El club

—Nena, tenemos que organizarnos, salir un poco y hablar de cómo nos veremos, y todo porque la bruja se ha salido con la suya, sin embargo, no sabe que se ha perdido a una… —Shhh… No te menosprecies, eres buena y ella ni notará que me fui —lo interrumpo poniéndome de pie, para luego volverme a sentar y dejar caer la cabeza sobre el escritorio—, el problema está en que nuestros horarios son diferentes y puede que solo los domingos nos podamos ver.

Dispuesta a ver el otro lado de la moneda, alzo la mirada y antes de todo empiezo a limpiar porque se aproxima el tiempo en el que el grupo de mujeres empiezan a trabajar.

—Me tengo que ir, mi tiempo se ha acabado y esa perra es capaz de mandarme aquí, lo malo de eso es que en esta área no soy bueno —dice tras levantarse, y comienza a ayudarme a levantar el resto de las cosas que tenemos regado sobre mi escritorio.

El café me ha gustado, lo malo fue la ensalada, ya que eso no me llenará. Ash, él sabe que no soy de esas chicas que se desviven por hacer dieta o preocupación, que es lo malo o bueno para tu línea y forma de tu cuerpo.

—Cuídate nene, no dejes que la bruja te haga la vida imposible —antes de correr a sus brazos, tiro al cesto de basura, las bolsas de comida—, vuelve al trabajo nene, y no dudes que ella estará detrás de ti.

—Oye, antes de irme quiero decirte que al salir del trabajo podemos ir a tomar algo y celebrar el día de m****a que nos ha tocado, y no lo piensas porque te estaré esperando —me advierte, y antes de protestar él se aleja.

Me imagino aceptando esa invitación; ambos sentados en los cómodos sillones y pidiendo el par de margarita o un licor más fuerte que hará que me ponga en ambiente.

Ah, ya saboreo el brebaje entre amargo, ácido y salado.

Hmmm… Al parecer se me ha antojado una salida y de una vez celebrar mis desgracias, ya que he perdido mi trabajo, aunque he ganado otro, sin embargo, me afecta que me he quedado sin mi mejor cliente.

Me ha tocado dejar mi móvil en modo no molestar, es mejor para evitar problemas en mi primer día con el nuevo trabajo que tengo.

Las llamadas se vuelven a activar y cuando escucho el bullicio de un grupo de mujeres locas no dudo en levantar el teléfono y contestar las llamadas.

No sé, pero mi instinto de perra me dice que esas mujeres tienen mucho que desear, aunque pesado bien tengo que llevarme con ellas, se dice que a los enemigos hay que tenerlos de cerca.

Contesto la llamada y con una media sonrisa asiento.

La llamada en la que estaba se cortó, disimulo y toda mi atención va directa al ordenador. ¡No puede ser! Me acaba de llegar un correo donde dice que tengo que organizarme y crear una carpeta donde debo tener archivado cada llamada que se hace, aparte de que todo está guardado, eso se debe a más seguridad del cliente y trabajador.

—Estuvo bueno el almuerzo, y lo peor es que en una hora tenemos reunión, y eso es malo porque retrasó la lista de llamadas que nos toca recibir.

¿Mmm? De qué estás hablando.

—Disculpen por ser entrometida, pero soy nueva y me interesa saber por qué es la reunión y que consecuencias hay al no contestar las llamadas —dejo de teclear y alzo la mirada hasta posarla en ella.

—Eres nueva y por ser la nueva te tienes que quedar a contestar las llamadas de todas, lo siento, pero es que todas pasaron por eso.

¿Qué?

Ash, no me debería de sorprender, ya tengo que estar acostumbrada a este tipo de aprovechamiento, soy la nueva y, por lo tanto, quieren que le haga su trabajo, sin embargo, soy una hija de su madre de la que no está dispuesta a quedarse con los brazos cruzados.

—Oh, gracias por el dato y no quiero ser grosera, pero tengo que decirte que mi superior me tiene que poner al tanto de todo y mientras voy a seguir haciendo mi trabajo.

Toma perra, crees que te aprovecharás de mí, no… No pienso ser gata de nadie, haré mi trabajo y mientras tanto que ellas sigan soñando.

—Nosotras pensamos ayudar con el archi…

—Gracias, pero —cuando tenía en mente decir lo que pienso una llamada me interrumpe.

***

Pufff… Se me pasó el tiempo, imaginé que eran las cinco de la tarde y por lo que mi reloj de mano dice son las diez de la noche. Me he quedado en mi primer día de trabajo organizando documentos y agregándolos a nuevas carpetas. “Nueva”, es lógico que mi primer día no iba a ser tan fácil.

Tuve que cancelar a mi amigo y negarme a las ayudas de esas mujeres, no… ¡No soy tan inútil!

Al salir del centro comercial puedo ver por el estacionamiento espejos negros y por allá se ve medio la iluminación que la luna nos regala. ¡Problemas de electricidad! Aceleré mis pasos, tenía que lograr llegar donde estaba mi moto, no negaría que el miedo me ha ganado.

