Brooke suspiró, estaba cansado, ocuparse del trabajo de Caleb no era tarea fácil, pero ante su ausencia no tenía otra opción que atender las cosas pendientes y evitar que el trabajo se le acumulara a su regreso. Así estuviera enojado con él, no podía mezclar sus asuntos personales con los laborales.—¿Te vas?Brooke levantó la mirada de los documentos que revisaba para encontrarse con el rostro sonriente de Gustavo.—Aún no, estoy retrasado con esto —dijo, señalando los documentos, sobre el escritorio.—Si puedo ayudarte, solo tienes que decírmelo —se ofreció el hombre.—Está bien, son cosas confidenciales del señor Belmont —pronunció, estuvo a nada de llamar a Caleb por su nombre, un descuido que debía evitar a toda costa.—Has estado trabajando mucho y te has quedado hasta tarde desde que el señor Belmont se ha ido, ¿por qué no vienes conmigo a tomar una copa?—No lo sé, Gustavo —dijo, viendo el diseño que resguardaba, tenía que llevarlo a casa, tal como Caleb se lo había solicitado
Brooke respiró profundo antes de llamar a la puerta de la oficina de Caleb. Las cosas entre los dos eran tensas luego de lo ocurrido con Gary Astor, su relación había terminado en el momento que Caleb miró las fotos de él y Gary juntos, aunque no fue consensuado, para Caleb fue una infidelidad que no pudo perdonarle. Además, no se atrevió a denunciar el robo, para evitar que el señor Belmont se enterara de su relación y le había permitido seguir en el trabajo, debido a que necesitaba pagar el tratamiento de su madre. Caleb no era malo, solo no pudo perdonarlo. Su orgullo fue mucho más grande que su amor.—Adelante —escuchó la voz serena y fría de Caleb al otro lado de la puerta, ni siquiera había sido consciente del momento que había llamado, sumergido en sus pensamientos y en los amargos recuerdos.Caleb levantó la mirada para encontrarse con Brooke, fue breve antes de volver su atención a los documentos que revisaba.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó con brusquedad.—Sebastián Coop
Luego de aquel inoportuno escándalo en la sala de juntas de Belmont S.A., las cosas fueron a peor, Caleb no se paró a preguntarle cómo estaba su herida, si le había dolido el puñetazo de Sebastián. Ahora actuaba extraño y hacía cosas que, no lo había visto hacer nunca. Cómo dejarse fotografiar con Sebastián Cooper y un chico joven, saliendo de una discoteca. Sin duda, ese no era el Caleb que él conocía, no era el hombre que a él le había demostrado ser.Su relación había sido un secreto, una relación ilícita que, si bien había aceptado, era porque tenía la esperanza que, en un futuro, Caleb lo gritara a los cuatro vientos, cosa que no sucedió y no sucedería.—¿Bebiendo solo? —Brooke levantó la mirada para encontrarse con los ojos fríos de Gary, no había tenido la “dicha” de volver a verlo desde que salió de su oficina aquel día.—¿Qué es lo que quieres, Gary? —preguntó, no deseaba conocer la respuesta, pero no tenía nada mejor que hacer.—¿Puedo sentarme?—¿Necesitas permiso? —le cues
Brooke miró a su madre, su corazón le dolió, aun así, le sonrió.—Luces triste, hijo —susurró Molly, acariciando los rubios cabellos de Brooke.—Cansado, mamá, estoy cansado. El trabajo me trae de un lado a otro —mintió, llevaba cuatro semanas sin empleo, había aplicado en diversas compañías, pero en ninguna había sido llamado. Sus pocos ahorros estaban terminándose y la liquidación que Caleb le había dado, sirvió para cubrir un par de meses anticipados en la clínica.—Lo siento tanto, cariño, soy una carga muy pesada para ti.—No digas eso, mamá, eres lo único bueno que tengo en mi vida. Haría cualquier cosa por ti —le aseguró.Brooke había pensado en buscar un trabajo en algún restaurante de mesero, incluso estaba dispuesto a trabajar en algún club por las noches, luego de escuchar que la paga era buena, aunque el trabajo no era muy decente, ¿importaba? ¿A quién podía afectarle sino solamente a él? Y ante la necesidad de trabajo, no le haría caras a ninguna fuente de ingresos.—Trab
