5.

''Erick... Sé un poco más gentil. ''

Definitivamente Anastasia había visto algo que no debía.

En medio de sus piernas se podía distinguir una figura femenina, con un llamativo vestido ceñido al cuerpo y tacones altos. Gracias a Dios la censura del escritorio no le permitió ver la desfachatez que estaba haciendo en la oficina del presidente, la manera en que empuñaba las manos mostraba que sufría por la manera tan rústica en que Erick empujaba su cabeza sin cambiar ni siquiera un poco esa expresión fría y distante de siempre, como si estuviera aburrido.

— Eres terrible, llevas aquí diez minutos y ni siquiera eres capaz de causarme una erección ¿A eso le llamas atender mis necesidades sexuales? Apestas, lárgate. — Dijo él con firmeza, tomando un pañuelo para limpiarse las manos que antes sujetaban el cabello de esa mujer sin piedad.

Anastasia se paralizó, comprendiendo que no podía quedarse viendo o sería ella quien terminaría en una situación penosa, rápidamente tomó la agenda de su escritorio y huyó de ahí sin dejar rastro.

De una manera u otra se dio cuenta de la peligrosa información que estaba manejando y la cantidad de dinero que pagarían los medios por conocer el talón de Aquiles de Erick Russo.

— Sí, claro. Como si tuviera las agallas.

Dejó de pensar en tonterías y tomó el bus de regreso a casa.

(...)

— ¿A esto le llamas café? Sabe asqueroso. — Anastasia mostró su sonrisa fingida tanto como pudo, incluso cuando Erick arrojó la taza de café y la estrelló contra la pared cercana a ella, haciendo que palideciera del susto.

Por los momentos ella pensó en pretender no saber nada del asunto, si alguien preguntaba negaría haber visto algo, pero al día siguiente el humor bestial de Erick se intensificó contra ella. Justo igual que una persona que acaba de ser descubierta, y eso le hacía las cosas aun más difíciles de soportar.

¿De verdad la habría notado?

— Entonces iré a preparar uno que sepa mejor. — Anastasia haría cualquier cosa con tal de salir de ahí, no importaba, toda su vida la había pasado resignándose y sometiéndose a la voluntad de otros, una vez más o una vez menos no haría ninguna diferencia.

Pero él la detuvo de repente. — ¿Cuántos años tiene, señorita Wilde? Se ve como una mujer joven.

¿Por qué su jefe preguntaba cuántos años tenía?

— Veinticinco años, señor. — Respondió, un poco extrañada.

Erick revisó papeles, acomodó engrapadoras y tomó un lápiz con el que jugueteó.

— ¿Tiene algún tipo de pasatiempo favorito? — Preguntó de la nada, atrayendo la atención de Anastasia a esos brillantes ojos que parecían querer degollarla. — ¿Le gusta observar personas a escondidas, por ejemplo?

Anastasia se asustó, fue demasiado tonta e imprudente aquella vez.

Por supuesto que él la había visto.

— ¿Q-qué? — No encontraba palabras para defenderse siquiera, al final solo le quedaba una cosa por hacer. — ¡Fue un accidente! Había olvidado mi agenda y tuve que regresar y la puerta estaba abierta cuando yo la había cerrado y resultó ser que...

Tal vez si rogaba lo suficiente él podría perdonarle la vida y dejarla ir en paz.

— Detente. — La calló. — ¿No quieres gritarlo a los cuatro vientos, mejor?

Como si fuera tan fácil.

Anastasia se disculpó, comprendía por qué su jefe estaba tan irritado, tener a una completa extraña conociendo uno de tus secretos y que podría usar esa información en tu contra podía ser frustrante.

— No tiene que preocuparse, señor Russo. — Él la miró extrañado — Voy a pretender que no he visto nada, y si alguien me pregunta si escuché ruidos diré que fui yo al no encontrar mi agenda ¿Le parece bien?

Se avergonzó de lo que dijo cuando él se comenzó a reír, como si le hubiesen contado el chiste más gracioso de todo el mundo.

— Usted es una mujer interesante, señorita Wilde.

* * *

7:30pm en un restaurante local.

