Bianca siempre había tenido sueños y en ninguno de esos sueños y anhelos de su juventud estaba vestirse de novia, sin embargo, estaba pasando. Estaba ahí parada en medio de un salón con su vestido blanco y su velo de novia. El bouquet de rosas en sus manos temblorosas y su falta de emoción en la cara. Trataba de ver a los invitados a aquella de farsa pero sus caras no quedaban grabadas. Su “novio” al lado, apenas lo conocía de hacía una semana atrás y si bien era rico y guapo no era razón suficiente para casarse con él. Al menos eso era lo que ella creía. —Aquel que se oponga a este matrimonio, hable ahora o calle para siempre. –Bianca quería decir que ella era quien se oponía a ese matrimonio. Veía de un lado a otro y ahí estaba su papá, feliz de que ella estuviera contrayendo matrimonio. Le parecía irreal. La iglesia estaba decorada con lazos y flores. La familia de Nathaniel también sonreía. El pastor de aquella iglesia seguro ni sabía los motivos que los habían llevado al altar, pero ya que cumplieron con todo el curso pre-matrimonial, no había motivos para parar aquella boda. —En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Yo los declaro “Marido” y “Mujer”. Puede besar a la novia. —Bianca se tensó al ver como Nathaniel le quitaba el velo encima del rostro y se acercaba a ella para besarla. Sus labios eran fríos, y parecía que aquel beso solo lo hacía para cumplir un patrón, un formato. Lo que se esperaba. —Damas y caballeros, es un placer presentarles al señor y la señora Giordano. —Una farsa. Tomándola de la mano, Nathaniel, sin decir una palabra, se dispuso a salir por el pasillo de la iglesia con ella. Caminó por inercia. Las personas los felicitaban. Subieron al auto para irse a la fiesta de recepción. El silencio se hizo extremo, así que él fue el primero en hablar.
—¿Estás bien? Debes admitir que de este matrimonio quien sale ganando eres tú. Tendrás el apellido Giordano, dinero y muchos lujos, es mucho más de lo que alguien en tu posición puede aspirar a tener.—¿Alguien de mi posición? ¿Te refieres a la hija de un mayordomo? ¿Según tú debería ser una criada en lugar de tu esposa?Él no respondió y su silencio hizo que le dieran náuseas. Tal vez él no la amara nunca pero no era mucho pedir que al menos la respetara. Ella también había sido llevada a hacer algo en contra de su voluntad. —Me iré esta noche.—Quisiera pedirte algo. -dijo y él la miró con atención mientras ella se quitaba el velo. —Quiero estudiar administración. Siempre he querido ser una ejecutiva y aún estoy a tiempo de inscribirme en la universidad.—No necesitas estudios si lo que eres es una esposa trofeo.Bianca sabía que era más que eso, podría ser más si tuviera las oportunidades a su alcance. —Entonces no vas a ayudarme.—No. Creo que ya te ayudé bastante.Le causó asco el pensar de que ahora su vida estaba reducida a ser lo que otra persona quería, un ornamento social y nada más. —Quiero saber ¿Me serás infiel?—Seguramente.—Así que según tú, que yo sea tu esposa es suficiente premio. No tengo derecho a expandir mis horizontes ni a pensar por mi cuenta. Solo debo sentarme donde tus padres me digan, lucir bonita y sonreír. ¿Eso es ayudarme?Nathaniel no le contestó a su esposa, ella asumió que su silencio era de un “SÍ” —¿Tan desagradable es casarte conmigo? –Respondió él viendo que ella quedaba en silencio nuevamente. Bianca no quiso preguntar nada más, solo esperó que el chófer siguiera su camino. Ignorada. En el día de su matrimonio. Al bajar, la expresión de su esposo cambió por completo, sonrisas, felicidades, estaba ganándose el Óscar a “Mejor actor” pues estaba portándose como un absoluto hipócrita. Mientras todos celebraban excepto ella, se alejó del salón para pensar que la había llevado a estar en aquella situación. Todo el mundo conocía a los Giordano. Eran una familia millonaria y dueña del grupo tecnológico “Gamma” dedicados a las telecomunicaciones. Quienes gerenciaban aquel