En el corazón de esta antigua metrópolis, donde la belleza y el peligro bailaban un tango eterno, Valentina Rossi estaba perdida en un mundo de imágenes capturadas en papel.
Su pequeño estudio se encontraba inundado de fotografías. Láminas en blanco y negro se mecían suavemente, colgando de hilos que cruzaban el espacio. Los ojos de Valentina, ágiles y voraces, devoraban cada imagen mientras su corazón latía al compás de la emoción.
Había una foto en particular que siempre la transportaba a otro tiempo: una anciana con un pañuelo en la cabeza, sentada en la puerta de una vieja casa, con los ojos nublados pero llenos de historias. Valentina recordaba el día que la tomó; el aroma a café recién hecho y el murmullo de las conversaciones en italiano. Había algo en la mirada de la anciana que le hablaba de una vida vivida con pasión y valentía.
En otra esquina del cuarto, una fotografía en color de un atardecer sobre el puerto de Nápoles acariciaba los sentidos con tonos de naranja, rojo y púrpura. Los barcos danzaban en el agua, y la luz capturada en el objetivo de Valentina parecía una caricia tibia en la piel.
Mientras examinaba sus fotografías, pensaba en cómo su arte le permitía conectar con el mundo. A través de su lente, descubría rincones y personas que hablaban de lo efímero y lo eterno. Y recientemente, su cámara la había llevado a conocer a Alessandro Lombardi, el enigmático millonario, dueño de un anticuario, cuya melancolía y misterio la habían cautivado.
Mientras perdía la mirada en una foto de un niño jugando en una fuente, su teléfono vibró. Un mensaje de Alessandro iluminó la pantalla: — ¿Te gustaría venir a mi tienda mañana? Tengo algo que mostrarte.
Su corazón saltó. No podía esperar para verlo de nuevo. Sin embargo, al ver el mensaje y leer que tenía una tienda, le pareció extraño. No sabía que tenía una tienda de antigüedades. Tal vez era uno de los tantos negocios que el hombre tenía. Se decía que era no millonario, sino multimillonario y un gran filántropo. Aunque algunos decían que era un dinero grabado gracias al trabajo arduo de sus padres, y otros decían que era porque su familia, una de las más antiguas de Nápoles, había pertenecido a la mafia desde siempre. Una vocecita le advirtió, pero ella la hizo a un lado.
El mensaje de Alessandro iluminó la pantalla de su teléfono y Valentina sintió un escalofrío de emoción al leerlo. Su corazón latía con fuerza mientras leía las palabras: "¿Te gustaría venir a mi tienda mañana? Tengo algo que mostrarte."
La idea de verlo de nuevo la llenó de anticipación y emoción. Durante todo el día, no pudo evitar pensar en su encuentro en las calles de Nápoles y en el misterio que rodeaba a ese enigmático hombre. Pero el mensaje también la dejó intrigada. No sabía que Alessandro tenía una tienda, y mucho menos una de antigüedades.
Pasó horas frente al espejo de su habitación, tratando de elegir el atuendo perfecto para su encuentro con Alessandro al día siguiente. Se probó varios vestidos, contemplando su reflejo en el espejo. Había un vestido verde con estampado de flores que le daba un aire fresco y juvenil, un vestido rojo que resaltaba su pasión y energía, un vestido azul de tela suave y delicada que le confería una elegancia sutil y, finalmente, un vestido amarillo de encaje que le encantaba y que realzaba su feminidad.
Valentina se sentía indecisa, preguntándose cuál sería la elección adecuada. Por un lado, sabía que Alessandro tenía la reputación de ser un hombre bien vestido y elegante en todo momento. Por otro lado, ella no era de las que buscaban marcas de diseñador ni ostentación en la moda. Quería sentirse auténtica y cómoda, pero también deseaba causar una buena impresión.
Finalmente, optó por el vestido amarillo de encaje y unas sandalias de tacón alto, pero informales que tenía en su armario. Combinó el conjunto con accesorios sencillos pero elegantes. Cuando finalmente se miró en el espejo, se sintió satisfecha con su elección. El amarillo resaltaba su piel oliva y los detalles de encaje añadían un toque de sofisticación.
