¡Justo lo que querían! Nathaniel está muy enamorado de su esposa y eso lo lleva al camino correcto. Pronto tendrán el final feliz que tanto merecen.
Bianca siempre había tenido sueños y en ninguno de esos sueños y anhelos de su juventud estaba vestirse de novia, sin embargo, estaba pasando. Estaba ahí parada en medio de un salón con su vestido blanco y su velo de novia. El bouquet de rosas en sus manos temblorosas y su falta de emoción en la cara. Trataba de ver a los invitados a aquella de farsa pero sus caras no quedaban grabadas. Su “novio” al lado, apenas lo conocía de hacía una semana atrás y si bien era rico y guapo no era razón suficiente para casarse con él. Al menos eso era lo que ella creía. —Aquel que se oponga a este matrimonio, hable ahora o calle para siempre. –Bianca quería decir que ella era quien se oponía a ese matrimonio. Veía de un lado a otro y ahí estaba su papá, feliz de que ella estuviera contrayendo matrimonio. Le parecía irreal. La iglesia estaba decorada con lazos y flores. La familia de Nathaniel también sonreía. El pastor de aquella iglesia seguro ni sabía los motivos que los habían llevado al altar, pe
Luego de diez años, Bianca ni siquiera se preguntaba dónde estaba su esposo. Sabía como era él y no esperaba nada, además de que él le había dejado abundantemente claro que jamás esperara nada de él. Aquel magnate la dejó el día después de su boda perdiéndose tan lejos como pudo. Lo último que supo por su hermano, Gianpiero, es que Nathaniel se encontraba en Canadá. Nunca lo habría ido a buscar de no ser porque las circunstancias la estaban obligando. Esperaba no ser reconocida. Se había pintado el cabello de castaño a rubio, los ojos, con lentillas, los cambió a verdes. El viaje desde Europa hasta América se le hizo eterno pero por fin había llegado. Se había quedado sola. Tenía veintinueve años y ya no tenía más familia que la de su esposo. Su suegra la odiaba por haber hecho que su adorado hijo se fuera lejos del país. Su suegro había fallecido y el hermano de su esposo era quien más le hablaba, pero solo para preguntarle cómo iba la bodega. Le cayó como el demonio cuando le dij
La última vez que a Nathaniel Giordano le impactó una mujer, había sido diez años atrás. Recordaba muy poco a su esposa, era una niña cuando se casó con ella y estaba convencido de que ella sería perfecta para el papel de esposa. Además, le hacía un favor. —Es injusto para ella... Bianca no tiene nada de culpa. Recordó aquellas palabras que le dijo a su padre, quien, era amigo del padre de Bianca, a menos, de quién la crió. A pesar de que ella no le caía bien, no se merecía lo que le iban a hacer. La iban a dejar en la calle, sin nada, solo porque no llevaba la sangre de los Rizzó. "Es una bastarda", le había dicho su padre. Fue entonces cuando se le ocurrió. A él le habían impuesto una boda, a ella me quitaban su herencia. Él debía casarse. Y si iba a hacerlo, mejor con una mujer que entendiera que su relación era solo cortés. Algo con lo cual los dos se saltaban la desgracia. Las hijas del señor Rizzó, las de sangre, estaban liadas por él, y eran unas pesadas. Sin duda, se burlarían
"El fin justifica los medios". Bianca sabía dónde estaría su esposo aquel fin de semana, y fue con toda la intensión de concertar un "encuentre casual", coquetear y dejarlo deseando más. Si quería alcanzar su objetivo era necesario que él la deseara. Jamás se había propuesto estar con él, pero para situaciones extremas, las medidas eran desesperadas. Y ahí estaba, como Rose Lyndon-Holt, en el club más popular de Nathaniel Giordano dispuesta a seducirlo. Nuevas deudas se acumulaban y tenía que ser rápida. Había pagado la entrada y fue directo a la barra a pedirse una copa de vino para pasar los nervios. Era el siguiente paso en una treta. Sintió miedo de pronto, Nathaniel no estaba solo, a su lado, Giapiero, su hermano, estaba presente. —Jo... -Bebió la copa de golpe y se dispuso a salir, pero pudo más la curiosidad cuando escuchó a su cuñado hablar con su esposo sobre ella. —¿No crees que debes intentar algo con tu esposa? La pobre Bianca está sola. Nathaniel, hay cosas que debes
