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Capítulo 5. Ven conmigo

Brooke recargó la cabeza sobre la madera, su corazón estaba agitado y sus piernas temblaban. No tenía idea de cómo había hecho para volver a su departamento luego de estar en la oficina de Gary tras haber aceptado ser su asistente personal.

Los dedos de Brooke acariciaron sus labios y el recuerdo del beso ardiente que habían tenido le quemó a fuego vivo. ¿Qué era lo que estaba mal con él? ¿Cómo podía agitarse de aquella manera ante el beso del hombre que más odiaba? ¿Por qué su cuerpo lo deseaba?

Brooke no comprendía por qué lo deseaba, odiándolo como lo hacía. Gary no era su amigo, era su enemigo y no debía olvidarse de eso. Gary no era bueno, él mismo lo había mencionado. «¿Qué tipo de hombre enfermo soy para someterse de esa manera?», se preguntó.

—Un hombre desesperado y arruinado —masculló, apretando sus manos en dos firmes y fuertes puños.

Brooke se sentía perdido y presionado por las circunstancias. El no encontrar un trabajo que le aportara lo que necesitaba para pagar la hospitalización de su madre lo llevó a tomar medidas desesperadas y arriesgadas. No sabía qué era lo que el destino le tenía preparado al lado de Gary, tenía la impresión de que se había equivocado al buscarlo, pero ¿qué opciones tenía?

Brooke aflojó su puño, pasó sus dedos sobre su rostro con frustración, se alejó de la puerta y fue directo a la cocina, abrió el refrigerador y tomó una cerveza. Tal vez ayudara a calmar la ansiedad que lo golpeó. No tenía nada más fuerte en casa, así que, esperaba que eso sirviera. A la primera cerveza le siguieron unas cuantas más y todo lo que Brooke consiguió fue recordar lo sucedido en la oficina de Gary. Su cuerpo se estremeció ante el flash de imágenes que lo golpearon sin medida ni clemencia.

«—No podrás arrepentirte, Brooke, no podrás dejarme, aunque lo intentes —susurró Gary sobre los labios de Brooke, tentándolo. La lengua de Gary dibujó el contorno perfecto de sus labios, su aliento a whisky y menta lo bañó y embrujó.

Brooke no respondió, atrapó los labios de Gary entre los suyos y lo besó. Ninguno de los dos supo en qué momento se alejaron de la puerta y terminaron sobre el sillón. Gary devoraba la boca del joven como si no hubiese un mañana para él, como si temiera que la presencia de Brooke en su oficina no fuera más que una alucinación de su parte, provocada por el deseo irremediable que sentía de volver a verlo y de tenerlo entre sus brazos.

Gary se sentía consumido por Brooke, algo que no le había sucedido jamás, ni siquiera con Darío había sentido una necesidad tan grande como lo sentía ahora.

El gemido que escapó de los labios de Brooke fue como combustible vaciándose sobre una llamarada. El cuerpo de Gary se encendió y presionó sus caderas sobre las de Brooke, mientras su boca exigía un beso ardiente».

Brooke gimió ante el recuerdo, no sabía si era de placer o de vergüenza, si la secretaria no hubiese llamado a la puerta, tal vez, él y Gary… Brooke movió la cabeza con fuerza para apartar esas ideas locas de su mente. Tenía que ser más inteligente que Gary, debía concentrarse en el trabajo, demostrar que podía ser un buen asistente y no un compañero de cama para el jefe. No era eso lo que deseaba al buscar a Gary; debía dejarle las cosas claras o estaría perdido.

Mareado se levantó del sillón, se dirigió a su habitación, se duchó y luego se metió en la cama. Mañana era su primer día de trabajo y esperaba poner las cosas en claro; sin embargo, eso no sucedió. Gary no se presentó al día siguiente, todo lo que dejó fueron órdenes para él, con la secretaria.

Brooke en el fondo, se sintió agradecido de no verlo, por lo que, se concentró en su trabajo y así fueron el segundo y el tercer día como asistente de Gary. Esos días fueron una completa locura, ni siquiera tuvo tiempo de hablar con ninguno de sus nuevos compañeros. Gary era un desastre monumental con su agenda y pasó ordenando el caos que tenía, encerrado en la oficina y sin la presencia de su jefe. En el cuarto día, la ausencia de este le resultó extraña, pero seguía siendo un alivio para Brooke no tener que verlo. Si el trabajo continuaba así, le venía genial.

—¿Te vas?

Brooke levantó la mirada para encontrarse con el rostro sonriente de Cecilia, la secretaria que cinco días atrás le había gritado que no podía entrar a la oficina de Gary.

—Aún no termino con mi trabajo, me iré un poco más tarde —respondió con tono cordial.

