El hombre de la calle era Alessandro Lombardi, cuya reputación y carisma eran conocidos en toda Nápoles. De alguna manera, Valentina se sintió impulsada a salir y acercarse a él. Instintivamente, apretó su cámara y se adentró aún más en la penumbra. Él era alto y de mirada penetrante. Fue emergiendo de las sombras y el corazón de Valentina se aceleró, y una sensación contradictoria de miedo y curiosidad la invadió.
Alessandro, con su traje oscuro y su aura de peligro, la observó detenidamente. El mundo pareció detenerse en ese momento, dejándolos a solas en una danza silenciosa. Sus ojos se encontraron, y algo se encendió en el interior de Valentina. Era como si estuviera conectada a él de alguna manera inexplicable.
Sin embargo, la advertencia resonaba en su mente, sus instintos le recordaban que no debía acercarse demasiado. Pero la atracción era irresistible, y Valentina dio un paso cauteloso hacia adelante.
Una vez en la calle, Valentina se acercó tímidamente. Alessandro la miró con una expresión indescifrable. — ¿Eres una fotógrafa? — preguntó con voz grave y un leve acento que sonaba como música.
—Sí, lo soy. Me llamo Valentina, — respondió ella, casi en un susurro. —disculpa si te molestó que tomara esas fotos, pero cuando tengo la imagen perfecta, no puedo evitar disparar.
—Es un juego de palabras interesante, el que has usado—su ceja se enarcó, mirándola con curiosidad— ¿disparas muy a menudo?
—Cada vez que puedo…si—respondió ella sin entender lo que realmente quería decir él.
—Alessandro — dijo él de repente, ofreciéndole una mano. Al estrechar su mano, Valentina sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Se acercó un poco más, lo suficiente como para sentir el calor de su aliento en la piel de Valentina. Sus miradas se encontraron nuevamente, y Valentina sintió cómo su corazón latía al ritmo de sus latidos —Valentina, tienes los ojos más hermosos que he visto.
—Gracias—dijo ella tímidamente. Conversaron brevemente. Valentina notó que Alessandro era reservado, pero había algo en su mirada que la hacía querer saber más sobre él. Él, por su parte, parecía fascinado por la pasión de Valentina por la fotografía.
Después de un rato, y sin saber cómo pasó, acordaron encontrarse de nuevo, intercambiaron números de celular. En ese momento, bajo las luces de la calle de Nápoles y con la brisa invernal acariciando sus rostros, comenzó a florecer algo que ellos dos ni siquiera sabían que empezaba en ese momento. Una historia de amor que se tejería entre los hilos de la pasión y el peligro. Alessandro le regaló una rosa que compró a una mujer que iba vendiéndolas en un canasta para los turistas que pasaban.
Con la rosa en sus manos, Valentina se sintió como si hubiera encontrado un tesoro. Miró a Alessandro alejarse por la callejuela nevada y sintió una mezcla de emoción y miedo. ¿Debería volver a verlo?, se preguntó. Luego de eso, ambos se despidieron y Valentina regresó a la galería con una emoción inexplicable anidando en su pecho. No sabía entonces que su vida estaba a punto de entrelazarse con un mundo que jamás había imaginado.
Más tarde, ya en su apartamento, Valentina estaba sentada en su escritorio con la rosa a su lado, mirando las fotografías que tomó en la galería. En una de ellas, la que le había tomado a Alessandro cuando aún no se habían encontrado, él se veía muy guapo. Observó su figura en la foto y no pudo evitar sonreír.
Al mismo tiempo, Alessandro en su estudio, rodeado de objetos antiguos y libros que ha coleccionado a lo largo de los años, encontraba consuelo en la oscuridad y el silencio, pero esa noche era diferente. No podía sacarse de la cabeza la imagen de Valentina y la sensación de luz que ella trajo a su mundo por unos minutos. Valentina era una mujer de belleza impactante. De estatura media, con una figura esbelta y grácil, parecía moverse con la elegancia de una bailarina. Su piel era de un tono oliva claro, suave y ligeramente bronceada, que contrastaba de manera armoniosa con su larga y ondulada cabellera castaña. Los mechones de su cabello enmarcaban su rostro y caían en cascada por sus hombros, dejando entrever destellos de cobre cuando la luz los tocaba.