Bianca estaba demasiado nerviosa por haber involucrado a otra persona en su nefasto plan. Gian planeó todo para que su cuñada lograra su objetivo, pero él no sabía todo lo que ella quería lograr con aquellas ideas. Sin embargo, Gian creía firmemente que a su hermano le vendría bien algo de justicia divina por ser tan "Capullo". —Bianca... -Estaban juntos dentro del auto y ella parecía estar meditando sus posibilidades. —Tienes que relajarte, Bianca. —Aquí soy Rose Lyndon-Holt. -Bianca corrigió a Gianpiero mientras estaba con él en el auto camino a otro evento que, según su cuñado, estaría su esposo. Se había arreglado expresamente para lucir espectacular. El vestido blanco, corto, el maquillaje y aquellos labios rojos. Jugaba con sus uñas mientras sentía el estomago revuelto. —Repasemos el plan. —A Nathaniel te presentaré como mi acompañante. Tú vas a coquetearle. A mi hermano suelen gustarle las mujeres prohibidas. Si cree que estás conmigo se sentirá más atraído por ti. Es senci
Luego del partido, Bianca se fue con su cuñado. Nathaniel por su cuenta, quedó deseando más de los labios de Rose Lyndon-Holt, llamó a su hermano por teléfono para que le diera el número de Rose y su dirección. Gian se lo dió, pues así esperaba que actuara su hermano, así que lo siguiente que hizo Nathaniel fue comenzar a llenarla de atenciones. —Sabes que te debo mucho, hermano. Esto lo hago porque quiero ser feliz. Te prometo que haré las cosas bien. Voy a divorciarme de Bianca y seguiré adelante, le daré todo lo que pueda necesitar. —O tal vez no lo harás. Siempre dices que harás lo correcto, pero a la hora de la verdad, hermano, no lo haces porque siempre algo suele ser “más grande que tú”. -Las palabras de su hermano sonaba a reproche, pero sabía que era la realidad. Así era como funcionaba su vida. *** Bianca tuvo que dejar el hotel y rentar un apartamento, supuso que su plan no le tomaría más de un mes, así que fue lo único que pagó de renta en aquel piso. No llevaba ni dos
Nathaniel sabía que para tener a una mujer como Rose necesitaba más que palabras dulces y seductoras. Tenía que ser ingenioso, y eso iba a hacer. Ella había lanzado el anzuelo, quería algo físico. Él podía dárselo, pero no quería una noche.Quería varias. —Ya que prefieres las cosas más placenteras, te propongo algo. Ven a mi casa. –Bianca sonrió pues aquella era la propuesta que quería, asintió segura de sí misma y Nathaniel sonrió. —Vámonos. –No esperaron más, la tensión entre los dos era evidentemente palpable. Bianca sentía nervios, puede que aquella noche se concretara por fin su matrimonio, consumado como tal, y podría decir que ya no era una esposa virgen. Podría ser que esa noche pasara su milagro y pudiera quedar embarazada. Tenía miedo pues, ¿Y si él notaba
Fue inesperado y a la vez muy reconfortante despertar y encontrarse en los brazos de su marido. Había sido extraño que aquello pasara, pero había ido hasta Canadá para que sucediera.Pero debía ser más lista. Su marido había usado preservativo la noche anterior, debía lograr quedarse embarazada de él antes de volver a Roma. Nathaniel despertó encontrándose con los ojos de Bianca y sonrió. -¿Acaso no puedes dormir?-No, no mucho. Solo desperté y admiraba lo guapo que eres. -Se acercó besando a Nathaniel y lo abrazó. Las sábanas estaban enredadas en sus piernas y la luz entraba por la amplia ventana de su dormitorio. -¿No crees que es extraño? Apenas nos conocemos.-Pero siento que te conozco desde hace muchos años, Rose. Hay algo familiar en ti. -Bianca no quiso romper con la burbuja, pero aquellas palabras la hicieron