El llanto del gorrión: Segunda Parte.

Después de lo sucedido, Fausto se dedicó a arreglar todos los destrozos que Áster había ocasionado cuando entró violentamente a su casa. Los muebles volcados y las astillas de madera dispersas por el suelo eran un recordatorio constante del ataque. Con cada clavo que martillaba y cada trozo de madera que reemplazaba, sentía la pesada carga de la culpa apretándole el pecho. La familia de Lucía llegó poco después, en sus rostros la preocupación y el desconcierto se mostraba. Pascual caminaba de un lado a otro, incapaz de ocultar su ansiedad. Clara se acercó a Fausto con lágrimas en los ojos, agradeciéndole por cuidar de su hija, aunque Fausto no podía evitar sentir que había fallado.

Lucía había sufrido un terrible shock y estaba recluida en su cama, como una muñeca rota. Su madre, su padre, y el pequeño Lou intentaron hacerla reaccionar, p

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