La cena transcurría sin sobresaltos, era de las pocas oportunidades que tenía para contactar con Diana y poder hablar en privado.

Aquel sería el último intento por parte de Erick.

Diana estaba ahí, justo en frente de él, por alguna razón se sentía nervioso al grado en que las manos comenzaban a temblarle de manera imperceptible, sin embargo, su postura rígida y formal permanecía intacta.

Siempre supo que Diana no solamente robaba miradas, también suspiros, ella misma usaba su propia belleza como arma mortal dentro de la industria del modelaje, con su apariencia angelical había conseguido captar la atención pese a que no era lo suficientemente popular como para hacerse reconocida mundialmente.

— ¿Cómo han estado las cosas contigo y tu trabajo?

Ella suspiró — Muchas cosas han cambiado, todavía me falta mucho para convertirme en una actriz profesional y recorrer los escenarios del mundo. Mientras tanto tengo que esperando a que la señora que acapara la caja registradora en el súper decida si va a comprar pan de trigo o de linaza mientras los demás clientes pierden la paciencia. — La pobre chica se dejó caer de mala gana sobre la mesa tras dar un trago al vino que descansaba en su copa. — Espero poder renunciar pronto.

— Si hubieses aceptado mi propuesta no te verías en la necesidad de tener dos trabajos, Diana.

Ella negó, irritada. Sabía que Erick sacaría el tema a relucir.

— Te dije que puedo hacerlo yo sola, Erick. Si de verdad quisieses ayudarme me habrías dado el dinero en lugar de pedirme ser tu esposa a cambio de ello. Dejaste de ayudarme económicamente desde que decidí no casarme contigo porque eres un inmaduro, es tu culpa que yo esté soportando un jefe arrogante y clientes molestos que exigen un reembolso de unas patatas fritas que ya se comieron solo porque no les gustaron.

Y allí empezaba de nuevo.

Porque sí, detrás de aquella cara angelical se escondía una víbora dispuesta a soltar de su veneno letal.

— Ya te lo dije, hasta que no aceptes casarte conmigo no vas a ver un solo centavo de mi parte.

— ¡¿Cómo puedes hacerme esto cuando mi carrera está comenzando?! ¡Inclusive te rehusaste a dejarme entrar en la industria de tu padre! — Todos alrededor miraron al par cuando ella se levantó para golpear la mesa con furia. — No me voy a casar contigo, me gusta cómo está nuestra relación justo ahora y debe mantenerse justo así. Ya te lo he dicho así que deja de actuar como un niño inmaduro.

Pero Erick solo se rió de manera sarcástica.

— ¿Crees que me importa tener espectadores y que por eso voy a ceder? — Se cruzó de brazos. — Tu carrera solo es una excusa para usarme cuando quieras y acostarte con otros hombres de manera libre, está bien si no quieres casarte conmigo, pero ya no seguiré pagando tus caprichos.

Ahora él se puso de pie, dejando dinero sobre la mesa para pagar la cena.

— Así que si esta es tu decisión final ni pienses en volver a buscarme.

— ¿Erick? ¡No te atrevas a dejarme hablando sola! ¡Te arrepentirás de esto toda tu m*****a vida! ¡¿Me escuchaste?!

No miró atrás cuando se marchó.

Aún bajo la torrencial lluvia y el cielo nublado caminó sin rumbo por las calles, algunos a su alrededor iban con paraguas, otros corrían para no mojarse, y absolutamente todos miraban raro al hombre solitario que sujetaba melancólico un cigarro que la lluvia arruinó y usaba un traje fino.

Erick buscó en sus bolsillos su móvil justo cuando se refugió en el techo de una cafetería vacía y casi a punto de cerrar, se sentó en una de las mesas al fondo tras pedir algo que le quitara el frío, dudó antes de marcar, sin embargo, cuando se quiso retractar su padre ya había contestado.

'' ¿Por fin recuperaste la cordura?'' — Tragó en seco al escuchar la manera en que le contestó, Erick se imaginó su figura señera sentada en aquella oficina admirando el exterior a través sus ventanas panorámicas.

— Si me voy a casar, será con alguien a quien yo escoja. — Se frotó la sien con los dedos.

