Brooke respiró profundo antes de llamar a la puerta de la oficina de Caleb. Las cosas entre los dos eran tensas luego de lo ocurrido con Gary Astor, su relación había terminado en el momento que Caleb miró las fotos de él y Gary juntos, aunque no fue consensuado, para Caleb fue una infidelidad que no pudo perdonarle. Además, no se atrevió a denunciar el robo, para evitar que el señor Belmont se enterara de su relación y le había permitido seguir en el trabajo, debido a que necesitaba pagar el tratamiento de su madre. Caleb no era malo, solo no pudo perdonarlo. Su orgullo fue mucho más grande que su amor.
—Adelante —escuchó la voz serena y fría de Caleb al otro lado de la puerta, ni siquiera había sido consciente del momento que había llamado, sumergido en sus pensamientos y en los amargos recuerdos.
Caleb levantó la mirada para encontrarse con Brooke, fue breve antes de volver su atención a los documentos que revisaba.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó con brusquedad.
—Sebastián Cooper insiste en reunirse contigo, he cancelado varias veces la cita, no creo que quiera seguir esperando —le informó en el tono más profesional que pudo.
—No me importa si quiere o no seguir esperando, no quiero hacer más negocios con él —espetó Caleb con enojo.
—Es el principal cliente de la ensambladora, perderlo significa tener un retroceso, a tu padre no va a gustarle —señaló Brooke, insistente.
Caleb apretó los dientes ante la mención de su padre. Sabía que apreciaba a Sebastián, tanto que todos los días los comparaba y le hacía ver cuáles eran las aptitudes del CEO que en solo dos años había llevado a Rent-Cars y Enterprise Airplane a la cima, algo que él no había podido hacer, gracias a haber fallado en la entrega del proyecto. Recordarlo le quemó la razón, pero se abstuvo de decir las palabras que picaron en su lengua. Las cosas con Brooke habían terminado con la promesa de no volver a tocar el tema jamás.
—Busca un hueco en mi agenda para la próxima semana —ordenó.
Brooke iba a refutar, a decirle que no podían darse ese lujo, pero sabía que Caleb no iba a escucharlo, por lo que sería una pérdida de tiempo. Se giró y salió de la oficina.
Trabajar para Belmont S.A. y ser el asistente de su examante era cada día más difícil para Brooke, mirarlo y saber que todo se había perdido por su causa dolía como cientos de cuchillas atravesando su corazón. Lo había perdido y todo era culpa de Gary, aquel frío y despiadado hombre le robó todo en una sola noche…
Brooke dio un pequeño salto cuando el teléfono de su escritorio sonó, respiró profundo y rogó para que no fuera el asistente de Sebastián, no había tenido suerte, la voz de Oliver Campbell se escuchó al otro lado de la línea.
—Gerencia General de Belmont S.A. —saludó.
—Hola, Brooke, qué gusto saludarte, aunque me temo que has de estar cansado de escucharme —el tono de su interlocutor era sereno y bromista, pero conocía el temperamento de Oliver y estaba seguro de que apenas le dijera que no había cita con Caleb ese día, iba a explotar—. ¿Tienes la hora para la cita de hoy con el señor Belmont?
Brooke tragó.
—Lo siento, Oliver, pero se ha presentado un asunto urgente en los talleres y el señor ha salido, no creo que vuelva —mintió, mientras escuchaba a Oliver bufar.
—No somos cualquier cliente, Brooke, te recuerdo que mi jefe puede cansarse de esperar y buscar otro proveedor, de hecho—Oliver hizo una pausa que atemorizó a Brooke—, Estamos viendo la posibilidad de solicitar información a Astor S.A. y rescindir el contrato con ustedes.
Brooke sintió que el piso se le abría bajo los pies, si eso llegaba a suceder, la furia de Caleb sería terrible y no solamente eso, también estaba el señor Belmont, estaba seguro de que le quitaría la dirección de la ensambladora.
—Dame unos días, Oliver, por favor —pidió en un intento desesperado de salvarle el pellejo a Caleb.
—Bien, tiene unos pocos días, pero no tendrás ni un solo minuto más si vuelven a cancelar la cita.
