En el pequeño escenario improvisado, adornado con flores recogidas con esfuerzo dada la estación del año, el líder del pueblo, Felipe, se encontraba junto a su esposa. Con su voz profunda y serena, Felipe daba un discurso de agradecimiento a los miembros del pueblo, deseando tiempos pacíficos y tranquilos en los años venideros. El escenario, aunque modesto, estaba lleno de color y vida, con guirnaldas de flores colgando y velas titilantes que creaban un ambiente acogedor.A su lado, Áster, enfundado en una túnica blanca, esperaba pacientemente, su mirada vagando por la multitud hasta que se posó en su amada Federica. Ella, con su cabello dorado y ojos verdes brillantes, estaba rodeada por su familia y amigos. Sentía mucha emoción y nerviosismo. El aire fresco de otoño le rosaba las mejillas, ya ruborizadas por la anticipación. Sus manos temblaban ligeramente, y su corazón latía con fuerza al ver la sonrisa enamorada de Áster.—Todo va a estar bien, Federica— susurró su madre, apretánd
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