Paul Raymond miró al joven rubio alejarse y sonrió; se giró para dirigirse al antro, pero terminó encontrándose cara a cara con Gary.—¿Qué haces aquí? —preguntó Gary. Había un matiz de enojo y rencor en su voz, pero Paul no se amedrentó.—¿No estás feliz de verme, querido sobrino? —preguntó Paul, cerrando la distancia entre ellos.—No tengo motivos para estar feliz de verte —le espetó con cierta rabia.Paul suspiró.—Te vi llegar con un apuesto rubio, ¿tuyo? —cuestionó, y Gary no pudo evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo; su columna se estremeció y tensó como la cuerda de un violín.—Mi asistente —espetó, trató de sonar desinteresado.—¿Qué es lo que le has hecho que se ha marchado llorando? ¿Es que nunca vas a aprender a tratar a las personas?Gary adivinó la burla en su tono de voz, apretó los puños con fuerza y trató de no pensar en Brooke.—Él es únicamente mi asistente, si no le gusta el trabajo, puede largarse.Paul sonrió.—Me alegra escucharlo, pensé que las cosas v
Gary maldijo una y otra vez; el dolor lo mantuvo de rodillas por varios minutos, tiempo que Brooke aprovechó para escapar de él.—Déjalo ir, es lo mejor para los dos —farfulló con los dientes apretados; sin embargo, no era tan fácil. Lo tenía metido en la piel y en la sangre.Brooke era el manjar que no debió probar, pero ¿cuántas veces tenía que decirse todo aquello? Ya lo había hecho y nada podía cambiarlo. Necesitaba verlo, olerlo, sentirlo.—Maldición, maldición —gruñó, levantándose del piso y sentándose en el sillón de piel.—Señor…Gary levantó la mirada para encontrarse con Cecilia. La joven estaba aferrada al pomo de la puerta, sus ojos brillaban, y él no pudo evitar evocar los recuerdos recientes. Cecilia tocando la mejilla de Brooke, acariciando su frente… la ira volvió a adueñarse de él.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó de mala manera, provocando que Cecilia diera un pequeño salto del susto.—¿Se encuentra bien?—Estoy perfectamente bien, ahora déjame solo y busca a Brook
«No puedo dejar de pensarte, no quiero que seas mi amante, Brooke. Podemos intentar ser algo más».Las palabras de Gary se repitieron en la cabeza de Brooke mientras su boca era devorada. Sus ojos lucharon para no cerrarse y ceder ante la tentación que representaba Gary para él. En otro tiempo, en otras circunstancias, tal vez habría confiado. Ahora era muy difícil hacerlo, y menos cuando se trataba del culpable de todos sus males.—Déjame —pidió, apenas Gary le dio un respiro.—Brooke.—Lo siento, pero no puedo confiar en ti. Estoy cansado de sufrir, Gary. Cansado de que todos me vean como un objeto.Los ojos de Gary recorrieron el rostro de Brooke. Levantó la mano y con su dorso acarició la mejilla del muchacho.—Sé que no merezco tu confianza, Brooke. Soy malditamente consciente de que te he causado daño, que no debí involucrarme contigo de ninguna manera. Pero aquí me tienes, siendo incapaz de alejarme de ti.Brooke tragó el nudo que se le formó en la garganta mientras trataba de
Brooke miró con discreción el rostro sereno de Gary; le parecía tan irreal estar sentado en el mismo auto con él, ocupando un mismo espacio y no estar tirándose pedradas. ¿Las últimas semanas realmente lo habían cambiado? Consideraba que no; nadie cambiaba de manera tan drástica; sin embargo, no podía negar que la actitud de Gary era la de un hombre diferente al que conocía.—Vas a darme una idea equivocada si continúas viéndome de esa manera.Brooke apartó la mirada con rapidez al saberse descubierto, se mordió el labio y apretó sus manos. Gary giró el rostro para ver a Brooke; él recargó la cabeza contra el vidrio de la ventana y cerró los ojos. No dormía, lo sabía. Simplemente estaba evitándolo.El trayecto al hospital fue silencioso, pero no incómodo; tener a Brooke en su auto era más que suficiente para sentirse bien.—Hemos llegado, Brooke —avisó antes de estacionar el auto en el sótano del hospital. Brooke se recompuso, asintió y abrió la puerta para salir del vehículo. Gary lo