—¿Dónde crees que vas muñequita? —de la nada un desconocido apareció y sin tener tiempo de escapar y defenderme me acorraló.

—¡Eso no te importa imbécil! ¡Auxilio! —grito lo que más que pueda para que el guarda de seguridad del centro comercial me pueda escuchar.

—Nadie te escuchará, eres una puta que no le importará nada —espetó el imbécil tras agarrarme del brazo y estrujarlo—, no grites o te mueres.

Aterrorizada por el terror a que me suelte un golpe, cierro mis ojos con fuerza y luchó con mi ser para no llorar.

—¡Auuuuxiiiiiliiiioooo!

—Ya, ya, ya… Soy yo perra, no tienes por qué llorar —abro mis ojos de par en par al escuchar la voz de mi amigo Alexis—, lo siento, pero es que no pude evitar hacerte esta broma, ya que me ha dejado plantado.

No, no, no me explico en qué momento ha cambiado de voz.

—Pero… ¿Qué es lo que te sucede estúpido? —doy media vuelta y le suelto un golpe de puño cerrado en el pecho para luego soltarle una cachetada—, ¡maldita! Como se te ocurre hacerme eso, no puedes cambiar de voz y hacerme este tipo de broma, ¡no se hace, infeliz!

Me importa que me deje de hablar, esto no tiene justificación, casi me muero del susto.

Él se queja del dolor y lo primero que es ignorarlo e irme de aquí, voy hacia mi moto, no tengo ganas de hablar, hasta siento que me hice del dos, de solo el susto de pensar que casi muero.

—Lo siento nena, pero es que no pude evitar hacerte esa broma.

—¿Qué? No me puedes decir lo siento, ¡no puedes hacerlo! —alzo la voz, y hecha una furia saco de mi bolso la llave de mi moto.

—No te enojes, solo fue una pequeña broma.

(...)

Nuevamente, me declaro una m*****a masoquista, mi mejor amigo me acaba de hacer una broma de mal gusto y, sin embargo, lo he perdonado porque estoy a unos pasos de entrar al club que fui invitada por él. ¡Lo estoy premiando y debería castigarlo!

Todavía no me la creo, sin disimulo veo el rostro descarado de mi amigo, esa sonrisa que es difícil de borrar.

Bufe, tras encogerme de hombros, “él ha ganado”.

Por Dios, hoy fue un día completamente loco y eso que no termina. Me siento cansada, pero al parecer mi cuerpo insiste en poder seguir y no caer desmayada del cansancio, “quién diría que hablar tanto cansa”.

—No es necesario que me trajeras a este club, eso demasiado caro —me quejo, niego con la cabeza tras ver mi vestimenta de arriba hacia abajo, ¡estoy hecha un estropajo!

Me aparté un poco, me mordí nerviosamente el labio inferior, contemplé el edificio que tenía delante y entonces reparé en que había un logo que brillaba en un tono dorado.

El club lo había escuchado, pero jamás me di la oportunidad de venir aquí. Jugueteé distraídamente con la pulsera que llevo en mi mano derecha, como hacía siempre que estaba nerviosa. Dios, todo eso es porque no tengo mi tarjeta.

—Relájate, perra, todo está pagado, somos invitados especiales y eso que dicen que este lugar es “tu lado ardiente”, creo que estamos en el lugar indicado.

Lo volteo a ver, y no me impresiona que mi mejor me haya vendido por unos minutos para entrar a uno de los mejores clubes nocturnos, esos de los que la inocencia no es permitido.

Nos acercamos a dos hombres enormes, Alexis le dice en un susurro, “bombones”, y ambos hombres sonrieron y asintieron.

¿Qué? ¡Eso era una clave! ¡La clave de entrada!

No me dio tiempo de preguntar cuando ya he sido empujada por mi amigo, las dos enormes puertas se abren de par en par, dándonos el paso al paraíso desconocido.

Oh, es un sitio increíble, por lo poco que puedo apreciar por la baja iluminación, el lugar es grande, lo descubro al salir de los doscientos metros de distancia de la entrada principal hasta la entrada al mundo oscuro.

Mis ojos curiosos recorrieron el sitio intentando, a la vez, asimilar todo lo que me rodeaba.

Tengo que reconocer que no tenía nada que ver con lo que yo me esperaba de un club sexual. Las paredes no estaban forradas con un papel rojo vino, no había sofás cubiertos de plástico para que resultaran más fáciles de limpiar.

En el centro hay una gran pista de baile, una barra curva y muchas mesas alrededor. Y lo que no puede faltar, ¡la barra de licor! ¡Aaaahhh…! Mi cuerpo empieza a reaccionar, la música que quiere reventar mis tímpanos está rica, deliciosa y sabrosa, mi cuerpo quiere disfrutar y dejarse llevar.

Ah, la adrenalina está a mil por horas, esta sensación es única y placentera.

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