Lucía, escuchando eso, dijo —Pues si tú no lo sabes, menos los demás. Se supone que deberías saberlo, ¿no?
Áster suspiró profundamente, mirando a la distancia como si buscara respuestas en la oscuridad de la noche. —No es tan simple. Cuando me transformo en lobo, es como si mis instintos tomaran control sobre mí. Como si no fuera yo mismo. Al menos cuando me transformo en mi forma híbrida de combate, mantengo un poco mi raciocinio, pero nunca me había pasado que cuando me transformo en lobo, no sepa controlarme.
El viento soplaba suavemente, haciendo crujir las hojas secas bajo sus pies. Lucía, envuelta en su manta, pensó en lo que Áster había dicho y respondió —¿Es como si estuvieras viviendo dentro de ti con otra existencia?
Áster asintió lentamente, su rostro ensombrecido por la preocupación. —Sí, mi lobo es como si fuera otro ser individua pero al mismo tiempo es parte de mí, es difícil de explicar.
Lucía continuó, su voz apenas un susurro —Entonces le agrado a tu lobo, y es por eso que vino hasta a mí.
Áster se quedó en silencio, mirando al suelo. Finalmente, suspiró de nuevo. —No lo sé. Todo este tiempo he estado al lado de Federica. Pensé que ella y yo... no, no, no —sacudió la cabeza con desesperación —Federica y yo aún podemos solucionar esto. Todavía tenemos que superar todo esto y podemos encontrar una solución y será como si nada hubiera pasado.
Y pensó en lo bueno que era para Áster, porque no importara lo que hubiera hecho, todos probablemente sentirían lástima por él. En cambio, a Lucía, que realmente no hizo nada, todos la estaban juzgando y murmurando. Entonces, una idea atravesó la mente de Lucía, y dijo, —Oye, Áster, ¿y si me fuera del pueblo?
Áster, que aparentemente no había pensado en esa idea, dijo, —¿Irte del pueblo?
Lucía respondió, —Sí, irme del pueblo. Mira, las cosas ya no están bien para mí. En estos días me ha ido mal. Simple y resumidamente, todos odian a Lucía. Estoy causando problemas a mi familia. Además, no quiero ser un obstáculo para mi hermanito Lou en el futuro. Tal vez irme del pueblo sea la solución que necesito.
Áster dijo, —Claro, esta es una buena idea. —Sus ojos parecían brillar con una nueva esperanza —¡Claro, puedes irte, puedes irte mañana mismo!
Entonces ella lo miró con cierta molestia y le dijo, —Claro que te conviene, pero la que tendría que pasar peripecias allá afuera seré yo. —Suspiró y añadió —No es tan fácil, no va a ser tan fácil.
Áster se puso a pensar y dijo, —Sí, tienes razón. No serviría de nada que simplemente te fueras mañana y te encontraran rápidamente.
Lucía, asombrada por lo rápido que Áster había considerado esa posibilidad, comprendió que él no quería que ella regresara al pueblo. Entonces dijo, —Sí, así el plan no serviría de nada. Solo sería más problemático. Tal vez debería esperar hasta el invierno, una época complicada, para irme. La cantidad de nieve retrasaría a la gente que me busca.
Áster dijo, —Sí, pero es un tiempo peligroso. No sé si deberías...
Lucía, quien realmente no conocía a Áster, interrumpió, —Bueno, no es como si simplemente muriera o algo así en esta situación, ¿no?
Áster respondió, —Hay algunos caminos seguros durante el invierno y algunos pueblos lejanos con los que tenemos buenas relaciones. Podría dibujarte un mapa para que llegues a salvo a un buen lugar.
Lucía estuvo de acuerdo y dijo, —Eso sería de mucha ayuda. Además, tendría que hacer un equipaje con todo lo necesario para no tener problemas durante el viaje.
Áster afirmó, —Sí, puedo ocuparme de eso.
Ella lo miró y preguntó, —¿Estás seguro? ¿No crees que será complicado?
Él respondió, —No. Si te vas, al menos debo ayudarte en eso, ¿no?
Lucía dijo, —Sí, claro. Después de todo, tú también te beneficiarás. Te desharás de mí y podrás seguir con tu vida.
Luego, cambió de tema y agregó, —Además, hay algo que te tengo que pedir, Áster.
