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Capítulo 2. ¿Lo has marcado como tuyo?

Brooke respiró profundo antes de llamar a la puerta de la oficina de Caleb. Las cosas entre los dos eran tensas luego de lo ocurrido con Gary Astor, su relación había terminado en el momento que Caleb miró las fotos de él y Gary juntos, aunque no fue consensuado, para Caleb fue una infidelidad que no pudo perdonarle. Además, no se atrevió a denunciar el robo, para evitar que el señor Belmont se enterara de su relación y le había permitido seguir en el trabajo, debido a que necesitaba pagar el tratamiento de su madre. Caleb no era malo, solo no pudo perdonarlo. Su orgullo fue mucho más grande que su amor.

—Adelante —escuchó la voz serena y fría de Caleb al otro lado de la puerta, ni siquiera había sido consciente del momento que había llamado, sumergido en sus pensamientos y en los amargos recuerdos.

Caleb levantó la mirada para encontrarse con Brooke, fue breve antes de volver su atención a los documentos que revisaba.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó con brusquedad.

—Sebastián Cooper insiste en reunirse contigo, he cancelado varias veces la cita, no creo que quiera seguir esperando —le informó en el tono más profesional que pudo.

—No me importa si quiere o no seguir esperando, no quiero hacer más negocios con él —espetó Caleb con enojo.

—Es el principal cliente de la ensambladora, perderlo significa tener un retroceso, a tu padre no va a gustarle —señaló Brooke, insistente.

Caleb apretó los dientes ante la mención de su padre. Sabía que apreciaba a Sebastián, tanto que todos los días los comparaba y le hacía ver cuáles eran las aptitudes del CEO que en solo dos años había llevado a Rent-Cars y Enterprise Airplane a la cima, algo que él no había podido hacer, gracias a haber fallado en la entrega del proyecto. Recordarlo le quemó la razón, pero se abstuvo de decir las palabras que picaron en su lengua. Las cosas con Brooke habían terminado con la promesa de no volver a tocar el tema jamás.

—Busca un hueco en mi agenda para la próxima semana —ordenó.

Brooke iba a refutar, a decirle que no podían darse ese lujo, pero sabía que Caleb no iba a escucharlo, por lo que sería una pérdida de tiempo. Se giró y salió de la oficina.

Trabajar para Belmont S.A. y ser el asistente de su examante era cada día más difícil para Brooke, mirarlo y saber que todo se había perdido por su causa dolía como cientos de cuchillas atravesando su corazón. Lo había perdido y todo era culpa de Gary, aquel frío y despiadado hombre le robó todo en una sola noche…

Brooke dio un pequeño salto cuando el teléfono de su escritorio sonó, respiró profundo y rogó para que no fuera el asistente de Sebastián, no había tenido suerte, la voz de Oliver Campbell se escuchó al otro lado de la línea.

—Gerencia General de Belmont S.A. —saludó.

Hola, Brooke, qué gusto saludarte, aunque me temo que has de estar cansado de escucharme —el tono de su interlocutor era sereno y bromista, pero conocía el temperamento de Oliver y estaba seguro de que apenas le dijera que no había cita con Caleb ese día, iba a explotar—. ¿Tienes la hora para la cita de hoy con el señor Belmont?

Brooke tragó.

—Lo siento, Oliver, pero se ha presentado un asunto urgente en los talleres y el señor ha salido, no creo que vuelva —mintió, mientras escuchaba a Oliver bufar.

No somos cualquier cliente, Brooke, te recuerdo que mi jefe puede cansarse de esperar y buscar otro proveedor, de hecho—Oliver hizo una pausa que atemorizó a Brooke—, Estamos viendo la posibilidad de solicitar información a Astor S.A. y rescindir el contrato con ustedes.

Brooke sintió que el piso se le abría bajo los pies, si eso llegaba a suceder, la furia de Caleb sería terrible y no solamente eso, también estaba el señor Belmont, estaba seguro de que le quitaría la dirección de la ensambladora.

—Dame unos días, Oliver, por favor —pidió en un intento desesperado de salvarle el pellejo a Caleb.