Brooke asintió, como si Oliver pudiera verlo, colgó el teléfono al darse cuenta de que ya la llamada se había cortado.
El joven miró la puerta cerrada de Caleb, tenía que hablar con él, tenía que convencerlo de que hacer esperar a Sebastián Cooper no era lo mejor que podía hacer en ese momento. Con cierto nerviosismo se puso de pie y caminó a la puerta, llamó y esperó a que su jefe le permitiera entrar, lo que demoró un par de minutos.
Caleb levantó la mirada y frunció el ceño al mirar a Brooke de nuevo frente a él.
—¿Se te olvidó algo?
—Oliver volvió a llamar, tienes que darle fecha y hora a Sebastián —pidió.
El hombre se puso de pie para enfrentar a Brooke.
—Te recuerdo que nuestro trato es de trabajo, Brooke y el único que puede llamarte sin protocolos soy yo —pronunció con frialdad.
—Lo siento, señor Belmont, y lamento la insistencia, pero si no atiende al señor Cooper lo perderá. Oliver dijo que estaban pensando en Astor S.A. —susurró.
Caleb apretó los puños, maldito fuera Sebastián por ponerlo contra las cuerdas.
—El miércoles de la próxima semana —murmuró con fastidio.
Brooke no necesitó preguntar más, salió de la oficina y esperó a que la hora de salida llegara. Estar junto a Caleb era un infierno, seguía enamorado de él y lo peor es que sabía que jamás volvería a tener una sola oportunidad para estar entre sus brazos.
Esa noche, Brooke terminó ahogando sus penas en el alcohol, bajo la atenta mirada de Gary Astor, el hombre había estado tentado a acercarse, pero sabía que no era la persona favorita de Brooke, no después de lo que había hecho.
—¿Qué es lo que te llama la atención de esa mesa?
Gary apartó la vista de Brooke para mirar a su hermano.
—Nada que sea de tu incumbencia, Yeremi —respondió, dando un sorbo a su bebida.
—No puedes engañarme, hermano, ese rubio en la mesa de la esquina te ha llamado la atención, ¿no? —preguntó.
—Tonterías —espetó.
—Es guapo y se ve bastante follable.
Gary lo miró con seriedad.
—¿No deberías estar de camino al aeropuerto? —le cuestionó, ignorando las palabras de Yeremi, él sabía muy bien cómo se veía Brooke, también sabía cómo se sentía estar dentro de su apretado culo. Lo había follado, aun cuando no debió hacerlo, su mano se apretó sobre el vaso de vidrio.
—Debería, pero estoy más que tentado a pasar la noche con ese rubio —dijo el chico con una sonrisa perversa en los labios.
—Ni se te ocurra, Yeremi —le advirtió Gary, el joven elevó las cejas.
—¿Por qué? ¿Lo has marcado como tuyo? —le cuestionó.
Gary bebió el resto del contenido de su copa.
—Es el asistente de Caleb Belmont —dijo, jamás aceptaría que se había acostado con él, eso sería poner una soga sobre su cuello. El recuerdo de Darío era suficiente para espantar su deseo de tener algún tipo de relación con otro hombre.
—Mejor aún —celebró Yeremi, dispuesto a ir tras Brooke, sin embargo, la mano firme de Gary se lo impidió.
—Déjalo en paz —le advirtió.
—¿Qué?
—Ya me has escuchado, si quieres disfrutar de tus vacaciones con suficientes fondos en tu tarjeta, harás lo que yo te diga.
—¿Me estás amenazando? —gruñó Yeremi con los dientes apretados.
—No, te estoy dando a elegir. Una noche con Brooke o un millón de dólares en tu cuenta bancaria para que disfrutes de tus vacaciones y puedas hacer lo que se te dé la puta gana —dijo.
—Tú ganas, espero ese millón de dólares antes de que aterrice en tierras europeas —pronunció, liberándose de su toque, mirando a Brooke mientras se marchaba.
Gary cerró los ojos por un breve momento, cuando los abrió llamó a un mesero. Le dijo algo al oído y luego salió detrás de su hermano, solo para asegurarse de que Yeremi no le jugara la vuelta. Entretanto, Brooke salió del club, confundido, su cuenta había sido pagada por un desconocido, estaba tan ebrio que no le importó y volvió a casa.
