El rostro de Enzo anunciaba mas noticias y hasta Valentina pudo notarlo.
—¿sucede algo malo?
—Oh no querida, no es nada. Enzo tiene la particularidad de hacer entradas de ese tipo y con esa cara, todo el mundo teme inmediatamente que algo malo pase--comentó sonriendo, tratando de disimular.
Valentina lo miró directamente a los ojos—¿estás seguro?
—Por supusto. No hay nada de que preocuparse. Pero si me disculpas, voy a decirle algo a Enzo, y enseguida estoy contigo. Si quieres puedes seguir recorriendo el lugar y toma todas las fotos que quieras.
—¡Oh bien! dijo emocionada—me encanta esa idea.
—En unos minutos estoy contigo—mientras veía a Valentina alejarse para recorrer el lugar,Enzo se acercó y con total secretismo le comunicó las malas noticias.
—Alessandro, no tuve tiempo de decirte, pero encontramos algo. Romano efectivamente había puesto un micrófono en un lugar cerca de tu oficina, y creo que habría puesto mas si hubiera tenido el tiempo.
—¿Retiraron el microfono?
—Por supuesto. Y tabién se llevó algo de valor. definitivamente no era una simple visita de compras. La vendedora dice que le faltan libros de historia sobre el coliseo y uno que hablaba sobre ls viejos tuneles construidos en la ciudad hace miles de años.
—Pero ¿que diablos? ¿para que quiere ese infeliz libros de historia?
—Presiento que para nada bueno.
La sombra de la amenaza se cernía sobre ellos, y Alessandro sabía que no podía mantener a Valentina al margen por más tiempo. Miró a Valentina con seriedad.
*****
Unos días después, Alessandro llamó a Valentina y le propuso ir en su yate a un paseo nocturno donde cenarían. A ella le encantó la idea. Sería la primera vez que se subía a un yate y cenaba en el junto a un hombre como él. Era como un cuento de hadas y aceptó la invitación.
Esa noche Alessandro había planeado cada detalle de aquella ocasión con precisión meticulosa. Las luces de Nápoles se alejaban mientras su yate, La Sirena, navegaba por las aguas oscuras del Mediterráneo.
Cuando ella llegó en la limusina de él, que la había ido a recoger, fue guiada por una joven de la tripulación que le mostró por donde debía caminar para subir al yate. Cuando estuvo allí la mano fuerte y grande de él sostuvo la suya y al subir la mirada, ella pudo ver su sonrisa que siempre causaba estragos en ella.
—Bienvenida—la saludó mirándola de pies a cabeza como si quisiera devorarla. Valentina tenía un vestido de seda de color azul marino que abrazaba su figura y complementaba sus ojos. El aire era cálido, pero una suave brisa marina acariciaba su piel y jugaba con sus cabellos oscuros.
—Gracias—respondió ella devolviéndole la sonrisa. Alessandro, siempre tan enigmático, lucía elegante con un traje negro ajustado y una camisa blanca desabotonada en el cuello. Sus ojos, siempre vigilantes, parecían más relajados esta noche.
— ¡Esto es hermoso!! —exclamó ella deslumbrada por aquel enorme yate lujoso.
—Y no lo has visto todavía completamente. Déjame darte un pequeño tour —con sus manos entrelazadas, él comenzó a mostrarle.
El yate de Alessandro Lombardi era una obra maestra náutica que evocaba la esencia de la opulencia y el poder. De una longitud de casi ochenta pies, parecía un titán sobre las olas cuando surcaba las aguas azules del Mediterráneo. Su nombre, —La Sirena—, estaba elegantemente esculpido en letras doradas en la proa, como un homenaje a las criaturas mitológicas que alguna vez reinaron en esas mismas aguas.
El casco del yate, de un blanco impoluto, resplandecía bajo el sol, contrastando con las exquisitas líneas de caoba y los detalles en cromo que lo adornaban. La cubierta principal era un santuario para el ocio y el entretenimiento. Una amplia zona de estar, equipada con sofás de cuero marfil y mesas de cristal, invitaba a los invitados a relajarse y disfrutar de la brisa del mar. Hacia popa, un elegante comedor al aire libre con una larga mesa de teca y sillas a juego se prestaba para cenas íntimas bajo las estrellas.
