y su corazón latía con fuerza al ver la sonrisa enamorada de Áster.

—Todo va a estar bien, Federica— susurró su madre, apretándole suavemente la mano. Federica asintió, tratando de calmarse. Sabía que este era un momento crucial para Áster y para ella.

El tiempo avanzaba, y el momento tan esperado finalmente llegó. Felipe se hizo a un lado, y Áster dio un paso adelante. Con una última mirada hacia Federica, Áster cerró los ojos y dejó que su cuerpo se transformara. En un instante, donde había estado el joven, ahora se encontraba un lobo gris, hermoso e imponente. La multitud contuvo el aliento, admirando la majestuosidad de su alfa.

Áster, en su forma de lobo, bajó del escenario con pasos firmes. La gente, reconociendo la importancia del momento, se apartó para dejarle paso. Federica, con los ojos llenos de esperanza y amor, observaba cada movimiento del lobo, segura de que él vendría directo hacia ella.

"Siempre estaré a tu lado, Áster," pensó Federica, mientras el lobo se acercaba más y más. Los latidos de su corazón se mezclaban con la expectación de la multitud.

Sin embargo, el corazón de Federica se paralizó cuando Áster, en lugar de dirigirse directamente a ella, cambió de dirección. La confusión y la sorpresa se apoderaron de todos mientras el lobo pasaba de largo a Federica y continuaba su camino más allá. Los murmullos comenzaron a recorrer la multitud, llenando el aire de incertidumbre.

"Áster, ¿qué estás haciendo?" pensó Federica, con el rostro descompuesto por la incomprensión, mirando a Áster, tratando de entender qué estaba pasando. Cada paso que el lobo daba parecía alejar más sus sueños y esperanzas. En su mente, un torbellino de pensamientos y emociones la asaltaba. "¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿No soy yo su compañera?" Los ojos verdes de Federica se llenaron de lágrimas contenidas, y su corazón se rompió un poco más con cada paso que Áster daba en dirección opuesta.

—Federica... — susurró su amiga Marta, tratando de ofrecer consuelo, pero sin saber realmente qué decir. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable.

Mientras tanto, Áster, en su forma de lobo, sentía una fuerza inexplicable tirando de él, guiándole más allá de donde su mente humana quería ir. Había una lucha interna entre su lado racional y su instinto animal, que le llevaba a seguir un camino que ni él mismo comprendía del todo. "¿Por qué no puedo detenerme?" se preguntaba, sintiendo la frustración crecer dentro de él. Los murmullos a su alrededor se hacían más fuertes, pero él continuaba, guiado por una fuerza más allá de su comprensión.

Mientras tanto, Lucía, de espaldas a todo el evento, estaba buscando a su hermano Lou, quien le había prometido traerle unas brochetas de carne. La festividad estaba en pleno apogeo, con puestos coloridos llenos de comida y artesanías. El aroma de la carne asada se mezclaba con el dulce olor de las manzanas caramelizadas, creando una atmósfera festiva y vibrante.

— ¿Dónde se habrá metido ese niño?— murmuró Lucía, mientras escaneaba la multitud. Desde su perspectiva, parecía que Lou estaba tardando demasiado. Pensó que tal vez se había distraído viendo la ceremonia, así que decidió ir a buscarlo.

Lucía se volteó y se encontró con una situación inesperada. Justo cuando giró, se topó con un lobo enorme de color gris, que la miraba fijamente. Sus ojos, de un color plateado profundo, reflejaban una mezcla de determinación y algo más, algo que Lucía no podía identificar de inmediato.

El aire se volvió denso, y el murmullo de la multitud se apagó de golpe. Todos los ojos estaban puestos en Lucía. Cada persona en ese lugar veía la escena con estupefacción. El lobo, que era Áster, había ido hasta ella, y no hasta Federica.

— ¿Áster? — susurró Lucía, sin estar segura de lo que estaba pasando. Podía sentir la mirada penetrante del lobo, y una extraña sensación de conexión la envolvió. Sin embargo, la confusión dominaba su mente. "¿Por qué estás aquí? ¿Qué significa esto?"

Los murmullos ante el desconcierto estallaron, sin saber qué decir o qué pensar. Federica, con el corazón roto, miraba la escena con incredulidad, mientras las lágrimas finalmente escapaban de sus ojos. Su mente era un torbellino de emociones: tristeza, traición y una profunda confusión.

Antes de que la conmoción estallara más y la confusión se hiciera peor, el padre de Áster, decidió que todos los implicados en la situación fueran llevados a su casa para discutir el tema en privado.

Felipe, con su presencia imponente y voz firme, guió al grupo hacia su hogar, una casa grande y acogedora adornada con cortinas de encaje y muebles de madera tallada. Incluso una llorosa Federica, consolada por sus padres que tampoco entendían la situación, fue llevada allí. La tristeza de Federica parecía impregnar el ambiente, sus sollozos suaves resonando en la sala iluminada por el fuego crepitante de la chimenea.

Lucía, aún sin comprender del todo lo que estaba pasando, fue llevada por sus propios padres. Se encontraba en un estado de confusión y preocupación, con la mente llena de preguntas sin respuesta. Mientras tanto, Áster había recuperado su forma humana, pero la tensión en su rostro y la incomodidad en sus movimientos delataban la lucha interna que aún libraba.

Una incómoda conversación comenzó cuando todos llegaron al lugar. Lucía se vio parada en una esquina, observando toda la conmoción. La sala estaba llena de murmullos inquietos y miradas acusatorias. Federica lloraba inconsolable y reclamaba a Áster, su voz quebrada por el dolor.

