Los dedos se flexionaban contra él mientras jalaba su cuerpo contra ella. Ella era suave y con curvas contrastando contra su cuerpo duro e implacable, sin hablar de lo duro que sentía su miembro en ese momento. Él se sentía consumido como nunca antes, y no quería nada más que quedarse horas en ese beso cargado de tantas promesas.
Pero por mucho que quisiera ver a dónde iba ese beso, no podía. De manera que empezó a retroceder. Acarició sus hermosos labios hinchados y abrió los ojos. La mirada eufórica en su rostro: sus labios rojos e hinchados como si una abeja los hubiera picado, sus mejillas sonrosadas y la forma en que sus párpados revoloteaban, era una imagen que felizmente llevaría consigo a la cama esa noche.
—Dios, tenía tantas ganas de hacer esto. Toda la noche no hice sino pensarlo, pero estaba tratando de ser cortés—le dijo a Valentina, que lo miraba con ojos vidriosos todavía por el beso.
—Me alegro de que lo hayas hecho.
Las palabras son suaves e infundidas de lujuria estaban a punto de terminar con su fuerza de voluntad. Estuvo a punto de volver a besarla—Debería irme.
—Oh Si, yo también—dijo ella.
— ¿Te llevo?
—No te molestes, puedo llamar un taxi.
—No es molestia. Uno de mis hombres, te llevará.
—Está bien, si insistes.
Alessandro no dejaba de mirarla—Gracias por una tarde maravillosa. ¿Puedo llamarte nuevamente?
—Está bien—, susurró ella—creía que ya habíamos pasado esa parte—sonrió—puedes llamarme cuando quieras.
Con un último beso, Alessandro retrocedió y se dirigió a su camioneta. Se deslizó en la cabina y la encendió. Vio como ella se subía al automóvil y también se alejaba. Su corazón palpitaba fuerte y se sentía vivo. Supo en ese momento que esa era la mujer indicada para él.
También fue el momento en el que ambos intuyeron que sus vidas estaban cambiando. Y aunque el mundo de Alessandro estaba a punto de volverse más complicado, ambos encontrarían refugio el uno en el otro, sin saber lo que vendría, pero aferrados a ese sentimiento tan fuerte que se había despertado en sus corazones en tan poco tiempo.
*****
La mañana siguiente Alessandro estaba de muy buen humor. Despertó al día siguiente con una sonrisa que parecía tallada en su rostro. Los primeros rayos del sol acariciaban su elegante casa de estilo italiano mientras paseaba por el jardín meticulosamente cuidado. Sostenía una taza de café entre sus manos, disfrutando del aroma intenso y recordando los momentos compartidos con Valentina.
El jardín, un remanso de paz rodeado por altos setos de boj, estaba adornado con esculturas clásicas y fuentes que añadían un toque de elegancia. Las flores, en su mayoría rosas de colores vibrantes, parecían bailar con la suave brisa matutina. Alessandro se sumergió en la serenidad del entorno, pero su mente estaba llena de pensamientos sobre la mujer que lo tenía cautivado.
Valentina era un enigma fascinante. Su belleza iba más allá de lo físico; tenía una chispa en sus ojos verdes que intrigaba a Alessandro. Mientras caminaba por el jardín, recordaba la suavidad de sus labios y la forma en que su cuerpo se ajustaba al suyo. Era una combinación de inocencia y pasión que lo hacía desear más.
La tranquilidad de la mañana se vio interrumpida cuando Enzo, su mano derecha y confidente más cercano, apareció entre los setos. Alessandro notó la expresión seria en el rostro de Enzo y le indicó que se acercara.
—¿Qué noticias traes, Enzo? —preguntó Alessandro mientras le ofrecía una taza de café.
Enzo aceptó la taza con un asentimiento de agradecimiento antes de abordar el motivo de su visita.
—Carlo Romano ha estado husmeando alrededor de la tienda de antigüedades, jefe. Entró como un simple cliente, y la nueva vendedora no tenía idea de quién era. Dejó que pasara, pero algo no me cuadra. Envíe a algunos muchachos para que rastreen cada rincón del lugar.