Los siguientes días no fueron distintos, la situación con Caleb seguía siendo la misma, incluso había discutido con él cuando intentó cancelar la cita con Sebastián de nuevo.
—Señores, sean ustedes bienvenidos —pronunció Brooke cuando Oliver y Sebastián se presentaron en las oficinas.
—Gracias, Gibson. ¿Caleb? —la pregunta de Sebastián no le sorprendió, era a él a quien esperaba ver.
—Ahora mismo está en una reunión con su padre, el señor Belmont. Por favor, pasen a la sala de juntas, Cale… Quiero decir, el señor Belmont va a reunirse con ustedes en breve —se disculpó Brooke, su tono de voz era nervioso, caminó y escuchó atento los pasos de Sebastián y Oliver detrás de él.
Brooke abrió la puerta de la sala de juntas, esperó a que los hombres entraran y luego la cerró, alcanzó a escuchar que discutían, pero no les prestó atención. Su preocupación era Caleb y ese jodido humor que se traía el día de hoy.
—El señor Cooper y su asistente esperan en la sala de juntas —anunció Brooke a Caleb, el hombre se levantó si mirarlo y salió de la oficina, a él no le quedó más remedio que ir detrás de él.
La discusión entre los hombres podía escucharse a través de la puerta, Brooke se sonrojó por lo que alcanzaba a escuchar, mientras que Caleb no tuvo reparos en abrir la puerta de par en par.
—Lamento la demora, señores, pero hay asuntos que difícilmente podían esperar —Brooke estuvo a punto de rodar los ojos al escucharlo, él sabía muy bien que todo era una farsa de su jefe, así que decidió ir por un par de botellas de agua para amenizar las negociaciones, Caleb no le había dado ninguna otra instrucción.
Brooke se demoró lo suficiente como para lucir confundido cuando un estruendo se escuchó dentro de la sala de juntas, él corrió al ver a Oliver afuera, solo podía imaginarse lo peor y no se equivocó. Abrió la puerta y lo que encontró fue a dos hombres golpeándose de manera salvaje.
—¡Eres un maldito, no voy a permitir que le pongas una mano encima! —gritó Sebastián lanzando otro puñetazo al rostro de Caleb.
Brooke no tenía que ser muy inteligente para deducir que Caleb había provocado a Sebastián.
—Pues deja que sea él quien decida. Si voy a guardarme esto, no lo haré por ti, sino por él —rebatió Caleb, devolviéndole el golpe.
El joven asistente miró a Oliver, era él el motivo de aquel alboroto. Caleb estaba interesado en el chico. Su corazón sufrió un revés.
—¡No te quedes allí parado, llama a seguridad! —gritó, sacando a Oliver de su estupor. Lo miró correr mientras él entraba a la sala y trataba de detener todo aquel escándalo.
—Señor Belmont, por favor debe detenerse —pidió halando el brazo de Caleb.
—Déjame Brooke, ¡deja que me dé el maldito gusto de romperle la cara a este imbécil! —gritó, liberándose del agarre del muchacho.
—¡Basta, Caleb! —gritó Brooke, rompiendo todo protocolo entre ellos e interponiéndose entre él y Sebastián.
—¡Basta! —gritó Oliver al ver el puño de Sebastián impactar contra el rostro de Brooke. Él gimió cuando el dolor lo atravesó en el mismo momento que los guardias lograron separarlos.
—No estoy haciendo negocios contigo y pagaré todo lo que tenga que pagar. Pero no pondrás ni una sola de tus manos sobre mí…—Sebastián se detuvo abruptamente y miró a Caleb con profundo rencor.