La noche pasó lentamente para Valentina, llena de anticipación y mariposas en el estómago. No podía evitar preguntarse qué tenía Alessandro para mostrarle en su tienda y qué revelaciones podrían surgir en ese encuentro. Por un momento, las advertencias en su mente volvieron a aparecer, pero las apartó. Estaba dispuesta a descubrir más sobre el enigmático hombre que había entrado en su vida de manera tan inesperada.
Al día siguiente, con su cámara al hombro, Valentina caminó por las calles adoquinadas de Nápoles hasta llegar a la tienda de antigüedades de Alessandro. El lugar era un tesoro escondido, con estanterías repletas de objetos que parecían susurrar secretos del pasado. El olor a madera vieja y libros antiguos envolvía el ambiente.
Alessandro, con su cabello oscuro y ojos profundos, la saludó con una sonrisa tímida. Vestido con un traje impecable que evocaba la elegancia de un tiempo olvidado, parecía un príncipe sacado de las páginas de un libro de historia.
—Te estaba esperando, Valentina—dijo con una voz suave.
La condujo hacia la parte trasera de la tienda, donde había una mesa cubierta de fotografías antiguas. Valentina quedó asombrada al ver la colección; cada imagen era una ventana a un pasado que ya no existía. Los ojos de Alessandro brillaban mientras le mostraba la meticulosa colección de su familia. Fue entonces cuando Valentina comprendió la profundidad de su conexión: ambos eran guardianes de historias y momentos a través de sus respectivas pasiones.
Hablaron durante horas sobre la historia detrás de cada fotografía, y cómo estas pequeñas piezas de papel eran capaces de preservar emociones y sentimientos. Los ojos de Valentina se llenaron de lágrimas cuando Alessandro le mostró una imagen de su abuela, una mujer bellísima con una mirada audaz y decidida.
—Me recuerda a la fotografía que tomaste de la anciana—, dijo Alessandro. —Es como si captaras su espíritu.
— ¿Cómo sabes de esa foto?
—Después de que te conocí averigüé un poco, y me dijeron que una amiga tuya tenía un restaurante donde colocaba tus fotos a manera de exposición. Supe que habías vendido varias de tus fotos a clientes del restaurante. Fui y vi, esa foto en particular, la de la anciana, y quedé impactado.
—Bueno…muchas gracias.
Valentina sintió un nexo especial entre ellos; compartían un amor por la historia y un deseo de preservar la belleza en el mundo, a pesar de estar rodeados por la sombra de la mafia y la corrupción.
Al salir de la tienda, Valentina no pudo evitar tomar una fotografía de Alessandro en la puerta. La luz del atardecer le daba un halo dorado, y parecía un guardián eterno de tesoros olvidados.
En los días que siguieron, ella encontró una nueva dimensión en su fotografía. Comenzó a capturar momentos que hablaban no solo de la belleza, sino también de la fortaleza y la resistencia. A través de su lente, captó la esperanza en los ojos de un joven vendedor de flores, la determinación de una madre llevando a sus hijos a la escuela y la fuerza de un viejo pescador reparando sus redes.
Una tarde, mientras se encontraba en su pequeño estudio debajo de su apartamento, recibió una visita inesperada. Alessandro, con un ramo de rosas rojas en sus manos y una sonrisa nerviosa, se encontraba en la puerta.
—Quiero agradecerte—, murmuró. —Me has mostrado cómo la belleza puede florecer incluso en los lugares más oscuros—
Valentina, emocionada, le mostró su última fotografía: una imagen de la tienda de Alessandro bajo la luz de la luna, con la sombra de su figura en la puerta.
—Esta es mi favorita—, dijo. —Porque te ves como un protector y la luz de la luna iluminándote, parece que te otorgara su poder. Casi como un súper héroe—se echó a reír.
Alessandro sonrió—soy todo, menos un superhéroe—tomó su mano y, juntos, se perdieron en un mar de imágenes y recuerdos.
En ese pequeño estudio, en el corazón de una ciudad donde la mafia y la historia se entrelazaban, ambos encontraron refugio en su compartida pasión por capturar y preservar momentos llenos de significado.
*****
Varios días habían pasado desde su último encuentro con Alessandro y Valentina no dejaba de pensar en él, y en esos ojos misteriosos. Con su cabello ondeando detrás de ella, y su cámara alrededor de su cuello, se sumergió en la rica cultura de la ciudad, en busca de inspiración. Sus pensamientos, sin embargo, estaban plagados por la enigmática figura de Alessandro Lombardi.
