—O tal vez no lo harás. Siempre dices que harás lo correcto, pero a la hora de la verdad, hermano, no lo haces porque siempre algo suele ser “más grande que tú”. -Las palabras de su hermano sonaba a reproche, pero sabía que era la realidad. Así era como funcionaba su vida.
***
Bianca tuvo que dejar el hotel y rentar un apartamento, supuso que su plan no le tomaría más de un mes, así que fue lo único que pagó de renta en aquel piso. No llevaba ni dos días en aquel lugar cuando recibió un regalo proveniente de Nathaniel. —¿Qué es esto? –El mensajero le daba la caja y el recibo para que firmara y lo hizo. Al abrir el paquete quedó sorprendida al ver el juego de joyas finas que estaban dentro de su estuche.
—El hombre que las envía debe quererla bastante. –"Nada más lejos de la realidad", pensó Bianca. —Que disfrute su regalo, señora. —Gracias. –Leyó la tarjeta que venía con aquel juego que le pareció demasiado ostentoso. "Por el inicio de algo maravilloso". Firmaba: Nath Giordano. Como esposa jamás le había dado un regalo ni siquiera de aniversario, ni flores, ni tarjetas, pero a Rose, una desconocida que le llamó la atención, sí, y por lo que veía, había gastado una fortuna para llamar su atención. —No puedo aceptarlo. –Dejó de lado el estuche y se acostó en su sofá, suspiró, como le habría encantado haber recibido aquel regalo como Bianca y no como Rose. Recibió una llamada en su W******p, el real, el de Bianca, contestó y escuchó la voz de su esposo del otro lado. —Nathaniel.—Bianca.Sus voces eran frías y distantes. Bianca respiró profundamente y alejó el teléfono un momento solo para pensar que decir. —¿Llamas por el informe de la bodega de vinos?—Sí. –Era obvio, él solo la llamaba para eso. —¿Cómo estás? ¿Puedes enviarlo a mi correo? ¿Cómo está Roma?—Bien. Si. Bien. Lo enviaré más tarde, Nathaniel. Estoy concertando una cita médica.—¿Estás enferma?—No. Es chequeo. No te preocupes por mí. Hablamos luego, Nathaniel. –Colgó y se acurrucó en su sofá pensando en que acababa de hacer. Una mentira tras otra, pero al menos se había sentido bien dejarle plantado una vez. Aunque, ahora que lo pensaba, si debía ir al médico, una cita con un ginecólogo para someterse a un tratamiento de fertilidad, y así cuando lograra estar con su esposo, pudiera embarazarse rápido. Tenía que lograrlo. Su teléfono volvió a sonar y contestó sin ver quién era, se sobaba las sienes al sentir una ligera jaqueca. —¿Bueno?—Querida cuñada, ¿Qué le dijiste a mi hermano? Está haciendo preguntas si estás enferma o si alguien en Roma sabe algo.—Dije que iría al médico por un chequeo, cosa que sí debo hacer. Necesito que me digan que estoy bien para concebir. ¿Lo entiendes Gian?—Alargaré la mentira un poco más. Le diré que tú has buscado un donante de esperma porque quieres ser madre. ¿Qué te parece?—Gracias.—Le di tu dirección como Rose a Nathaniel, los regalos comenzarán a llegar pronto.—Ya comenzaron a llegar. Esta mañana llegó un estuche con un collar y unos aretes, diamantes, con forma de flores. –Escuchó el teléfono de "Rose" y al ver el nombre de "Nathaniel" en la pantalla volvió a la llamada. —Debo colgar, Gian. Luego hablamos.—Suerte, Bianca. –Colgó y respondió en el otro celular. —¿Hola? ¿Quién habla? –Fingió no saber quién hablaba y se acomodó en su sofá para iniciar aquel coqueteo.—Rose. Soy yo, Nathaniel, ¿Te llegó mi regalo?
