El tiempo transcurría pero para Lucía, los días eran un borrón de horas indistintas, donde el sol apenas lograba calentar las habitaciones, y la nieve cubría el paisaje exterior con un manto blanco que parecía eterno. Los árboles desnudos, sus ramas retorcidas y cubiertas de escarcha, se alzaban como figuras fantasmales.Envuelta en una tristeza constante, últimamente se desplazaba por las habitaciones con una lentitud algo exasperante. Cada movimiento era un esfuerzo, no solo por el embarazo que avanzaba, sino también por la lucha que libraba diariamente. Sentía como si su vida se hubiera detenido, como si el tiempo se hubiera congelado junto con el paisaje invernal que observaba desde la ventana. Pasaba horas allí, mirando cómo las estaciones cambiaban de manera tan imperceptible que apenas podía notar la transición del otoño al invierno.Los días en que las hojas caían, desnudando los árboles, le recordaban su propia pérdida, el despojo de su antigua vida, de su alegría. Ahora, la
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