Bien, tiene unos pocos días, pero no tendrás ni un solo minuto más si vuelven a cancelar la cita.

Brooke asintió, como si Oliver pudiera verlo, colgó el teléfono al darse cuenta de que ya la llamada se había cortado.

El joven miró la puerta cerrada de Caleb, tenía que hablar con él, tenía que convencerlo de que hacer esperar a Sebastián Cooper no era lo mejor que podía hacer en ese momento. Con cierto nerviosismo se puso de pie y caminó a la puerta, llamó y esperó a que su jefe le permitiera entrar, lo que demoró un par de minutos.

Caleb levantó la mirada y frunció el ceño al mirar a Brooke de nuevo frente a él.

—¿Se te olvidó algo?

—Oliver volvió a llamar, tienes que darle fecha y hora a Sebastián —pidió.

El hombre se puso de pie para enfrentar a Brooke.

—Te recuerdo que nuestro trato es de trabajo, Brooke y el único que puede llamarte sin protocolos soy yo —pronunció con frialdad.

—Lo siento, señor Belmont, y lamento la insistencia, pero si no atiende al señor Cooper lo perderá. Oliver dijo que estaban pensando en Astor S.A. —susurró.

Caleb apretó los puños, maldito fuera Sebastián por ponerlo contra las cuerdas.

—El miércoles de la próxima semana —murmuró con fastidio.

Brooke no necesitó preguntar más, salió de la oficina y esperó a que la hora de salida llegara. Estar junto a Caleb era un infierno, seguía enamorado de él y lo peor es que sabía que jamás volvería a tener una sola oportunidad para estar entre sus brazos.

Esa noche, Brooke terminó ahogando sus penas en el alcohol, bajo la atenta mirada de Gary Astor, el hombre había estado tentado a acercarse, pero sabía que no era la persona favorita de Brooke, no después de lo que había hecho.

—¿Qué es lo que te llama la atención de esa mesa?

Gary apartó la vista de Brooke para mirar a su hermano.

—Nada que sea de tu incumbencia, Yeremi —respondió, dando un sorbo a su bebida.

—No puedes engañarme, hermano, ese rubio en la mesa de la esquina te ha llamado la atención, ¿no? —preguntó.

—Tonterías —espetó.

—Es guapo y se ve bastante follable.

Gary lo miró con seriedad.

—¿No deberías estar de camino al aeropuerto? —le cuestionó, ignorando las palabras de Yeremi, él sabía muy bien cómo se veía Brooke, también sabía cómo se sentía estar dentro de su apretado culo. Lo había follado, aun cuando no debió hacerlo, su mano se apretó sobre el vaso de vidrio.

—Debería, pero estoy más que tentado a pasar la noche con ese rubio —dijo el chico con una sonrisa perversa en los labios.

—Ni se te ocurra, Yeremi —le advirtió Gary, el joven elevó las cejas.

—¿Por qué? ¿Lo has marcado como tuyo? —le cuestionó.

Gary bebió el resto del contenido de su copa.

—Es el asistente de Caleb Belmont —dijo, jamás aceptaría que se había acostado con él, eso sería poner una soga sobre su cuello. El recuerdo de Darío era suficiente para espantar su deseo de tener algún tipo de relación con otro hombre.

—Mejor aún —celebró Yeremi, dispuesto a ir tras Brooke, sin embargo, la mano firme de Gary se lo impidió.

—Déjalo en paz —le advirtió.

—¿Qué?

—Ya me has escuchado, si quieres disfrutar de tus vacaciones con suficientes fondos en tu tarjeta, harás lo que yo te diga.

—¿Me estás amenazando? —gruñó Yeremi con los dientes apretados.

—No, te estoy dando a elegir. Una noche con Brooke o un millón de dólares en tu cuenta bancaria para que disfrutes de tus vacaciones y puedas hacer lo que se te dé la puta gana —dijo.

—Tú ganas, espero ese millón de dólares antes de que aterrice en tierras europeas —pronunció, liberándose de su toque, mirando a Brooke mientras se marchaba.