En el interior, la atención al detalle era asombrosa. El salón principal estaba decorado con una mezcla de elegancia moderna y toques clásicos. Los tonos tierra y la madera oscura creaban un ambiente acogedor, mientras que las amplias ventanas ofrecían vistas panorámicas del océano. Un bar de mármol, con una selección de licores de todo el mundo, y una gran pantalla de televisión eran el centro de entretenimiento.
El yate contaba también con varias cabinas lujosamente amuebladas. La suite principal, en particular, era un refugio de serenidad y lujo. Una cama king-size con ropa de cama de alta calidad ocupaba el centro de la habitación, y las ventanas que se extendían de suelo a techo ofrecían una vista ininterrumpida del mar. El baño en suite contaba con acabados de mármol, una bañera de hidromasaje y una ducha de lluvia.
En el puente superior, una jacuzzi con vistas al mar y tumbonas acolchadas permitían a los ocupantes sumergirse en la relajación. Al lado de la jacuzzi, había un pequeño bar y una zona de parrilla, perfectos para disfrutar de cócteles y barbacoas mientras se navegaba.
Un detalle que no pasaba desapercibido era la tripulación profesional y discretamente uniformada que atendía todas las necesidades a bordo con precisión y gracia.
La Sirena, era más que un yate; era un testimonio del mundo de Alessandro Lombardi, un mundo en el que la belleza, la opulencia y el poder se fusionaban en perfecta armonía sobre las aguas azules del Mediterráneo. Valentina sintió que estaba soñando y defnitivamente no quería despertar.
El yate estaba iluminado solo por delicadas luces de cuerda que daban un ambiente etéreo al lugar. Una pequeña mesa estaba preparada en la cubierta, adornada con rosas blancas y copas de cristal. —Me siento como si estuviera en un sueño—, susurró Valentina, mientras Alessandro la guiaba hacia la mesa. —Entonces, es un sueño del que no deseo despertar—, respondió él con una sonrisa. — ¿tienes hambre? — ¡Oh sí, mucha!—dijo riendo. —Entonces vayamos a la mesa—fueron hacia el comedor y Cenaron bajo las estrellas; mariscos frescos, pasta hecha a mano, y vino de las viñas de la familia Lombardi. Hablaron sobre todo y nada, mientras el mundo parecía desvanecerse a su alrededor. Después de la cena, Alessandro se levantó y extendió su mano. — ¿Bailas?—, preguntó, y había una ternura en su voz que Valentina rara vez había escuchado. La música flotaba a trav
Suavemente,Alessandro la dejó en el suelo por un momento. Las piernas de Valentina se tambaleaban y su corazón se desbocó de emoción mientras lo veía desabrocharse la camisa y quitársela rápidamente con un movimiento fluido. Sin la camisa, finalmente puedo mirar el ancho pecho y los planos duros y musculosos de su increíble físico. Él era perfecto. Hombros, pectorales y abdominales tan gloriosamente firmes que su boca literalmente colgó abierta. Este era un hombre que cuidaba su cuerpo en un gimnasio. La miró durante varios momentos llenos de tensión sexual, luego sonrió la alcanzó, atrayéndola a sus brazos. Lentamente subió la parte inferior del vestido por sus piernas de manera lenta y sensual. —Siento que he estado esperando por siempre esto—, su voz se abrió paso a través de la neblina sexualmente cargada en la mente de ella. Sus ojos sostienen la miraban llenos de pasión y el corazón de
Un rato después de todos los besos, él tomó su rostro entre sus manos—no tienes idea las ganas que tengo de hacerte mía. Pero quiero que sea mucho más especial que un yate. Al menos la primera vez entre nosotros, cara mía. — ¡Dios! ¿Más especial que esta noche?—ella se echó a reír—vas a acabar conmigo o mejor dicho, con mi corazón. —Quiero enamorarte—susurró en su oído y luego lo lamió haciendo que ella sintiera corrientazos por todo su cuerpo. —Yo…colocó sus brazos alrededor de su cuello y le dio pequeños besos—ya estoy enamorada. --que curiiso que lo digas, porque yo siento lo mismo. ***** Cuando fin
