POV SEBASTIANOEl silencio del cuarto de torturas era denso, roto únicamente por el sonido de las cadenas que mantenían a Umberto sujeto al suelo como el animal que era. Su respiración entrecortada llenaba el aire, mezclándose con el olor metálico de la sangre seca y el sudor.Me acerqué despacio, dejando que el eco de mis pasos resonara en la habitación. Cada paso era un recordatorio para él de lo inevitable, de lo que estaba por venir.—No sabes cuánto deseé este momento. —Mi voz era baja, cargada de un veneno que solo aumentaba su terror. Me detuve frente a él y me incliné ligeramente, observando su rostro destrozado. Los moretones y cortes eran un comienzo, pero no eran ni de cerca suficientes. —El deseo que tengo de verte morir… y antes de eso, de causarte el mayor de los dolores, es jodidamente enfermo.Intentó mover la cabeza, como si negar la realidad pudiera salvarlo. Su mirada temblaba, llena de terror puro, y eso me dio una satisfacción que no intenté ocultar.—¿Sabes lo qu
POV SEBASTIANOAun muerto, Umberto me seguía causando problemas. Era increíble cómo un hijo de puta podía complicarte incluso desde la tumba. Hoy debería estar en Estados Unidos con Mia, pero aquí estaba, atrapado en Italia, sumergido hasta el cuello en la mierda que él dejó atrás. Mis hombres aún no habían terminado de reunir toda la información: sus fuentes, sus aliados, sus operaciones. No podía irme sin cerrar ese tema completamente, sin asegurarme de que cada resquicio de su existencia fuera borrado del mapa.Estaba en mi despacho, con los papeles desparramados sobre el escritorio. El olor del café frío mezclado con el humo del cigarro que ardía en el cenicero llenaba el ambiente. El reloj marcaba las 10 de la mañana, pero ya estaba lo suficientemente irritado como para que parecieran las 10 de la noche tras un día de mierda.La puerta sonó. Levanté la vista de los informes con el ceño fruncido, apenas conteniendo las ganas de gritar.—¡Adelante! —espeté.Lo último que esperaba e
POV SEBASTIANOEl resto del día transcurrió con el constante zumbido de reuniones, papeles, llamadas y silencios incómodos en los pasillos de mi casa. Nadie se atrevía a hablar de lo que todos sabían: mi madre estaba aquí, y no para una visita cordial. La tensión era palpable, como una tormenta que aún no llegaba, pero cuyas nubes oscuras se acumulaban peligrosamente en el horizonte.Ya era tarde cuando volví a mi despacho, esperando al menos un momento de calma, pero apenas crucé la puerta, la vi. Allí estaba ella, sentada en una de las sillas frente a mi escritorio, su postura rígida y su mirada fija en mí como un cuchillo.—¿Otra vez tú? —solté con exasperación, cerrando la puerta detrás de mí.—Tenemos que hablar, Sebastiano —dijo, su tono implacable.—¿Sobre qué? —pregunté con sarcasmo, dejando caer mi cuerpo en la silla detrás del escritorio—. ¿Sobre cómo estás aquí en lugar de cuidar de tu preciosa vida en Roma? ¿O sobre cómo defiendes a una rata como Umberto?Ella ignoró mi co
POV SEBASTIANOMe quedé mirando la puerta cerrada, respirando profundamente, intentando contener la tormenta que se revolvía dentro de mí. Mi madre había cruzado un límite del que no había retorno. Defender a Umberto, exigir un lugar en nuestra cripta para alguien que ni siquiera llevaba nuestra sangre… Era una afrenta no solo a mí, sino a mi padre, al legado Lombardi que ambos habíamos construido con sangre, sudor y sacrificio.Me giré hacia la ventana, mirando la villa que se extendía bajo la noche. El mar a lo lejos parecía insignificante, como si reflejaran lo vacías que eran las palabras de mi madre. Ella había enterrado a mi padre con esas acciones, y ahora intentaba arrastrar el apellido Lombardi al barro.Golpeé la ventana con el puño, no lo suficientemente fuerte como para romper el vidrio, pero sí lo suficiente para sentir el impacto vibrar en mis huesos. El dolor físico era bienvenido. Distracción. Control.—¿Cómo carajo llegamos a esto? —murmuré en voz baja, mi respiración