Él por su parte, encontraba sus pensamientos consumidos por la joven fotógrafa. En su mundo, donde el peso de las viejas tradiciones y los lazos familiares a menudo amenazaban con asfixiarlo, la pasión de Valentina por la vida era como un soplo de aire fresco.
Pero esa tarde soleada en especial, ambos tendrían una sorpresa. Mientras Valentina exploraba las estrechas calles, encontró un pequeño café escondido. Su sorpresa fue mayúscula al ver a Alessandro sentado en una mesa, leyendo un periódico. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse.
— ¿Vienes mucho por aquí? — preguntó Valentina, intentando controlar el latido acelerado de su corazón.
—Podría hacerte la misma pregunta— respondió Alessandro con una sonrisa suave—He pensado en ti, estos últimos días—no pudo evitar confesar.
—Y yo he estado a punto de escribirte varias veces a tu móvil, pero…bueno, eres un hombre ocupado. No quería molestar.
—Tu jamás me molestarías —le dio una mirada enigmática.
—Y entonces… ¿puedo sentarme a tu lado?—preguntó ella señalando la silla cerca de él.
—Por supuesto que sí. Acabas de hacer mi tarde mucho mejor.
Así, con café y risas, comenzaron una serie de encuentros casuales que parecían más destino que coincidencia.
Los días se convirtieron en semanas, y las conversaciones fluyeron tan fácilmente como el vino en las noches tranquilas. Hablaban de arte, historia y la misteriosa dualidad de Nápoles. Valentina se encontraba hipnotizada por la forma en que Alessandro hablaba de su ciudad, con amor y un toque de melancolía.En uno de sus encuentros, caminaron juntos por el antiguo puerto. El aire salado mezclado con el aroma de pescado fresco y el sonido de las gaviotas creaba un telón de fondo perfecto para sus risas compartidas. Valentina sintió la atracción creciendo, un deseo indescriptible de conocer los secretos detrás de los ojos de él.Ya en la noche, Bajo el manto de las estrellas, Alessandro y Valentina pasearon por un animado muelle, donde pequeños carros de comida ofrecían delicias culinarias. El aroma tentador de la cocina italiana llenaba el aire, mezclándose con el sonido de la brisa marina y las risas de las personas que disfrutaban de la noche.Valentina se sentía emocionada y agradec
Los dedos se flexionaban contra él mientras jalaba su cuerpo contra ella. Ella era suave y con curvas contrastando contra su cuerpo duro e implacable, sin hablar de lo duro que sentía su miembro en ese momento. Él se sentía consumido como nunca antes, y no quería nada más que quedarse horas en ese beso cargado de tantas promesas. Pero por mucho que quisiera ver a dónde iba ese beso, no podía. De manera que empezó a retroceder. Acarició sus hermosos labios hinchados y abrió los ojos. La mirada eufórica en su rostro: sus labios rojos e hinchados como si una abeja los hubiera picado, sus mejillas sonrosadas y la forma en que sus párpados revoloteaban, era una imagen que felizmente llevaría consigo a la cama esa noche. —Dios, tenía tantas ganas de hacer esto. Toda la noche no hice sino pensarlo, pero estaba tratando de ser cortés—le dijo a Valentina, que lo miraba con ojos vidriosos todavía por el beso. —Me alegro de que lo hayas hecho. Las palabras son suaves e infundidas de lujuria
El rostro de Enzo anunciaba mas noticias y hasta Valentina pudo notarlo. —¿sucede algo malo? —Oh no querida, no es nada. Enzo tiene la particularidad de hacer entradas de ese tipo y con esa cara, todo el mundo teme inmediatamente que algo malo pase--comentó sonriendo, tratando de disimular. Valentina lo miró directamente a los ojos—¿estás seguro? —Por supusto. No hay nada de que preocuparse. Pero si me disculpas, voy a decirle algo a Enzo, y enseguida estoy contigo. Si quieres puedes seguir recorriendo el lugar y toma todas las fotos que quieras. —¡Oh bien! dijo emocionada—me encanta esa idea. —En unos minutos estoy contigo—mientras veía a Valentina alejarse para recorrer el lugar,Enzo se acercó y con total secretismo le comunicó las malas noticias. —Alessandro, no tuve tiempo de decirte, pero encontramos algo. Romano
