RAMIROEl aire en la habitación estaba cargado, casi podía sentirlo, como si las emociones no expresadas flotaran entre nosotros, pero fuéramos completamente conscientes de ellas. Damian cerró la puerta con cuidado, asegurándose de que nada de fuera pudiera interrumpir lo que estaba por suceder. La luz tenue que se filtraba por las cortinas proyectaba sombras que se deslizaban por las paredes, dándole al ambiente un toque de misterio.Yo estaba junto a la ventana, mirando al horizonte, pero sabía que no podía quedarme solo con mis pensamientos mucho más tiempo. Sentía la presencia de Damian detrás de mí, su cercanía era inevitable, pero por alguna razón, aún no me atrevía a girarme.Entonces, sentí la calidez de su mano en mi hombro, suave pero firme, como un ancla que me traía de vuelta al momento presente. Me volví lentamente, encontrándome con esos ojos de Damian, ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente, que entendían lo que no se decía.—Ramiro… —su voz sonó suave, c
LAURADespués de llegar a la hacienda, todo ha sido absolutamente maravilloso. Martín ha logrado hacerme vivir momentos que jamás imaginé. Cada día ha estado lleno de sorpresas, risas, y una calma que nunca había experimentado. El aire en la hacienda tiene algo especial, algo que te envuelve y te hace sentir como si el tiempo pasara más lentamente, permitiéndonos disfrutar de cada instante.El otro día, fuimos a pasear a caballo, y la sensación de estar junto a él, cabalgando entre los campos, fue tan liberadora. Nos reíamos sin preocupaciones, y el viento en mi rostro me hacía sentir más viva que nunca. Pero lo que más me sorprendió fue cómo, en esos momentos, Martín se mostraba diferente. Tan cercano, tan atento, como si quisiera compartir conmigo no solo su tiempo, sino también su mundo, su calma.Por la noche, miramos el cielo negro, cubierto de estrellas, y me tomó de la mano, como si no quisiera soltarme jamás. Nos quedamos ahí, en silencio, admirando ese mar de estrellas que br
LAURADespués de recoger a los mellizos, volvimos a casa. Viviana estaba allí, esperándonos con una sonrisa radiante. Se notaba que estaba feliz de vernos juntos, como en los viejos tiempos, como cuando éramos niños y no había nada que nos separara.—¡Por fin llegaron! —exclamó con entusiasmo—. Cuéntenme, ¿cómo les fue en la hacienda?Nos acomodamos en la sala y cada quien compartió su versión de los días que pasamos allí. Hablamos de los paseos a caballo, las noches estrelladas y la tranquilidad que se respiraba lejos de la ciudad.—Fue increíble estar con la familia —agregó Martín, mirándome con complicidad—. Creo que nos hacía falta desconectarnos un poco.Asentí con una sonrisa. Esos días habían sido perfectos, y aunque todavía sentía un torbellino de emociones en mi interior, estaba feliz.El cansancio era evidente en todos nosotros. Entre el viaje y los mellizos llenos de energía, lo último que queríamos era ir a la universidad ese día. Así que, sin pensarlo demasiado, decidimos
LAURAHabían pasado semanas desde la última vez que hablé con mi padre sobre Bryan. Esta vez, no podía evitar sentir que la conversación sería diferente.Mi padre me había citado en su estudio, un lugar que siempre había sido testigo de nuestras charlas más importantes. Al entrar, lo encontré sentado detrás de su escritorio, con una expresión seria pero comprensiva.—Siéntate, Laura —dijo, señalando la silla frente a él.Obedecí, sintiendo cómo mis manos se entrelazaban nerviosamente sobre mi regazo.—¿Qué sucede?—¿Has hablado con Bryan otra vez?—No, la última vez que hablamos se portó muy grosero, hiriente y me exiguo que lo deje en paz, que no lo busque más porque quería olvidarse de mí.—Bryan no ha estado bien últimamente. Ha estado distraído en el hospital, incumpliendo con sus funciones. Incluso lo he visto llegar ebrio algunas veces. Parece que ha perdido el rumbo, y no sé cómo ayudarlo. Ha cambiado, y no para bien. Parece que ha perdido la motivación, como si su futuro se le