—¿Hablas del lindo collar y los aretes?—Tu voz suena familiar.—¿Qué? –Bianca tembló, tosió un poco y buscó imitar otro tipo de acento o voz. —Nath, Nath, seguro ya hablas con tantas chicas a la vez que escuchas la voz de las otras. Que decepción, pensé que era única.—Lo siento, me recordaste a alguien. Ja. Cariño, eres única. Quiero que uses algo elegante y sensual, te pongas ese conjunto de joyería que te regalé y estés lista cuando llegue mi chófer. Te llevaré a un sitio maravilloso.—¿Cuándo? Porque no porque me llamaste estaré disponible para ti, guapo. Creo que por eso te aburres tan rápido de las mujeres. Están para ti siempre. Pero yo no quiero ser una más... Estoy dispuesta a ser la que elijas.—Eso suena interesante. Ya comienzas a ganar mi atención. Y veo que has oído de mi.—Tu reputación te precede, Nathaniel Giordano. Pero, me gustas. Y tu regalo me encantó. –Seguía los consejos de su cuñado para coquetear con su esposo, aunque dentro de sí misma se sentía nerviosa, todo aquello sucedía por primera vez igual que el beso. Pensar en lo que podía pasar luego, el llegar a estar juntos, no sabría cómo esconder de él que era una niña inexperta, su teatro se caería. —Iba a enviarte flores pero quería que fuera memorable, seguro muchos hombres te han enviado flores.—Me habrías ganado. No me lo vas a creer, pero mis experiencias amorosas son pocas, y ninguno ha sido como tú. Búscame mañana en la noche. Ocho de la noche. Con algo de suerte, me verás con tu bonito collar y tus aretes puestos.—¿Con algo de suerte?—Con algo de suerte. Hasta pronto, Nath. –Colgó, estaba decidida a ser quien llevar la voz cantante en aquel coqueteo. Decidió que era mejor reservar una cita médica, lo hizo y para aquella tarde estaba lista para ir.***
—Hablé con Bianca. Iba a ver un ginecólogo. –Nathaniel escuchó a su hermano y lo miró. —Dijo que quería ser madre. Probaría inseminación artificial.
—Ella no puede tener hijos de otro hombre si está casada conmigo. —No seas injusto. Ella está sola en Roma, al menos tú podrías ser su donante de esperma. Dile que venga a América, aquí se hacen en una clínica todos los procedimientos. Ni siquiera la tienes que tocar si no quieres.—No, no. Dile que espere. Nos vamos a divorciar. Así podrá tener los hijos que quiera con quién quiera.
—Nathaniel... La hiciste perder diez años de su vida. Ya tiene veintiocho, conforme pase el tiempo se le hará más difícil iniciar una familia. No seas injusto.—No ha sido la vida muy justa con ninguno de los dos, pero sabes tan bien como yo, que de no ser por mi, ella estaría en la calle. Papá quería que yo me casara. La escogí a ella, sus hermanas, Stella y Susan son unas brujas, pero Bianca era diferente. Cuando supe que la dejarían en la calle por no ser una Rizzó sino una bastarda la salvé, tiene mi protección, dinero, una mansión. ¿Qué más puede pedir? Yo sé desde que me casé con ella que no me amaba, así que no la obligué a tener ningún tipo de relación conmigo. Le dije que podría tener otros hombres si quería, pero que fuera discreta. Y seguro los ha tenido.
—¿Y no crees que haya una mínima posibilidad de que ella esté esperando por ti y que seas tú quien haga de hombre para ella?—No, no lo creo. Le dejaré la fábrica de vinos. Nos separaremos, y luego, podrá irse con quién quiera... Y yo puedo hacer mi vida. –Nathaniel pensó en Rose y sonrió. Le gustaba aquella mujer. Su cabello era dorado como el sol, sus labios carnosos y su cuerpo, exhuberante. —Y yo creo que ya conocí a la mujer que podría amar.
—¿Hablas de Rose?
—Sí, hablo de Rose.***Gozaba de salud, su cuerpo estaba listo para concebir, y ella estaba dispuesta a intentarlo. Se peinó su larga cabellera de lado, se puso las joyas que su esposo le había regalado y un vestido largo color rojo, el escote en corazón adornaba sus senos y los hombros caídos le daban la sensación de un largo cuello y esbeltez completo. Se sentía como una modelo. Bajó en cuanto escuchó el claxon del auto y subió encontrándose con Nathaniel. Antes habían quedado y Bianca había contado las horas para encontrarse con él. Fue impresionante. Peinado de lado, con un traje color negro, su colonia masculina era atractiva, cítrica, y estaba encendiendo lo más profundo dentro de ella. —Buenas noches, Nathaniel. –Él miró su cuello y la oreja que tenía al descubierto. Brillaban con el diamante de las joyas que él mismo había obsequiado. —¿Complacido?
—Muy complacido. Buenas noches, Rose. –Bianca sonrió, su boca con el carmín hacía que resaltara, se acercó dándole un beso a Nathaniel, le acarició las mejillas y se separó de él limpiando la marca del labial. —Wow... Más que complacido.
—¿A dónde iremos? Tengo mucha curiosidad de saber a dónde me vas a llevar.—Quiero conocerte mejor. Así que tenemos una reservación para cenar. Tú dijiste algo ayer. No quieres ser una más de las mujeres que me frecuentan, quiero ser más.—Se vale soñar, ¿No? Sé que estás casado, no te preocupes. Yo puedo esperar que resuelvas tu situación.