complejo, Ignazio y Carmenza Giordano no eran los dueños absolutos ya que todo le pertenecía a Nathaniel, pero solo sería suyo si cumplía con los requisitos de la herencia de su abuelo. Ella no era de su misma clase, solo la hija de un hombre que un tiempo estuvo al servicio de los Giordano, y aunque había renunciado muchos años atrás, los Giordano seguían mandándole dinero para que la cuidara a ella.Cuando ella cumplió la mayoría de edad supo que su papá había negociado su matrimonio desde que ella tenía doce y habían ido por ella. Quería irse a estudiar a Cambridge y se había esforzado por lograr ese sueño, por lo que cuando su padre le dijo que se casaría con él, hubo un sinfín de quejas y “peros”. Y sin embargo, aunque se negó en redondo, no obtuvo lo que quería, un contrato la dejaba atada para siempre a Roma. Cuando conoció en persona a su futuro esposo decidió que no era su tipo, sin embargo, en esa misma semana sería su boda. Días anteriores tuvieron su boda por civil, y ahora, luciendo el vestido de novia que ni siquiera puedo escoger sino que su suegra le impuso, y la fiesta que querían los Giordano, se casaba con alguien que no amaba. —Dios. Por favor. –Suspiró mirando al cielo. —Sé que no es el matrimonio como debe ser. Un hombre y una mujer deben amarse, y prometerse fidelidad en las buenas y en las malas. Es lo que me enseñaron. Por lo que sé que esto es un chiste muy malo. —Escuchó el carraspeo y una ligera tos y volteó muy nerviosa viendo a su suegra. La mujer estaba impoluta. Alta, sus pómulos estaban elevados, pensó Bianca, seguramente por cirugía. Era igual a su hijo, misma mirada fija y de juzgar, se paseaba por todo el cuerpo de Bianca, evaluándola. —Serás una buena esposa para mi hijo. Ahora hablemos de tus deberes. Ya sabes lo que tienes que hacer. Él no quiere, pero ya que eres su esposa, se esperará que pronto des a luz a un heredero. —¿Nathaniel no quiere tener hijos? –Se dio cuenta de lo poco que conocía a su esposo. —Lo siento señora Carmenza. Solo quiero saberlo.—El trato se hizo, compórtate ahora como la señora Giordano. ¿Entendido? –La dejó sola y Bianca suspiró para luego sacarse el velo de la trenza que tenía hecha en su cabellera castaña. Echó un vistazo a toda la ciudad. La arquitectura de Roma le fascinaba, ahí, en donde vivió toda su vida le parecía imposible que estuviera pasando aquel momento de fastidio. La fiesta le parecía insulsa, por lo que ponerse ebria hasta el fondo fue como una buena idea. Bebiendo una copa tras otra trató de pensar en que podría hacer para salir de aquel aprieto. Buscó a su esposo en medio de la fiesta y se acercó al verlo. —No tendremos noche de bodas. -Dijo ella mirándolo directo a la cara un tanto achispada. —no quiero acostarme contigo.—Yo tampoco. –A pesar de que la primera negativa fue de ella, Bianca asintió al oír las palabras de Nathaniel y lo miró algo confundida. —No voy a tocarte. Tendrás la protección de mi apellido y dinero, pero en lo que a mí respecta, tú y yo no somos marido y mujer. No te preocupes porque quiera acostarme contigo, porque no lo haré.—Cómo quieras. ¿Habitaciones separadas? –Vió que asintió, la fiesta siguió adelante y en cuanto se fueron, al llegar con él al hotel, tomó la primera llave que le ofrecieron y subió. Había mucho que no comprendía, pero algo sí sabía, iba a ser una esposa virgen por el resto de su vida. Aunque quizá tuviera un par de cosas buenas. Se quitó su vestido y se acostó. Sin duda iba a cambiar las cosas a su favor en algún punto y aunque no fuera al día siguiente, o al mes que seguía o en un año, sabía que lograría sacar la fuerza necesaria como para enfrentarse al mundo y conseguir beneficios de aquel trato en dónde la habían movido de un lado a otro como un maldito peón. Si había algo que regía su vida de principio a fin es que siempre era una pieza para el juego de alguien más, pero ahora era adulta, una mujer, y tenía que buscar sus propias metas, sueños y