—Llévatelo Campbell, ¡llévatelo! —le urgió Brooke, ignorando su dolor y tratando de retener a Caleb, quien luchaba para liberarse. Si lo conseguía, las cosas solo se pondrían peor…
Luego de aquel inoportuno escándalo en la sala de juntas de Belmont S.A., las cosas fueron a peor, Caleb no se paró a preguntarle cómo estaba su herida, si le había dolido el puñetazo de Sebastián. Ahora actuaba extraño y hacía cosas que, no lo había visto hacer nunca. Cómo dejarse fotografiar con Sebastián Cooper y un chico joven, saliendo de una discoteca. Sin duda, ese no era el Caleb que él conocía, no era el hombre que a él le había demostrado ser.Su relación había sido un secreto, una relación ilícita que, si bien había aceptado, era porque tenía la esperanza que, en un futuro, Caleb lo gritara a los cuatro vientos, cosa que no sucedió y no sucedería.—¿Bebiendo solo? —Brooke levantó la mirada para encontrarse con los ojos fríos de Gary, no había tenido la “dicha” de volver a verlo desde que salió de su oficina aquel día.—¿Qué es lo que quieres, Gary? —preguntó, no deseaba conocer la respuesta, pero no tenía nada mejor que hacer.—¿Puedo sentarme?—¿Necesitas permiso? —le cues
Brooke miró a su madre, su corazón le dolió, aun así, le sonrió.—Luces triste, hijo —susurró Molly, acariciando los rubios cabellos de Brooke.—Cansado, mamá, estoy cansado. El trabajo me trae de un lado a otro —mintió, llevaba cuatro semanas sin empleo, había aplicado en diversas compañías, pero en ninguna había sido llamado. Sus pocos ahorros estaban terminándose y la liquidación que Caleb le había dado, sirvió para cubrir un par de meses anticipados en la clínica.—Lo siento tanto, cariño, soy una carga muy pesada para ti.—No digas eso, mamá, eres lo único bueno que tengo en mi vida. Haría cualquier cosa por ti —le aseguró.Brooke había pensado en buscar un trabajo en algún restaurante de mesero, incluso estaba dispuesto a trabajar en algún club por las noches, luego de escuchar que la paga era buena, aunque el trabajo no era muy decente, ¿importaba? ¿A quién podía afectarle sino solamente a él? Y ante la necesidad de trabajo, no le haría caras a ninguna fuente de ingresos.—Trab
Brooke recargó la cabeza sobre la madera, su corazón estaba agitado y sus piernas temblaban. No tenía idea de cómo había hecho para volver a su departamento luego de estar en la oficina de Gary tras haber aceptado ser su asistente personal.Los dedos de Brooke acariciaron sus labios y el recuerdo del beso ardiente que habían tenido le quemó a fuego vivo. ¿Qué era lo que estaba mal con él? ¿Cómo podía agitarse de aquella manera ante el beso del hombre que más odiaba? ¿Por qué su cuerpo lo deseaba?Brooke no comprendía por qué lo deseaba, odiándolo como lo hacía. Gary no era su amigo, era su enemigo y no debía olvidarse de eso. Gary no era bueno, él mismo lo había mencionado. «¿Qué tipo de hombre enfermo soy para someterse de esa manera?», se preguntó.—Un hombre desesperado y arruinado —masculló, apretando sus manos en dos firmes y fuertes puños.Brooke se sentía perdido y presionado por las circunstancias. El no encontrar un trabajo que le aportara lo que necesitaba para pagar la hosp
—¿Tu oficina? —preguntó Brooke, desde dentro del auto, reacio a salir, pues era consciente de lo que habían hecho en ese sitio unos meses atrás.Gary se inclinó sobre la puerta antes de responderle.—Sí, ya te lo he dicho, tengo trabajo pendiente.—¿Y vas a pagarme horas extras? Te recuerdo que ya no estoy en horario laboral —pronunció Brooke, intentando poner trabas para no ir con él.Gary le sonrió.—Eres mi asistente, Brooke, estarás donde yo esté y si tengo que pagarte horas extras, lo haré. Ahora baja y acompáñame —le ordenó.Brooke se liberó del cinturón de seguridad y bajó. El frío le hizo temblar, algo que no pasó desapercibido para Gary, quien sacó un abrigo de la parte de atrás del auto y lo colocó en los hombros de Brooke, sorprendiéndolo.—No digas nada y date prisa —dijo, interrumpiendo lo que Brooke iba a decirle, pues ni él sabía el motivo de su acción.Brooke asintió, acomodó el abrigo sobre su cuerpo y caminó en completo silencio detrás de Gary y con cada paso que dab
