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Capítulo 1- Amistad

Ya hacía dos semanas que Nicki había vuelto de África, había alquilado una nueva casa, su familia y amigos le había sugerido que se la comprara, pero ella se negó, no quería algo que la atara a un lugar. Pensó mucho para decidirse, si su hogar era pequeño, tal vez no habría tanto desorden, que era lo que la caracterizaba. La casa tenía un patio atrás, especial para que su nuevo perrito disfrutara de el. Lo encontró lastimado a unas calles de una panadería a la que siempre iba. Estaba sucio y flaco, así que imaginó que no era de nadie y se lo quedó para ella.

Bostezó y se recostó una vez mas. Se sentía muy cansada. Mientras estuvo en África, hizo todo lo que pudo para ayudar a los niños y personas del lugar, ella particularmente estaba con los más pequeños, los cuidaba y les daba todo el amor que podía. Allí necesitan más dinero que ayudantes, así que, desde que tuvo más solvencia económica (propia) comenzó a donar dinero a una cuenta que había sido creada para esos fines.

Desde hace casi un año que estaba yendo y viniendo, aportaba su granito de arena y eso la hacía sentir mucha satisfacción. La primera vez que fue, pescó un virus que la mantuvo enferma varias semanas. A veces se sentía indispuesta y debía recurrir a las pastillas que el doctor le había recetado, pero en lo posible, trataba de no tomarlas. No le gustaba depender de medicamentos.

En poco tiempo sería la boda de su amiga, quien ya había dado a luz mientras ella estaba aún en África. Su sobrinita era preciosa, la vio cuando aún dormía, pero reconoció que era una completa ternurita. Gina y Ryan, sus padres, estaban embobados por ella y Nicki no podía culparlos, además, también estaba el pequeño Marco, el niño que sus amigos habían adoptado hace poco. Marco era moreno y tenía una particularidad, tenía heterocromía, y de acuerdo a lo que escuchó, las personas no querían adoptarlo precisamente por eso, porque lo veían como anormal, no entendía cómo había gente tan cerrada. Ella, por el contrario, lo veía adorable. Si era por ella se lo comía a besos. En ese momento, escuchó unos pasitos y miró hacia el suelo, sonrió y habló.

—Ven aquí bebé, dale un besito a mamá— el perrito, como si entendiera dio un cómico saltito hasta la cama y le lamió la cara. 

Ella lo abrazó fuerte y lo dejó sobre la cama. Fue hasta al baño y se dio una ducha rápida. Luego, agarró el peine e intentó peinarse, pero como estaba tan enredado, desistió, y lo dejó así. Como su cabello era lacio ni se notaba que estaba despeinada. Se puso un poco de perfume y salió rápido. Hace diez minutos tendría que haber llegado a la casa de Gina y por, sin querer, aplazar la alarma, iba tarde. Condujo rápido y tocó el timbre. Su amiga la recibió contenta y la abrazó efusivamente unos segundos.

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