La noticia hizo que Alessandro frunciera el ceño. Carlo Romano, el rival de toda la vida, metiéndose en su territorio no podía significar nada bueno. Se preguntó qué podría estar tramando y cómo podría afectar su relación incipiente con Valentina.
—Hazlo con discreción, Enzo. No quiero levantar sospechas innecesarias. Y mantén un ojo en esa tienda, quiero saber cada movimiento que Romano haga.
Enzo asintió con seriedad y se retiró para llevar a cabo las órdenes de su jefe. Alessandro, por otro lado, quedó sumido en pensamientos oscuros mientras contemplaba el paisaje del jardín. La paz matinal se había visto amenazada, y su mundo de amor y serenidad con Valentina se veía repentinamente envuelto en las sombras del peligro.
*****
Valentina, ajena a las maquinaciones del mundo de Alessandro, estaba ocupada con su rutina diaria. Después de un ajetreado día tomando fotos para unos nuevos clientes, se retiró a su pequeño apartamento en el corazón de Nápoles.
Al llegar a casa, Valentina se tomó un tiempo para revisar las fotografías que había revelado. Las imágenes, capturadas con su cámara con amor y dedicación, contaban historias que solo los ojos entrenados como los suyos podrían entender. Entre las fotografías, guardaba un lugar especial para aquella que tomó de Alessandro antes de conocerlo. Su mirada intensa y la sombra de un misterio le daban un atractivo magnético.
La tarde avanzó, y Valentina decidió llamar a su hermano, Antonio, para ponerlo al tanto de sus días y compartir algunas risas. Antonio, siempre preocupado por la seguridad de su hermana, le recordó que no confiara demasiado rápido en la gente nueva. Valentina, sin embargo, se dejaba llevar por el vértigo de la pasión que Alessandro había despertado en ella.
Luego de la llamada, decidió salir a disfrutar de la animada vida nocturna de Nápoles. Se dirigió a una pequeña cafetería cerca de su casa y pidió un espresso bien cargado. Mientras saboreaba el aroma oscuro y reconfortante, se sumergió en sus pensamientos, preguntándose qué le depararía el encuentro con Alessandro al día siguiente.
De vuelta en la casa de Alessandro, el anochecer pintaba el cielo de tonos dorados y rosados. Enzo regresó con información sobre los movimientos de Carlo Romano. Había encontrado algo extraño en la tienda de antigüedades, una transacción sospechosa que involucraba documentos antiguos.
—Parece que Romano está buscando algo más que antigüedades, jefe. Podría ser que plantó algo en la tienda.
—¿Una bomba?--preguntó preocupado.
—No creo, más bien pienso que microfonos.Estoy seguro de que quiere saber el mas minimo detalle sobre nuestros movimientos.
—Busca entonces. Ee desgraciado tiene algo entre manos--dijo molesto ¡que maldito descaro! Ir a uno de mis negocios como si no fuéramos enemigos. Si yo hubiera estado allí, lo habría asesinado.
—Debió estar vigilando el lugar desde hace tiempo. De ora forma, ¿como sabría que no estabas allí?
—Es lo más seguro. Tendremos que reforzar la seguridad en los negocios, las bodegas y en la casa. Mi hermana no saldrá sin escolta y ya no seran dos sino tres. —miró con dureza a Enzo—no me importa si quiere desmayarse, si hace algun numerito de esos donde se pone medio histérica.
—Muy bien--asintiendo en acuerdo con su jefe, Enzo se fue para hacer lo que le ordenaban.
Alessandro suspiró pesadamente, sus pensamientos ya proyectándose hacia el enfrentamiento inevitable con Romano. No solo se trataba de proteger su territorio, sino también de salvaguardar la seguridad de Valentina, la mujer que estaba tejiendo su camino hacia su corazón.
A la mañana siguiente, Alessandro se preparó para encontrarse con Valentina en su tienda de antigüedades. Aunque su mente estaba llena de preocupaciones sobre los movimientos de Carlo Romano, la presencia de Valentina prometía ser un bálsamo para sus inquietudes.
