Suavemente,Alessandro la dejó en el suelo por un momento. Las piernas de Valentina se tambaleaban y su corazón se desbocó de emoción mientras lo veía desabrocharse la camisa y quitársela rápidamente con un movimiento fluido.
Sin la camisa, finalmente puedo mirar el ancho pecho y los planos duros y musculosos de su increíble físico. Él era perfecto. Hombros, pectorales y abdominales tan gloriosamente firmes que su boca literalmente colgó abierta. Este era un hombre que cuidaba su cuerpo en un gimnasio.
La miró durante varios momentos llenos de tensión sexual, luego sonrió la alcanzó, atrayéndola a sus brazos. Lentamente subió la parte inferior del vestido por sus piernas de manera lenta y sensual.
—Siento que he estado esperando por siempre esto—, su voz se abrió paso a través de la neblina sexualmente cargada en la mente de ella.
Sus ojos sostienen la miraban llenos de pasión y el corazón de
Un rato después de todos los besos, él tomó su rostro entre sus manos—no tienes idea las ganas que tengo de hacerte mía. Pero quiero que sea mucho más especial que un yate. Al menos la primera vez entre nosotros, cara mía. — ¡Dios! ¿Más especial que esta noche?—ella se echó a reír—vas a acabar conmigo o mejor dicho, con mi corazón. —Quiero enamorarte—susurró en su oído y luego lo lamió haciendo que ella sintiera corrientazos por todo su cuerpo. —Yo…colocó sus brazos alrededor de su cuello y le dio pequeños besos—ya estoy enamorada. --que curiiso que lo digas, porque yo siento lo mismo. ***** Cuando fin
Al final de la tarde, cuando el aire comenzó a enfriarse, se encontraron sentados en un banco con vista al puerto. Las luces de los barcos parpadeaban y el murmullo de la ciudad les envolvía. Valentina, decidida, tomó la mano de Alessandro. —Quiero conocer toda tu historia, Alessandro. Cuando estés listo para compartirla—, susurró. Él la miró fijamente, con sus ojos azules como un mar embravecido. En su silencio, Valentina entendió que las verdades de Alessandro estaban envueltas en capas más profundas de lo que podía imaginar. Alessandro apretó su mano. Su rostro, normalmente sereno, ahora parecía llevar el peso de mil tormentas. —Valentina, hay cosas que desearía poder decirte... pero no puedo, al menos no aún—, su voz era un murmullo tenso. Los corazones de ambos latían al unísono, como si las corrientes del Mediterráneo los unieran en ese preciso instante. Ella se perdió en los ojos de Al
cerca de la Vía Toledo. Entre platos de pasta y copas de vino, las risas y las historias fluían sin cesar. Fue allí donde Valentina se dio cuenta de cuánto se había entrelazado su vida con la de Alessandro. A través de las callejuelas de Nápoles, en las texturas de la sfogliatella y el murmullo del Mar, había encontrado a alguien que resonaba con su alma de una manera que nunca antes había experimentado. Mientras terminaban sus platos, Valentina le mostró a Alessandro algunas de las fotografías que había tomado durante el día. Sus ojos recorrieron con atención cada imagen, y luego se encontraron con los de ella. —Tienes un don, — dijo él con sinceridad. —Capturas la esencia de las cosas, la belleza en los detalles. Valentina se sintió humilde ante sus palabras. —Gracias, — respondió. —Tus historias... siento como si me hubieras llevado a través del tiempo. Eres parte de esta ciudad, Alessandr
Alessandro escuchaba atentamente, y a pesar de su mirada apasionada y su sonrisa cálida, Valentina notó que siempre se mantuvo reservado sobre ciertos aspectos de su vida. Cada vez que el tema se desviaba hacia su trabajo o su pasado, él expertamente cambiaba de tema. Estaban sentados en un banco de piedra, frente a un antiguo edificio, cuando un hombre de aspecto severo, vestido con un traje impecable, se acercó a ellos. Valentina notó que su presencia emanaba autoridad, y cuando habló al oído de Alessandro, fue como si el aire se hubiera vuelto más pesado. El rostro de Alessandro cambió instantáneamente, su mirada se endureció y su mandíbula se tensó. Se levantó y miró a Valentina con una disculpa en sus ojos. —Debo irme. Mi chofer te llevará donde desees y te llamaré para encontrarnos después, — dijo en un tono que Valentina no había escuchado antes. Era autoritario, frío, y le recordó a los hombres que solía ve
Más tarde, esa noche, cuando su hermano se fue, Valentina se encontró hablando con Isabella en su sala, sumergida en los cojines de un sofá antiguo.— ¿Qué piensas sobre Alessandro?—, preguntó Valentina, jugueteando con un mechón de su cabello. Recordó la noche en la que se habían conocido. se encontraron en una noche animada en uno de los exclusivos eventos culturales que a menudo tenían lugar en Nápoles. El bullicio de la multitud, la música suave y las luces parpadeantes crearon el escenario perfecto para un encuentro casual.Alessandro, ataviado con un impecable traje oscuro que resaltaba su elegancia, se acercó a Isabella con una sonrisa cálida. Su cortesía y encanto inmediatamente cautivaron a Isabella, quien respondió con gracia y simpatía. Pero luego supo que A primera vista, eso le parecía a su am
*****El aire en el restaurante —L'Olivo— era denso con el aroma del ajo y el tomate, y una sinfonía de murmullos en italiano llenaba el espacio. Las paredes estaban adornadas con fotos enmarcadas de figuras icónicas de Nápoles, y el mobiliario de madera oscura añadía un aire de sofisticación. Los clientes disfrutaban de sus comidas bajo la luz tenue de lámparas de cristal. Entre ellos, Valentina y Alessandro estaban sentados en una mesa en la esquina, aislada, pero desde donde podían observar la totalidad del restaurante.Valentina notó cómo los demás clientes y el personal del restaur
Alessandro estaba preocupado por Valentina, hacía días que le escribía y la llamaba y ella no le respondía. Incluso llamó a su amiga Isabella, y ella le dijo que no sabía que le pasara algo. Que había hablado con ella ese mismo día y que le había dicho que estaba trabajando en su cuarto de revelado, y lo único que le pasaba era que se sentía un poco débil porque parecía que había pescado un resfriado.Él decidió entonces comprar Zuppa di pollo, perfecta para un resfriado. Le dijo a la nonna Ilia, su abuela, que la preparara para la mujer que había robado su corazón, y ella inmediatamente se puso manos a la obra. No solo le hizo la sopa, sino también unas galletas de avena manzana y arándano que le quedaban deliciosas. Pensó que sería la excusa perfecta para ir a verla. Porque sabía que algo andaba mal. Valentía
En la tenue luz que bañaba el apartamento de Valentina, Alessandro parecía un espectro. Sus hombros, normalmente tan altivos, estaban encorvados y su mirada era sombría. El aire era pesado con las palabras que aún no se habían dicho.Valentina estaba sentada frente a él, con los ojos llorosos y un nudo en la garganta. Ella había esperado este momento, pero ahora que estaba aquí, sentía que el mundo entero estaba sosteniendo la respiración con ella.Alessandro pasó los dedos por su cabello oscuro, un gesto de frustración y desesperación. Luego, con una voz tan suave como la brisa nocturna, comenzó a hablar.—Valentina, mi vida no ha sido sencilla, — dijo, y su acento italiano parecía más pronunciado, como si estuviera retrocediendo a un pasado lejano. —Hay cosas en las que me he visto envuelto,