'' ¿Acaso tienes a alguien en mente?''

— Tú solo has lo que tengas que hacer y yo me encargo del resto.

* * *

Aquí es donde entra Anastasia luego de un largo y pesado día de trabajo siguiendo los pasos de Erick a donde quiera que iba, ajustar su ajetreada vida y escribirlo en un cuaderno había sido una de las cosas más difíciles. Siempre tenía pequeños cambios.

— Anastasia, prefiero la leche de soja, señorita Anastasia ¿Dónde dejé mi corbata para las juntas? Señorita Anastasia, su café apesta ¡¿Por qué diablos no se lo prepara él mismo y me deja en paz?! — Abrió con enojo el paraguas cuando salió del edificio, repitiendo todas las cosas que le había dicho su jefe durante el día y la vida entera. Pero no se dio cuenta de que él estaba ahí, parado al final de las escaleras, mirándola y con un paraguas extra en la mano. Anastasia se paralizó. — S-señor Russo ¿No se había ido ya?

— Escuché que se avecinaba una tormenta y pensé en mi pobre secretaria que tal vez terminaría mojándose, le he traído un paraguas, pero parece que está bien.

Ella no se acercó.

¿Quién era ese hombre y por qué estaba siendo tan amable?

— Sí, bueno, voy a regresar a casa. — Fue interceptada por él, quien se paró en su camino.

— No puedo permitirlo, ha trabajado durante todo el día ¿Le parece bien si le invito un café? Como compensación por todo su esfuerzo y trabajo duro.

— En realidad no quie...

— Bien, está decidido, vámonos.

¿Cómo ignorar a el mafioso de su jefe cuando abre la puerta del copiloto de su mercedes negro solo para que entre y aceptes tu destino?

Anastasia tuvo que obedecer, por el bien de lo que estaba ganando en términos monetarios y su propia vida.

No lo escuchó hablar en todo el camino, pero se notaba ansioso, indeciso y miraba su móvil como si esperara que alguien lo llamara, era ya el quinto día en que lo veía de esa manera, ni siquiera se concentraba en hacer su propio trabajo y eso solo le aumentaba a ella la carga.

Fue gracias a esa misma resignación que, de alguna manera, ambos terminaron yendo a una cafetería. Ni siquiera tenía idea de cómo surgieron las cosas, solo recordaba haber entrado en modo automático y responder ‘’Sí’’ a todo lo que su jefe estaba diciéndole -Cosas sin relevancia-

«¿Esto cuenta como haber sido engañada?» Ella suspira para sus adentros, si juzgaba bien la situación veía el hecho de que su jefe tomó provecho de su estado para pedirle ir a beber café, sabiendo que no diría que no.

Al final solo podía ser ella quien rompiese primero el silencio.

— ¿Ha pasado algo recientemente? — Anastasia agradeció a la mesera por la taza de café y la galleta con un gesto amistoso. — Sé que no debería entrometerme, pero usted luce mucho más agitado de lo normal en estos días.

— ¿Tú crees? — Preguntó Erick, Anastasia asintió un par de veces.  — Realmente no ha pasado nada importante.

Incómodo.

Fue incómodo cuando los dos dejaron de hablar solo porque no tenían nada más que decir, un par de tazas de café con leche, una charla sobre el clima tempestuoso y mirar las paredes color crema del establecimiento fueron suficientes para hacerla cuestionar sobre los motivos de Erick para llevarla, lo veía como si quisiese decir algo, pero en seguida se retractara y volviera a beber silenciosamente.

El tiempo pasó así, y de pronto el anochecer estaba empezando a caer sobre ambos, no podía quedarse más tiempo bebiendo café y mirando a la nada, estaba segura que si por el insomnio provocado a causa de la cafeína llegaba tarde al trabajo por quedarse dormida él le descontaría el día completo de trabajo.

O tal vez la semana.

— Ya es tarde, creo que debería irme...

Intentó recoger su abrigo en medio del silencio, antes de que Erick volviese a hablar.

— ¿Te quieres casar conmigo?

Anastasia escupió el café que se estaba bebiendo.

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