beneficios. Y ya que a nadie le pareció importar lo que ella sentía o lo que quería, era mejor que tampoco pensara en los demás. Eran obstáculos, y pensar en lo que un obstáculo quería o sentía era una pérdida de tiempo. Y estaba segura de que no quería acabar como otras mujeres con el corazón lleno de dolor y el alma rota. Tenía que surgir, levantarse y empoderarse, después de todo, ahora era una Giordano y como tal pertenecía a una familia poderosa. Aunque fuera solo de nombre.Luego de diez años, Bianca ni siquiera se preguntaba dónde estaba su esposo. Sabía como era él y no esperaba nada, además de que él le había dejado abundantemente claro que jamás esperara nada de él. Aquel magnate la dejó el día después de su boda perdiéndose tan lejos como pudo. Lo último que supo por su hermano, Gianpiero, es que Nathaniel se encontraba en Canadá. Nunca lo habría ido a buscar de no ser porque las circunstancias la estaban obligando. Esperaba no ser reconocida. Se había pintado el cabello de castaño a rubio, los ojos, con lentillas, los cambió a verdes. El viaje desde Europa hasta América se le hizo eterno pero por fin había llegado. Se había quedado sola. Tenía veintinueve años y ya no tenía más familia que la de su esposo. Su suegra la odiaba por haber hecho que su adorado hijo se fuera lejos del país. Su suegro había fallecido y el hermano de su esposo era quien más le hablaba, pero solo para preguntarle cómo iba la bodega. Le cayó como el demonio cuando le dij
La última vez que a Nathaniel Giordano le impactó una mujer, había sido diez años atrás. Recordaba muy poco a su esposa, era una niña cuando se casó con ella y estaba convencido de que ella sería perfecta para el papel de esposa. Además, le hacía un favor. —Es injusto para ella... Bianca no tiene nada de culpa. Recordó aquellas palabras que le dijo a su padre, quien, era amigo del padre de Bianca, a menos, de quién la crió. A pesar de que ella no le caía bien, no se merecía lo que le iban a hacer. La iban a dejar en la calle, sin nada, solo porque no llevaba la sangre de los Rizzó. "Es una bastarda", le había dicho su padre. Fue entonces cuando se le ocurrió. A él le habían impuesto una boda, a ella me quitaban su herencia. Él debía casarse. Y si iba a hacerlo, mejor con una mujer que entendiera que su relación era solo cortés. Algo con lo cual los dos se saltaban la desgracia. Las hijas del señor Rizzó, las de sangre, estaban liadas por él, y eran unas pesadas. Sin duda, se burlarían
"El fin justifica los medios". Bianca sabía dónde estaría su esposo aquel fin de semana, y fue con toda la intensión de concertar un "encuentre casual", coquetear y dejarlo deseando más. Si quería alcanzar su objetivo era necesario que él la deseara. Jamás se había propuesto estar con él, pero para situaciones extremas, las medidas eran desesperadas. Y ahí estaba, como Rose Lyndon-Holt, en el club más popular de Nathaniel Giordano dispuesta a seducirlo. Nuevas deudas se acumulaban y tenía que ser rápida. Había pagado la entrada y fue directo a la barra a pedirse una copa de vino para pasar los nervios. Era el siguiente paso en una treta. Sintió miedo de pronto, Nathaniel no estaba solo, a su lado, Giapiero, su hermano, estaba presente. —Jo... -Bebió la copa de golpe y se dispuso a salir, pero pudo más la curiosidad cuando escuchó a su cuñado hablar con su esposo sobre ella. —¿No crees que debes intentar algo con tu esposa? La pobre Bianca está sola. Nathaniel, hay cosas que debes