El yate estaba iluminado solo por delicadas luces de cuerda que daban un ambiente etéreo al lugar. Una pequeña mesa estaba preparada en la cubierta, adornada con rosas blancas y copas de cristal. —Me siento como si estuviera en un sueño—, susurró Valentina, mientras Alessandro la guiaba hacia la mesa. —Entonces, es un sueño del que no deseo despertar—, respondió él con una sonrisa. — ¿tienes hambre? — ¡Oh sí, mucha!—dijo riendo. —Entonces vayamos a la mesa—fueron hacia el comedor y Cenaron bajo las estrellas; mariscos frescos, pasta hecha a mano, y vino de las viñas de la familia Lombardi. Hablaron sobre todo y nada, mientras el mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Después de la cena, Alessandro se levantó y extendió su mano. — ¿Bailas?—, preguntó, y había una ternura en su voz que Valentina rara vez había escuchado. La música flotaba a trav
Suavemente,Alessandro la dejó en el suelo por un momento. Las piernas de Valentina se tambaleaban y su corazón se desbocó de emoción mientras lo veía desabrocharse la camisa y quitársela rápidamente con un movimiento fluido. Sin la camisa, finalmente puedo mirar el ancho pecho y los planos duros y musculosos de su increíble físico. Él era perfecto. Hombros, pectorales y abdominales tan gloriosamente firmes que su boca literalmente colgó abierta. Este era un hombre que cuidaba su cuerpo en un gimnasio. La miró durante varios momentos llenos de tensión sexual, luego sonrió la alcanzó, atrayéndola a sus brazos. Lentamente subió la parte inferior del vestido por sus piernas de manera lenta y sensual. —Siento que he estado esperando por siempre esto—, su voz se abrió paso a través de la neblina sexualmente cargada en la mente de ella. Sus ojos sostienen la miraban llenos de pasión y el corazón de
Un rato después de todos los besos, él tomó su rostro entre sus manos—no tienes idea las ganas que tengo de hacerte mía. Pero quiero que sea mucho más especial que un yate. Al menos la primera vez entre nosotros, cara mía. — ¡Dios! ¿Más especial que esta noche?—ella se echó a reír—vas a acabar conmigo o mejor dicho, con mi corazón. —Quiero enamorarte—susurró en su oído y luego lo lamió haciendo que ella sintiera corrientazos por todo su cuerpo. —Yo…colocó sus brazos alrededor de su cuello y le dio pequeños besos—ya estoy enamorada. --que curiiso que lo digas, porque yo siento lo mismo. ***** Cuando fin
Al final de la tarde, cuando el aire comenzó a enfriarse, se encontraron sentados en un banco con vista al puerto. Las luces de los barcos parpadeaban y el murmullo de la ciudad les envolvía. Valentina, decidida, tomó la mano de Alessandro. —Quiero conocer toda tu historia, Alessandro. Cuando estés listo para compartirla—, susurró. Él la miró fijamente, con sus ojos azules como un mar embravecido. En su silencio, Valentina entendió que las verdades de Alessandro estaban envueltas en capas más profundas de lo que podía imaginar. Alessandro apretó su mano. Su rostro, normalmente sereno, ahora parecía llevar el peso de mil tormentas. —Valentina, hay cosas que desearía poder decirte... pero no puedo, al menos no aún—, su voz era un murmullo tenso. Los corazones de ambos latían al unísono, como si las corrientes del Mediterráneo los unieran en ese preciso instante. Ella se perdió en los ojos de Al
cerca de la Vía Toledo. Entre platos de pasta y copas de vino, las risas y las historias fluían sin cesar. Fue allí donde Valentina se dio cuenta de cuánto se había entrelazado su vida con la de Alessandro. A través de las callejuelas de Nápoles, en las texturas de la sfogliatella y el murmullo del Mar, había encontrado a alguien que resonaba con su alma de una manera que nunca antes había experimentado. Mientras terminaban sus platos, Valentina le mostró a Alessandro algunas de las fotografías que había tomado durante el día. Sus ojos recorrieron con atención cada imagen, y luego se encontraron con los de ella. —Tienes un don, — dijo él con sinceridad. —Capturas la esencia de las cosas, la belleza en los detalles. Valentina se sintió humilde ante sus palabras. —Gracias, — respondió. —Tus historias... siento como si me hubieras llevado a través del tiempo. Eres parte de esta ciudad, Alessandr