Todos los capítulos de Estaciones en un Bosque Remoto.: Capítulo 1 - Capítulo 10
65 chapters
Las hojas que caen en otoño: Primera parte.
Era inicios de otoño, y en medio de un bosque florecía un pequeño pueblo rústico donde todos se conocían y guardaban un gran sentido de compañerismo. Las hojas de los árboles empezaban a teñirse de tonos dorados y rojizos, creando un paisaje pintoresco y nostálgico. El aire fresco traía consigo el aroma de la tierra húmeda y las chimeneas comenzaban a soltar su característico humo blanco al atardecer.Ese día iba a darse inicio a una festividad muy esperada: la elección de la compañera del hijo del jefe de la aldea. Áster, de 28 años, había crecido bajo la atenta mirada de sus padres y el cariño del pueblo entero. Era conocido por su carácter amable, aunque también había quienes lo consideraban algo distante y reservado.Áster caminaba por la plaza del pueblo, donde los aldeanos ya estaban preparando los adornos para la ceremonia. Las mesas estaban cubiertas con manteles coloridos y algunos adornos.—Nunca imaginé que este día llegaría tan rápido —comentó Áster a su amigo Teo, mientra
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Las hojas que caen en otoño: Segunda parte.
En el pequeño escenario improvisado, adornado con flores recogidas con esfuerzo dada la estación del año, el líder del pueblo, Felipe, se encontraba junto a su esposa. Con su voz profunda y serena, Felipe daba un discurso de agradecimiento a los miembros del pueblo, deseando tiempos pacíficos y tranquilos en los años venideros. El escenario, aunque modesto, estaba lleno de color y vida, con guirnaldas de flores colgando y velas titilantes que creaban un ambiente acogedor.A su lado, Áster, enfundado en una túnica blanca, esperaba pacientemente, su mirada vagando por la multitud hasta que se posó en su amada Federica. Ella, con su cabello dorado y ojos verdes brillantes, estaba rodeada por su familia y amigos. Sentía mucha emoción y nerviosismo. El aire fresco de otoño le rosaba las mejillas, ya ruborizadas por la anticipación. Sus manos temblaban ligeramente, y su corazón latía con fuerza al ver la sonrisa enamorada de Áster.—Todo va a estar bien, Federica— susurró su madre, apretánd
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Las hojas que caen en otoño: Tercera parte.
Mientras caminaban por las calles del pueblo, las luces de las casas brillaban cálidamente, pero el ambiente estaba cargado de desconfianza —Papá, mamá, esto es injusto. No entiendo por qué todos piensan que tengo algo que ver con esto— dijo Lucía con la voz quebrada.—Lo sabemos, hija— respondió su madre suavemente —La gente siempre busca a alguien a quien culpar cuando no entienden lo que está pasando. Solo tenemos que ser fuertes y esperar a que todo se aclare.Lucía asintió, tratando de contener las lágrimas. La noche fría de otoño soplaba suavemente, llevando consigo las hojas caídas y los murmullos del pueblo. A pesar de la injusticia, sentía una determinación creciente de demostrar su inocencia y entender qué había sucedido realmente.Mientras tanto, en la casa de Felipe, la situación seguía tensa. Áster y Federica continuaban su desgarradora conversación, buscando respuestas en medio del caos emocional —Federica, encontraremos una solución. No quiero perderte— decía Áster con
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Las hojas que caen en otoño: Cuarta parte.
Lucía, escuchando eso, dijo —Pues si tú no lo sabes, menos los demás. Se supone que deberías saberlo, ¿no?Áster suspiró profundamente, mirando a la distancia como si buscara respuestas en la oscuridad de la noche. —No es tan simple. Cuando me transformo en lobo, es como si mis instintos tomaran control sobre mí. Como si no fuera yo mismo. Al menos cuando me transformo en mi forma híbrida de combate, mantengo un poco mi raciocinio, pero nunca me había pasado que cuando me transformo en lobo, no sepa controlarme.El viento soplaba suavemente, haciendo crujir las hojas secas bajo sus pies. Lucía, envuelta en su manta, pensó en lo que Áster había dicho y respondió —¿Es como si estuvieras viviendo dentro de ti con otra existencia?Áster asintió lentamente, su rostro ensombrecido por la preocupación. —Sí, mi lobo es como si fuera otro ser individua pero al mismo tiempo es parte de mí, es difícil de explicar.Lucía continuó, su voz apenas un susurro —Entonces le agrado a tu lobo, y es por e
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Sinfonía de invierno: Primera parte.
Entrada la noche Fausto, un hombre robusto con cabello largo atado en una coleta baja y una barba espesa, regresaba a su cabaña en lo profundo del bosque tras una jornada de caza. El día había sido más largo de lo habitual debido a su visita al pueblo cercano para comerciar la caza de las últimas semanas. Ahora, con el invierno instalado, las presas escaseaban y solo quedaba esperar a que la primavera trajera consigo tiempos más fructíferos, pero él no se preocupaba tanto ya que siempre estaba preparado, sin embargo el solo quedarse en casa no le gustaba tanto así que seguía su rutina solo para no hastiarse de quedarse en casa.Mientras caminaba por el borde del lago bajo un gran pino, Fausto notó algo inusual, una grieta en el hielo y más allá, un bulto apenas visible. Como alguien con sentido del deber, consideró seriamente la posibilidad de que alguien hubiera caído al lago y necesitara ayuda urgente. No podía simplemente ignorarlo.Siguiendo su instinto, se acercó con paso firme y
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Sinfonía de invierno: Segunda parte.