Su rostro era perfecto; ojos eran quizás su rasgo más cautivador; grandes y almendrados, de un color verde esmeralda tan intenso, como la más rara variedad de esta gema. Estaban enmarcados por largas pestañas oscuras, y cuando la vio sonreír, sus ojos brillaron con una intensidad, que lo dejó sin aliento.
Su nariz era recta y delicada, y sus labios eran de un tono rosado natural, llenos y ligeramente curvados en una sonrisa permanente, que le daba un aspecto jovial.
Sacó un viejo cuaderno y comenzó a escribir. Sus pensamientos fluyeron sobre el papel, describiendo su encuentro con Valentina y cómo lo hizo sentir. Era algo que no había hecho en años.
*****
Valentina se encontraba en su apartamento, recostada en el sofá y mirando fijamente la rosa que Alessandro le había regalado la noche anterior. Sus pensamientos se perdían en el recuerdo de ese breve pero intenso encuentro en las calles de Nápoles. Había algo en la mirada de Alessandro, en su voz profunda y en su misterio que la intrigaba profundamente.
Sin embargo, la voz de la razón en su interior le recordaba que apenas se conocían. Aunque la atracción entre ellos era innegable, Valentina sabía que debía ser cautelosa. No podía permitirse caer demasiado rápido por un extraño, incluso si ese extraño parecía haber encendido una chispa en su alma.
Decidió distraerse y comenzar su mañana de manera productiva. Se levantó del sofá y se estiró, listando mentalmente las tareas que tenía por delante. Primero, debía hablar con su hermano Lorenzo, quien vivía en otra ciudad, para ponerse al día y saber cómo estaba. Después, necesitaba desayunar algo, ya que su nevera estaba prácticamente vacía.
Tomó su teléfono y marcó el número de Lorenzo. La conversación con su hermano fue cálida y reconfortante, como siempre. Valentina anhelaba esos momentos de conexión con su familia, especialmente desde que sus padres habían fallecido. Hablaron de sus vidas, sus planes y rieron juntos recordando anécdotas de su infancia. Luego vino la parte repetitiva donde él comenzaba a aconsejarle que se buscara un buen hombre que tuviera una familia, que era una mujer sola, y que eso no estaba bien, pues había gente peligrosa.
—¡Por Dios! Eres un paranóico!—le dijo riendo. —ya las mujeres estamos en otro siglo, y no necesitamos un hombre para estar bien.
—No me refiero a eso, pastelito. Pero eres una mujer hermosa, inteligente y con un corazón enorme. Cualquier hombre con ojos querría estar contigo y tener una familia. Quiero sobrinos algún día.
Ella rodó los ojos. Su hermano no dejaba de llamarla así desde que eran unos niños muy pequeños, y a veces se le salía ese término delante de gente que ella no deseaba que supieran eso. Pero era su hermano, el único que tenía y lo adoraba, así que simplemente no decía nada.—Si quieres niños, sigue tu propio consejo y ten hijos, Lorenzo. Creo que al que se le hace tarde para tener hijos es a ti. Yo todavía estoy joven y puedo esperar un poco.
—Bueno, al menos no es un no. Me reconforta saber que algún día tendré sobrinos.
Eso la hizo reír. Su hermano podía ser dramático en verdad.
Y lo de no estar segura viviendo sola, saber que no es verdad. Este es un barrio seguro y yo soy bastante precavida. Además, Issabella viene muy a menudo y se queda a dormir aquí. —Isabella era su mejor amiga, y siempre estaban juntas para todo, al menos la mayor parte del tiempo.
Una vez que colgó, Valentina se sintió llena de energía y hambre. Decidió salir a desayunar a la cafetería que estaba a pocos pasos de su edificio. Se vistió con ropa cómoda y salió a la calle. El aroma a café recién hecho la recibió al entrar, y se sintió como en casa.
