Nathaniel estaba más que preocupado por su mujer. Si algo le pasaba a Bianca, él sería el único culpable de su ruina. Él conocía a su madre y la obsesión que tenía con la madre de su esposa, sabía que odiaba a la familia de Bianca. Sabía que a sus ojos ella no era digna de ser una Giordano como él. Tenía un arma en la mano e iba con gran rapidez hasta las casetas del bosque que colindaban con su casa. Podía suponer que ahí estaba su esposa, y tenía sentido pues nadie usaba aquellas chozas de verano que eran solo para pasar el rato y una que otra vacación. Casi todo el año estaban solas, vacías y bajo llaves. —Dios quiera que estés bien, Bianca. –Al acercarse vio que no había nadie, pero claro, eso podía ser engañoso, conocía a su madre y sabía que era capaz de torcer la situación hasta volverla a su favor. Con sigilo se movió viendo por los cristales sucios de las ventanas. No había rastro de forcejeo y menos de que alguien hubiera entrado. Todo parecía tan normal. Y aquello le estab
Bianca sabía que dependía de ella salir de aquel embrollo pues nadie vendría a rescatarla, puede que la estuvieran buscando pero su suegra se iba a encargar de que la hallaran muerta. Olivia venía a su mente. No era esposa de Nathaniel pues el matrimonio no se había consumado en el tiempo estipulado y luego de tanto tiempo separados había quedado anulado. A fin de cuentas, no había nada más que su hija para unirlos, y sabía de alguna forma que no sería capaz de volverse a casar con Nathaniel aunque lo amara. Así que planeó su escape. Estaba sola con su suegra aunque ella estuviera armada. Las puertas y ventanas estaban cerradas. El sótano donde estabansolo tenía una salida. Para poder huir debía primero liberarse de las cuerdas que la mantenían sujeta, luego desarmar a su suegra, y rogar que no hubiera llaves que buscar. Tenía que estar atenta. Estaba acostada en aquel colchón en el suelo, sucio y lleno de polvo que le hacía picar la nariz mientras sus manos y piernas estaban atadas. S
—Me iré. Me alejaré de todos los Giordano, lo prometo. No volverás a saber de mí nunca más. –Bianca sabía que Nathaniel la buscaría, pero solo debería ser más lista y esconderse mejor. —No confío en tus palabras, así que solo saldrás muerta de aquí o no saldrás. –Dijo la mujer acercándose a Bianca para quitarle el arma. —Podrás fingir que eres valiente pero no lo eres. Apenas te sostienes. Te quedaste relegada como una esposa de mentira esperando no se porque, te serviste de mentiras para concebir una hija de mi hijo, Eres patética. –Pero Bianca no pudo oír más y disparó mientras sus manos temblaban. Escuchó el ensordecedor sonido de la bala y luego vio la sangre de su suegra y el pánico se apoderó de ella. Soltando el arma lejos de ella salió corriendo buscando abrir por cualquier medio la puerta del sótano. No quería ser una asesina, pero en eso se estaba convirtiendo. Debía huir, debía escapar. ***Los perros de búsqueda peinaban la zona, la policía estaba al tanto y Nathaniel ay
El disparo que había sonado había guiado a los policías hasta la caseta. Bianca comenzó a sentir pánico cuando vio a su suegra desplomarse en el suelo y cayendo en un charco de sangre. Se inclinó a su lado y presionó la herida mientras respiraba agitada e intentaba mantener la compostura. -No, no, no. -Si muero, serás una asesina. ¿Eso es lo que quieres? Muere también conmigo. -La estaba manipulando, pero debía mantenerse con fuerza mental para que la mujer no hiciera con ella lo que quisiera. Escuchò las sirenas y los perros y sonrió. -Te llevarán presa. Compartiremos celda si sobrevivo. -Te aseguro que no. ¡AQUÍ! ¡ESTOY AQUÍ! -Comenzó a gritar con la esperanza de que la escuchara alguien, ya quería que se acabara aquella pesadilla y luego, con suerte, retomar su amor o irse, si tenía suerte, seguiría con Nathaniel y él aceptaría iniciar de nuevo, si no la tenía, tendría que tomar a su hija y marcharse. ¿Le dejaría él conservar a Olivia? Su cabeza estaba haciéndose un lío y eso
