Luego de aquel inoportuno escándalo en la sala de juntas de Belmont S.A., las cosas fueron a peor, Caleb no se paró a preguntarle cómo estaba su herida, si le había dolido el puñetazo de Sebastián. Ahora actuaba extraño y hacía cosas que, no lo había visto hacer nunca. Cómo dejarse fotografiar con Sebastián Cooper y un chico joven, saliendo de una discoteca. Sin duda, ese no era el Caleb que él conocía, no era el hombre que a él le había demostrado ser.
Su relación había sido un secreto, una relación ilícita que, si bien había aceptado, era porque tenía la esperanza que, en un futuro, Caleb lo gritara a los cuatro vientos, cosa que no sucedió y no sucedería.
—¿Bebiendo solo? —Brooke levantó la mirada para encontrarse con los ojos fríos de Gary, no había tenido la “dicha” de volver a verlo desde que salió de su oficina aquel día.
—¿Qué es lo que quieres, Gary? —preguntó, no deseaba conocer la respuesta, pero no tenía nada mejor que hacer.
—¿Puedo sentarme?
—¿Necesitas permiso? —le cuestionó—. Hasta donde yo sé, tomas lo que se te antoja sin importar las consecuencias que dejas a tu paso —espetó el joven, bebiendo el contenido de su copa.
—¿Sigues molesto?
—¿Esperas que esté dando brincos sobre un pie luego de lo que me hiciste?
—Lo siento, no era parte del plan.
—¿No era parte de tu plan? ¿De qué m****a hablas, Gary? ¡Todo lo tenías tan malditamente planificado! Me drogaste no solo para robarme los planos de Caleb, ¡también abusaste de mí! —gritó, golpeando el vaso sobre la mesa.
Gary miró a todos lados, nadie parecía haber escuchado las palabras del muchacho gracias a la música y al bullicio de la gente, el hombre tomó la mano de Brooke y lo arrastró lejos del sitio, no quería que nadie más escuchara su conversación.
—¡Suéltame! ¿Qué es lo que haces? ¿Qué quieres de mí? —preguntó, mientras Gary lo arrastraba hasta su oficina.
Brooke cayó en cuenta de que, estaba en el lugar equivocado, con el hombre equivocado.
—¿Qué es lo que vas a hacerme? —preguntó, dando un paso para alejarse de Gary, buscando con la mirada la puerta. Estaba borracho, pero con la cabeza suficientemente clara para darse cuenta de lo que podía suceder.
—Nada qué tú no quieras, Brooke.
El muchacho dejó escapar una sonora carcajada al escuchar a Gary.
—Eres un hijo de puta —susurró, borrando su sonrisa.
—Lo sé, no he dicho, ni pienso lo contrario, Brooke, no soy un hombre bueno; sin embargo, no pedí que te dieran ningún tipo de afrodisíaco, esperaba dejarte dormido en tu cama, pero…
—Decidiste que no era suficiente con llevarte los planos, te metiste a mi cama y encima nos fotografiaste —le gruñó, acercándose con enfado. Olvidando quién era Gary.
—Tenía que asegurarme de que Caleb no me denunciara.
—Nos amenazaste, cubriste cada detalle que podía delatarte, ¿aún esperas que crea que no estaba en tus planes hacer lo que hiciste? —le preguntó. Brooke sintió la boca seca, el enojo que sentía era demasiado grande.
Gary se encogió de hombros.
—No puedo deshacer lo que ya está hecho.
—Me arruinaste la vida, terminaste con mi relación. Eres un hombre cruel y egoísta —lo acusó Brooke, sintiendo un nudo instalarse en la garganta. Caleb ya no era suyo y él estaba perdido sin él.
—Lo siento —la mano de Gary acarició la suave mejilla del rostro de Brooke, provocando que el muchacho diera un respingo—. Lo lamento, no tuve más opciones.
—Eres un idiota.
—Lo sé, Brooke; sin embargo, no he dejado de pensar en ti —dijo, cambiando su caricia por un fuerte agarre que acercó al muchacho a su rostro.