Después de disfrutar de un capuchino y un croissant, Valentina decidió que era hora de hacer algunas compras. Pasó por un supermercado cercano y llenó su carrito con alimentos frescos y víveres para la semana. Era una tarea rutinaria pero necesaria, y le daba satisfacción saber que tenía todo lo que necesitaba en su hogar.
De vuelta en su apartamento, Valentina se dispuso a revelar algunas de las fotos que había tomado y retocado para un cliente. Encendió su computadora y se sumergió en su trabajo, dejando que la creatividad fluyera a través de sus manos mientras seleccionaba cuidadosamente las mejores imágenes.
La vida cotidiana de Valentina, aunque sencilla, estaba llena de pequeños momentos de satisfacción y conexión con su pasión por la fotografía. A medida que el día avanzaba, sus pensamientos volvieron una vez más a Alessandro, preguntándose si volvería a verlo y qué depararía el futuro.
En el corazón de esta antigua metrópolis, donde la belleza y el peligro bailaban un tango eterno, Valentina Rossi estaba perdida en un mundo de imágenes capturadas en papel.Su pequeño estudio se encontraba inundado de fotografías. Láminas en blanco y negro se mecían suavemente, colgando de hilos que cruzaban el espacio. Los ojos de Valentina, ágiles y voraces, devoraban cada imagen mientras su corazón latía al compás de la emoción.Había una foto en particular que siempre la transportaba a otro tiempo: una anciana con un pañuelo en la cabeza, sentada en la puerta de una vieja casa, con los ojos nublados pero llenos de historias. Valentina recordaba el día que la tomó; el aroma a café recién hecho y el murmullo de las conversaciones en italiano. Había algo en la mirada de la anciana que le hablaba de una vida vivida con pasión y valentía.En otra esquina del cuarto, una fotografía en color de un atardecer sobre el puerto de Nápoles acariciaba los sentidos con tonos de naranja, rojo y
Los días se convirtieron en semanas, y las conversaciones fluyeron tan fácilmente como el vino en las noches tranquilas. Hablaban de arte, historia y la misteriosa dualidad de Nápoles. Valentina se encontraba hipnotizada por la forma en que Alessandro hablaba de su ciudad, con amor y un toque de melancolía.En uno de sus encuentros, caminaron juntos por el antiguo puerto. El aire salado mezclado con el aroma de pescado fresco y el sonido de las gaviotas creaba un telón de fondo perfecto para sus risas compartidas. Valentina sintió la atracción creciendo, un deseo indescriptible de conocer los secretos detrás de los ojos de él.Ya en la noche, Bajo el manto de las estrellas, Alessandro y Valentina pasearon por un animado muelle, donde pequeños carros de comida ofrecían delicias culinarias. El aroma tentador de la cocina italiana llenaba el aire, mezclándose con el sonido de la brisa marina y las risas de las personas que disfrutaban de la noche.Valentina se sentía emocionada y agradec
Los dedos se flexionaban contra él mientras jalaba su cuerpo contra ella. Ella era suave y con curvas contrastando contra su cuerpo duro e implacable, sin hablar de lo duro que sentía su miembro en ese momento. Él se sentía consumido como nunca antes, y no quería nada más que quedarse horas en ese beso cargado de tantas promesas. Pero por mucho que quisiera ver a dónde iba ese beso, no podía. De manera que empezó a retroceder. Acarició sus hermosos labios hinchados y abrió los ojos. La mirada eufórica en su rostro: sus labios rojos e hinchados como si una abeja los hubiera picado, sus mejillas sonrosadas y la forma en que sus párpados revoloteaban, era una imagen que felizmente llevaría consigo a la cama esa noche. —Dios, tenía tantas ganas de hacer esto. Toda la noche no hice sino pensarlo, pero estaba tratando de ser cortés—le dijo a Valentina, que lo miraba con ojos vidriosos todavía por el beso. —Me alegro de que lo hayas hecho. Las palabras son suaves e infundidas de lujuria
