RAMIROLa biblioteca estaba en silencio, el murmullo de las páginas pasando y el aroma del papel antiguo llenaban el aire. Me encontraba sentado frente a una mesa, absorto en un libro, aunque mi mente no estaba realmente allí. Era una tarde tranquila, casi demasiado tranquila, como si el mundo hubiera dejado de girar solo para darme un respiro.Fue entonces cuando escuché unos pasos suaves, casi inaudibles, pero lo suficiente para que mi atención se viera desviada. Levanté la vista y ahí estaba Damián, entrando en la biblioteca con su característica sonrisa, esa que siempre hacía que algo en mi pecho se acelerara. No pude evitar fijarme en la forma en que su mirada brillaba, como si hubiera algo que quería decirme pero no sabía por dónde empezar.—¿Ramiro? —su voz rompió el silencio, suave pero con una claridad que me hizo centrarme solo en él—. ¿Qué haces aquí tan solo?Intenté concentrarme en mi libro, en algo que me distrajera, pero no pude. Damián ya estaba cerca, y su presencia m
RAMIROCuando nos separamos, me giré hacia la puerta del aula, y fue entonces cuando la vi. Damián estaba allí, mirándonos desde la distancia, con una expresión seria en su rostro. Caminó hacia nosotros sin prisa, su mirada fija en nosotros. Algo en su porte me hizo sentir un cosquilleo en la piel.—¡Qué bonita pareja! —dijo, con sarcasmo en su tono, aunque no pude dejar de notar el destello de celos en sus ojos—. En verdad me encantaría tener un amor tan verdadero. Espero que la invites al campamento.Jazmin saltó de emoción ante la idea, como si no hubiera escuchado el tono de Damián.—¡Un campamento! ¡Sería perfecto! —dijo, con entusiasmo.Pero la expresión de Damián no cambió. Él no estaba sonriendo como Jasmin. Sus ojos seguían fijos en mí.—No te emociones, Jazmin —le dije de manera constante, con un tono que intentaba sonar firme, pero que no podía esconder la duda que crecía en mi interior—. No iré a ningún campamento este fin de semana. Tengo otros planes con mi familia.Ella
LAURASalir de casa fue más fácil de lo que esperaba. La mentira ya había sido dicha, y no había vuelta atrás. Nuestros padres creían que pasaríamos el fin de semana en la hacienda de la familia, lejos de cualquier distracción, sin señal y completamente seguros.Celina y yo nos aseguramos de que todo sonara creíble, y con una sonrisa despreocupada, salimos por la puerta como si nada. Pero en mi interior, la ansiedad se enredaba en mi pecho.Nos subimos a la camioneta de Martín, él al volante, yo a su lado, mientras Celina y Ramiro ocupaban los asientos traseros. Martín llevaba esa expresión de satisfacción que siempre ponía cuando lograba salirse con la suya. Para él, todo era una travesura emocionante, mientras que yo sentía que caminaba sobre una cuerda floja.El plan era simple: haríamos el recorrido hasta cierto punto, donde dejaríamos a Celina y Ramiro en la parada de autobuses. Ellos se encargarían de tomar otro camino hasta el campamento, mientras que Martín y yo continuaríamos
BRYANEl hospital estaba más silencioso de lo normal, pero en su cabeza todo era ruido.Bryan intentaba concentrarse en los informes, en las revisiones de los pacientes, en cualquier cosa que pudiera mantener su mente ocupada. Pero era imposible.Cada cosa le recordaba a Laura.El aroma de un perfume en el pasillo. La risa de una enfermera que, por un segundo, sonó como la de ella. Incluso el simple hecho de escuchar el nombre Martín en una conversación ajena hizo que su mandíbula se tensara.Porque él sabía.Sabía que Laura y Martín estaban juntos ese fin de semana en la hacienda.Sabía que le habían mentido a sus padres para cubrir a Ramiro y Celina, dándoles la coartada perfecta para irse al campamento sin sospechas.Joshiel se lo había confiado, casi en un tono de confesión, pidiéndole que prometiera no decir nada.—Por favor, Bryan. No armes un escándalo. Solo deja que las cosas sigan su curso —le había dicho Joshiel con un tono de súplica—. No es tu problema.Pero lo era.Porque