Áster, escuchando atentamente, preguntó, —¿Qué es?
Lucía continuó, —Mi hermano, Lou. Es probable que en el futuro se convierta en un hombre lobo como tú. ¿Podrías instruirlo, por favor?
Áster reflexionó y no encontró ningún problema, ya que siempre se necesitaban lobos competentes. —Por supuesto, Lucía. Puedo hacer eso. Lou es un buen chico y tiene mucho potencial. Me aseguraré de que reciba la mejor instrucción posible —dijo Áster con determinación en su voz—. Pero debes cumplir tu parte e irte y nunca volver al pueblo.
Lucía respondió, con su voz quebrada por la emoción, —Claro. ¿Por qué debería quedarme en un hogar que no me quiere?
Tras este breve acuerdo bajo la luz de la noche, ambos se separaron. Durante el resto de ese tiempo, ninguno de los dos volvió a encontrarse hasta el día acordado en el que Lucía dejaría el pueblo. Era un día de invierno, con mucha nieve acumulada durante la noche, cubriendo el paisaje en un manto blanco y silencioso.
Lucía salió de su casa después de dejar una nota para su pequeño hermano Lou, pidiéndole que cuidara de sus padres y se esforzara por su futuro, asegurándole que estaría bien pase lo que pase. Su corazón se rompía al no poder decirle adiós en persona, pero estaba segura de que era lo mejor en ese momento. Se abrigó con un grueso abrigo y botas para la nieve, y con una mochila a cuestas, emprendió el camino hacia las afueras del pueblo.
El frío aire invernal le mordía las mejillas mientras caminaba, cada paso sobre la nieve resonaba con un crujido bajo sus pies. El silencio de las horas antes del amanecer era casi absoluto, solo roto por el ocasional aullido del viento. Cuando llegó al punto de encuentro, vio a Áster esperándola con una gran mochila sobre su hombro. Él había preparado provisiones y algo de dinero para ayudarla a comenzar una nueva vida.
Áster le entregó un mapa que había trazado en sus habituales salidas. —Aquí tienes el mapa —dijo, extendiéndoselo—. Te guiaré hasta cierta parte del camino, a una zona segura para que no te pierdas.
Lucía asintió, agradecida por la ayuda aunque el resentimiento seguía presente en su pecho. —Bien, no hay problema. Vámonos.
Ambos comenzaron a caminar en silencio, el paisaje nevado parecía desolado pero a la vez hermoso bajo la luz del amanecer. Áster lideraba el camino, apartando ramas cubiertas de nieve y cuidando que Lucía no tropezara en el terreno irregular. Ella, por su parte, mantenía la vista en el suelo, concentrada en seguir adelante y no dejarse vencer por la tristeza.
Caminaron durante un largo trecho, hasta que los primeros rayos del amanecer comenzaron a iluminar el horizonte. El acuerdo era que Áster la guiaría hasta estar lejos del pueblo y se aseguraría de desviar cualquier búsqueda que se iniciara. Durante todo el camino, ninguno de los dos dijo algo, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
El bosque se volvía más denso a medida que avanzaban, con los árboles cubiertos de nieve formando un paisaje casi onírico. El silencio era roto solo por el crujido de sus pasos sobre la nieve. Lucía miraba a su alrededor, grabando en su memoria cada detalle del paisaje, consciente de que esta podría ser la última vez que viera estos lugares.
Finalmente, llegaron al punto acordado, profundamente adentrado en el bosque. Áster se detuvo y dijo, —Bien, hasta aquí llego. El resto depende de ti.
Sin más, se dio la vuelta y se fue, dejando a Lucía sola en la nieve. Ella, sintiendo el frío calar hasta los huesos, reorganizó sus cosas y siguió adelante. Necesitaba avanzar lo suficiente para llegar al próximo pueblo o aldea, cualquier lugar que le ofreciera un nuevo comienzo.
A medida que avanzaba de regreso a casa se detuvo al sentir cierto rastro de culpa, Áster era consciente de que no había hecho ningún esfuerzo por tratar con ella en el pasado. Al menos, ahora se había esforzado en trazar un buen mapa, asegurándose de que no se perdiera. Algo en él le decía que debía asegurarse de que Lucía avanzara bien, así que de forma sigilosa empezó a seguirla a cierta distancia, observando cómo leía el mapa y se orientaba correctamente.
