Las hojas que se mesen en el árbol: Cuarta parte.

Así, el verano dio paso al otoño, y con el llegaron los cambios sutiles en el ambiente. Las hojas empezaron a caer, tiñendo el suelo de tonos dorados y rojizos. El aire se volvió más fresco, y el sonido del viento entre los árboles anunciaba la llegada de la nueva estación. Fausto se encargaba de asegurarse de que la casa estuviera completamente impermeabilizada. La cabaña, construida con troncos robustos, necesitaba protección extra para los meses fríos que se avecinaban. Fausto revisaba las ventanas, rellenaba las grietas con masilla y reforzaba el techo con nuevas capas de aislante. El crujido de la madera y el olor a resina llenaban el aire mientras trabajaba, cada golpe de martillo resonando.

Mientras tanto, Lucía se ocupaba de hacer un nuevo juego de ropas invernales, tanto para ella como para Fausto. Con una destreza única, cosía abrigos de lana gruesa y bufandas tejidas con esme

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