—¿Qué-qué ha-haces? —tartamudeó. Brooke tembló cuando el cálido aliento de Gary acarició su rostro, el tipo se inclinó sobre él hasta casi rozar sus labios.
—No debí probarte, Brooke, no debí —susurró, cerrando los ojos y la distancia entre ellos. Apoderándose de los labios de muchacho.
Brooke intentó resistirse, empujó los hombros de Gary, pero no tuvo la fuerza para conseguirlo, el hombre estaba aferrado a sus labios como lapa y sus manos presionaron sus hombros para acercarlo a él.
La cabeza de Brooke se perdió por un momento, su borrachera, la decepción y el dolor mezclándose en su interior eran sin duda la peor combinación.
—Abre la boca, Brooke —le escuchó decir a Gary.
—Déjame ir —pidió, lo que el hombre aprovechó para meter la lengua dentro de la boca del muchacho.
Brooke gimió al sentirse asaltado, las manos de Gary se deslizaron por su espalda y presionó sobre su cintura para acercarlo a su cuerpo; el muchacho jadeó al sentir el pene de Gary rozar su pelvis. ¡Estaba erecto como un mástil!
El joven jamás podría decir que fue lo que le llevó a perderse en los brazos del hombre, talvez, porque ya no había ninguna esperanza de volver con Caleb, quizá porque Gary estaba tocando sus puntos sensibles y aprovechándose de nuevo de su borrachera. Por lo que fuera, él simplemente se dejó llevar.
El cuerpo de Brooke cayó sobre el cómodo sillón, Gary no dejó de besarlo, sus manos abrieron los botones de la camisa del muchacho, metió sus dedos y rozó los duros pezones, los atormentó con la yema de sus dedos antes de torturarlos con sus labios.
Roncos gemidos inundaron la oficina, mientras Gary abrió el pantalón de Brooke y los apartaba de su camino.
—Eres tan sensible, Brooke, tan receptivo —le susurro al oído, mientras uno de los dedos se le colaba entre los labios—. Chúpalo —le ordenó.
Brooke se resistió poco, en pocos segundos había acatado la orden, Gary retiró su dedo cuando estuvo mojado, y lo llevó a la entrada del chico, adentrándose poco a poco, estirando su anillo, preparándolo para recibirlo.
El cuerpo de Brooke tembló ante la suave invasión y se cerró sobre aquel dedo que entraba y salía de su interior.
Gary no dejó de besarlo, su dedo abandonó el cuerpo del muchacho y lo obligó a levantarse, se abrió la bragueta y lo llevó hasta su regazo.
—Hazlo, Brooke, sé que lo deseas —le susurró al oído, su lengua se deslizó por el cuello del joven, sus labios presionaron sobre la vena yugular de Brooke y él no pudo resistirlo. Su pene se sacudió sobre el vientre de Gary con violencia.
—Esto es un error —murmuró cerrando los ojos al sentir las manos de Gary presionar sus nalgas, abriendo sus mejillas y rozando su dura erección contra su apretado anillo.
—Un error del que los dos podremos disfrutar, Brooke, no tienes nada que perder, pero mucho que ganar —lo tentó.
Brooke no creía que hubiera algo bueno que sacar de todo esto, pero ¿Qué importaba? Todo lo que le quedaba eran amargos recuerdos, tampoco iba a enamorarse del enemigo, ¿verdad?
Los pensamientos de Brooke desaparecieron, Gaby se había adentrado en él y enterrado hasta el fondo, estirando su apretado anillo, arrancando un gemido ronco en él.
Brooke apretó los dientes con fuerza, las manos de Gary se aferraron a sus caderas y lo presionaron hacia abajo. El muchacho podía sentir los testículos de Gary rozarle las nalgas cuando empezó a moverse en su interior.
Gary se mordió el labio, esto no era más que un deseo insano que no debía tener, no podía tener interés en el examante de Caleb, sin embargo, no podía negar que el calor que se envolvía alrededor de su pene era adictivo, embriagador. Incluso había alejado a su hermano de Brooke cuando mostró su descarado interés.
