Si las miradas mataran Erick ya estaría metiendo su cadáver en la cajuela de aquel lujoso automóvil, podía verlo tenso, incluso había dejado de beber de su taza de café.
— ¿Disculpa? — Preguntó, como si hubiese escuchado mal.
— Dije que no, no voy a casarme con usted. — Respondió Anastasia, encogiéndose en su silla y con miedo de seguir hablando. — Usted es mi jefe, además yo ya tengo a alguien a quien amo y con quien espero casarme en un futuro.
— Piénsalo bien, yo puedo darte todo lo que quieras. Viajes al extranjero, automóviles del año, joyas, todo lo que me pidas te lo daré, solo necesito esto de ti. — Sonaba casi como una súplica, pero su rostro mostraba descontento. — ¿Qué es lo que pides a cambio de casarte conmigo? Lo pagaré.
La propuesta de Erick era sencilla: Necesitaba de una mujer a quien no amara y de quien estaba seguro que no lo amaría para realizar un matrimonio contractual y heredar la compañía de su anciano padre, quien se rehusaba a entregársela mientras estuviera soltero y siguiera cambiando de amante como de ropa interior, Anastasia Wilde era la candidata perfecta, no se atrevería a llevarle la contraria, aceptaría sus órdenes obedientemente, daba la impresión de ser una buena joven y podría manejarla a su antojo sin envolverse en una relación sentimental, no le importaba si ella lo odiaba, solamente necesitaba de su carácter dócil para las apariencias.
Pero el comportamiento que estaba adoptando frente a él no era en absoluto lo que se esperó, ella tenía el entrecejo fruncido, ofendida.
— No soy un objeto al que puedes comprar con algo de dinero, tengo más dignidad que eso.
— Todos tienen un precio, querida niña inocente. Así es el ser humano; Codicioso por naturaleza. — Erick la miró con cierta burla reflejándose en su mirada. — No necesitas amarme, tampoco te amaré, solo quiero que te conviertas en mi esposa, yo heredo la compañía, luego decimos que tuvimos altibajos en nuestra relación, nos divorciamos, recibes tu parte de los bienes que dividiremos y luego eres libre de hacer lo que quieras con el dinero y las propiedades que pondré a tu nombre en cuanto nos casemos y que solo se te entregarán cuando el matrimonio se termine.
— ¿Cree que soy estúpida? Es obvio que solamente me está diciendo esto para que yo acepte y luego no querrá soltarme. — Contraatacó. Enojada, Anastasia se puso de pie y recogió su abrigo. — Muchas gracias por la taza de café, señor Russo. Pero Anastasia Wilde no se vende, espero que esto no arruine nuestra relación de trabajo y tenga por seguro que en un par de meses le presentaré mi carta de renuncia.
— ¿Estás segura de que eso es lo que quieres? — La manera en que lo preguntó la hizo sentir escalofríos, el tono de voz de su jefe estaba cargado con una emoción negativa que no pudo describir. — Entonces puedes regresar, nos veremos mañana a primera hora.
Ni siquiera tuvo la decencia de regresarla a casa en automóvil.
La imagen honorable que tenía del CEO Erick cayó en picada de manera repentina, ahora solo lo veía como el típico hombre que creía poder tener todo a sus pies simplemente por soltar algo de dinero.
El frío de una noche tempestuosa golpeó el rostro de Anastasia y se le coló hasta los huesos, no importaba si moría congelada ahí fuera o terminaba resfriándose por la inmadurez de su jefe al no aceptar la respuesta que le dio, estaba conforme con rechazarle, pero tenía un mal presentimiento sobre los acontecimientos que le vendrían encima y sacudirían su vida completamente.
Como siempre nadie salió a recibirla cuando llegó a casa, pudo escuchar las voces de su madrastra y su odioso hijo desde la cocina, Anastasia siguió de largo subiendo las escaleras, probablemente su padre estaba en su oficina adelantando el trabajo, no había nadie a quien pudiera contarle sobre su incidente, tampoco era como si quisiese hacerlo.
* * *
Aquella noche pasó realmente rápido, pero el desastre llegó durante el amanecer.
Anastasia, tratando de ignorar el hecho de que los demás la veían como a un monigote de circo, riéndose a sus espaldas de lo desgraciada que era, escuchó la pregunta de su madrastra. — Te preguntaré de nuevo, espero que esta vez contestes bien ¿Dónde estabas anoche?
Anastasia tragó en seco. — Me quedé hasta tarde trabajando.
— Tú nunca en la vida has hecho sobretiempo, Ana, dime ¿Con qué hombre estabas revolcándote? — La risa descarada de Alexis se escuchó al fondo, era el único culpable de la situación cuando delató a aquella mujer sobre su llegada tarde.