Lucía, por su parte, no se percató de la presencia de Áster. Estaba demasiado concentrada en sus pensamientos. La nieve caía lentamente, cubriendo su rastro, y el aire frío le hacía difícil respirar. Sin embargo, se obligaba a seguir adelante, un paso tras otro, con la determinación de alguien que no tiene otra opción.
Áster observaba desde la distancia, asegurándose de que ella se mantuviera en el camino correcto. Sabía que no podía seguirla por mucho tiempo, tenía que regresar al pueblo para evitar que alguien se percatara de su ausencia y comenzara a buscar a Lucía. Pero mientras la veía avanzar, una mezcla de sentimientos lo invadía. Sabía que se estaba asegurando un futuro más fácil para él, pero también sentía una punzada de culpa al verla marcharse sola y sin apoyo.
Finalmente, al llegar a un punto donde el camino se volvía más claro y fácil de seguir, Áster decidió que era hora de regresar. Dio un último vistazo a Lucía, viendo cómo avanzaba con pasos decididos. Con un suspiro, se giró y comenzó su propio camino de regreso al pueblo.
Lucía, sin saber que había sido observada, seguía adelante, su mente llena de pensamientos y emociones conflictivas. Se preguntaba si había tomado la decisión correcta, si realmente sería capaz de empezar de nuevo en un lugar desconocido. Pero cada paso que daba alejándose del pueblo, sentía una ligera liberación de la carga que había llevado durante tanto tiempo.
A medida que el día avanzaba, el sol brillaba más intensamente sobre la nieve, creando un resplandor cegador. Lucía se detuvo un momento, mirando el mapa para asegurarse de que estaba en el camino correcto. Quería alejarse de su pueblo natal lo más que pudiera, así que, gracias al mapa de Áster, decidió que la mejor opción era dirigirse al pueblo más lejano. Sabía que le tomaría un par de días llegar, pero no le importaba. Lo único que realmente le preocupaba era estar lejos de su hermanito, pero confiaba en que, con el tiempo, las cosas se calmarían y podría visitarlo. Quería ser optimista respecto a ese tema.
La nieve cubría el paisaje, creando un manto blanco y silencioso que la hacía sentir aún más sola. Cada paso que daba se sentía como una pequeña victoria contra el frío y la tristeza que la invadían. El bosque estaba lleno de árboles desnudos cuyas ramas se estiraban hacia el cielo como dedos huesudos, y el sonido del viento silbando entre ellos añadía una sensación de desolación.
A medida que la tarde se acercaba, Lucía empezó a dudar si irse del pueblo había sido una decisión sensata. Probablemente alguien mayor y más sabio le diría que simplemente estaba huyendo de sus problemas, y que esa no era la solución. Pero ya había caminado todo un día lejos del pueblo, y regresar no era una opción.
Se detuvo en un claro del bosque, donde la nieve se acumulaba menos y podía encontrar un lugar más adecuado para descansar un rato. Mientras observaba a su alrededor sus pensamientos se dirigieron a su hermano Lou. Imaginó su rostro triste al descubrir su ausencia, pero también confió en que él entendería que lo hizo por el bien de ambos.
—Espero que estés bien, Lou —murmuró para sí misma, sintiendo un nudo en la garganta.
El silencio fue interrumpido solo el lejano ulular de un búho, suspirando se levantó de su lugar y siguió su camino. Cuando el sol comenzó a esconderse y las sombras en el bosque se hicieron más profundas, Lucía se encontró en una situación complicada. La oscuridad dificultaba la lectura del mapa, y la única luz provenía de la tenue luna que apenas lograba penetrar el denso follaje. Se sentía desorientada y optó por seguir un camino que parecía seguro, aunque no estaba en el mapa.
Con cada paso, el crujido de la nieve bajo sus pies era lo único que rompía el silencio sepulcral del bosque. Sin embargo, el suelo bajo ella se volvió traicionero. Un crujido diferente se oyó, más profundo y amenazante. Antes de que pudiera reaccionar, el hielo bajo sus pies se rompió, y Lucía se encontró cayendo en el agua helada de un lago oculto bajo la nieve.