Valentina, por otro lado, estaba emocionada y nerviosa ante la perspectiva de ver a Alessandro nuevamente. Además, esa tienda le encantaba. Tenía un aire misterioso como su propietario, peo tenía sobre todo, tantos tesoros para fotografiar y tanta historia, que sentía que podía ir muchas veces y siempre encontraría algo que la maravillara. Se puso un vestido sencillo pero elegante, se miró al espejo varias veces y cuando estuvo conforme con su aspecto, tomó su bolso junto a su cámara, y salió del apartamento.
Al llegar a la tienda, el timbre sonó con delicadeza, y Alessandro salió de la penumbra de su mundo de antigüedades para recibir a Valentina. Su sonrisa al verla fue genuina, y la calidez de su abrazo disipó momentáneamente las sombras que lo acechaban.
—Valentina, qué placer verte de nuevo —dijo Alessandro, tomando su mano y besándola suavemente.
—El placer es mío, Alessandro —respondió Valentina con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Alessandro guió a Valentina por los pasillos de la tienda, compartiéndole historias detrás de cada objeto antiguo. Valentina, cautivada por su conocimiento y pasión, lo escuchaba con atención. A medida que exploraban la tienda, Alessandro sintió la creciente conexión entre ellos, una conexión que iba más allá de las antigüedades y las historias de tiempos pasados.
De repente, un ruido resonó desde el fondo de la tienda. Enzo, que había estado investigando discretamente, apareció con una expresión grave.
El rostro de Enzo anunciaba mas noticias y hasta Valentina pudo notarlo. —¿sucede algo malo? —Oh no querida, no es nada. Enzo tiene la particularidad de hacer entradas de ese tipo y con esa cara, todo el mundo teme inmediatamente que algo malo pase--comentó sonriendo, tratando de disimular. Valentina lo miró directamente a los ojos—¿estás seguro? —Por supusto. No hay nada de que preocuparse. Pero si me disculpas, voy a decirle algo a Enzo, y enseguida estoy contigo. Si quieres puedes seguir recorriendo el lugar y toma todas las fotos que quieras. —¡Oh bien! dijo emocionada—me encanta esa idea. —En unos minutos estoy contigo—mientras veía a Valentina alejarse para recorrer el lugar,Enzo se acercó y con total secretismo le comunicó las malas noticias. —Alessandro, no tuve tiempo de decirte, pero encontramos algo. Romano
El yate estaba iluminado solo por delicadas luces de cuerda que daban un ambiente etéreo al lugar. Una pequeña mesa estaba preparada en la cubierta, adornada con rosas blancas y copas de cristal. —Me siento como si estuviera en un sueño—, susurró Valentina, mientras Alessandro la guiaba hacia la mesa. —Entonces, es un sueño del que no deseo despertar—, respondió él con una sonrisa. — ¿tienes hambre? — ¡Oh sí, mucha!—dijo riendo. —Entonces vayamos a la mesa—fueron hacia el comedor y Cenaron bajo las estrellas; mariscos frescos, pasta hecha a mano, y vino de las viñas de la familia Lombardi. Hablaron sobre todo y nada, mientras el mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Después de la cena, Alessandro se levantó y extendió su mano. — ¿Bailas?—, preguntó, y había una ternura en su voz que Valentina rara vez había escuchado. La música flotaba a trav
Suavemente,Alessandro la dejó en el suelo por un momento. Las piernas de Valentina se tambaleaban y su corazón se desbocó de emoción mientras lo veía desabrocharse la camisa y quitársela rápidamente con un movimiento fluido. Sin la camisa, finalmente puedo mirar el ancho pecho y los planos duros y musculosos de su increíble físico. Él era perfecto. Hombros, pectorales y abdominales tan gloriosamente firmes que su boca literalmente colgó abierta. Este era un hombre que cuidaba su cuerpo en un gimnasio. La miró durante varios momentos llenos de tensión sexual, luego sonrió la alcanzó, atrayéndola a sus brazos. Lentamente subió la parte inferior del vestido por sus piernas de manera lenta y sensual. —Siento que he estado esperando por siempre esto—, su voz se abrió paso a través de la neblina sexualmente cargada en la mente de ella. Sus ojos sostienen la miraban llenos de pasión y el corazón de