Bianca estaba demasiado nerviosa por haber involucrado a otra persona en su nefasto plan. Gian planeó todo para que su cuñada lograra su objetivo, pero él no sabía todo lo que ella quería lograr con aquellas ideas. Sin embargo, Gian creía firmemente que a su hermano le vendría bien algo de justicia divina por ser tan "Capullo". —Bianca... -Estaban juntos dentro del auto y ella parecía estar meditando sus posibilidades. —Tienes que relajarte, Bianca. —Aquí soy Rose Lyndon-Holt. -Bianca corrigió a Gianpiero mientras estaba con él en el auto camino a otro evento que, según su cuñado, estaría su esposo. Se había arreglado expresamente para lucir espectacular. El vestido blanco, corto, el maquillaje y aquellos labios rojos. Jugaba con sus uñas mientras sentía el estomago revuelto. —Repasemos el plan. —A Nathaniel te presentaré como mi acompañante. Tú vas a coquetearle. A mi hermano suelen gustarle las mujeres prohibidas. Si cree que estás conmigo se sentirá más atraído por ti. Es senci
Luego del partido, Bianca se fue con su cuñado. Nathaniel por su cuenta, quedó deseando más de los labios de Rose Lyndon-Holt, llamó a su hermano por teléfono para que le diera el número de Rose y su dirección. Gian se lo dió, pues así esperaba que actuara su hermano, así que lo siguiente que hizo Nathaniel fue comenzar a llenarla de atenciones. —Sabes que te debo mucho, hermano. Esto lo hago porque quiero ser feliz. Te prometo que haré las cosas bien. Voy a divorciarme de Bianca y seguiré adelante, le daré todo lo que pueda necesitar. —O tal vez no lo harás. Siempre dices que harás lo correcto, pero a la hora de la verdad, hermano, no lo haces porque siempre algo suele ser “más grande que tú”. -Las palabras de su hermano sonaba a reproche, pero sabía que era la realidad. Así era como funcionaba su vida. *** Bianca tuvo que dejar el hotel y rentar un apartamento, supuso que su plan no le tomaría más de un mes, así que fue lo único que pagó de renta en aquel piso. No llevaba ni dos
Nathaniel sabía que para tener a una mujer como Rose necesitaba más que palabras dulces y seductoras. Tenía que ser ingenioso, y eso iba a hacer. Ella había lanzado el anzuelo, quería algo físico. Él podía dárselo, pero no quería una noche.Quería varias. —Ya que prefieres las cosas más placenteras, te propongo algo. Ven a mi casa. –Bianca sonrió pues aquella era la propuesta que quería, asintió segura de sí misma y Nathaniel sonrió. —Vámonos. –No esperaron más, la tensión entre los dos era evidentemente palpable. Bianca sentía nervios, puede que aquella noche se concretara por fin su matrimonio, consumado como tal, y podría decir que ya no era una esposa virgen. Podría ser que esa noche pasara su milagro y pudiera quedar embarazada. Tenía miedo pues, ¿Y si él notaba
Fue inesperado y a la vez muy reconfortante despertar y encontrarse en los brazos de su marido. Había sido extraño que aquello pasara, pero había ido hasta Canadá para que sucediera.Pero debía ser más lista. Su marido había usado preservativo la noche anterior, debía lograr quedarse embarazada de él antes de volver a Roma. Nathaniel despertó encontrándose con los ojos de Bianca y sonrió. -¿Acaso no puedes dormir?-No, no mucho. Solo desperté y admiraba lo guapo que eres. -Se acercó besando a Nathaniel y lo abrazó. Las sábanas estaban enredadas en sus piernas y la luz entraba por la amplia ventana de su dormitorio. -¿No crees que es extraño? Apenas nos conocemos.-Pero siento que te conozco desde hace muchos años, Rose. Hay algo familiar en ti. -Bianca no quiso romper con la burbuja, pero aquellas palabras la hicieron
-El matrimonio está consumado si es lo que quieres saber. -Gianpiero fue a visitar a su cuñada en el departamento que ella se había molestado en alquilar mientras estaba de paso por el país seduciendo a su marido. Bianca servía dos vasos de coñac y le ofrecía uno al hermano de su esposo. -Anoche tuvimo -El matrimonio está consumado si es lo que quieres saber. -Gianpiero fue a visitar a su cuñada en el departamento que ella se había molestado en alquilar mientras estaba de paso por el país seduciendo a su marido. Bianca servía dos vasos de coñac y le ofrecía uno al hermano de su esposo. -Anoche tuvimos sexo por primera vez, pero necesito ayuda, él fue muy precavido y usó protección. -Tienes más problemas que el control de natalidad de Nathaniel. Te buscan en la fábrica de vinos. Hay un problema legal que no te gustará. Dic