—¿Por qué, Áster? ¿Por qué me hiciste esto? — sollozaba Federica, sus ojos hinchados y enrojecidos. "Pensé que éramos el uno para el otro."

Áster, con el rostro sombrío, respondía con voz tensa —Federica, no lo entiendo. No sé por qué mi lobo hizo esto. Yo... yo te amo.

Los padres de Federica intercambiaban miradas de preocupación y desaprobación, mientras sus ojos curiosos se dirigían hacia Lucía. La duda comenzaba a sembrarse entre ellos, preguntándose si Áster y Lucía habían estado conociéndose en secreto.

— ¿Qué está pasando aquí, Lucía? — Preguntó la madre de Federica, su voz llena de sospecha —¿Tú sabías algo de esto?

—Yo... no, señora— respondió Lucía, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente tensión —No tengo idea de por qué esto está sucediendo. Solo estaba esperando a mi hermano.

Lucía se sentía atrapada en una situación que no comprendía, mientras las miradas acusatorias seguían apuntándola. Internamente, luchaba por encontrar sentido a lo que estaba pasando, sintiendo la presión de todos los ojos sobre ella.

—Debemos encontrar una solución— dijo Felipe, tratando de imponer orden —Necesitamos entender qué está pasando antes de sacar conclusiones apresuradas.

La conversación continuaba, llena de recriminaciones y preguntas sin respuesta. La decepción en las palabras de Federica era palpable, su voz temblando con cada acusación. Áster, incapaz de explicar sus propias acciones, se sentía atrapado entre su amor por Federica y la inexplicable atracción hacia Lucía que había sentido en su forma de lobo.

Entonces, Lucía, sintiéndose agraviada por tales acusaciones, habló con voz firme pero temblorosa —Yo nunca he interactuado con Áster. Vivimos en el mismo pueblo, pero nunca fuimos cercanos. Sé quién es porque es hijo del líder del pueblo, pero nunca he hablado con él.

Las miradas en la sala se centraron en ella, llenas de desconfianza y curiosidad. Lucía continuó, tratando de aclarar la situación —No entiendo por qué estamos aquí, ni por qué se me acusa o sospechan de mí. Todos sabemos que Áster y Federica son pareja. Tal vez esto solo se deba a una confusión del lobo, alguna cosa que lo distrajo o algo.

Felipe, con su rostro severo y preocupado, escuchaba atentamente. 

Federica, con los ojos aún llenos de lágrimas, miraba a Lucía con una mezcla de dolor y desesperación —Áster me prometió que estaríamos juntos para siempre. ¿Por qué habría de cambiar de opinión ahora?

Áster, de pie junto a la chimenea, se frotaba las sienes, luchando por encontrar las palabras adecuadas —Federica, yo también estoy confundido. Mi lobo me llevó hacia Lucía, pero mi corazón sigue siendo tuyo. No puedo explicar lo que pasó.

Los padres de Federica intercambiaron miradas de incredulidad. La madre, con una expresión de preocupación, preguntó —Lucía, ¿de verdad no tienes idea de por qué Áster te eligió en su forma de lobo?

Lucía negó con la cabeza, sus ojos llenos de honestidad y desesperación —Lo juro, señora. No sé por qué esto está sucediendo. Nunca he tenido ninguna intención de interferir entre Áster y Federica.

Felipe tomó la palabra, su voz grave llenando el silencio —Necesitamos calmar nuestros corazones y mentes. Esto no se resolverá con acusaciones y desconfianza. Debemos buscar una solución que sea justa para todos.

Las caras poco convencidas de lo que había dicho Lucía se fijaron en ella. Los padres de Federica aún la veían con cierto recelo, mientras los padres de Lucía se mantenían en silencio, sintiéndose incómodos y esperando el momento de irse.

En cierto momento, toda la situación se tornó un poco más emotiva. Federica, incontrolable por el dolor y la traición que sentía, se derrumbó en lágrimas —Áster, ¿por qué? ¡Dijiste que estaríamos juntos para siempre!— Sus sollozos llenaban el aire, mezclándose con el crepitar del fuego en la chimenea.

Áster, desesperado por consolarla, intentaba encontrar una explicación —Federica, yo tampoco lo entiendo. Te amo, pero hay algo más que no puedo controlar. Mi lobo... él hizo esto, no yo.

Los padres de Federica intercambiaban miradas de preocupación y confusión —Áster, esto es muy serio. Debemos entender qué está pasando —dijo su madre con voz temblorosa.

Mientras tanto, Lucía y sus padres, al no tener nada más que hacer allí, decidieron salir de la casa —Vamos, Lucía. No tiene sentido quedarnos más tiempo— dijo su padre, colocando una mano protectora en su hombro.

A su salida, se encontraron con los ojos desconfiados y las miradas furtivas de los habitantes del pueblo. Algunos susurros desconfiados especulaban que tal vez Lucía había hecho algo para arruinar la ceremonia —¿Será que Lucía tuvo algo que ver con esto?— murmuró una mujer a su amiga mientras pasaban.

Lucía sintió una punzada de frustración. No había hecho nada malo; solo había ido a la feria para comer y divertirse un rato con su hermano. Nadie esperaba que esta situación se volviera tan particular —No hice nada— susurró para sí misma, tratando de convencerse de que la verdad saldría a la luz eventualmente.

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