LAURAMe quedé mirando la pantalla durante algunos segundos, intentando encontrar las palabras correctas. ¿Cómo podía ayudarlo sin volver a sumergirme en lo que fuimos? ¿Debía darle una respuesta o seguir adelante con mi vida?Tomé una decisión y comencé a escribir, tratando de ser lo más firme posible, aunque mi corazón latía con fuerza.“¿Podemos hablar?”El teléfono vibró. Mi corazón saltó un poco cuando vi su respuesta.“Lo que quiero es volver a besarte, tenerte entre mis brazos, hacerte recordar lo mucho que nos amamos. No puede ser posible que no recuerdes nuestro amor.”Esas palabras, tan llenas de desesperación, me golpearon como un martillazo. Podía ver en mi mente el rostro de Bryan, su mirada suplicante, sus promesas rotas. Sentí un nudo en el estómago.Apreté los dientes y guardé el teléfono, cerrando los ojos por un momento.Estaba a punto de entrar a mi habitación cuando mi teléfono comenzó a sonar insistentemente. Vi el nombre de Bryan en la pantalla y, sin pensarlo, l
LAURAEl auto se detuvo frente a la casa de Bryan, y suspiré pesadamente. El trayecto había sido un torbellino de emociones, pero ahora venía la parte más difícil: sacarlo de allí sin caer en el abismo de nuestros recuerdos.Me estacioné lo más cerca de la puerta y bajé rápidamente. Rodeé el auto y abrí la puerta del copiloto.—Bryan, despierta —dije, dándole un suave empujón en el hombro.Él gruñó algo, apenas consciente, pero cuando intenté ayudarlo a levantarse, de repente sentí sus brazos rodearme con fuerza. En un instante, me atrajo hacia él, su cuerpo aún pesado por el alcohol, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios encontraron los míos.Intenté apartarme, pero su agarre era firme, desesperado.—Bryan, basta —murmuré contra sus labios, empujándolo con suavidad.—No… —susurró, con su aliento tibio impregnado de whisky—. Solo un momento más, Laura… solo déjame recordarlo.Con esfuerzo logré zafarme, y lo ayudé a salir del auto. Tropezó un poco, y tuve que sujetarlo para ev
LAURA—Fui a buscar a Bryan… estaba borracho… me pidió que fuera por él… y…No tuve que terminar.Martín se apartó de golpe, sus facciones endureciéndose.—¿Qué te hizo? —su tono cambió, se volvió frío, afilado como una cuchilla.Negué con la cabeza, pero él ya lo sabía. Lo vio en mi rostro, en mi miedo, en mis lágrimas.—¡¿Qué te hizo, Laura?!—Intentó… —mi voz se quebró, pero tragué el nudo en mi garganta y lo solté—. Intentó obligarme, Martín.El silencio que siguió fue sofocante.Martín cerró los puños, sus nudillos volviéndose blancos. Su respiración se volvió pesada, su pecho subía y bajaba con furia contenida.—Voy a matarlo —susurró.—No, Martín, por favor…—Voy. A. Matarlo.Dio un paso atrás, listo para irse, pero me aferré a su brazo con todas mis fuerzas.—No lo hagas, por favor… No quiero más problemas, solo quiero olvidar esto…—¿Olvidarlo? —espetó con rabia—. ¡Ese imbécil intentó hacerte daño y tú solo quieres olvidar?—Solo quiero estar contigo —le supliqué, las lágrima
MARTINDejé la cama de Laura muy temprano. Su respiración era tranquila, y su cuerpo, cubierto apenas por la sábana, aún conservaba los rastros de nuestra entrega. Me incliné para dejar un beso suave en sus labios antes de salir en silencio.En la cocina, el aroma del café llenaba el ambiente. Rodrigo ya estaba allí, con el ceño fruncido y las ojeras delatando su falta de sueño.—¿No dormiste? —pregunté mientras servía una taza.Rodrigo suspiró, frotándose la nuca con frustración.—No pude. Estuve dando vueltas al asunto y no puedo quedarme de brazos cruzados. Una parte de mí quiere escuchar su versión, culpar al alcohol… pero la otra solo quiere romperle la cara y echarlo del hospital.Me recargué en la encimera, sintiendo la ira latente en mi pecho.—Yo haría lo segundo —afirmé sin dudar—. Aunque Laura no quiere que se haga un escándalo.Rodrigo asintió lentamente, con los ojos fijos en su taza.—Debo hablar con él y recordarle que Laura ya no es suya, que no debe acercarse.Solté u