El hombre era muy cuidadoso cuando elaboraba sus conservas y encurtidos. Fausto seguía meticulosamente las recetas que había aprendido de su abuela, asegurándose de que cada frasco estuviera perfectamente sellado y almacenado. Este meticuloso enfoque también se reflejaba en su trato hacia Lucía. Aunque no era un experto en las artes culinarias, Lucía rápidamente ganó su admiración con sus habilidades en la cocina. Había practicado tanto cocinando para sus padres y su hermano Lou que su comida tenía un sabor casero y reconfortante. La primera vez que Fausto probó un bocado de uno de sus guisos, quedó fascinado. —Esto es increíble, Lucía —dijo Fausto una noche, después de saborear una sopa espesa y caliente—. No recuerdo la última vez que disfruté tanto una comida. Lucía sonrió, sintiendo una calidez interior que no solo provenía de la chimenea—. Me alegra que le guste, señor Fausto. Es un placer cocinar para alguien que lo aprecia. El tiempo pasó entre una rutinaria convivencia tranq
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Sinfonía de invierno: Tercera parte.
Lucía, con nuevos ánimos, y dando la bienvenida a un nuevo día dijo muy emocionada —Bien, si eso es lo que tú dices, así será. ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó a Fausto, su voz llena de entusiasmo y curiosidad. Fausto, alistando las cosas que usaba para cazar, una gran mochila y poniéndose un abrigo grueso, dijo —Bueno, lo primero es lo primero. Te voy a enseñar cómo guiarte en el bosque. Podemos aprovechar ahora. Lucía, emocionada, respondió —¿En serio? Él asintió con una sonrisa y continuó —Sí, claro. Mira, primero es importante reconocer ciertas cosas. Además, podemos tomarlo como un paseo, ¿no te parece? Ella asintió emocionada. Se abrigó mejor, y ambos salieron fuera de la casa para dar un paseo. El aire fresco de la primavera la recibió con una brisa suave, y los rayos del sol filtrándose a través de las ramas aún desnudas de los árboles creaban un ambiente lleno de vida. Caminaron juntos por el sendero que se adentraba en el bosque. Fausto, con una tranquilidad y seguridad qu
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Las primeras flores de primavera: Primera parte.
En el aislado pueblo natal de Lucía, el invierno había sido especialmente cruel. Las continuas nevadas y las bajas temperaturas habían hecho que la vida cotidiana fuera un desafío constante. La familia de Lucía, angustiada por su desaparición, había iniciado una búsqueda desesperada. Las gélidas ráfagas de viento y la nieve que se acumulaba sin cesar dificultaban cada esfuerzo. Con el paso de los días, la esperanza se desvanecía. —¿Dónde estará? —se preguntaba Clara, la madre de Lucía, mientras miraba por la ventana, su aliento formando pequeñas nubes en el vidrio helado. —No lo sé, pero no podemos rendirnos —respondía Pascual, su esposo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. El pequeño Lou, se había convertido en el más afectado por la desaparición de su hermana. La nota que Lucía le había dejado era su único consuelo. "Volveré, te lo prometo", había escrito, pero esas palabras no llenaban el vacío que sentía. Pasaba horas en su habitación, mirando la nota una y otra ve
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Las primeras flores de primavera: Segunda parte.
Para Lucía, los días venideros, especialmente aquellos de la primavera, fueron los mejores de su vida. Fausto le enseñó de forma muy cuidadosa y detallada cómo guiarse por el bosque, entendiendo que a veces podía ser traicionero. Los árboles se llenaban de hojas verdes, y el canto de los pájaros resonaba en el aire fresco. Los rayos del sol se filtraban a través del follaje, creando un mosaico de luces y sombras en el suelo del bosque. —Mira, Lucía, estas marcas en los árboles te indican la dirección hacia el norte —dijo Fausto, señalando unas pequeñas incisiones en la corteza—. Siempre presta atención a estos detalles. El bosque puede ser engañoso, pero con práctica aprenderás a leerlo. —Es increíble cómo todo parece tener un propósito aquí —respondió Lucía, maravillada por la sabiduría oculta en la naturaleza. También visitaron algunos pueblos no tan lejanos, ya que ella no estaba preparada para un viaje largo, pero así podía conocer un poco y aprender a guiarse. Los pueblos tenía
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Las hojas que se mesen en el árbol: Primera parte.
Era curioso cómo, durante la charla entre ellos, se llegó al punto en que Loreta le dijo que se veía mucho más animado de lo usual.—Fausto, te ves diferente —comentó ella con una sonrisa cálida mientras servía té en tazas de porcelana—. Mucho más animado que antes. Parece que la vida en el bosque te ha hecho bien.Fausto, sorprendido por el comentario, se quedó un momento en silencio. Era verdad que se sentía diferente, más vivo y menos hosco que en los tiempos de soledad —Supongo que es así —respondió Fausto, mirando su taza de té. Luego levantó la vista y le sonrió—. He estado más ocupado últimamente, viajando más seguido de lo usual. Loreta lo miró con interés, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y alegría —Me alegra escuchar eso. Sigue haciendo lo que sea que estés haciendo. Te hace bien. Fausto asintió, pensando en Lucía. Era ella quien había traído este cambio a su vida. Su presencia había llenado el vacío de su corazón, haciéndole sentir acompañado y comprendido.
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