Brooke suspiró, estaba cansado, ocuparse del trabajo de Caleb no era tarea fácil, pero ante su ausencia no tenía otra opción que atender las cosas pendientes y evitar que el trabajo se le acumulara a su regreso. Así estuviera enojado con él, no podía mezclar sus asuntos personales con los laborales.
—¿Te vas?
Brooke levantó la mirada de los documentos que revisaba para encontrarse con el rostro sonriente de Gustavo.
—Aún no, estoy retrasado con esto —dijo, señalando los documentos, sobre el escritorio.
—Si puedo ayudarte, solo tienes que decírmelo —se ofreció el hombre.
—Está bien, son cosas confidenciales del señor Belmont —pronunció, estuvo a nada de llamar a Caleb por su nombre, un descuido que debía evitar a toda costa.
—Has estado trabajando mucho y te has quedado hasta tarde desde que el señor Belmont se ha ido, ¿por qué no vienes conmigo a tomar una copa?
—No lo sé, Gustavo —dijo, viendo el diseño que resguardaba, tenía que llevarlo a casa, tal como Caleb se lo había solicitado esa mañana cuando le llamó.
—Vamos, hombre. Hay que disfrutar la vida, no todo es trabajo. Además, solo será un trago, mañana tenemos que presentarnos al trabajo —le insistió.
Brooke asintió, necesitaba un poco de aire fresco, una distracción, quizá una copa no era tan mala idea.
—Está bien, primero pasaré por mi casa, tengo algunas cosas que dejar —dijo.
Gustavo asintió, le tendió una tarjeta con el nombre y la dirección del antro.
—Espérame si llegas antes que yo —le dijo.
Brooke tomó la tarjeta, no le prestó demasiada atención, se concentró de nuevo en los documentos y cuando terminó, salió y cerró la puerta de la oficina del jefe. Brooke bajó al estacionamiento con prisa, subió a su auto y se dirigió a casa. Los planos del nuevo diseño de Caleb estaban en casa, estaba nervioso, era el primer gran proyecto del hombre al frente de la ensambladora, lo había visto trabajar arduamente, que esperaba que todo saliera bien.
El joven se dio una rápida ducha, miró la hora en su reloj, eran las nueve y media de la noche, por un momento estuvo tentando a meterse a la cama y olvidarse de esa cita con Gustavo; no obstante, no quiso quedarle mal, así que terminó de vestirse, cogió las llaves de su auto y salió de su departamento.
Gustavo levantó y agitó la mano, llamando la atención de Brooke, el joven rubio se abrió paso entre la multitud para acercarse a su compañero.
—Temí que me dejaras plantado —gritó, para hacerse escuchar por encima de la música.
—Tengo que admitir que lo pensé, pero acá estoy —respondió, aceptando la bebida que Gustavo le tendió.
—Gracias.
—A tu salud, Brooke —respondió el hombre, mostrando su vaso para brindar.
—No sé por qué brindamos, pero salud —pronunció Brooke, bebiendo el contenido de su copa hasta el fondo, a esa le siguieron unas cuantas más. La insistencia de Gustavo debió ser sospechosa para Brooke, pero él confió en su compañero de trabajo. Confió en que pasaría una noche agradable y volvería a su departamento sin estrés, sin embargo… se había equivocado.
En la sexta copa, Brooke no fue capaz de hilar un solo pensamiento coherente, se sentía demasiado borracho, cosa que no podía ser, estaba acostumbrado a beber, no era un principiante. Entonces, ¿qué le pasaba?
—¿Qué fue lo que me diste? —se las arregló a preguntar.
—Lo siento, Brooke, no tuve muchas opciones, no te aflijas, él ha prometido no pasarse de listo. —Gustavo se levantó de la mesa y su lugar fue reemplazado por un hombre que Brooke conocía muy bien. Era Gary Astor, el enemigo comercial de Caleb.
Tambaleándose, se puso de pie, el calor se extendió por su cuerpo de manera repentina, el hombre jadeó ante la ola de excitación que le asaltó. Estaba perdido, lo habían drogado…
—Tranquilo, muchacho, solo hay una cosa que deseo de ti —pronunció con frialdad—. Ven, vamos a casa —añadió, colocando una mano en la espalda de Brooke, haciendo que el cuerpo del hombre temblara.
—Suéltame —pidió con bajo gruñido.
—No puedes ni mantenerte en pie, Brooke —susurró Gary a su oído, había diversión en su voz—. Te aseguro que estoy siendo muy amable contigo, podría llevarme lo que quiero y dejarte en este lugar a merced de toda esta gente —sonrió.