El rostro de Enzo anunciaba mas noticias y hasta Valentina pudo notarlo. —¿sucede algo malo? —Oh no querida, no es nada. Enzo tiene la particularidad de hacer entradas de ese tipo y con esa cara, todo el mundo teme inmediatamente que algo malo pase--comentó sonriendo, tratando de disimular. Valentina lo miró directamente a los ojos—¿estás seguro? —Por supusto. No hay nada de que preocuparse. Pero si me disculpas, voy a decirle algo a Enzo, y enseguida estoy contigo. Si quieres puedes seguir recorriendo el lugar y toma todas las fotos que quieras. —¡Oh bien! dijo emocionada—me encanta esa idea. —En unos minutos estoy contigo—mientras veía a Valentina alejarse para recorrer el lugar,Enzo se acercó y con total secretismo le comunicó las malas noticias. —Alessandro, no tuve tiempo de decirte, pero encontramos algo. Romano
El yate estaba iluminado solo por delicadas luces de cuerda que daban un ambiente etéreo al lugar. Una pequeña mesa estaba preparada en la cubierta, adornada con rosas blancas y copas de cristal. —Me siento como si estuviera en un sueño—, susurró Valentina, mientras Alessandro la guiaba hacia la mesa. —Entonces, es un sueño del que no deseo despertar—, respondió él con una sonrisa. — ¿tienes hambre? — ¡Oh sí, mucha!—dijo riendo. —Entonces vayamos a la mesa—fueron hacia el comedor y Cenaron bajo las estrellas; mariscos frescos, pasta hecha a mano, y vino de las viñas de la familia Lombardi. Hablaron sobre todo y nada, mientras el mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Después de la cena, Alessandro se levantó y extendió su mano. — ¿Bailas?—, preguntó, y había una ternura en su voz que Valentina rara vez había escuchado. La música flotaba a trav
Suavemente,Alessandro la dejó en el suelo por un momento. Las piernas de Valentina se tambaleaban y su corazón se desbocó de emoción mientras lo veía desabrocharse la camisa y quitársela rápidamente con un movimiento fluido. Sin la camisa, finalmente puedo mirar el ancho pecho y los planos duros y musculosos de su increíble físico. Él era perfecto. Hombros, pectorales y abdominales tan gloriosamente firmes que su boca literalmente colgó abierta. Este era un hombre que cuidaba su cuerpo en un gimnasio. La miró durante varios momentos llenos de tensión sexual, luego sonrió la alcanzó, atrayéndola a sus brazos. Lentamente subió la parte inferior del vestido por sus piernas de manera lenta y sensual. —Siento que he estado esperando por siempre esto—, su voz se abrió paso a través de la neblina sexualmente cargada en la mente de ella. Sus ojos sostienen la miraban llenos de pasión y el corazón de
Un rato después de todos los besos, él tomó su rostro entre sus manos—no tienes idea las ganas que tengo de hacerte mía. Pero quiero que sea mucho más especial que un yate. Al menos la primera vez entre nosotros, cara mía. — ¡Dios! ¿Más especial que esta noche?—ella se echó a reír—vas a acabar conmigo o mejor dicho, con mi corazón. —Quiero enamorarte—susurró en su oído y luego lo lamió haciendo que ella sintiera corrientazos por todo su cuerpo. —Yo…colocó sus brazos alrededor de su cuello y le dio pequeños besos—ya estoy enamorada. --que curiiso que lo digas, porque yo siento lo mismo. ***** Cuando fin
Al final de la tarde, cuando el aire comenzó a enfriarse, se encontraron sentados en un banco con vista al puerto. Las luces de los barcos parpadeaban y el murmullo de la ciudad les envolvía. Valentina, decidida, tomó la mano de Alessandro. —Quiero conocer toda tu historia, Alessandro. Cuando estés listo para compartirla—, susurró. Él la miró fijamente, con sus ojos azules como un mar embravecido. En su silencio, Valentina entendió que las verdades de Alessandro estaban envueltas en capas más profundas de lo que podía imaginar. Alessandro apretó su mano. Su rostro, normalmente sereno, ahora parecía llevar el peso de mil tormentas. —Valentina, hay cosas que desearía poder decirte... pero no puedo, al menos no aún—, su voz era un murmullo tenso. Los corazones de ambos latían al unísono, como si las corrientes del Mediterráneo los unieran en ese preciso instante. Ella se perdió en los ojos de Al