—¡Aah…! ¡Aah…!
Los gemidos de Brooke fueron como el canto de una sirena para Gary, quien no dudó en empujar su dura erección en el interior del muchacho, golpeando su próstata un par de veces, sintiendo la presión en sus testículos, iba a correrse en cualquier momento. Gary aceleró las embestidas y Brooke se ayudó con la punta de sus pies y siguió el ritmo del hombre. El placer que le embargó le hizo olvidar lo malo que era todo, de que el hombre enterrado en su interior era su enemigo.
—¡Aah…! ¡Aah…!
Las oleadas de placer se extendieron por sus cuerpos sudorosos, Brooke tembló con violencia cuando su semen salió expulsado de su pene, manchando la fina camisa de Gary, mientras él derramaba su leche y lo llenaba por completo, sacudiéndose debajo de Brooke, apretando los dientes cuando fue preso de su orgasmo.
Brooke tenía la respiración agitada, sus ojos estaban cerrados, no quería ver al hombre que le había hecho terminar, no quería darse cuenta de que se había entregado a su enemigo por voluntad propia.
Un nudo se apretó en su garganta, se movió y se apartó del cuerpo de Gary, tomó sus cosas y se vistió con rapidez, todo sin verlo.
Gary no tuvo el valor para hablarle, dejó que se alejara de él, ¿qué iba a decirle? ¿Cómo iba a justificar su deseo por él? Era mejor así, era mejor que se marchara y esperaba que el destino fuera benévolo con ellos para no volver a encontrarse nunca más…
Brooke no volvió a la discoteca, tampoco quiso pensar en lo que había hecho con Gary, borró todo lo que tuviera que ver con él y se concentró en el trabajo y en seguir a Caleb como su perro fiel, hasta que todo se fue a la m****a.
¡Caleb no estaba interesado en Oliver como había pensado! ¡No! ¡Caleb está interesado en Victoria, la mejor amiga del rubio!
—Renuncio —pronunció Brooke, luego de un nuevo desacuerdo con Caleb.
—¿Qué has dicho, Gibson? —preguntó el hombre, girándose violentamente para ver al muchacho.
—No voy a continuar siendo tu juguete, me traes de un lado al otro, si no persigues a Oliver lo haces con Victoria. He tenido suficiente de ti, Caleb, me he aguantado todo por lo que pasó. Incluso soporté ser tu sucio secreto —lo atacó.
—No tengo por qué hacer pública mi vida sexual, Brooke. Nunca te prometí amor eterno y menos exclusividad y no te atrevas a decirme que me has sido fiel, porque tú y yo sabemos que no es así —le recalcó el CEO con malicia.
—Te expliqué cómo fueron las cosas.
—Eso no cambia lo que pasó y lo que perdí como consecuencia de tu “descuido” —sentenció Caleb con enojo—. Nada justifica que te acostaras con mi principal competidor, error o no —agregó Caleb, con brusquedad.
—Entonces, acepta mi carta de renuncia —le pidió Brooke, tratando de que su voz no sonara a súplica.
—Bien, si es lo que quieres. —Caleb aceptó y firmó la carta que le había sido presentada y salió de la oficina sin mirar atrás, dejando a Brooke con el corazón destrozado…
Ahora estaba solo, completamente solo y sin empleo.