El agua fría la envolvió de inmediato, robándole el aliento y congelando sus músculos. Luchó desesperadamente por salir a la superficie, soltando el equipaje que llevaba para aligerar el peso. Con un esfuerzo titánico, logró agarrarse al borde del hielo y se arrastró fuera del lago, sintiendo cómo el frío extremo la paralizaba. Se arrastró con dificultad hasta un árbol cercano, buscando desesperadamente un refugio del viento gélido.
Debajo del árbol, sus pensamientos se volvieron confusos. El choque emocional y físico la había dejado exhausta. Mientras se acurrucaba, tiritando, no pudo evitar pensar en su hermano.
—Lo siento, Lou... —murmuró, apenas consciente, antes de que el cansancio y el frío la vencieran.
Entrada la noche Fausto, un hombre robusto con cabello largo atado en una coleta baja y una barba espesa, regresaba a su cabaña en lo profundo del bosque tras una jornada de caza. El día había sido más largo de lo habitual debido a su visita al pueblo cercano para comerciar la caza de las últimas semanas. Ahora, con el invierno instalado, las presas escaseaban y solo quedaba esperar a que la primavera trajera consigo tiempos más fructíferos, pero él no se preocupaba tanto ya que siempre estaba preparado, sin embargo el solo quedarse en casa no le gustaba tanto así que seguía su rutina solo para no hastiarse de quedarse en casa.Mientras caminaba por el borde del lago bajo un gran pino, Fausto notó algo inusual, una grieta en el hielo y más allá, un bulto apenas visible. Como alguien con sentido del deber, consideró seriamente la posibilidad de que alguien hubiera caído al lago y necesitara ayuda urgente. No podía simplemente ignorarlo.Siguiendo su instinto, se acercó con paso firme y
El hombre era muy cuidadoso cuando elaboraba sus conservas y encurtidos. Fausto seguía meticulosamente las recetas que había aprendido de su abuela, asegurándose de que cada frasco estuviera perfectamente sellado y almacenado. Este meticuloso enfoque también se reflejaba en su trato hacia Lucía. Aunque no era un experto en las artes culinarias, Lucía rápidamente ganó su admiración con sus habilidades en la cocina. Había practicado tanto cocinando para sus padres y su hermano Lou que su comida tenía un sabor casero y reconfortante. La primera vez que Fausto probó un bocado de uno de sus guisos, quedó fascinado. —Esto es increíble, Lucía —dijo Fausto una noche, después de saborear una sopa espesa y caliente—. No recuerdo la última vez que disfruté tanto una comida. Lucía sonrió, sintiendo una calidez interior que no solo provenía de la chimenea—. Me alegra que le guste, señor Fausto. Es un placer cocinar para alguien que lo aprecia. El tiempo pasó entre una rutinaria convivencia tranq
Lucía, con nuevos ánimos, y dando la bienvenida a un nuevo día dijo muy emocionada —Bien, si eso es lo que tú dices, así será. ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó a Fausto, su voz llena de entusiasmo y curiosidad. Fausto, alistando las cosas que usaba para cazar, una gran mochila y poniéndose un abrigo grueso, dijo —Bueno, lo primero es lo primero. Te voy a enseñar cómo guiarte en el bosque. Podemos aprovechar ahora. Lucía, emocionada, respondió —¿En serio? Él asintió con una sonrisa y continuó —Sí, claro. Mira, primero es importante reconocer ciertas cosas. Además, podemos tomarlo como un paseo, ¿no te parece? Ella asintió emocionada. Se abrigó mejor, y ambos salieron fuera de la casa para dar un paseo. El aire fresco de la primavera la recibió con una brisa suave, y los rayos del sol filtrándose a través de las ramas aún desnudas de los árboles creaban un ambiente lleno de vida. Caminaron juntos por el sendero que se adentraba en el bosque. Fausto, con una tranquilidad y seguridad qu
En el aislado pueblo natal de Lucía, el invierno había sido especialmente cruel. Las continuas nevadas y las bajas temperaturas habían hecho que la vida cotidiana fuera un desafío constante. La familia de Lucía, angustiada por su desaparición, había iniciado una búsqueda desesperada. Las gélidas ráfagas de viento y la nieve que se acumulaba sin cesar dificultaban cada esfuerzo. Con el paso de los días, la esperanza se desvanecía. —¿Dónde estará? —se preguntaba Clara, la madre de Lucía, mientras miraba por la ventana, su aliento formando pequeñas nubes en el vidrio helado. —No lo sé, pero no podemos rendirnos —respondía Pascual, su esposo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. El pequeño Lou, se había convertido en el más afectado por la desaparición de su hermana. La nota que Lucía le había dejado era su único consuelo. "Volveré, te lo prometo", había escrito, pero esas palabras no llenaban el vacío que sentía. Pasaba horas en su habitación, mirando la nota una y otra ve