CELINAEl campamento estaba en pleno apogeo. Algunos de nuestros amigos se habían quedado en la casa de campo, mientras que otros, como nosotros, decidimos acampar cerca del lago. La noche era fresca, pero el calor de la fogata y la compañía lo hacían todo más llevadero. Josiel y yo habíamos decidido alejarnos un poco del grupo, buscando un momento de intimidad en medio de tanta diversión. La promesa de este viaje había sido clara: unos días sin reglas, donde todo podía pasar. Y yo, aunque nerviosa, estaba decidida a que esta noche fuera especial.Caminamos en silencio, solo acompañados por el sonido de los grillos y el crujir de las hojas bajo nuestros pies. Josiel llevaba una manta bajo el brazo, y yo un par de linternas que pronto apagamos, dejando que la luz de la luna nos guiara. Encontramos un claro cerca del lago, lo suficientemente lejos para tener privacidad, pero cerca como para escuchar el murmullo del agua. Él extendió la manta sobre la hierba, y nos sentamos, mirando el r
RAMIROEl aire en la habitación estaba cargado, casi podía sentirlo, como si las emociones no expresadas flotaran entre nosotros, pero fuéramos completamente conscientes de ellas. Damian cerró la puerta con cuidado, asegurándose de que nada de fuera pudiera interrumpir lo que estaba por suceder. La luz tenue que se filtraba por las cortinas proyectaba sombras que se deslizaban por las paredes, dándole al ambiente un toque de misterio.Yo estaba junto a la ventana, mirando al horizonte, pero sabía que no podía quedarme solo con mis pensamientos mucho más tiempo. Sentía la presencia de Damian detrás de mí, su cercanía era inevitable, pero por alguna razón, aún no me atrevía a girarme.Entonces, sentí la calidez de su mano en mi hombro, suave pero firme, como un ancla que me traía de vuelta al momento presente. Me volví lentamente, encontrándome con esos ojos de Damian, ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente, que entendían lo que no se decía.—Ramiro… —su voz sonó suave, c
LAURADespués de llegar a la hacienda, todo ha sido absolutamente maravilloso. Martín ha logrado hacerme vivir momentos que jamás imaginé. Cada día ha estado lleno de sorpresas, risas, y una calma que nunca había experimentado. El aire en la hacienda tiene algo especial, algo que te envuelve y te hace sentir como si el tiempo pasara más lentamente, permitiéndonos disfrutar de cada instante.El otro día, fuimos a pasear a caballo, y la sensación de estar junto a él, cabalgando entre los campos, fue tan liberadora. Nos reíamos sin preocupaciones, y el viento en mi rostro me hacía sentir más viva que nunca. Pero lo que más me sorprendió fue cómo, en esos momentos, Martín se mostraba diferente. Tan cercano, tan atento, como si quisiera compartir conmigo no solo su tiempo, sino también su mundo, su calma.Por la noche, miramos el cielo negro, cubierto de estrellas, y me tomó de la mano, como si no quisiera soltarme jamás. Nos quedamos ahí, en silencio, admirando ese mar de estrellas que br
LAURADespués de recoger a los mellizos, volvimos a casa. Viviana estaba allí, esperándonos con una sonrisa radiante. Se notaba que estaba feliz de vernos juntos, como en los viejos tiempos, como cuando éramos niños y no había nada que nos separara.—¡Por fin llegaron! —exclamó con entusiasmo—. Cuéntenme, ¿cómo les fue en la hacienda?Nos acomodamos en la sala y cada quien compartió su versión de los días que pasamos allí. Hablamos de los paseos a caballo, las noches estrelladas y la tranquilidad que se respiraba lejos de la ciudad.—Fue increíble estar con la familia —agregó Martín, mirándome con complicidad—. Creo que nos hacía falta desconectarnos un poco.Asentí con una sonrisa. Esos días habían sido perfectos, y aunque todavía sentía un torbellino de emociones en mi interior, estaba feliz.El cansancio era evidente en todos nosotros. Entre el viaje y los mellizos llenos de energía, lo último que queríamos era ir a la universidad ese día. Así que, sin pensarlo demasiado, decidimos