Brooke miró a su madre, su corazón le dolió, aun así, le sonrió.—Luces triste, hijo —susurró Molly, acariciando los rubios cabellos de Brooke.—Cansado, mamá, estoy cansado. El trabajo me trae de un lado a otro —mintió, llevaba cuatro semanas sin empleo, había aplicado en diversas compañías, pero en ninguna había sido llamado. Sus pocos ahorros estaban terminándose y la liquidación que Caleb le había dado, sirvió para cubrir un par de meses anticipados en la clínica.—Lo siento tanto, cariño, soy una carga muy pesada para ti.—No digas eso, mamá, eres lo único bueno que tengo en mi vida. Haría cualquier cosa por ti —le aseguró.Brooke había pensado en buscar un trabajo en algún restaurante de mesero, incluso estaba dispuesto a trabajar en algún club por las noches, luego de escuchar que la paga era buena, aunque el trabajo no era muy decente, ¿importaba? ¿A quién podía afectarle sino solamente a él? Y ante la necesidad de trabajo, no le haría caras a ninguna fuente de ingresos.—Trab
Brooke recargó la cabeza sobre la madera, su corazón estaba agitado y sus piernas temblaban. No tenía idea de cómo había hecho para volver a su departamento luego de estar en la oficina de Gary tras haber aceptado ser su asistente personal.Los dedos de Brooke acariciaron sus labios y el recuerdo del beso ardiente que habían tenido le quemó a fuego vivo. ¿Qué era lo que estaba mal con él? ¿Cómo podía agitarse de aquella manera ante el beso del hombre que más odiaba? ¿Por qué su cuerpo lo deseaba?Brooke no comprendía por qué lo deseaba, odiándolo como lo hacía. Gary no era su amigo, era su enemigo y no debía olvidarse de eso. Gary no era bueno, él mismo lo había mencionado. «¿Qué tipo de hombre enfermo soy para someterse de esa manera?», se preguntó.—Un hombre desesperado y arruinado —masculló, apretando sus manos en dos firmes y fuertes puños.Brooke se sentía perdido y presionado por las circunstancias. El no encontrar un trabajo que le aportara lo que necesitaba para pagar la hosp
—¿Tu oficina? —preguntó Brooke, desde dentro del auto, reacio a salir, pues era consciente de lo que habían hecho en ese sitio unos meses atrás.Gary se inclinó sobre la puerta antes de responderle.—Sí, ya te lo he dicho, tengo trabajo pendiente.—¿Y vas a pagarme horas extras? Te recuerdo que ya no estoy en horario laboral —pronunció Brooke, intentando poner trabas para no ir con él.Gary le sonrió.—Eres mi asistente, Brooke, estarás donde yo esté y si tengo que pagarte horas extras, lo haré. Ahora baja y acompáñame —le ordenó.Brooke se liberó del cinturón de seguridad y bajó. El frío le hizo temblar, algo que no pasó desapercibido para Gary, quien sacó un abrigo de la parte de atrás del auto y lo colocó en los hombros de Brooke, sorprendiéndolo.—No digas nada y date prisa —dijo, interrumpiendo lo que Brooke iba a decirle, pues ni él sabía el motivo de su acción.Brooke asintió, acomodó el abrigo sobre su cuerpo y caminó en completo silencio detrás de Gary y con cada paso que dab
Paul Raymond miró al joven rubio alejarse y sonrió; se giró para dirigirse al antro, pero terminó encontrándose cara a cara con Gary.—¿Qué haces aquí? —preguntó Gary. Había un matiz de enojo y rencor en su voz, pero Paul no se amedrentó.—¿No estás feliz de verme, querido sobrino? —preguntó Paul, cerrando la distancia entre ellos.—No tengo motivos para estar feliz de verte —le espetó con cierta rabia.Paul suspiró.—Te vi llegar con un apuesto rubio, ¿tuyo? —cuestionó, y Gary no pudo evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo; su columna se estremeció y tensó como la cuerda de un violín.—Mi asistente —espetó, trató de sonar desinteresado.—¿Qué es lo que le has hecho que se ha marchado llorando? ¿Es que nunca vas a aprender a tratar a las personas?Gary adivinó la burla en su tono de voz, apretó los puños con fuerza y trató de no pensar en Brooke.—Él es únicamente mi asistente, si no le gusta el trabajo, puede largarse.Paul sonrió.—Me alegra escucharlo, pensé que las cosas v