Miró a su padre con suplicio, pero él simplemente apartó el rostro de nuevo.
— Espero que esto no vuelva a ocurrir, ahora límpiate, te ves terrible. — El tono de voz de la esposa del hombre al que llamaba padre seguía siendo frío y hostil, esa era la manera en la que se dirigía a su única hija, más bien, su hijastra.
Claras palabras que solo significaban que se perdiera de su vista.
Ya estaba acostumbrada a ese tipo de tratos aun si fuera en el trabajo o en la casa.
Solo debía aguantar un poco más y podría ser completamente libre.
* * *
La propuesta cínica de su jefe todavía seguía dándole vueltas en la cabeza, de todas las cosas que podía pedirle que fuera una propuesta de matrimonio logró desubicarla.
— ¿Estás bien? Llevas mucho rato mirando a la nada. ¿Otra vez tu madre te hizo algo?
Sus ojos se centraron en Félix, por un momento se había olvidado de que él estaba ahí junto a ella en el tejado de su casa, contemplando el atardecer al igual a cuando eran niños y huían de sus padres. — Félix ¿De verdad me amas?
— Por supuesto que sí. Eres el rayito de sol que ilumina mi vida.
Ana sonrió, eso era todo lo que necesitaba saber.
* * *
.
El ambiente calmado alrededor consiguió relajarla, no tenía que seguir preocupándose por pequeñeces, estaba segura que Félix iba a estar ahí para defenderla.
Nada de lo que hiciese o dijese su jefe conseguiría convencerla.
Estaba más tranquila, con las fuerzas suficientes para enfrentar otro día de trabajo con la frente en alto. El café de su jefe ya estaba esperando encima del escritorio junto a una dona salada, Anastasia dio un último vistazo al horario en su agenda antes de recibir al león rugiente que abrió la puerta de su oficina tras pasarle de largo.
— Va a ser un largo día. — Masculló, dejando de lado la pila de papeles que estaba revisando para entrar a la oficina. — Señor Russo a primera hora tiene una cita con...
— Cancélala.
— ¿Disculpe?
— Te he dicho que canceles la m*****a cita ¿No entendiste? ¿Debo deletreártelo?
— Sé que está enojado pero la corporación Ying ha agendado esta cita desde hace meses. — Se atrevió a decir, le pareció injusto que se dejara dominar por el carácter agresivo de Erick. — Así que por favor tómese su café, relájese y le pido que piense de nuev...
— ¿Acaso estás tratando de decirme qué hacer? — El oxígeno abandonó los pulmones de Anastasia y un dolor agudo punzó en su espalda cuando el presidente de la compañía la empujó contra la pared, la mano que cortaba su respiración le recordó los sucesos de la noche que estuvieron juntos, asustándola al punto de querer llorar. — Escúcheme bien, señorita Wilde. NUNCA vuelva a pretender que me comprende ¿De acuerdo? —Anastasia ahogó su afirmación, cayendo directo al suelo cuando la soltaron. — Haga lo que le dije, cancele la reunión. No me pases llamadas, tampoco visitas.
Regresó a su imponente silla, viendo a la chica correr despavorida hacia su escritorio.
Erick se frotó la sien con los dedos, el dolor punzante en su cabeza impidió que se pusiera de pie, mareado abrió uno de los cajones de su escritorio, de donde sacó una pequeña píldora que bebió en conjunto con el café. Pasando un trago largo y silencioso.
* * *
— Sí, sé que han agendado la cita desde hace meses, pero... El señor Russo está demasiado ocupado, de verdad lo lamento, le enviaremos una cesta de frutas y espero vuelva a intentarlo luego. — Anastasia respiró de alivio tras la conversación por teléfono más larga e incómoda de toda su vida. — Qué fácil es encomendar las tareas pesadas a otro, claro, como a él no le van a llamar prostituta qué más queda ¿No?
Durante sus murmuraciones para sí misma llegó otra persona, interrumpiéndola.
— Nada mejor que el chocolate caliente para una temporada fría ¿No se te apetece un poco? — Miró con desconfianza el vaso que le estaba ofreciendo Verónica, una recién llegada que ganó respeto y admiración por su increíble capacidad de haberse acostado con todos los hombres de la planta en menos de un mes trabajando. — Vamos, no está envenenado ¿Vas a negármelo?
Aunque lo tomó entre manos lo miró con cierta desconfianza, el chocolate era agradable al gusto, con un punto de equilibrio entre lo dulce y lo amargo. — ¿Necesitaba algo?
