El hombre era muy cuidadoso cuando elaboraba sus conservas y encurtidos. Fausto seguía meticulosamente las recetas que había aprendido de su abuela, asegurándose de que cada frasco estuviera perfectamente sellado y almacenado. Este meticuloso enfoque también se reflejaba en su trato hacia Lucía. Aunque no era un experto en las artes culinarias, Lucía rápidamente ganó su admiración con sus habilidades en la cocina. Había practicado tanto cocinando para sus padres y su hermano Lou que su comida tenía un sabor casero y reconfortante. La primera vez que Fausto probó un bocado de uno de sus guisos, quedó fascinado. —Esto es increíble, Lucía —dijo Fausto una noche, después de saborear una sopa espesa y caliente—. No recuerdo la última vez que disfruté tanto una comida. Lucía sonrió, sintiendo una calidez interior que no solo provenía de la chimenea—. Me alegra que le guste, señor Fausto. Es un placer cocinar para alguien que lo aprecia. El tiempo pasó entre una rutinaria convivencia tranq
Lucía, con nuevos ánimos, y dando la bienvenida a un nuevo día dijo muy emocionada —Bien, si eso es lo que tú dices, así será. ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó a Fausto, su voz llena de entusiasmo y curiosidad. Fausto, alistando las cosas que usaba para cazar, una gran mochila y poniéndose un abrigo grueso, dijo —Bueno, lo primero es lo primero. Te voy a enseñar cómo guiarte en el bosque. Podemos aprovechar ahora. Lucía, emocionada, respondió —¿En serio? Él asintió con una sonrisa y continuó —Sí, claro. Mira, primero es importante reconocer ciertas cosas. Además, podemos tomarlo como un paseo, ¿no te parece? Ella asintió emocionada. Se abrigó mejor, y ambos salieron fuera de la casa para dar un paseo. El aire fresco de la primavera la recibió con una brisa suave, y los rayos del sol filtrándose a través de las ramas aún desnudas de los árboles creaban un ambiente lleno de vida. Caminaron juntos por el sendero que se adentraba en el bosque. Fausto, con una tranquilidad y seguridad qu
En el aislado pueblo natal de Lucía, el invierno había sido especialmente cruel. Las continuas nevadas y las bajas temperaturas habían hecho que la vida cotidiana fuera un desafío constante. La familia de Lucía, angustiada por su desaparición, había iniciado una búsqueda desesperada. Las gélidas ráfagas de viento y la nieve que se acumulaba sin cesar dificultaban cada esfuerzo. Con el paso de los días, la esperanza se desvanecía. —¿Dónde estará? —se preguntaba Clara, la madre de Lucía, mientras miraba por la ventana, su aliento formando pequeñas nubes en el vidrio helado. —No lo sé, pero no podemos rendirnos —respondía Pascual, su esposo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. El pequeño Lou, se había convertido en el más afectado por la desaparición de su hermana. La nota que Lucía le había dejado era su único consuelo. "Volveré, te lo prometo", había escrito, pero esas palabras no llenaban el vacío que sentía. Pasaba horas en su habitación, mirando la nota una y otra ve
Para Lucía, los días venideros, especialmente aquellos de la primavera, fueron los mejores de su vida. Fausto le enseñó de forma muy cuidadosa y detallada cómo guiarse por el bosque, entendiendo que a veces podía ser traicionero. Los árboles se llenaban de hojas verdes, y el canto de los pájaros resonaba en el aire fresco. Los rayos del sol se filtraban a través del follaje, creando un mosaico de luces y sombras en el suelo del bosque. —Mira, Lucía, estas marcas en los árboles te indican la dirección hacia el norte —dijo Fausto, señalando unas pequeñas incisiones en la corteza—. Siempre presta atención a estos detalles. El bosque puede ser engañoso, pero con práctica aprenderás a leerlo. —Es increíble cómo todo parece tener un propósito aquí —respondió Lucía, maravillada por la sabiduría oculta en la naturaleza. También visitaron algunos pueblos no tan lejanos, ya que ella no estaba preparada para un viaje largo, pero así podía conocer un poco y aprender a guiarse. Los pueblos tenía
Era curioso cómo, durante la charla entre ellos, se llegó al punto en que Loreta le dijo que se veía mucho más animado de lo usual.—Fausto, te ves diferente —comentó ella con una sonrisa cálida mientras servía té en tazas de porcelana—. Mucho más animado que antes. Parece que la vida en el bosque te ha hecho bien.Fausto, sorprendido por el comentario, se quedó un momento en silencio. Era verdad que se sentía diferente, más vivo y menos hosco que en los tiempos de soledad —Supongo que es así —respondió Fausto, mirando su taza de té. Luego levantó la vista y le sonrió—. He estado más ocupado últimamente, viajando más seguido de lo usual. Loreta lo miró con interés, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y alegría —Me alegra escuchar eso. Sigue haciendo lo que sea que estés haciendo. Te hace bien. Fausto asintió, pensando en Lucía. Era ella quien había traído este cambio a su vida. Su presencia había llenado el vacío de su corazón, haciéndole sentir acompañado y comprendido.