—Es bueno saberlo, que eres paciente. Ahora espera. –El chófer conducía mientras Nathaniel mantenía a la mujer sujeta de la cintura y la acercaba cada vez más a su cuerpo. Bianca sentía nervios, la mano de Nathaniel dibujaba círculos sobre la tela de su vestido, satén, y la sensación le parecía tremendamente erótica. Se sentía extraña pues jamás Nathaniel de joven le había parecido atractivo, pero ahora, con treinta años, le parecía todo un hombre magnético.—Tú eres dueño de la fábrica de vinos "L'Amour" ¿Cierto?
—Sí, y no. La maneja Bianca. Ella hace toda la gestión. Pienso dejarla cuando nos divorciemos. –No esperaba aquella noticia. Ella no quería la fábrica de vinos, ella quería dejar de sentirse sola. —Ha hecho un trabajo excelente. Pienso dejarla en herencia.
—¿Tú la amas? Porque ese es un regalo gigante de amor.—No, no la amo. Pero como empresarios, la respeto. Y es una mujer inteligente, sagaz, buena para los negocios. La fábrica ha estado en prosperidad. Sería un tonto si quitara de "L'Amour" la mejor gerente que han tenido. Además, se lo merece.
—¿Y cómo fue estar con ella?—No estuve con ella, me fui el día después de la boda. Solo hablamos por teléfono, correo, y es todo. No la veo siquiera.—Es la historia matrimonial más triste que he oído. ¿Jamás le hiciste el amor?
—No, nunca. No habría podido. No iba a ser capaz de soportar su odio, sería su primera vez, y ella, sé que yo no le gustaba. Sus hermanas si me querían, pero yo la preferí a ella. Para obligaciones, ella era la mejor opción, Rose.—Y a mi... ¿Me harías el amor? –Con el cambio de tema, Nathaniel sonrió. La miró y ella se acercó más a él, tomó su mano con la de ella y entrelazó sus dedos. —No quiero hablar de cosas tristes, prefiero cosas más placenteras, Nathaniel.—Estoy de acuerdo contigo.Nathaniel sabía que para tener a una mujer como Rose necesitaba más que palabras dulces y seductoras. Tenía que ser ingenioso, y eso iba a hacer. Ella había lanzado el anzuelo, quería algo físico. Él podía dárselo, pero no quería una noche.Quería varias. —Ya que prefieres las cosas más placenteras, te propongo algo. Ven a mi casa. –Bianca sonrió pues aquella era la propuesta que quería, asintió segura de sí misma y Nathaniel sonrió. —Vámonos. –No esperaron más, la tensión entre los dos era evidentemente palpable. Bianca sentía nervios, puede que aquella noche se concretara por fin su matrimonio, consumado como tal, y podría decir que ya no era una esposa virgen. Podría ser que esa noche pasara su milagro y pudiera quedar embarazada. Tenía miedo pues, ¿Y si él notaba
Fue inesperado y a la vez muy reconfortante despertar y encontrarse en los brazos de su marido. Había sido extraño que aquello pasara, pero había ido hasta Canadá para que sucediera.Pero debía ser más lista. Su marido había usado preservativo la noche anterior, debía lograr quedarse embarazada de él antes de volver a Roma. Nathaniel despertó encontrándose con los ojos de Bianca y sonrió. -¿Acaso no puedes dormir?-No, no mucho. Solo desperté y admiraba lo guapo que eres. -Se acercó besando a Nathaniel y lo abrazó. Las sábanas estaban enredadas en sus piernas y la luz entraba por la amplia ventana de su dormitorio. -¿No crees que es extraño? Apenas nos conocemos.-Pero siento que te conozco desde hace muchos años, Rose. Hay algo familiar en ti. -Bianca no quiso romper con la burbuja, pero aquellas palabras la hicieron
-El matrimonio está consumado si es lo que quieres saber. -Gianpiero fue a visitar a su cuñada en el departamento que ella se había molestado en alquilar mientras estaba de paso por el país seduciendo a su marido. Bianca servía dos vasos de coñac y le ofrecía uno al hermano de su esposo. -Anoche tuvimo -El matrimonio está consumado si es lo que quieres saber. -Gianpiero fue a visitar a su cuñada en el departamento que ella se había molestado en alquilar mientras estaba de paso por el país seduciendo a su marido. Bianca servía dos vasos de coñac y le ofrecía uno al hermano de su esposo. -Anoche tuvimos sexo por primera vez, pero necesito ayuda, él fue muy precavido y usó protección. -Tienes más problemas que el control de natalidad de Nathaniel. Te buscan en la fábrica de vinos. Hay un problema legal que no te gustará. Dic