— ¿Acaso debo tener motivos ocultos para traerle a una chica tan amable algo de chocolate caliente? He visto cómo te ignoran todos aquí, me sentí culpable y pensé que podríamos ser amigas. — Anastasia miró en su bien parecido rostro algún rastro de que estuviera mintiendo, ella solo sonrió. — Además, es envidiable que puedas trabajar tan cerca de Erick.
Ahí estaban, las intenciones ocultas.
— No es ''Erick'' — Corrigió — Es ''presidente, CEO Erick o señor Russo'' Conoce tu lugar, no lo llames tan familiarmente. A él no le gusta.
— Tal vez no le gusta viniendo de ti. — Acomodó tras la oreja su lacio y ondulado cabello negro, Anastasia captó la indirecta de inmediato. — Además ¿No es raro que te hayas convertido en su secretaria de la noche a la mañana? ¿Cómo fue que lo lograste? ¡Él es tan guapo y amable! Me sonrió cuando me devolvió un pañuelo que se me había caído.
¿De verdad estaban hablando del mismo Erick?
Ya entendía a qué había llegado ella, y se arrepintió de aceptar su chocolate de la amistad fingida. — No hice nada especial, él solo me escogió y ya.
— Probablemente es así, no tienes nada de atractivo. — No le gustaba ser escaneada por ese tipo de mujer frívola — Si tú pudiste hacerlo ¿Por qué yo no? Seguramente consigue relevarme a un cargo mucho mejor que el tuyo, tal vez como su amante.
Sí, claro.
— ¿Qué haces? No puedes pasar. — Anastasia se entrometió entre Verónica y la puerta. — El señor Russo pidió no recibir visitas.
— Cambiará de opinión en cuanto me vea, ya muévete.
Anastasia no obedeció.
— Seré despedida si entras a la oficina, el señor Erick no quiere recibir visitas, regresa otro día.
— ¡Quítate, Anastasia! — La apartó de un empujó, las uñas filosas de Verónica le lastimaron la muñeca en el proceso. Era como batallar contra un gato rabioso. Verónica consiguió abrir la puerta, entrando de manera estruendosa — ¡Erick! ¿Puedes creer que tu secretaria inventó el pretexto de que no querías visitas para no dejarme entrar? Que pesada es, ¿Quién se cree, tu esposa? Creo que solamente tiene miedo de que le quiten el puesto. — El no recibir respuesta hizo que se acercara aún más. — ¿Erick?
Con miedo, justo en la entrada estaba Anastasia asomándose mientras esperaba un regaño inminente hacia ella.
La cara de su jefe no era para nada similar a la sonrisa simpática que alguna vez enseñó, grandes bolsas decoraban su rostro además de la cara de perro rabioso que tenía encima hizo que Verónica retrocediera más que un par de pasos.
— ¿Quién eres y por qué entraste? — Erick se puso de pie, acercándose hasta ella a pasos pesados y lentos, como si le estuviera dando tiempo para anunciar su retirada.
— Usted me ayudó hace un par de días con mi pañuelo caído, me he enamorado de usted desde ese preciso momento.
Erick sonrió, pero esta vez era un tipo de sonrisa que provocaba escalofríos.
— Entonces tú eres la mujer que dejó caer a propósito un cochino pañuelo para probar mi caballerosidad ¿Cierto? — Verónica se paralizó al escucharle. — Escuché por ahí que ya has dormido con medio departamento para trepar cargos y ascender ¿Vienes por el premio gordo acaso?
— S-señor Russo no es así, de verdad.
— ¿Ahora si me llamas señor? Creí que no te enseñaron modales en tu casa y por eso me llamabas tan familiarmente. — Dejó salir una risa irónica. — Pero está bien, te voy a dar lo que tanto quieres.
Mientras se iba quitando la corbata y desabotonándose la camisa Verónica siguió retrocediendo a medida que se veía entre la espada y a pared.
— ¿Q-qué está haciendo?
Anastasia enmudeció.
— Viniste aquí a follar conmigo ¿No es así? — Tomándola de la muñeca con una fuerza bestial la tumbó encima del escritorio, Ana, que observaba desde una distancia segura, casi pudo escuchar el sonido de la espalda de Verónica al estrellarse contra los libros y grapadoras que estaban encima. — Entonces espero que al menos logres hacer lo único para lo que sirves: Venderte como una prostituta. No, ni siquiera eso, al menos las prostitutas piensan bien antes de elegir a su cliente.
Verónica trató de empujarlo.
— ¡M-me equivoqué, señor! Lo siento, por favor no haga esto.
