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Capítulo 3: De armas tomar.

1 años antes...

Alessandro se encontraba en su habitación, esperando que su nuevo entretenimiento fuera entregado, cuando escuchó un par de golpes en la puerta.

— Adelante — autorizo, de inmediato la puerta, de dos alas; se abrió, alguien desde el exterior había empujado a una mujer adentro, vestida con un suave vestido blanco al estilo griego que llegaba hasta el suelo, con un pronunciado escote en V — vaya... que cambio — admitió observándola, su cabello castaño perfectamente arreglado en suaves rizos que caían sobre sus hombros y en su espalda, la piel pálida y cremosa que incitaba a ser tocada, libre de todo ese lodo y sangre la mujer era hermosa; a pesar de estar cubierta de algunos arañazos y moretones.

Alessandro se acercó a ella, pasando su dedo índice por el brazo femenino; dónde había la clara marca de unos dedos que la habían sujetado con demasiada fuerza. Frunció el ceño, odiaba que tocarán lo que era suyo.

— ¿De dónde eres? — demando saber.

— Sicilia — respondió como si nada, su mirada estaba fija en el hombro frente a ella, el cual estaba sin camisa. Era alto, alrededor de un metro noventa, de piel pálida; ojos azules y cabello claro.

— ¿Cómo terminaste entre la mercancía de mi padre? — Indago.

— Alguien debía pagar una deuda y yo fui el pago — respondió amargamente. No olvidaría la traición que la había llevado hasta ese lugar.

— A partir de ahora serás mi mujer — la sujeto de la barbilla para obligarla a alzar la cara y mirarlo directamente a los ojos — más nadie puede tocarte. ¿Entendido?.

— Entendido — respondió con simpleza, parecía tan tranquila que para Alessandro resultaba perturbador.

— ¿Tienes miedo? — Indago, acercándose un más a ella, hasta el punto de quedó acorralada entre la puerta y su fornido cuerpo.

— ¿Debería tenerlo? — preguntó ella, él colocó su mano entre su cuello y barbilla de forma posesiva.

— No seré amable contigo — aseguro antes de unir sus labios a los ajenos en un beso hambriento. Su lengua invadió la boca femenina en el momento en que sus labios se entre abrieron ligeramente.

Alessandro apoyo su brazo libre contra la puerta, por sobre la cabeza de Ariadne apegándose aún más a ella mientras se deleitaba con cada centímetro de su boca.

— Ahora eres mía — le susurro, girándola en un ágil movimiento, quedando ella con el pecho contra la puerta; sintiendo el fuerte pecho de Alessandro pegado a su espalda — si alguien más se atreve a tocarte lo mataré — aseguro, hablando muy cerca de su oído, con su mano derecha apartó los mechones de cabello de la chica para tener acceso libre a su cuello, depositando besos en su sensible piel; la respiración de Ariadne era irregular mientras sentía como la mano libre de Alessandro apartaba la tela de su vestido, perdiéndose entre los pliegues hasta conseguir su objetivo.

Jadeo en el momento en que los dedos de Alessandro comenzaron a acariciar ese lugar prohibido e íntimo.

— Te calientas tan rápido... eso me encanta — le dijo entre un gruñido de deseo, solo sentir la calidez que crecía entre las piernas femeninas le hacía enloquecer, deseando tomarla sin piedad, dejándose guiar por su instinto salvaje.

Las fuertes manos masculinas se desviaron hacia la espalda de la chica, rasgando la frágil tela del vestido para deshacerse de él, dejando que cayera en un charco a los pies de la mujer.

Se alejó de ella para contemplar su desnudes, su piel tersa era tan provocativa que deseaba marcarla con sus besos y sus mordidas.

La tomo entre sus brazos arrojando a la cama, ella dejo escapar un leve grito de sorpresa ante la inesperada acción, sorpresa que fue sustituida rápidamente por la vergüenza en el momento en que Alessandro tomo una de sus piernas; dejándola totalmente expuesta ante su vista.