Gary cerró los ojos por un breve momento, cuando los abrió llamó a un mesero. Le dijo algo al oído y luego salió detrás de su hermano, solo para asegurarse de que Yeremi no le jugara la vuelta. Entretanto, Brooke salió del club, confundido, su cuenta había sido pagada por un desconocido, estaba tan ebrio que no le importó y volvió a casa.

Los siguientes días no fueron distintos, la situación con Caleb seguía siendo la misma, incluso había discutido con él cuando intentó cancelar la cita con Sebastián de nuevo.

—Señores, sean ustedes bienvenidos —pronunció Brooke cuando Oliver y Sebastián se presentaron en las oficinas.

—Gracias, Gibson. ¿Caleb? —la pregunta de Sebastián no le sorprendió, era a él a quien esperaba ver.

—Ahora mismo está en una reunión con su padre, el señor Belmont. Por favor, pasen a la sala de juntas, Cale… Quiero decir, el señor Belmont va a reunirse con ustedes en breve —se disculpó Brooke, su tono de voz era nervioso, caminó y escuchó atento los pasos de Sebastián y Oliver detrás de él.

Brooke abrió la puerta de la sala de juntas, esperó a que los hombres entraran y luego la cerró, alcanzó a escuchar que discutían, pero no les prestó atención. Su preocupación era Caleb y ese jodido humor que se traía el día de hoy.

—El señor Cooper y su asistente esperan en la sala de juntas —anunció Brooke a Caleb, el hombre se levantó si mirarlo y salió de la oficina, a él no le quedó más remedio que ir detrás de él.

La discusión entre los hombres podía escucharse a través de la puerta, Brooke se sonrojó por lo que alcanzaba a escuchar, mientras que Caleb no tuvo reparos en abrir la puerta de par en par.

—Lamento la demora, señores, pero hay asuntos que difícilmente podían esperar —Brooke estuvo a punto de rodar los ojos al escucharlo, él sabía muy bien que todo era una farsa de su jefe, así que decidió ir por un par de botellas de agua para amenizar las negociaciones, Caleb no le había dado ninguna otra instrucción.

Brooke se demoró lo suficiente como para lucir confundido cuando un estruendo se escuchó dentro de la sala de juntas, él corrió al ver a Oliver afuera, solo podía imaginarse lo peor y no se equivocó. Abrió la puerta y lo que encontró fue a dos hombres golpeándose de manera salvaje.

—¡Eres un maldito, no voy a permitir que le pongas una mano encima! —gritó Sebastián lanzando otro puñetazo al rostro de Caleb.

Brooke no tenía que ser muy inteligente para deducir que Caleb había provocado a Sebastián.

—Pues deja que sea él quien decida. Si voy a guardarme esto, no lo haré por ti, sino por él —rebatió Caleb, devolviéndole el golpe.

El joven asistente miró a Oliver, era él el motivo de aquel alboroto. Caleb estaba interesado en el chico. Su corazón sufrió un revés.

—¡No te quedes allí parado, llama a seguridad! —gritó, sacando a Oliver de su estupor. Lo miró correr mientras él entraba a la sala y trataba de detener todo aquel escándalo.

—Señor Belmont, por favor debe detenerse —pidió halando el brazo de Caleb.

—Déjame Brooke, ¡deja que me dé el maldito gusto de romperle la cara a este imbécil! —gritó, liberándose del agarre del muchacho.

—¡Basta, Caleb! —gritó Brooke, rompiendo todo protocolo entre ellos e interponiéndose entre él y Sebastián.

—¡Basta! —gritó Oliver al ver el puño de Sebastián impactar contra el rostro de Brooke. Él gimió cuando el dolor lo atravesó en el mismo momento que los guardias lograron separarlos.

—No estoy haciendo negocios contigo y pagaré todo lo que tenga que pagar. Pero no pondrás ni una sola de tus manos sobre mí…—Sebastián se detuvo abruptamente y miró a Caleb con profundo rencor.

—Llévatelo Campbell, ¡llévatelo! —le urgió Brooke, ignorando su dolor y tratando de retener a Caleb, quien luchaba para liberarse. Si lo conseguía, las cosas solo se pondrían peor…

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