Brooke sentía la garganta seca, su cuerpo sufría espasmos violentos y sus testículos parecían hincharse de repente. «Afrodisiaco», pensó con torpeza. Intentó alejarse de Gary, pero en el estado en el que estaba, todo lo que hiciera sería inútil y lo supo tan pronto como la fuerte mano del hombre se presionó sobre su carne y lo sacó del antro, lo subió al auto y del resto no fue consciente. Su razón fue nublada por una bruma que lo consumió por completo.
Gary gruñó al ver el cuerpo de Brooke recargarse sobre el suyo, estaba empapado de sudor. Pidió a su chofer pisar el acelerador, entre más rápido hiciera las cosas, más rápido terminaría y se marcharía a casa; sin embargo, no todo resultó como esperaba. El cuerpo tentador de Brooke lo sedujo, no esperó que, al estar en la habitación, el chico se desvistiera sin ningún pudor. Se exhibía delante de él, pidiendo a gritos ser tomado y él no pudo negarse. Tomó lo que se le ofreció y después, simplemente se marchó con lo que realmente le interesaba de ese departamento.
Brooke abrió los ojos cuando los rayos de sol se colaron por la ventana, la cabeza le dolía, sentía que iba a partírsele en dos, tenía la garganta seca y… los recuerdos llegaron de golpe a su mente. La invitación de Gustavo al antro, las copas, el malestar extraño que se adueñó de su cuerpo y ¡Gary Astor! ¡Gary lo había sacado del antro y…! Brooke se quedó sin aliento, tenía pequeños destellos de lo que había hecho aquella noche.
Gary y él se habían acostado ¡Le había sido infiel a Caleb con su peor enemigo!
Brooke apartó las sábanas, su cuerpo estaba desnudo y dolorido, pero no le importó. Corrió al estudio y fue allí que quiso morirse. El plano con el diseño que Caleb iba a presentar a su padre ya no estaba donde lo dejó. Gary… se lo había llevado.
Caleb Belmont levantó el rostro cuando la puerta se abrió, sonrió al ver a Brooke atravesar el umbral, lo había echado de menos, por lo que se levantó y lo atrapó entre sus fuertes brazos, para su fortuna, se había olvidado de correr las cortinas, por lo que no tuvo ningún reparo en buscar la boca de su amante.
Fue un beso demandante por parte de Caleb, pero no tuvo la respuesta que esperaba, el cuerpo de Brooke estaba tenso y sus labios apenas se entreabrieron, supo que algo no andaba bien.
—¿Brooke? —lo llamó cuando él lo empujó y se alejó.
—Hay algo que tengo que decirte, Caleb —susurró con un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas.
—¿Es tu madre? —preguntó Caleb con prontitud, debido a la mala salud de su suegra.
Brooke negó.
—Entonces, ¿de qué se trata? ¿Hice algo que te molestara? —le preguntó con preocupación. El semblante pálido de Brooke lo tenía en alerta.
Brooke volvió a negar.
—Dímelo, Brooke, dime lo que te aflige —pidió.
—No tengo los planos para la reunión de esta tarde —soltó.
—¿Qué?
—Gary Astor se los llevó, los robó de mi departamento y…
—¡¿Qué demonios hacía Gary en tu departamento?! —gritó Caleb colérico, ante tremenda confesión.
Brooke no se atrevió a verlo, podía imaginar la furia en su mirada.
—Me tendió una trampa —susurró.
Caleb golpeó el escritorio con su puño, haciendo que Brooke diera un salto.
—No puedo creer lo que me dices, te confíe el trabajo de todo un año, Brooke —dijo, ahogándose con sus palabras.
—Lo sé y no tienes idea de lo miserable que me siento —dijo, tocando el brazo de Caleb.
El hombre se liberó con la furia corriendo por sus venas como veneno. Caleb lo miró y sin decir nada, salió de la oficina como alma que lleva el diablo. Brooke lo siguió con desesperación, temía lo que su jefe podía hacer y no estuvo equivocado, Caleb salió a la ensambladora, dispuesto a recuperar lo que era suyo.
La puerta se abrió de manera abrupta, lo que hizo a Gary levantar el rostro y ponerse de pie alerta.
—¿Quién te dejó entrar? —preguntó, pero lo siguiente que supo es que Caleb lo había derribado de un solo golpe.
—Eres un maldito cretino, ¡Ladrón miserable! —gritó Caleb, tomándolo de las solapas para levantarlo del piso.
—Detente —le advirtió Gary con fría calma, tenía el pómulo rojo y el labio reventado.
—Devuélveme lo que has robado, Gary, o te juro que voy a denunciarte por lo que has hecho —le advirtió Caleb con voz fría.
Gary sonrió, miró a Brooke y se apartó con violencia de las manos de Caleb.
—Pagué una gran cantidad de dinero por ese diseño —refutó Gary, estirando su traje hecho a medida.
—¿De qué m****a hablas? —cuestionó Caleb achicando los ojos.