Odiaba los hospitales en extremo. Le daban una mala impresión y le daba muchísimo miedo que el lugar, tan blanco, tan impoluto, fuera el lugar dónde le dieran malas noticias. Bianca. La habían traído herida y muy maltratada. Delgada, débil y con una bala en el abdomen. La cirugía de extracción se le estaba haciendo eterna y solo quería noticias. En cuanto el médico salió con su ropa de cirujano se levantó de golpe de su silla en la sala de espera y se acercó tan rápido como le fue posible. Casi corriendo. -¿Y mi mujer? -Señor Giordano... -Dijo dando un suspiro sabiendo que no podría disfrazar la verdad. -Podrá entrar a verla en media hora. Le recuerdo que no está muy bien, por lo que es recomendable que no tenga emociones fuertes y se le permita descansar. Perdió muchísima sangre, estaba muy mal alimentada y por lo que se pudo ver en sus exámenes con níveles muy altos de estrés. Eso complicó la cirugía. Por eso tardamos más. La tendremos en observación. -Quiero que sea llevaba a
Bianca siempre había tenido sueños y en ninguno de esos sueños y anhelos de su juventud estaba vestirse de novia, sin embargo, estaba pasando. Estaba ahí parada en medio de un salón con su vestido blanco y su velo de novia. El bouquet de rosas en sus manos temblorosas y su falta de emoción en la cara. Trataba de ver a los invitados a aquella de farsa pero sus caras no quedaban grabadas. Su “novio” al lado, apenas lo conocía de hacía una semana atrás y si bien era rico y guapo no era razón suficiente para casarse con él. Al menos eso era lo que ella creía. —Aquel que se oponga a este matrimonio, hable ahora o calle para siempre. –Bianca quería decir que ella era quien se oponía a ese matrimonio. Veía de un lado a otro y ahí estaba su papá, feliz de que ella estuviera contrayendo matrimonio. Le parecía irreal. La iglesia estaba decorada con lazos y flores. La familia de Nathaniel también sonreía. El pastor de aquella iglesia seguro ni sabía los motivos que los habían llevado al altar, pe
Luego de diez años, Bianca ni siquiera se preguntaba dónde estaba su esposo. Sabía como era él y no esperaba nada, además de que él le había dejado abundantemente claro que jamás esperara nada de él. Aquel magnate la dejó el día después de su boda perdiéndose tan lejos como pudo. Lo último que supo por su hermano, Gianpiero, es que Nathaniel se encontraba en Canadá. Nunca lo habría ido a buscar de no ser porque las circunstancias la estaban obligando. Esperaba no ser reconocida. Se había pintado el cabello de castaño a rubio, los ojos, con lentillas, los cambió a verdes. El viaje desde Europa hasta América se le hizo eterno pero por fin había llegado. Se había quedado sola. Tenía veintinueve años y ya no tenía más familia que la de su esposo. Su suegra la odiaba por haber hecho que su adorado hijo se fuera lejos del país. Su suegro había fallecido y el hermano de su esposo era quien más le hablaba, pero solo para preguntarle cómo iba la bodega. Le cayó como el demonio cuando le dij
La última vez que a Nathaniel Giordano le impactó una mujer, había sido diez años atrás. Recordaba muy poco a su esposa, era una niña cuando se casó con ella y estaba convencido de que ella sería perfecta para el papel de esposa. Además, le hacía un favor. —Es injusto para ella... Bianca no tiene nada de culpa. Recordó aquellas palabras que le dijo a su padre, quien, era amigo del padre de Bianca, a menos, de quién la crió. A pesar de que ella no le caía bien, no se merecía lo que le iban a hacer. La iban a dejar en la calle, sin nada, solo porque no llevaba la sangre de los Rizzó. "Es una bastarda", le había dicho su padre. Fue entonces cuando se le ocurrió. A él le habían impuesto una boda, a ella me quitaban su herencia. Él debía casarse. Y si iba a hacerlo, mejor con una mujer que entendiera que su relación era solo cortés. Algo con lo cual los dos se saltaban la desgracia. Las hijas del señor Rizzó, las de sangre, estaban liadas por él, y eran unas pesadas. Sin duda, se burlarían