Después de todo lo que ellos dos dijeron “sin querer”, el volver a encontrarse a la hora de la cena fue un tanto incómodo. La mesa estaba puesta con esmero, los platos humeantes y la luz de las velas creando un ambiente acogedor. Sin embargo, el aire entre ellos estaba cargado de tensión, vergüenza y nerviosismo por las confesiones que habían compartido.Lucía y Fausto se sentaron uno frente al otro, sus miradas evitando encontrarse demasiado tiempo. El sonido de los cubiertos contra los platos parecía más fuerte de lo habitual, llenando el silencio que se había instalado entre ellos.—La cena esta deliciosa, Lucía —dijo Fausto finalmente, rompiendo el incómodo silencio. Su voz tenía un tono amable, pero había una leve vacilación.—Gracias —respondió Lucía, sonriendo tímidamente —Preparé tu guiso favorito.Fausto, mientras comía, reflexionaba sobre las palabras que había compartido con Lucía. Aunque se sentía avergonzado, también estaba aliviado de haber
El día del reencuentro llegó con un cielo despejado y una brisa suave que hacía danzar las hojas de los árboles en el bosque. Lucía, con los nervios a flor de piel, estaba en el claro designado, caminando de un lado a otro mientras Fausto intentaba calmarla.—Todo va a salir bien, Lucía —dijo Fausto con una sonrisa tranquilizadora —Tus padres solo quieren verte, y tu hermano seguramente estará emocionado de verte también.Lucía asintió, respirando profundamente para calmarse.—Gracias, Fausto. No sé qué haría sin ti. Sé que lo repito demasiado pero realmente es lo que siento.Mientras Lucía esperaba en el claro, Fausto fue a buscar a su familia. El sonido de los pájaros llenaba el aire. Cuando llegó al punto de encuentro, los padres de Lucía y Lou ya estaban allí, ansiosos pero esperanzados. Fausto lo
Así, el verano dio paso al otoño, y con el llegaron los cambios sutiles en el ambiente. Las hojas empezaron a caer, tiñendo el suelo de tonos dorados y rojizos. El aire se volvió más fresco, y el sonido del viento entre los árboles anunciaba la llegada de la nueva estación. Fausto se encargaba de asegurarse de que la casa estuviera completamente impermeabilizada. La cabaña, construida con troncos robustos, necesitaba protección extra para los meses fríos que se avecinaban. Fausto revisaba las ventanas, rellenaba las grietas con masilla y reforzaba el techo con nuevas capas de aislante. El crujido de la madera y el olor a resina llenaban el aire mientras trabajaba, cada golpe de martillo resonando.Mientras tanto, Lucía se ocupaba de hacer un nuevo juego de ropas invernales, tanto para ella como para Fausto. Con una destreza única, cosía abrigos de lana gruesa y bufandas tejidas con esme