Estaban acostados juntos y desnudos al lado de la chimenea. Bianca acariciaba el pecho de su marido y lo miraba. Había sido fuerte pero tierno. Se veía más relajado y eso le encantaba. —Gracias por venir, me hiciste mucha falta. —¿Por qué discutiste con tu esposa? Creí que apenas hablaban. —Eso hacíamos. Pero desapareció. Normalmente estoy informado de todos los movimientos que hace Bianca. Eso creí. Pero dejó el país dejando la fábrica en manos de mi hermano. No quiero culparla, tardó demasiado en hacerse de un carácter y temple más fuerte para enfrentarme. —Lo dices como si fuera algo malo. ¿Es malo? Nathaniel acariciaba el cuerpo de quién creía era Rose y la atrajo en un beso. Ella le correspondió gustosa y dejó que se acomodara sobre ella para volver a hacerle el amor. —Debo ir por un preservativo, no tardó. —No. Está bien. Tengo que confesar, me puse la inyección anticonceptiva. Por si acaso, ya que ahora soy sexualmente
La semana con Nathaniel, Bianca-Rose se la pasó entre sus brazos. Salían juntos en citas y en las noches se deshacían entre besos y caricias. Bianca estaba nerviosa, se le agotaba el tiempo y tenía un nuevo problema.Ella misma. Se sentía celosa de sí misma porque cuando su marido estaba con Rose ella no podía gritarle que era Bianca.Tenía que admitir que no esperaba sentirse tan a gusto con Nathaniel y eso era algo que la asustaba. Todavía se sentía dolida por su abandono, por usarla, pero quería creer en el fondo que todo aquello tendría una respuesta lógica. Se arregló mirándose al espejo, su cabello estaba en una coleta alta, sus orejas adornadas con aretes de diamantes y luego de maquillarse se miró por completo. Se sentía preciosa. El vestido le quedaba perfecto y combinaba con su bolso y sus zapatos. Salió y llamó a Na
Su amor tenía fecha de caducidad, Bianca lo sabía que Nathaniel no. Su última semana antes de irse y tenía que saberlo, necesitaba saber si el tiempo qu invirtió para quedar embarazada había dado resultado. Aquella mañana consultó con su médico haciéndose una prueba de embarazo. Menos de un mes de amor con Nathaniel y esperaba que la respuesta fuera un "SÍ" Esperaba con su cuñado en el consultorio cuando le hicieron la prueba de sangre y lo miró. -Sea cual sea el resultado regresaré a Italia, así que por favor no le digas a Nathaniel. ¿Okay?-Claro. Yo no diré nada, Bi. -Ambos se quedaron en silencio cuando el médico entró y Bianca sintió como el corazón se le paralizaba por saber la respuesta.-Felicidades, señorita Lyndon-Holt. Es positivo. -Bianca soltó un largo suspiro de alivio y sin darse cuenta com
Nathaniel se quedó un largo rato fuera de la casa en Italia. Apenas podía creer que había vuelto. Entró. Ahí estaba su mayordomo dándole órdenes a la servidumbre y todos parecían asombrados de que él estuviera ahí. -Maximiliano. -Señor. Ya le llamaré a la señora Bianca para que lo atienda. -¿En mi propia casa esperas que me siente en esta sala y espere por mi mujer? -El hombre no respondió y asintió. -Eso creí. Yo mismo puedo subir. -Dejó su maleta a un lado para que los sirvientes la llevaran. Subió las escaleras hasta el cuarto principal y abrió la puerta. Sentada en la cama, pareciendo sufrir un ataque de pánico estaba su esposa. -Bianca. -Al ver que alzó el rostro no podía creer que fuera Rose. O bueno, si que lo creía. La rabia y la ira se apoderaron de él, pero recordando lo que le dijo su hermano, trató de controlarse. -Eras una mujer libre, con los beneficios de un matrimonio sin las cargas de tener que soportarlo. Ay que ver que eres bastante háb
Había apostado que él se iría a la semana, pero ya tenía dos meses instalado en la mansión. Sus cosas fueron llevadas la casa y Bianca, aún no se acostumbraba a verle todos los días en sus espacios.Aunque a decir verdad, eran de él.Al levantarse en las mañanas para desayunar, él estaba sentado a la mesa comiendo mientras leía el periódico. Cuando iba a nadar en la piscina, él estaba ahí tomando el sol. En la habitación, en la misma cama dormía con ella.Pero no le dirigía la palabra. Cuando llegó unos meses atrás, ella estaba lista para sentir su reclamo, los gritos, las peleas. Pero ahora tenía algo peor que su enojo, y eso era su indiferencia.Aquella mañana cuando se levantó, vió el cielo raso de la habitación, al girarse notó que él no estaba y es