Erick ''cortésmente'' se acercó hasta su oído, tomándola de las muñecas para impedir que huyera. — Ve y notifícale al departamento de recursos humanos que la señorita Verónica Vieira ha sido despedida.
La soltó de golpe, Verónica empujó el hombro de Anastasia cuando salió corriendo entre llanto.
— ¿Está bien, señor Russo? — Anastasia trató de acercársele, lucía mucho más enojado.
— ¿Qué hay de ti? — La sujetó de la muñeca, y aunque Anastasia se esperaba una escena similar a la anterior Erick simplemente deslizó sus dedos por el arañazo que había sobre su piel. — ¿Duele?
— Solo es un simple aruño. — Retiró con cuidado su muñeca, incómoda. — ¿Desea que le traiga algo?
Pero él solo negó.
¿Por qué de nuevo?Todo su mundo parecía dar vueltas, de nuevo unas sábanas que no conocía de nada se deslizaron por su cuerpo en el momento en que se sentó, cuando miró a los alrededores pudo percatarse de que no estaba en su casa, tampoco en la casa de un conocido cercano, probablemente ni siquiera estaba cerca de su vecindario siquiera.Al arrastrar su paso hasta la sala se percató de que estaba haciendo un muy mal tercio entre Erick y una mujer que no conocía para nada, ellos dos se lanzaban miradas de perros rabiosos luego de que osadamente ella alzara su mano y la estampara contra la mejilla de él quien ni se inmutó, tampoco reflejó dolor. Anastasia pudo imaginar el ardor que debió sentir con el simple hecho de escuchar el sonido que hizo el golpe.Pero, antes de continuar con la dramática escena será mejor contar lo que ocurrió desde el principio.* * *La mañana siguiente su trabajo comenzó como siempre, ella llegando temprano, revisando la agenda y cuidándose de no convertirs
Mirar a Félix marchándose con aquella mujer fue una de las escenas más impactantes y difíciles de soportar para Anastasia, no podía describir el tipo de impotencia que estaba sintiendo para cuando salió del supermercado y simplemente los vio alejándose, fue un golpe directo al corazón.— ¡Maldito desgraciado!Justo cuando él se le había confesado en un acto de amor eterno, se sintió completamente estúpida por haber creído ciegamente en aquellas palabras.— Puedes llorar si quieres, aquí no juzgamos a las personas lloronas.Se sobresaltó al escuchar al dueño de aquellas palabras. — ¿Qué hace usted aquí, señor Erick? Parece un acosador. — Anastasia trató de seguir su camino y pretender que no lo vio.Pero él se movió primero, deteniendo su paso justo frente a ella y rodeándola con los brazos para ocultarla.— Dije que podías llorar, deja de hacerte la fuerte. — Lo había visto todo, entendiendo el sentimiento dio consuelo a Anastasia, quien en seguida rompió en llanto contra su pecho.*
Anastasia simplemente no podía creer lo que sus ojos estaban viendo en ese momento.Justo en frente de su casa había una hilera de vehículos mucho más costosos y lujosos que el vecindario en sí, estaban estacionados en ambos lados de la calle, sintió pánico cuando la sonrisa de Erick, cargada de un brillo particularmente malicioso, se dirigió hacia ella, lo que le confirmó el hecho de que estaba mucho más involucrado en la situación de lo que pensaba.Por no insinuar que era directamente culpable.— ¡¿Qué diablos es eso?!Erick la miró como si no entendiera de qué estaba hablando, incluso cuando vio al grupo de hombre sacar todas sus pertenencias de lo que consideraba su hogar.— ¿A qué se refiere? — Preguntó Erick, divertido.— ¡Se están robando mis cosas, mi gato! ¡Ayuda, me están robando! — Su preocupación no hizo más que crecer al ver que todos los vecinos estaban observando tal espectáculo. — ¡Llamen a la policía!— Ana... ¿Qué está sucediendo? — Preguntó una de sus vecinas, la m
— Por favor, señorita, debe salir y comer algo. — La voz llamándola del otro lado de la puerta sonaba preocupada, pero a Anastasia ni siquiera le importó. — Ya ha pasado una semana desde que llegó aquí y no ha salido de su habitación, podría enfermarse.— ¿Una semana? — Levantó perezosamente la cabeza de la almohada, contemplando de nuevo las desconocidas paredes color melón. — El tiempo sí que va más lento cuando estás en el infierno.— No diga eso, el señor Russo se ha encargado de usted desde que llegó.— ¿Cuánto fue? — Anastasia abrió la puerta de repente.— ¿Disculpe? — Preguntó de vuelta la mucama, Emily, a quien habían asignado como cuidadora.Anastasia no retrocedió. — Quiero saber cuánto te pagó Erick para que dijeras eso.Emily era una mujer joven, con un bonito cabello castaño ondulado, debía tener serios problemas financieros si terminó aceptando trabajar como mucama de alguien casi contemporánea a ella. — No hizo tal cosa, señorita. — Suspiró, tratando de extender la band
