Capítulo 6

El rostro de Enzo anunciaba mas noticias y hasta Valentina pudo notarlo.

—¿sucede algo malo?

—Oh no querida, no es nada. Enzo tiene la particularidad de hacer entradas de ese tipo y con esa cara, todo el mundo teme inmediatamente que algo malo pase--comentó sonriendo, tratando de disimular.

Valentina lo miró directamente a los ojos—¿estás seguro?

—Por supusto. No hay nada de que preocuparse. Pero si me disculpas, voy a decirle algo a Enzo, y enseguida estoy contigo. Si quieres puedes seguir recorriendo el lugar y toma todas las fotos que quieras.

—¡Oh bien! dijo emocionada—me encanta esa idea.

—En unos minutos estoy contigo—mientras veía a Valentina alejarse para recorrer el lugar,Enzo se acercó y con total secretismo le comunicó las malas noticias.

—Alessandro, no tuve tiempo de decirte, pero encontramos algo. Romano  efectivamente había puesto un micrófono en un lugar cerca de tu oficina, y creo que habría puesto mas si hubiera tenido el tiempo.

—¿Retiraron el microfono?

—Por supuesto. Y tabién se llevó algo de valor. definitivamente no era una simple visita de compras. La vendedora dice que le faltan libros de historia sobre el coliseo y uno que hablaba sobre ls viejos tuneles construidos en la ciudad hace miles de años.

—Pero ¿que diablos? ¿para que quiere ese infeliz libros de historia?

—Presiento que para nada bueno.

La sombra de la amenaza se cernía sobre ellos, y Alessandro sabía que no podía mantener a Valentina al margen por más tiempo. Miró a Valentina con seriedad.

                                                                               

                                                                               *****

Unos días después, Alessandro llamó a Valentina y le propuso ir en su yate a un paseo nocturno donde cenarían. A ella le encantó la idea. Sería la primera vez que se subía a un yate y cenaba en el junto a un hombre como él. Era como un cuento de hadas y aceptó la invitación.

Esa noche Alessandro había planeado cada detalle de aquella ocasión con precisión meticulosa. Las luces de Nápoles se alejaban mientras su yate, La Sirena, navegaba por las aguas oscuras del Mediterráneo.

Cuando ella llegó en la limusina de él, que la había ido a recoger, fue guiada por una joven de la tripulación que le mostró por donde debía caminar para subir al yate. Cuando estuvo allí la mano fuerte y grande de él sostuvo la suya y al subir la mirada, ella pudo ver su sonrisa que siempre causaba estragos en ella.

—Bienvenida—la saludó mirándola de pies a cabeza como si quisiera devorarla.  Valentina tenía un vestido de seda de color azul marino que abrazaba su figura y complementaba sus ojos. El aire era cálido, pero una suave brisa marina acariciaba su piel y jugaba con sus cabellos oscuros.

—Gracias—respondió ella devolviéndole la sonrisa. Alessandro, siempre tan enigmático, lucía elegante con un traje negro ajustado y una camisa blanca desabotonada en el cuello. Sus ojos, siempre vigilantes, parecían más relajados esta noche.

— ¡Esto es hermoso!! —exclamó ella deslumbrada por aquel enorme yate lujoso.

—Y no lo has visto todavía completamente. Déjame darte un pequeño tour —con sus manos entrelazadas, él comenzó a mostrarle.

El yate de Alessandro Lombardi era una obra maestra náutica que evocaba la esencia de la opulencia y el poder. De una longitud de casi ochenta pies, parecía un titán sobre las olas cuando surcaba las aguas azules del Mediterráneo. Su nombre, —La Sirena—, estaba elegantemente esculpido en letras doradas en la proa, como un homenaje a las criaturas mitológicas que alguna vez reinaron en esas mismas aguas.

El casco del yate, de un blanco impoluto, resplandecía bajo el sol, contrastando con las exquisitas líneas de caoba y los detalles en cromo que lo adornaban. La cubierta principal era un santuario para el ocio y el entretenimiento. Una amplia zona de estar, equipada con sofás de cuero marfil y mesas de cristal, invitaba a los invitados a relajarse y disfrutar de la brisa del mar. Hacia popa, un elegante comedor al aire libre con una larga mesa de teca y sillas a juego se prestaba para cenas íntimas bajo las estrellas.

En el interior, la atención al detalle era asombrosa. El salón principal estaba decorado con una mezcla de elegancia moderna y toques clásicos. Los tonos tierra y la madera oscura creaban un ambiente acogedor, mientras que las amplias ventanas ofrecían vistas panorámicas del océano. Un bar de mármol, con una selección de licores de todo el mundo, y una gran pantalla de televisión eran el centro de entretenimiento.

El yate contaba también con varias cabinas lujosamente amuebladas. La suite principal, en particular, era un refugio de serenidad y lujo. Una cama king-size con ropa de cama de alta calidad ocupaba el centro de la habitación, y las ventanas que se extendían de suelo a techo ofrecían una vista ininterrumpida del mar. El baño en suite contaba con acabados de mármol, una bañera de hidromasaje y una ducha de lluvia.

En el puente superior, una jacuzzi con vistas al mar y tumbonas acolchadas permitían a los ocupantes sumergirse en la relajación. Al lado de la jacuzzi, había un pequeño bar y una zona de parrilla, perfectos para disfrutar de cócteles y barbacoas mientras se navegaba.

Un detalle que no pasaba desapercibido era la tripulación profesional y discretamente uniformada que atendía todas las necesidades a bordo con precisión y gracia.

La Sirena, era más que un yate; era un testimonio del mundo de Alessandro Lombardi, un mundo en el que la belleza, la opulencia y el poder se fusionaban en perfecta armonía sobre las aguas azules del Mediterráneo. Valentina sintió que estaba soñando y defnitivamente no quería despertar.

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