— Te haré gritar hasta que no puedas más — aseguro comenzando a dejar un camino de besos por su pierna hasta llegar a la parte interna de sus muslos, dónde dejo suaves mordidas que la hicieron retorcerse en su lugar a causa de la abrumadora sensación — ha, ha... eso sí que no — reprendió cuando ella intento cerrar las piernas ante las caricias que le daba, con un suave movimiento separó las piernas de la muchacha una vez más, se inclinó sobre ella para darle un suave beso y susurrarle al oído — quiero escucharte gritar mi nombre...

Comenzó a besar su cuello, bajando lentamente por sus clavículas hasta llegar a su pecho; jugo con el sonrojado pezón de uno de ellos, haciéndola jadear... lentamente fue continuando su camino, besando el valle entre sus senos, sus costillas, su abdomen, pasando por su ombligo hasta encontrar tan ansiado lugar que era su destino...

Si... esa noche la hizo gritar su nombre, en más de una forma...

Unas horas después las empleadas llegaron a cambiar las sábanas de la habitación y a arreglar a la muchacha por órdenes de su joven amo.

— Eres muy afortunada — le aseguro una mujer de mediana edad, mientras le lavaba el cabello estando dentro de la bañera, Ariadne guardo silencio; como si hubiera jurado no abrir la boca nunca más o como si no confiera en absolutamente nadie en ese lugar — el amo Alessandro muy poco, toma mujeres de la mercancía de su padre. Si te portas bien, te cuidara bien; si eres rebelde te irá mal... no serías la primera que muere en manos de uno de los amos...

Ariadne le dedicó una mirada gélida que hizo temblar a la mujer, por un momento sintió que miraba a un cuerpo sin alma; un demonio escondido en el cuerpo de una mujer.

Sin decir más arreglaron a la chica con un vestido elegante en color negro, de espalda descubierta, su cabello lo recogieron en una coleta alta, la maquillaron para finalmente llevarla ante la presencia de su amo. Quien se encontraba en la gran sala de estar, sentado en el sofá con los brazos extendidos en el respaldo. Discutiendo con un enorme tipo.

— Mataste a mi hermano por una simple puta — le reprochaba el hombre.

— Perdió la vida a causa de su traición, las reglas son muy claras: la traición se paga con sangre — respondió Alessandro sin mostrar emoción alguna.

— Yo haré justicia con mis propias manos — en un ataque de rabia el hombre saco un arma apuntando al muchacho — me importa una m****a que seas el hijo del jefe.

Alessandro sonrió con superioridad, el tipo no entendía porque parecía estar tan tranquilo, hasta que escucho como el seguro de un arma era liberado detrás de su cabeza.

— Yo tu bajaría esa arma. ¿Cómo te atreves a amenazar a tu amo? — al mirar sobre su hombro vio a una mujer apuntándole a la cabeza.

La sonrisa del rostro de Alessandro no se borraba, aunque se había sorprendido cuando la mujer tomo el arma de uno de los guardaespaldas con un ágil movimiento, lo había disimulado muy bien.

— Yo si se elegir muy bien a quien siento a mi lado — aseguro Alessandro — te recomiendo que bajes el arma... — señaló hacia los hombres que ingresaban armados contra la amenaza, se puso de pie acercándose al sujeto — no cometas los mismos errores que tú hermano — le sujeto la mano arrebatándole el arma — lárgate.

Ordeno pasando junto al hombre para dirigirse hacia el comedor, había decidido ignorar el atentado ya que esa noche se sentía generoso hasta que escucho el sonido de un disparo.

— La mala hierba se debe eliminar de raíz — aseguro Ariadne, entregando el arma al hombre a quien se la había robado, Alessandro observó el cuerpo sin vida de aquel que se había atrevido a amenazarlo cuya vida había sido cobrada por la mujer — se han manchado mis zapatos... que lastima — se lamentó la muchacha, alejándose del cuerpo para apoyarse de Alessandro para quitar sus zapatos manchados de sangre, los sostuvo por los tirante y se los entregó al hombre — Que tal si mandas a qué me traigan otro par — sugirió, guiñándole un ojo antes de comenzar a caminar lejos de la sala.

Alessandro chasqueo los dedos y de inmediato una mujer del personal tomo los tacones de entre sus manos y se marchó, observó la espalda de Ariadne como se alejaba de él y no pudo evitar cuestionarse ¿cuántos secretos estaría escondiendo esa mujer?.

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