Cecilia elevó una ceja.

—Trabajas mucho, el señor Astor no ha estado en la ciudad, deberías tomarte un rato libre y venir al antro. Tomar una copa, ayuda al estrés, ven —dijo la chica.

La invitación y las palabras de Cecilia fueron como un déjà vu para Brooke, lo mismo le había propuesto Gustavo y su vida se había ido a la m****a en cuestión de una noche.

—Gracias, Cecilia, pero tendré que declinar tu invitación —dijo, volviendo la atención a los papeles regados sobre la mesa.

Cecilia apretó su bolso con fuerza ante el rechazo.

—¿No te agrado? —preguntó, volviendo a llamar la atención de Brooke.

Él la miró.

—Estoy ocupado, Cecilia, y también cansado, todo lo que quiero es llegar a mi casa y echarme a dormir, quizá en una próxima oportunidad —dijo, para no herir más a la joven, pero Brooke sabía que no habría otra oportunidad.

Cecilia tragó el nudo que se formó en su garganta, no había hablado más que un par de palabras con Brooke, pero sentía una extraña atracción por él y había querido acercarse luego de cuatro días de verlo a escondidas. La muchacha se mordió el labio y se las arregló para despedirse.

—Entonces, te veo mañana —susurró—. Descansa y no te vayas muy tarde —añadió.

—Ve con cuidado y que te diviertas —respondió Brooke sin verla.

Cecilia apretó los labios, se giró y se marchó de la oficina, mientras Brooke la veía. Él no tuvo intención de ser grosero, pero no quería repetir los errores del pasado. Tal vez estaba equivocándose al juzgar a Cecilia y compararla con Gustavo, pero la verdad era, que no tenía razones para confiar en nadie. Al final del día, todos terminaban traicionándolo.

Brooke decidió olvidarse de Cecilia y se concentró en sus labores, quería terminar con el desorden y empezar con el pie derecho al día siguiente. Cuando miró su reloj, se dio cuenta de la ahora, con cansancio, cerró el archivo donde había estado trabajando, apagó el computador y se levantó al mismo momento en que la puerta se abrió.

—Buenas noches, no pensé que estuvieras aún en la oficina —pronunció Gary. Cuando había decidido volver. No esperó encontrarse con Brooke aún en el edificio.

Brooke se fijó en el hombre delante de él, un nudo se formó en su garganta y el cuerpo le tembló.

—¿Qué haces aquí? —preguntó. Era algo estúpido cuestionar su presencia en la oficina, cuando Gary era el dueño; aun así, no pudo evitarlo.

Gary lo miró fijamente. Luego de contratar a Brooke no tuvo el valor para verlo, se había marchado de la ciudad, esperando que su obsesión por el joven disminuyera ahora que lo tendría cerca, pero la distancia solo sirvió para que su deseo se volviera insoportable.

—Soy el dueño, lo mínimo que puedo hacer es vigilar que todo marche bien —se obligó a responder. Gary no hablaba de la empresa, sus ojos escudriñaban el rostro y el cuerpo de Brooke con deseo y posesión.

—Puedes revisar mi trabajo, si algo no te gusta, puedo cambiarlo —respondió Brooke. El joven no se atrevió a salir de detrás de su mesa; era el único escudo que tenía para protegerse de su jefe.

—Ahora estoy cansado, voy a revisarlo mañana a primera hora —murmuró sin apartar la mirada de los labios de Brooke.

¿Por qué? ¿Por qué lo deseaba tanto?

—¿Qué pasa? —cuestionó Brooke luego de un largo e incómodo silencio.

Gary parpadeó y negó.

—Ven conmigo —dijo.

—¿Qué?

—Ven conmigo, Brooke.

—¿No estabas cansado? —preguntó con nerviosismo.

—Lo estoy, pero necesito resolver unos asuntos pendientes antes de irme a casa —respondió.

—¿Y para qué me necesitas? —cuestionó Brooke, sin moverse de la silla.

Gary le sonrió, bordeó la mesa que los separaba y tomó a Brooke de la mano.

—Necesito distraerme o me quedaré dormido mientras conduzco —dijo, arrastrándolo fuera de la oficina.

El trayecto fue corto y en completo silencio. La tensión en el auto podía cortarse con el filo de una navaja. Brooke sentía su cuerpo tan tenso, que el cuello y la espalda le dolían.

—Si estás cansado, ¿por qué vienes al antro? —pronunció Brooke al ver que Gary estacionaba frente al antro.

—No iremos al antro, sino a mi oficina —respondió Gary, abriendo la puerta del auto, esperando que Brooke hiciera lo mismo; sin embargo, el joven se congeló al escucharlo.

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