Sostenía con fuerza su muñeca luego de lograr atraparla de milagro, debajo de ella solo estaba el vacío que la llevaría a una muerte segura.— ¡Erick, No me sueltes! — El grito ahogado salió de su garganta, viendo a su ex jefe al borde de la ventana con una inusual expresión angustiada, él estaba sujetándose de la pared para evitar que su peso lo jalara también.— ¡¿Ahora sí tienes miedo de morir?! ¡¿Qué creíste que iba a pasar si te caías?! — Exclamó, de no haber sido por su agilidad al atraparla ella ni siquiera hubiera tenido oportunidad de escuchar su regaño. Erick continuaba sujetándola con fuerza, tratando de alzarla. — ¡¿Por qué pesas tanto?!Anastasia decidió ignorar su orgullo herido por el comentario.Erick tomó aire, con las manos ocupadas y sin la oportunidad de llamar a alguien buscando auxilio trata de buscar una forma segura de subir a Anastasia; se le ocurre una idea bastante arriesgada...— Escúchame bien, a la cuenta de tres voy a soltarme para sujetarte con ambas ma
Las horas pasaban, interminables, a su parecer.De tanto tiempo que llevaba sentada se le entumecieron las piernas, pero Gael le prohibía cualquier tipo de movimiento brusco mientras la trataba como a su conejillo de indias.— Esta mascarilla rejuvenecerá tu piel y te verás como de treinta otra vez ¿No es maravilloso?— T-tengo veinticinco. — Contesta Anastasia en voz baja.— ¿En serio? — Avergonzada por la reacción sorprendida de Gael, ella asintió. — Cielos, que jodida estás ¡Roxanne, necesitaremos más tratamientos rejuvenecedores! ... Y cera para depilar- Mucha cera — Gritó a su asistente principal, quien salió corriendo a buscarlo. — Tranquila, niña, estás en buenas manos.Esas ''Buenas manos'' eran lo que más le preocupaban.Probablemente los gritos de dolor y agonía por parte de Anastasia cuando le retiraban de golpe la cera traspasaban las paredes hasta el punto en que se escuchaban por todo el edificio, múltiples veces habían entrado guardias de seguridad confirmando que no es
Habían pasado tanto tiempo con Gael que el atardecer cayó encima de ellos cuando salieron del edificio, Erick iba distraído contestando mensajes mientras Anastasia caminaba a unos pasos de distancia, recordando el consejo de Gael cada vez que se sentía inferior al mirar al imponente Erick.— ¿RCO es una de las compañías de tu padre? — Preguntó de la nada. —Lo había estado pensando, RCO en realidad significa Russo's Company ¿Verdad? Leí un par de artículos sobre ella en internet, es el número uno en cuanto al entretenimiento y el modelaje, una verdadera joya que perseguir. Pero tu nombre no aparecía en los registros hasta hace poco, en tu lugar había otra persona... Uhm, ¿Cuál era su nombre? — Lo vio detenerse, lo cual le dio la oportunidad de alcanzarlo — ¿Marcos? ¿Matthew? ¡Ah, ya sé! Se llama Máxim... ¡Ugh!— Escúchame bien porque esto solo pienso decírtelo una vez: Nunca en tu vida vuelvas a mencionar ese nombre ¿Me escuchaste? Jamás. — El odio con el que Erick apretaba su cuello y
Esa simple pregunta fue más que suficiente para que la criada se llenara de cierto pánico, no quedándole más opción que ceder las llaves para ahorrarse problemas. Sin embargo, los oídos de Erick atravesaban paredes, por lo que Anastasia –Pese a no haber hecho nada- no sabía que aquella sería la última vez que vería a aquella mucama.Erick estaba ahí dentro de la habitación, en un enorme sillón con un cigarro en la mano, un vasito de tequila en la otra y los ojos cerrados.— ¿Qué te trae por aquí? No sé si te habrán hecho llegar la noticia de que estoy cansado y no quiero recibir a nadie, así que, sé buena y márchate ahora.Anastasia no iba a permitirse ser echada tan lamentablemente así que no le hizo caso— Deja de usar pretextos para evitar tener que enfrentarme, sabes perfectamente a qué vine hoy. — No era momento de retractarse y salir corriendo, Anastasia debía ser valiente. — ¿Por qué soy la única persona que no sabía que la boda será este fin de semana? ¿Acaso no soy la novia?