Gary apretó los puños, se levantó y tomó a Yeremi por el cuello.—Mantén tus manos y tus pensamientos lejos de él —le gruñó.La tensión que manaba de él debió bastar para que Yeremi se echara atrás con sus intenciones; sin embargo, era un amante del peligro y más que una advertencia, para él fue una invitación. Una competencia y Brooke era el premio mayor.—¿Cómo harás para evitar que piense en él o que lo busque? —lo retó.Gary lo levantó de la silla y lo lanzó hacia la puerta.—No te atrevas a cruzarte en su camino, Yeremi. En esta vida te puedo perdonar hasta la cosa más estúpida, pero jamás te perdonaré si te acercas a él.Yeremi sintió el enojo en sus entrañas, tenía deseos de contradecir a su hermano y prometerle que se quedaría con Brooke, pero no era idiota y Paul tampoco le perdonaría que echara a perder las cosas…, por el momento.—Está bien —dijo. Yeremi levantó las manos en señal de derrota—. No lo buscaré.La ira brilló en los ojos oscuros de Gary, su mandíbula es
Las manos de Gary se deslizaron por el rostro de Brooke; con la yema de sus dedos acarició la curva de su cuello, dejando un sendero ardiente sobre su piel y un cosquilleo que encendió su deseo.Brooke jadeó, su piel se erizó cuando Gary presionó sus pezones con los dedos y apretó ligeramente.—No puedo detenerme —murmuró Gary, colocando su frente sobre la frente de Brooke.Su respiración estaba agitada, Brooke podía sentir los latidos de su corazón acelerarse bajo el toque de Gary, era demasiado bueno para detenerlo.—No lo hagas, no te detengas y dame todo de ti.Gary gruñó al escucharlo, bajó sus labios y atrapó los de Brooke. Sus lenguas se encontraron y la pasión se regó como pólvora por sus cuerpos.Brooke cerró los ojos y solo se permitió sentir, cerró su mente a todo, incluso a los gritos de la razón que luchaba para evitar la tentación. Él llevó las manos a la nunca de Gary y enredó sus dedos en sus cortos cabellos, presionó sobre su cuero cabelludo y lo atrajo a él.Gary lib
«Volveré contigo.»Gary se volvió a enterrar en el interior de Brooke, le mostró todo lo que sentía por él en cada beso, en cada caricia. Lo hizo suyo hasta el amanecer y solo entonces se permitió dormir a su lado, completamente saciado.Brooke vio la sonrisa de Gary y el cuerpo le tembló. Una ligera descarga corrió por su columna vertebral e hizo que sus nalgas se contrajeran. Su pene se apretó contra la pretina de su pantalón.—Brooke, ¿has tomado nota de todo lo que te he pedido? —preguntó Gary, sentado al otro lado del escritorio. Forzándose para no saltar sobre la madera y llevar a Brooke al sofá para hacerle el amor; era una batalla que estaba a nada de perder.Brooke tragó el deseo que sentía, no podía estar pensando en acostarse con Gary cuando estaban en la oficina.—Brooke —llamó Gary de nuevo, logrando esta vez captar su atención.—¿Qué? —preguntó, acomodándose en la silla, tratando de que su erección no fuese notoria.—Te he preguntado si has tomado nota.—Eh… sí, he anota
Brooke vio a Gary acercarse con dos botellas de cerveza en mano, le tendió una, la cual aceptó.—¿Traes un minibar en la cajuela? —preguntó.Gary negó.—Claro que no, pero había pensado secuestrarte por la noche y mande que alguien se hiciera cargo de ponerlas en el auto.Brooke sonrió.—¿Lo tenías fríamente planificado?—Sí, el tiempo que paso contigo en la oficina es poco. Siempre estas corriendo de un lado a otro.—¿Y de quién crees que es la culpa? —lo acusó Brooke mientras bebía un sorbo de su cerveza.—Mía, pero no puedo hacer otra cosa, Brooke, aunque quisiera encerrarte en mi oficina.—¿Para qué? —cuestionó Brooke, sintiendo un nudo en la boca del estómago. Gary lo miraba con sed y con hambre.—Para hacerte el amor, no hay momento del día que no desee estar enterrado en tu cuerpo, Brooke.—Estás obsesionado conmigo, eso es todo, Gary. Cuando la fiebre pase, te darás cuenta de que no soy el hombre que quieres.Gary se acercó a él, tomó su mentón y lo hizo mirarlo a los ojos.—N