Al final de la tarde, cuando el aire comenzó a enfriarse, se encontraron sentados en un banco con vista al puerto. Las luces de los barcos parpadeaban y el murmullo de la ciudad les envolvía. Valentina, decidida, tomó la mano de Alessandro. —Quiero conocer toda tu historia, Alessandro. Cuando estés listo para compartirla—, susurró. Él la miró fijamente, con sus ojos azules como un mar embravecido. En su silencio, Valentina entendió que las verdades de Alessandro estaban envueltas en capas más profundas de lo que podía imaginar. Alessandro apretó su mano. Su rostro, normalmente sereno, ahora parecía llevar el peso de mil tormentas. —Valentina, hay cosas que desearía poder decirte... pero no puedo, al menos no aún—, su voz era un murmullo tenso. Los corazones de ambos latían al unísono, como si las corrientes del Mediterráneo los unieran en ese preciso instante. Ella se perdió en los ojos de Al
cerca de la Vía Toledo. Entre platos de pasta y copas de vino, las risas y las historias fluían sin cesar. Fue allí donde Valentina se dio cuenta de cuánto se había entrelazado su vida con la de Alessandro. A través de las callejuelas de Nápoles, en las texturas de la sfogliatella y el murmullo del Mar, había encontrado a alguien que resonaba con su alma de una manera que nunca antes había experimentado. Mientras terminaban sus platos, Valentina le mostró a Alessandro algunas de las fotografías que había tomado durante el día. Sus ojos recorrieron con atención cada imagen, y luego se encontraron con los de ella. —Tienes un don, — dijo él con sinceridad. —Capturas la esencia de las cosas, la belleza en los detalles. Valentina se sintió humilde ante sus palabras. —Gracias, — respondió. —Tus historias... siento como si me hubieras llevado a través del tiempo. Eres parte de esta ciudad, Alessandr
Alessandro escuchaba atentamente, y a pesar de su mirada apasionada y su sonrisa cálida, Valentina notó que siempre se mantuvo reservado sobre ciertos aspectos de su vida. Cada vez que el tema se desviaba hacia su trabajo o su pasado, él expertamente cambiaba de tema. Estaban sentados en un banco de piedra, frente a un antiguo edificio, cuando un hombre de aspecto severo, vestido con un traje impecable, se acercó a ellos. Valentina notó que su presencia emanaba autoridad, y cuando habló al oído de Alessandro, fue como si el aire se hubiera vuelto más pesado. El rostro de Alessandro cambió instantáneamente, su mirada se endureció y su mandíbula se tensó. Se levantó y miró a Valentina con una disculpa en sus ojos. —Debo irme. Mi chofer te llevará donde desees y te llamaré para encontrarnos después, — dijo en un tono que Valentina no había escuchado antes. Era autoritario, frío, y le recordó a los hombres que solía ve
Más tarde, esa noche, cuando su hermano se fue, Valentina se encontró hablando con Isabella en su sala, sumergida en los cojines de un sofá antiguo.— ¿Qué piensas sobre Alessandro?—, preguntó Valentina, jugueteando con un mechón de su cabello. Recordó la noche en la que se habían conocido. se encontraron en una noche animada en uno de los exclusivos eventos culturales que a menudo tenían lugar en Nápoles. El bullicio de la multitud, la música suave y las luces parpadeantes crearon el escenario perfecto para un encuentro casual.Alessandro, ataviado con un impecable traje oscuro que resaltaba su elegancia, se acercó a Isabella con una sonrisa cálida. Su cortesía y encanto inmediatamente cautivaron a Isabella, quien respondió con gracia y simpatía. Pero luego supo que A primera vista, eso le parecía a su am
*****El aire en el restaurante —L'Olivo— era denso con el aroma del ajo y el tomate, y una sinfonía de murmullos en italiano llenaba el espacio. Las paredes estaban adornadas con fotos enmarcadas de figuras icónicas de Nápoles, y el mobiliario de madera oscura añadía un aire de sofisticación. Los clientes disfrutaban de sus comidas bajo la luz tenue de lámparas de cristal. Entre ellos, Valentina y Alessandro estaban sentados en una mesa en la esquina, aislada, pero desde donde podían observar la totalidad del restaurante.Valentina notó cómo los demás clientes y el personal del restaur