Capítulo 39

Una vez fuera, se encontraron con un Nápoles aún más sombrío, como si la ciudad sintiera lo que ellos sentían en ese momento. Las calles parecían estrecharse mientras corrían hacia el vehículo que habían estacionado cerca.

— ¡Rápido! ¡Al auto!— gritó Enzo mientras se abría camino a tiros.

Finalmente, se metieron en el coche y aceleraron. Las luces de Nápoles se desvanecieron en la distancia mientras dejaban atrás el puerto y el almacén.

En el coche, Alessandro, todavía sosteniendo a Valentina en sus brazos, la miró. — ¿Estás bien?— preguntó con voz temblorosa.

—Sí, gracias a ti—, respondió ella, agarrándose a él.

Enzo, conduciendo, miró por el ret

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