Un rato después de todos los besos, él tomó su rostro entre sus manos—no tienes idea las ganas que tengo de hacerte mía. Pero quiero que sea mucho más especial que un yate. Al menos la primera vez entre nosotros, cara mía. — ¡Dios! ¿Más especial que esta noche?—ella se echó a reír—vas a acabar conmigo o mejor dicho, con mi corazón. —Quiero enamorarte—susurró en su oído y luego lo lamió haciendo que ella sintiera corrientazos por todo su cuerpo. —Yo…colocó sus brazos alrededor de su cuello y le dio pequeños besos—ya estoy enamorada. --que curiiso que lo digas, porque yo siento lo mismo. ***** Cuando fin
Al final de la tarde, cuando el aire comenzó a enfriarse, se encontraron sentados en un banco con vista al puerto. Las luces de los barcos parpadeaban y el murmullo de la ciudad les envolvía. Valentina, decidida, tomó la mano de Alessandro. —Quiero conocer toda tu historia, Alessandro. Cuando estés listo para compartirla—, susurró. Él la miró fijamente, con sus ojos azules como un mar embravecido. En su silencio, Valentina entendió que las verdades de Alessandro estaban envueltas en capas más profundas de lo que podía imaginar. Alessandro apretó su mano. Su rostro, normalmente sereno, ahora parecía llevar el peso de mil tormentas. —Valentina, hay cosas que desearía poder decirte... pero no puedo, al menos no aún—, su voz era un murmullo tenso. Los corazones de ambos latían al unísono, como si las corrientes del Mediterráneo los unieran en ese preciso instante. Ella se perdió en los ojos de Al
cerca de la Vía Toledo. Entre platos de pasta y copas de vino, las risas y las historias fluían sin cesar. Fue allí donde Valentina se dio cuenta de cuánto se había entrelazado su vida con la de Alessandro. A través de las callejuelas de Nápoles, en las texturas de la sfogliatella y el murmullo del Mar, había encontrado a alguien que resonaba con su alma de una manera que nunca antes había experimentado. Mientras terminaban sus platos, Valentina le mostró a Alessandro algunas de las fotografías que había tomado durante el día. Sus ojos recorrieron con atención cada imagen, y luego se encontraron con los de ella. —Tienes un don, — dijo él con sinceridad. —Capturas la esencia de las cosas, la belleza en los detalles. Valentina se sintió humilde ante sus palabras. —Gracias, — respondió. —Tus historias... siento como si me hubieras llevado a través del tiempo. Eres parte de esta ciudad, Alessandr
Alessandro escuchaba atentamente, y a pesar de su mirada apasionada y su sonrisa cálida, Valentina notó que siempre se mantuvo reservado sobre ciertos aspectos de su vida. Cada vez que el tema se desviaba hacia su trabajo o su pasado, él expertamente cambiaba de tema. Estaban sentados en un banco de piedra, frente a un antiguo edificio, cuando un hombre de aspecto severo, vestido con un traje impecable, se acercó a ellos. Valentina notó que su presencia emanaba autoridad, y cuando habló al oído de Alessandro, fue como si el aire se hubiera vuelto más pesado. El rostro de Alessandro cambió instantáneamente, su mirada se endureció y su mandíbula se tensó. Se levantó y miró a Valentina con una disculpa en sus ojos. —Debo irme. Mi chofer te llevará donde desees y te llamaré para encontrarnos después, — dijo en un tono que Valentina no había escuchado antes. Era autoritario, frío, y le recordó a los hombres que solía ve
Más tarde, esa noche, cuando su hermano se fue, Valentina se encontró hablando con Isabella en su sala, sumergida en los cojines de un sofá antiguo.— ¿Qué piensas sobre Alessandro?—, preguntó Valentina, jugueteando con un mechón de su cabello. Recordó la noche en la que se habían conocido. se encontraron en una noche animada en uno de los exclusivos eventos culturales que a menudo tenían lugar en Nápoles. El bullicio de la multitud, la música suave y las luces parpadeantes crearon el escenario perfecto para un encuentro casual.Alessandro, ataviado con un impecable traje oscuro que resaltaba su elegancia, se acercó a Isabella con una sonrisa cálida. Su cortesía y encanto inmediatamente cautivaron a Isabella, quien respondió con gracia y simpatía. Pero luego supo que A primera vista, eso le parecía a su am