LAURASalir de casa fue más fácil de lo que esperaba. La mentira ya había sido dicha, y no había vuelta atrás. Nuestros padres creían que pasaríamos el fin de semana en la hacienda de la familia, lejos de cualquier distracción, sin señal y completamente seguros.Celina y yo nos aseguramos de que todo sonara creíble, y con una sonrisa despreocupada, salimos por la puerta como si nada. Pero en mi interior, la ansiedad se enredaba en mi pecho.Nos subimos a la camioneta de Martín, él al volante, yo a su lado, mientras Celina y Ramiro ocupaban los asientos traseros. Martín llevaba esa expresión de satisfacción que siempre ponía cuando lograba salirse con la suya. Para él, todo era una travesura emocionante, mientras que yo sentía que caminaba sobre una cuerda floja.El plan era simple: haríamos el recorrido hasta cierto punto, donde dejaríamos a Celina y Ramiro en la parada de autobuses. Ellos se encargarían de tomar otro camino hasta el campamento, mientras que Martín y yo continuaríamos
BRYANEl hospital estaba más silencioso de lo normal, pero en su cabeza todo era ruido.Bryan intentaba concentrarse en los informes, en las revisiones de los pacientes, en cualquier cosa que pudiera mantener su mente ocupada. Pero era imposible.Cada cosa le recordaba a Laura.El aroma de un perfume en el pasillo. La risa de una enfermera que, por un segundo, sonó como la de ella. Incluso el simple hecho de escuchar el nombre Martín en una conversación ajena hizo que su mandíbula se tensara.Porque él sabía.Sabía que Laura y Martín estaban juntos ese fin de semana en la hacienda.Sabía que le habían mentido a sus padres para cubrir a Ramiro y Celina, dándoles la coartada perfecta para irse al campamento sin sospechas.Joshiel se lo había confiado, casi en un tono de confesión, pidiéndole que prometiera no decir nada.—Por favor, Bryan. No armes un escándalo. Solo deja que las cosas sigan su curso —le había dicho Joshiel con un tono de súplica—. No es tu problema.Pero lo era.Porque
CELINAEl campamento estaba en pleno apogeo. Algunos de nuestros amigos se habían quedado en la casa de campo, mientras que otros, como nosotros, decidimos acampar cerca del lago. La noche era fresca, pero el calor de la fogata y la compañía lo hacían todo más llevadero. Josiel y yo habíamos decidido alejarnos un poco del grupo, buscando un momento de intimidad en medio de tanta diversión. La promesa de este viaje había sido clara: unos días sin reglas, donde todo podía pasar. Y yo, aunque nerviosa, estaba decidida a que esta noche fuera especial.Caminamos en silencio, solo acompañados por el sonido de los grillos y el crujir de las hojas bajo nuestros pies. Josiel llevaba una manta bajo el brazo, y yo un par de linternas que pronto apagamos, dejando que la luz de la luna nos guiara. Encontramos un claro cerca del lago, lo suficientemente lejos para tener privacidad, pero cerca como para escuchar el murmullo del agua. Él extendió la manta sobre la hierba, y nos sentamos, mirando el r
RAMIROEl aire en la habitación estaba cargado, casi podía sentirlo, como si las emociones no expresadas flotaran entre nosotros, pero fuéramos completamente conscientes de ellas. Damian cerró la puerta con cuidado, asegurándose de que nada de fuera pudiera interrumpir lo que estaba por suceder. La luz tenue que se filtraba por las cortinas proyectaba sombras que se deslizaban por las paredes, dándole al ambiente un toque de misterio.Yo estaba junto a la ventana, mirando al horizonte, pero sabía que no podía quedarme solo con mis pensamientos mucho más tiempo. Sentía la presencia de Damian detrás de mí, su cercanía era inevitable, pero por alguna razón, aún no me atrevía a girarme.Entonces, sentí la calidez de su mano en mi hombro, suave pero firme, como un ancla que me traía de vuelta al momento presente. Me volví lentamente, encontrándome con esos ojos de Damian, ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente, que entendían lo que no se decía.—Ramiro… —su voz sonó suave, c