Brooke recargó la cabeza sobre la madera, su corazón estaba agitado y sus piernas temblaban. No tenía idea de cómo había hecho para volver a su departamento luego de estar en la oficina de Gary tras haber aceptado ser su asistente personal.Los dedos de Brooke acariciaron sus labios y el recuerdo del beso ardiente que habían tenido le quemó a fuego vivo. ¿Qué era lo que estaba mal con él? ¿Cómo podía agitarse de aquella manera ante el beso del hombre que más odiaba? ¿Por qué su cuerpo lo deseaba?Brooke no comprendía por qué lo deseaba, odiándolo como lo hacía. Gary no era su amigo, era su enemigo y no debía olvidarse de eso. Gary no era bueno, él mismo lo había mencionado. «¿Qué tipo de hombre enfermo soy para someterse de esa manera?», se preguntó.—Un hombre desesperado y arruinado —masculló, apretando sus manos en dos firmes y fuertes puños.Brooke se sentía perdido y presionado por las circunstancias. El no encontrar un trabajo que le aportara lo que necesitaba para pagar la hosp
—¿Tu oficina? —preguntó Brooke, desde dentro del auto, reacio a salir, pues era consciente de lo que habían hecho en ese sitio unos meses atrás.Gary se inclinó sobre la puerta antes de responderle.—Sí, ya te lo he dicho, tengo trabajo pendiente.—¿Y vas a pagarme horas extras? Te recuerdo que ya no estoy en horario laboral —pronunció Brooke, intentando poner trabas para no ir con él.Gary le sonrió.—Eres mi asistente, Brooke, estarás donde yo esté y si tengo que pagarte horas extras, lo haré. Ahora baja y acompáñame —le ordenó.Brooke se liberó del cinturón de seguridad y bajó. El frío le hizo temblar, algo que no pasó desapercibido para Gary, quien sacó un abrigo de la parte de atrás del auto y lo colocó en los hombros de Brooke, sorprendiéndolo.—No digas nada y date prisa —dijo, interrumpiendo lo que Brooke iba a decirle, pues ni él sabía el motivo de su acción.Brooke asintió, acomodó el abrigo sobre su cuerpo y caminó en completo silencio detrás de Gary y con cada paso que dab
Paul Raymond miró al joven rubio alejarse y sonrió; se giró para dirigirse al antro, pero terminó encontrándose cara a cara con Gary.—¿Qué haces aquí? —preguntó Gary. Había un matiz de enojo y rencor en su voz, pero Paul no se amedrentó.—¿No estás feliz de verme, querido sobrino? —preguntó Paul, cerrando la distancia entre ellos.—No tengo motivos para estar feliz de verte —le espetó con cierta rabia.Paul suspiró.—Te vi llegar con un apuesto rubio, ¿tuyo? —cuestionó, y Gary no pudo evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo; su columna se estremeció y tensó como la cuerda de un violín.—Mi asistente —espetó, trató de sonar desinteresado.—¿Qué es lo que le has hecho que se ha marchado llorando? ¿Es que nunca vas a aprender a tratar a las personas?Gary adivinó la burla en su tono de voz, apretó los puños con fuerza y trató de no pensar en Brooke.—Él es únicamente mi asistente, si no le gusta el trabajo, puede largarse.Paul sonrió.—Me alegra escucharlo, pensé que las cosas v
Gary maldijo una y otra vez; el dolor lo mantuvo de rodillas por varios minutos, tiempo que Brooke aprovechó para escapar de él.—Déjalo ir, es lo mejor para los dos —farfulló con los dientes apretados; sin embargo, no era tan fácil. Lo tenía metido en la piel y en la sangre.Brooke era el manjar que no debió probar, pero ¿cuántas veces tenía que decirse todo aquello? Ya lo había hecho y nada podía cambiarlo. Necesitaba verlo, olerlo, sentirlo.—Maldición, maldición —gruñó, levantándose del piso y sentándose en el sillón de piel.—Señor…Gary levantó la mirada para encontrarse con Cecilia. La joven estaba aferrada al pomo de la puerta, sus ojos brillaban, y él no pudo evitar evocar los recuerdos recientes. Cecilia tocando la mejilla de Brooke, acariciando su frente… la ira volvió a adueñarse de él.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó de mala manera, provocando que Cecilia diera un pequeño salto del susto.—¿Se encuentra bien?—Estoy perfectamente bien, ahora déjame solo y busca a Brook