Paul Raymond miró al joven rubio alejarse y sonrió; se giró para dirigirse al antro, pero terminó encontrándose cara a cara con Gary.—¿Qué haces aquí? —preguntó Gary. Había un matiz de enojo y rencor en su voz, pero Paul no se amedrentó.—¿No estás feliz de verme, querido sobrino? —preguntó Paul, cerrando la distancia entre ellos.—No tengo motivos para estar feliz de verte —le espetó con cierta rabia.Paul suspiró.—Te vi llegar con un apuesto rubio, ¿tuyo? —cuestionó, y Gary no pudo evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo; su columna se estremeció y tensó como la cuerda de un violín.—Mi asistente —espetó, trató de sonar desinteresado.—¿Qué es lo que le has hecho que se ha marchado llorando? ¿Es que nunca vas a aprender a tratar a las personas?Gary adivinó la burla en su tono de voz, apretó los puños con fuerza y trató de no pensar en Brooke.—Él es únicamente mi asistente, si no le gusta el trabajo, puede largarse.Paul sonrió.—Me alegra escucharlo, pensé que las cosas v
Gary maldijo una y otra vez; el dolor lo mantuvo de rodillas por varios minutos, tiempo que Brooke aprovechó para escapar de él.—Déjalo ir, es lo mejor para los dos —farfulló con los dientes apretados; sin embargo, no era tan fácil. Lo tenía metido en la piel y en la sangre.Brooke era el manjar que no debió probar, pero ¿cuántas veces tenía que decirse todo aquello? Ya lo había hecho y nada podía cambiarlo. Necesitaba verlo, olerlo, sentirlo.—Maldición, maldición —gruñó, levantándose del piso y sentándose en el sillón de piel.—Señor…Gary levantó la mirada para encontrarse con Cecilia. La joven estaba aferrada al pomo de la puerta, sus ojos brillaban, y él no pudo evitar evocar los recuerdos recientes. Cecilia tocando la mejilla de Brooke, acariciando su frente… la ira volvió a adueñarse de él.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó de mala manera, provocando que Cecilia diera un pequeño salto del susto.—¿Se encuentra bien?—Estoy perfectamente bien, ahora déjame solo y busca a Brook
«No puedo dejar de pensarte, no quiero que seas mi amante, Brooke. Podemos intentar ser algo más».Las palabras de Gary se repitieron en la cabeza de Brooke mientras su boca era devorada. Sus ojos lucharon para no cerrarse y ceder ante la tentación que representaba Gary para él. En otro tiempo, en otras circunstancias, tal vez habría confiado. Ahora era muy difícil hacerlo, y menos cuando se trataba del culpable de todos sus males.—Déjame —pidió, apenas Gary le dio un respiro.—Brooke.—Lo siento, pero no puedo confiar en ti. Estoy cansado de sufrir, Gary. Cansado de que todos me vean como un objeto.Los ojos de Gary recorrieron el rostro de Brooke. Levantó la mano y con su dorso acarició la mejilla del muchacho.—Sé que no merezco tu confianza, Brooke. Soy malditamente consciente de que te he causado daño, que no debí involucrarme contigo de ninguna manera. Pero aquí me tienes, siendo incapaz de alejarme de ti.Brooke tragó el nudo que se le formó en la garganta mientras trataba de
Brooke miró con discreción el rostro sereno de Gary; le parecía tan irreal estar sentado en el mismo auto con él, ocupando un mismo espacio y no estar tirándose pedradas. ¿Las últimas semanas realmente lo habían cambiado? Consideraba que no; nadie cambiaba de manera tan drástica; sin embargo, no podía negar que la actitud de Gary era la de un hombre diferente al que conocía.—Vas a darme una idea equivocada si continúas viéndome de esa manera.Brooke apartó la mirada con rapidez al saberse descubierto, se mordió el labio y apretó sus manos. Gary giró el rostro para ver a Brooke; él recargó la cabeza contra el vidrio de la ventana y cerró los ojos. No dormía, lo sabía. Simplemente estaba evitándolo.El trayecto al hospital fue silencioso, pero no incómodo; tener a Brooke en su auto era más que suficiente para sentirse bien.—Hemos llegado, Brooke —avisó antes de estacionar el auto en el sótano del hospital. Brooke se recompuso, asintió y abrió la puerta para salir del vehículo. Gary lo