LAURADespués de llegar a la hacienda, todo ha sido absolutamente maravilloso. Martín ha logrado hacerme vivir momentos que jamás imaginé. Cada día ha estado lleno de sorpresas, risas, y una calma que nunca había experimentado. El aire en la hacienda tiene algo especial, algo que te envuelve y te hace sentir como si el tiempo pasara más lentamente, permitiéndonos disfrutar de cada instante.El otro día, fuimos a pasear a caballo, y la sensación de estar junto a él, cabalgando entre los campos, fue tan liberadora. Nos reíamos sin preocupaciones, y el viento en mi rostro me hacía sentir más viva que nunca. Pero lo que más me sorprendió fue cómo, en esos momentos, Martín se mostraba diferente. Tan cercano, tan atento, como si quisiera compartir conmigo no solo su tiempo, sino también su mundo, su calma.Por la noche, miramos el cielo negro, cubierto de estrellas, y me tomó de la mano, como si no quisiera soltarme jamás. Nos quedamos ahí, en silencio, admirando ese mar de estrellas que br
LAURADespués de recoger a los mellizos, volvimos a casa. Viviana estaba allí, esperándonos con una sonrisa radiante. Se notaba que estaba feliz de vernos juntos, como en los viejos tiempos, como cuando éramos niños y no había nada que nos separara.—¡Por fin llegaron! —exclamó con entusiasmo—. Cuéntenme, ¿cómo les fue en la hacienda?Nos acomodamos en la sala y cada quien compartió su versión de los días que pasamos allí. Hablamos de los paseos a caballo, las noches estrelladas y la tranquilidad que se respiraba lejos de la ciudad.—Fue increíble estar con la familia —agregó Martín, mirándome con complicidad—. Creo que nos hacía falta desconectarnos un poco.Asentí con una sonrisa. Esos días habían sido perfectos, y aunque todavía sentía un torbellino de emociones en mi interior, estaba feliz.El cansancio era evidente en todos nosotros. Entre el viaje y los mellizos llenos de energía, lo último que queríamos era ir a la universidad ese día. Así que, sin pensarlo demasiado, decidimos
LAURAHabían pasado semanas desde la última vez que hablé con mi padre sobre Bryan. Esta vez, no podía evitar sentir que la conversación sería diferente.Mi padre me había citado en su estudio, un lugar que siempre había sido testigo de nuestras charlas más importantes. Al entrar, lo encontré sentado detrás de su escritorio, con una expresión seria pero comprensiva.—Siéntate, Laura —dijo, señalando la silla frente a él.Obedecí, sintiendo cómo mis manos se entrelazaban nerviosamente sobre mi regazo.—¿Qué sucede?—¿Has hablado con Bryan otra vez?—No, la última vez que hablamos se portó muy grosero, hiriente y me exiguo que lo deje en paz, que no lo busque más porque quería olvidarse de mí.—Bryan no ha estado bien últimamente. Ha estado distraído en el hospital, incumpliendo con sus funciones. Incluso lo he visto llegar ebrio algunas veces. Parece que ha perdido el rumbo, y no sé cómo ayudarlo. Ha cambiado, y no para bien. Parece que ha perdido la motivación, como si su futuro se le
LAURAMe quedé mirando la pantalla durante algunos segundos, intentando encontrar las palabras correctas. ¿Cómo podía ayudarlo sin volver a sumergirme en lo que fuimos? ¿Debía darle una respuesta o seguir adelante con mi vida?Tomé una decisión y comencé a escribir, tratando de ser lo más firme posible, aunque mi corazón latía con fuerza.“¿Podemos hablar?”El teléfono vibró. Mi corazón saltó un poco cuando vi su respuesta.“Lo que quiero es volver a besarte, tenerte entre mis brazos, hacerte recordar lo mucho que nos amamos. No puede ser posible que no recuerdes nuestro amor.”Esas palabras, tan llenas de desesperación, me golpearon como un martillazo. Podía ver en mi mente el rostro de Bryan, su mirada suplicante, sus promesas rotas. Sentí un nudo en el estómago.Apreté los dientes y guardé el teléfono, cerrando los ojos por un momento.Estaba a punto de entrar a mi habitación cuando mi teléfono comenzó a sonar insistentemente. Vi el nombre de Bryan en la pantalla y, sin pensarlo, l