Gary maldijo una y otra vez; el dolor lo mantuvo de rodillas por varios minutos, tiempo que Brooke aprovechó para escapar de él.—Déjalo ir, es lo mejor para los dos —farfulló con los dientes apretados; sin embargo, no era tan fácil. Lo tenía metido en la piel y en la sangre.Brooke era el manjar que no debió probar, pero ¿cuántas veces tenía que decirse todo aquello? Ya lo había hecho y nada podía cambiarlo. Necesitaba verlo, olerlo, sentirlo.—Maldición, maldición —gruñó, levantándose del piso y sentándose en el sillón de piel.—Señor…Gary levantó la mirada para encontrarse con Cecilia. La joven estaba aferrada al pomo de la puerta, sus ojos brillaban, y él no pudo evitar evocar los recuerdos recientes. Cecilia tocando la mejilla de Brooke, acariciando su frente… la ira volvió a adueñarse de él.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó de mala manera, provocando que Cecilia diera un pequeño salto del susto.—¿Se encuentra bien?—Estoy perfectamente bien, ahora déjame solo y busca a Brook
«No puedo dejar de pensarte, no quiero que seas mi amante, Brooke. Podemos intentar ser algo más».Las palabras de Gary se repitieron en la cabeza de Brooke mientras su boca era devorada. Sus ojos lucharon para no cerrarse y ceder ante la tentación que representaba Gary para él. En otro tiempo, en otras circunstancias, tal vez habría confiado. Ahora era muy difícil hacerlo, y menos cuando se trataba del culpable de todos sus males.—Déjame —pidió, apenas Gary le dio un respiro.—Brooke.—Lo siento, pero no puedo confiar en ti. Estoy cansado de sufrir, Gary. Cansado de que todos me vean como un objeto.Los ojos de Gary recorrieron el rostro de Brooke. Levantó la mano y con su dorso acarició la mejilla del muchacho.—Sé que no merezco tu confianza, Brooke. Soy malditamente consciente de que te he causado daño, que no debí involucrarme contigo de ninguna manera. Pero aquí me tienes, siendo incapaz de alejarme de ti.Brooke tragó el nudo que se le formó en la garganta mientras trataba de
Brooke miró con discreción el rostro sereno de Gary; le parecía tan irreal estar sentado en el mismo auto con él, ocupando un mismo espacio y no estar tirándose pedradas. ¿Las últimas semanas realmente lo habían cambiado? Consideraba que no; nadie cambiaba de manera tan drástica; sin embargo, no podía negar que la actitud de Gary era la de un hombre diferente al que conocía.—Vas a darme una idea equivocada si continúas viéndome de esa manera.Brooke apartó la mirada con rapidez al saberse descubierto, se mordió el labio y apretó sus manos. Gary giró el rostro para ver a Brooke; él recargó la cabeza contra el vidrio de la ventana y cerró los ojos. No dormía, lo sabía. Simplemente estaba evitándolo.El trayecto al hospital fue silencioso, pero no incómodo; tener a Brooke en su auto era más que suficiente para sentirse bien.—Hemos llegado, Brooke —avisó antes de estacionar el auto en el sótano del hospital. Brooke se recompuso, asintió y abrió la puerta para salir del vehículo. Gary lo
Gary apretó los puños, se levantó y tomó a Yeremi por el cuello.—Mantén tus manos y tus pensamientos lejos de él —le gruñó.La tensión que manaba de él debió bastar para que Yeremi se echara atrás con sus intenciones; sin embargo, era un amante del peligro y más que una advertencia, para él fue una invitación. Una competencia y Brooke era el premio mayor.—¿Cómo harás para evitar que piense en él o que lo busque? —lo retó.Gary lo levantó de la silla y lo lanzó hacia la puerta.—No te atrevas a cruzarte en su camino, Yeremi. En esta vida te puedo perdonar hasta la cosa más estúpida, pero jamás te perdonaré si te acercas a él.Yeremi sintió el enojo en sus entrañas, tenía deseos de contradecir a su hermano y prometerle que se quedaría con Brooke, pero no era idiota y Paul tampoco le perdonaría que echara a perder las cosas…, por el momento.—Está bien —dijo. Yeremi levantó las manos en señal de derrota—. No lo buscaré.La ira brilló en los ojos oscuros de Gary, su mandíbula es