POV MIAPOV MIAEl aire de Chicago tenía un toque gélido, incluso en pleno día, pero nada podía competir con el frío que había sentido en mi pecho desde que me despedí de Sebastiano en Italia. Pasaron seis días, y aunque sabía que él era un hombre ocupado, la espera comenzaba a volverse insoportable.Mi madre estaba descansando en una de las habitaciones de la casa que Sebastiano había comprado para ella. Era hermosa, como todo lo que él hacía. Amplia, luminosa, equipada con todo lo necesario para que mi mamá estuviera cómoda mientras se recuperaba del trasplante de riñón. Había una enfermera personal, incluso una terapeuta física. Él había pensado en todo, como siempre.Pero su ausencia era una sombra constante.Estaba en la cocina preparando un té para mi madre cuando sentí el peso de los últimos días caer sobre mí. Había pasado tanto tiempo reflexionando, buscando en mi corazón respuestas que no quería admitir. Había tomado una decisión. Sabía lo que quería, lo que necesitaba.Y er
POV MIAEl sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando abrí los ojos. La luz tenue pintaba la habitación de tonos dorados y cálidos, pero no era eso lo que captaba mi atención. Era el calor de su cuerpo junto al mío, su brazo fuerte y posesivo alrededor de mi cintura, como si incluso en sueños tuviera miedo de que me escapara.Sebastiano dormía profundamente, su rostro relajado pero aún marcado por la dureza que lo definía. En ese momento, parecía vulnerable, humano, casi como si el peso del mundo que cargaba sobre sus hombros no estuviera presente.No quise moverme, no quería romper la quietud que nos envolvía. Pero la realidad no tardó en colarse en mis pensamientos. Hoy sería el primer día de nuestra nueva realidad. Había decidido quedarme con él, luchar a su lado, pero eso no significaba que todo sería fácil.Me quedé observándolo un rato, memorizando cada línea de su rostro. Había tanto que quería preguntarle, tanto que aún necesitaba entender sobre este mundo en el
POV MIA—Quiero que volvamos a casa —susurró de repente—. Por favor.Sebastiano se relajó bajo mi toque, pero aún podía sentir la tensión en sus músculos. Sabía lo difícil que era para él ceder, especialmente cuando se trataba de algo tan íntimo como compartir su espacio. Pero ese simple "por favor" que había pronunciado significaba mucho más de lo que las palabras dejaban entrever.—Está bien —le respondí con suavidad, acariciando su rostro—. Volvamos a casa.Sus ojos oscurecidos con emoción encontraron los míos, y aunque no dijo nada más, su mirada lo decía todo. Me estaba permitiendo entrar en su mundo, en su vida, de una manera que no había hecho con nadie más.La casa que Sebastiano había comprado para mi madre era perfecta para su recuperación, pero nunca se sintió como nuestro hogar. Su insistencia en que yo estuviera allí mientras mi madre mejoraba era su forma de cuidar de ambas, pero ahora entendía que él también necesitaba cuidarse a sí mismo, y parte de eso implicaba tener
POV MIA—Gracias por traerme de vuelta —le respondí, poniéndome de puntillas para besarlo.Después de eso recibió una llamada, se disculpó y fue atenderla, mientras yo fui hasta la cocina y decidí que haría la cena para nosotros.Mientras Sebastiano hablaba por teléfono en su despacho, yo me dirigí a la cocina, un espacio amplio y moderno que siempre había admirado por su simplicidad y elegancia. Aunque todo parecía demasiado perfecto, casi como si nadie lo usara, había algo reconfortante en estar allí, tocando los utensilios y los ingredientes, como si pudiera transformar este lugar en un hogar real.Abrí el frigorífico, encontrándome con una selección impecable de alimentos frescos, cortes de carne perfectamente empaquetados y un surtido de verduras que lucían recién cosechadas. Me decidí por algo sencillo pero especial: un risotto de hongos, una receta que mi madre me había enseñado y que siempre lograba reconfortarme. Quería que Sebastiano sintiera un poco de esa calidez que yo as