—Compré el diseño, solo que tuve que ir personalmente por él —dijo, viendo a Brooke con insistencia.
—¡Deja de mirarlo! —le advirtió Caleb al darse cuenta de lo que Gary hacía.
—He hecho más que mirarlo —confesó.
El cuerpo de Brooke se enfrió.
—Voy a demandarte por espionaje industrial —lo amenazó Caleb—, tú y quien te vendió mis planos irán a prisión.
—No lo creo, Caleb, a menos que quieras que tu padre se entere de que duermes con un hombre y que, además, ese hombre ha dormido con tu peor enemigo —dijo, abriendo el cajón y sacando un paquete de fotos de Caleb y Brooke juntos, eso no fue lo peor. Lo peor vino después, cuando la foto de Brooke y Gary juntos en la cama apareció.
—¿Estás dispuesto a arriesgarte? —preguntó Gary con complacencia…
Brooke respiró profundo antes de llamar a la puerta de la oficina de Caleb. Las cosas entre los dos eran tensas luego de lo ocurrido con Gary Astor, su relación había terminado en el momento que Caleb miró las fotos de él y Gary juntos, aunque no fue consensuado, para Caleb fue una infidelidad que no pudo perdonarle. Además, no se atrevió a denunciar el robo, para evitar que el señor Belmont se enterara de su relación y le había permitido seguir en el trabajo, debido a que necesitaba pagar el tratamiento de su madre. Caleb no era malo, solo no pudo perdonarlo. Su orgullo fue mucho más grande que su amor.—Adelante —escuchó la voz serena y fría de Caleb al otro lado de la puerta, ni siquiera había sido consciente del momento que había llamado, sumergido en sus pensamientos y en los amargos recuerdos.Caleb levantó la mirada para encontrarse con Brooke, fue breve antes de volver su atención a los documentos que revisaba.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó con brusquedad.—Sebastián Coop
Luego de aquel inoportuno escándalo en la sala de juntas de Belmont S.A., las cosas fueron a peor, Caleb no se paró a preguntarle cómo estaba su herida, si le había dolido el puñetazo de Sebastián. Ahora actuaba extraño y hacía cosas que, no lo había visto hacer nunca. Cómo dejarse fotografiar con Sebastián Cooper y un chico joven, saliendo de una discoteca. Sin duda, ese no era el Caleb que él conocía, no era el hombre que a él le había demostrado ser.Su relación había sido un secreto, una relación ilícita que, si bien había aceptado, era porque tenía la esperanza que, en un futuro, Caleb lo gritara a los cuatro vientos, cosa que no sucedió y no sucedería.—¿Bebiendo solo? —Brooke levantó la mirada para encontrarse con los ojos fríos de Gary, no había tenido la “dicha” de volver a verlo desde que salió de su oficina aquel día.—¿Qué es lo que quieres, Gary? —preguntó, no deseaba conocer la respuesta, pero no tenía nada mejor que hacer.—¿Puedo sentarme?—¿Necesitas permiso? —le cues
Brooke miró a su madre, su corazón le dolió, aun así, le sonrió.—Luces triste, hijo —susurró Molly, acariciando los rubios cabellos de Brooke.—Cansado, mamá, estoy cansado. El trabajo me trae de un lado a otro —mintió, llevaba cuatro semanas sin empleo, había aplicado en diversas compañías, pero en ninguna había sido llamado. Sus pocos ahorros estaban terminándose y la liquidación que Caleb le había dado, sirvió para cubrir un par de meses anticipados en la clínica.—Lo siento tanto, cariño, soy una carga muy pesada para ti.—No digas eso, mamá, eres lo único bueno que tengo en mi vida. Haría cualquier cosa por ti —le aseguró.Brooke había pensado en buscar un trabajo en algún restaurante de mesero, incluso estaba dispuesto a trabajar en algún club por las noches, luego de escuchar que la paga era buena, aunque el trabajo no era muy decente, ¿importaba? ¿A quién podía afectarle sino solamente a él? Y ante la necesidad de trabajo, no le haría caras a ninguna fuente de ingresos.—Trab
Brooke recargó la cabeza sobre la madera, su corazón estaba agitado y sus piernas temblaban. No tenía idea de cómo había hecho para volver a su departamento luego de estar en la oficina de Gary tras haber aceptado ser su asistente personal.Los dedos de Brooke acariciaron sus labios y el recuerdo del beso ardiente que habían tenido le quemó a fuego vivo. ¿Qué era lo que estaba mal con él? ¿Cómo podía agitarse de aquella manera ante el beso del hombre que más odiaba? ¿Por qué su cuerpo lo deseaba?Brooke no comprendía por qué lo deseaba, odiándolo como lo hacía. Gary no era su amigo, era su enemigo y no debía olvidarse de eso. Gary no era bueno, él mismo lo había mencionado. «¿Qué tipo de hombre enfermo soy para someterse de esa manera?», se preguntó.—Un hombre desesperado y arruinado —masculló, apretando sus manos en dos firmes y fuertes puños.Brooke se sentía perdido y presionado por las circunstancias. El no encontrar un trabajo que le aportara lo que necesitaba para pagar la hosp