Para Lucía, los días venideros, especialmente aquellos de la primavera, fueron los mejores de su vida. Fausto le enseñó de forma muy cuidadosa y detallada cómo guiarse por el bosque, entendiendo que a veces podía ser traicionero. Los árboles se llenaban de hojas verdes, y el canto de los pájaros resonaba en el aire fresco. Los rayos del sol se filtraban a través del follaje, creando un mosaico de luces y sombras en el suelo del bosque. —Mira, Lucía, estas marcas en los árboles te indican la dirección hacia el norte —dijo Fausto, señalando unas pequeñas incisiones en la corteza—. Siempre presta atención a estos detalles. El bosque puede ser engañoso, pero con práctica aprenderás a leerlo. —Es increíble cómo todo parece tener un propósito aquí —respondió Lucía, maravillada por la sabiduría oculta en la naturaleza. También visitaron algunos pueblos no tan lejanos, ya que ella no estaba preparada para un viaje largo, pero así podía conocer un poco y aprender a guiarse. Los pueblos tenía
Era curioso cómo, durante la charla entre ellos, se llegó al punto en que Loreta le dijo que se veía mucho más animado de lo usual.—Fausto, te ves diferente —comentó ella con una sonrisa cálida mientras servía té en tazas de porcelana—. Mucho más animado que antes. Parece que la vida en el bosque te ha hecho bien.Fausto, sorprendido por el comentario, se quedó un momento en silencio. Era verdad que se sentía diferente, más vivo y menos hosco que en los tiempos de soledad —Supongo que es así —respondió Fausto, mirando su taza de té. Luego levantó la vista y le sonrió—. He estado más ocupado últimamente, viajando más seguido de lo usual. Loreta lo miró con interés, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y alegría —Me alegra escuchar eso. Sigue haciendo lo que sea que estés haciendo. Te hace bien. Fausto asintió, pensando en Lucía. Era ella quien había traído este cambio a su vida. Su presencia había llenado el vacío de su corazón, haciéndole sentir acompañado y comprendido.
Después de todo lo que ellos dos dijeron “sin querer”, el volver a encontrarse a la hora de la cena fue un tanto incómodo. La mesa estaba puesta con esmero, los platos humeantes y la luz de las velas creando un ambiente acogedor. Sin embargo, el aire entre ellos estaba cargado de tensión, vergüenza y nerviosismo por las confesiones que habían compartido.Lucía y Fausto se sentaron uno frente al otro, sus miradas evitando encontrarse demasiado tiempo. El sonido de los cubiertos contra los platos parecía más fuerte de lo habitual, llenando el silencio que se había instalado entre ellos.—La cena esta deliciosa, Lucía —dijo Fausto finalmente, rompiendo el incómodo silencio. Su voz tenía un tono amable, pero había una leve vacilación.—Gracias —respondió Lucía, sonriendo tímidamente —Preparé tu guiso favorito.Fausto, mientras comía, reflexionaba sobre las palabras que había compartido con Lucía. Aunque se sentía avergonzado, también estaba aliviado de haber
El día del reencuentro llegó con un cielo despejado y una brisa suave que hacía danzar las hojas de los árboles en el bosque. Lucía, con los nervios a flor de piel, estaba en el claro designado, caminando de un lado a otro mientras Fausto intentaba calmarla.—Todo va a salir bien, Lucía —dijo Fausto con una sonrisa tranquilizadora —Tus padres solo quieren verte, y tu hermano seguramente estará emocionado de verte también.Lucía asintió, respirando profundamente para calmarse.—Gracias, Fausto. No sé qué haría sin ti. Sé que lo repito demasiado pero realmente es lo que siento.Mientras Lucía esperaba en el claro, Fausto fue a buscar a su familia. El sonido de los pájaros llenaba el aire. Cuando llegó al punto de encuentro, los padres de Lucía y Lou ya estaban allí, ansiosos pero esperanzados. Fausto lo