—¿Tu oficina? —preguntó Brooke, desde dentro del auto, reacio a salir, pues era consciente de lo que habían hecho en ese sitio unos meses atrás.Gary se inclinó sobre la puerta antes de responderle.—Sí, ya te lo he dicho, tengo trabajo pendiente.—¿Y vas a pagarme horas extras? Te recuerdo que ya no estoy en horario laboral —pronunció Brooke, intentando poner trabas para no ir con él.Gary le sonrió.—Eres mi asistente, Brooke, estarás donde yo esté y si tengo que pagarte horas extras, lo haré. Ahora baja y acompáñame —le ordenó.Brooke se liberó del cinturón de seguridad y bajó. El frío le hizo temblar, algo que no pasó desapercibido para Gary, quien sacó un abrigo de la parte de atrás del auto y lo colocó en los hombros de Brooke, sorprendiéndolo.—No digas nada y date prisa —dijo, interrumpiendo lo que Brooke iba a decirle, pues ni él sabía el motivo de su acción.Brooke asintió, acomodó el abrigo sobre su cuerpo y caminó en completo silencio detrás de Gary y con cada paso que dab
Paul Raymond miró al joven rubio alejarse y sonrió; se giró para dirigirse al antro, pero terminó encontrándose cara a cara con Gary.—¿Qué haces aquí? —preguntó Gary. Había un matiz de enojo y rencor en su voz, pero Paul no se amedrentó.—¿No estás feliz de verme, querido sobrino? —preguntó Paul, cerrando la distancia entre ellos.—No tengo motivos para estar feliz de verte —le espetó con cierta rabia.Paul suspiró.—Te vi llegar con un apuesto rubio, ¿tuyo? —cuestionó, y Gary no pudo evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo; su columna se estremeció y tensó como la cuerda de un violín.—Mi asistente —espetó, trató de sonar desinteresado.—¿Qué es lo que le has hecho que se ha marchado llorando? ¿Es que nunca vas a aprender a tratar a las personas?Gary adivinó la burla en su tono de voz, apretó los puños con fuerza y trató de no pensar en Brooke.—Él es únicamente mi asistente, si no le gusta el trabajo, puede largarse.Paul sonrió.—Me alegra escucharlo, pensé que las cosas v
Gary maldijo una y otra vez; el dolor lo mantuvo de rodillas por varios minutos, tiempo que Brooke aprovechó para escapar de él.—Déjalo ir, es lo mejor para los dos —farfulló con los dientes apretados; sin embargo, no era tan fácil. Lo tenía metido en la piel y en la sangre.Brooke era el manjar que no debió probar, pero ¿cuántas veces tenía que decirse todo aquello? Ya lo había hecho y nada podía cambiarlo. Necesitaba verlo, olerlo, sentirlo.—Maldición, maldición —gruñó, levantándose del piso y sentándose en el sillón de piel.—Señor…Gary levantó la mirada para encontrarse con Cecilia. La joven estaba aferrada al pomo de la puerta, sus ojos brillaban, y él no pudo evitar evocar los recuerdos recientes. Cecilia tocando la mejilla de Brooke, acariciando su frente… la ira volvió a adueñarse de él.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó de mala manera, provocando que Cecilia diera un pequeño salto del susto.—¿Se encuentra bien?—Estoy perfectamente bien, ahora déjame solo y busca a Brook
«No puedo dejar de pensarte, no quiero que seas mi amante, Brooke. Podemos intentar ser algo más».Las palabras de Gary se repitieron en la cabeza de Brooke mientras su boca era devorada. Sus ojos lucharon para no cerrarse y ceder ante la tentación que representaba Gary para él. En otro tiempo, en otras circunstancias, tal vez habría confiado. Ahora era muy difícil hacerlo, y menos cuando se trataba del culpable de todos sus males.—Déjame —pidió, apenas Gary le dio un respiro.—Brooke.—Lo siento, pero no puedo confiar en ti. Estoy cansado de sufrir, Gary. Cansado de que todos me vean como un objeto.Los ojos de Gary recorrieron el rostro de Brooke. Levantó la mano y con su dorso acarició la mejilla del muchacho.—Sé que no merezco tu confianza, Brooke. Soy malditamente consciente de que te he causado daño, que no debí involucrarme contigo de ninguna manera. Pero aquí me tienes, siendo incapaz de alejarme de ti.Brooke tragó el nudo que se le formó en la garganta mientras trataba de