1 años antes...
Alessandro se encontraba en su habitación, esperando que su nuevo entretenimiento fuera entregado, cuando escuchó un par de golpes en la puerta. — Adelante — autorizo, de inmediato la puerta, de dos alas; se abrió, alguien desde el exterior había empujado a una mujer adentro, vestida con un suave vestido blanco al estilo griego que llegaba hasta el suelo, con un pronunciado escote en V — vaya... que cambio — admitió observándola, su cabello castaño perfectamente arreglado en suaves rizos que caían sobre sus hombros y en su espalda, la piel pálida y cremosa que incitaba a ser tocada, libre de todo ese lodo y sangre la mujer era hermosa; a pesar de estar cubierta de algunos arañazos y moretones. Alessandro se acercó a ella, pasando su dedo índice por el brazo femenino; dónde había la clara marca de unos dedos que la habían sujetado con demasiada fuerza. Frunció el ceño, odiaba que tocarán lo que era suyo. — ¿De dónde eres? — demando saber. — Sicilia — respondió como si nada, su mirada estaba fija en el hombro frente a ella, el cual estaba sin camisa. Era alto, alrededor de un metro noventa, de piel pálida; ojos azules y cabello claro. — ¿Cómo terminaste entre la mercancía de mi padre? — Indago. — Alguien debía pagar una deuda y yo fui el pago — respondió amargamente. No olvidaría la traición que la había llevado hasta ese lugar. — A partir de ahora serás mi mujer — la sujeto de la barbilla para obligarla a alzar la cara y mirarlo directamente a los ojos — más nadie puede tocarte. ¿Entendido?. — Entendido — respondió con simpleza, parecía tan tranquila que para Alessandro resultaba perturbador. — ¿Tienes miedo? — Indago, acercándose un más a ella, hasta el punto de quedó acorralada entre la puerta y su fornido cuerpo. — ¿Debería tenerlo? — preguntó ella, él colocó su mano entre su cuello y barbilla de forma posesiva. — No seré amable contigo — aseguro antes de unir sus labios a los ajenos en un beso hambriento. Su lengua invadió la boca femenina en el momento en que sus labios se entre abrieron ligeramente. Alessandro apoyo su brazo libre contra la puerta, por sobre la cabeza de Ariadne apegándose aún más a ella mientras se deleitaba con cada centímetro de su boca. — Ahora eres mía — le susurro, girándola en un ágil movimiento, quedando ella con el pecho contra la puerta; sintiendo el fuerte pecho de Alessandro pegado a su espalda — si alguien más se atreve a tocarte lo mataré — aseguro, hablando muy cerca de su oído, con su mano derecha apartó los mechones de cabello de la chica para tener acceso libre a su cuello, depositando besos en su sensible piel; la respiración de Ariadne era irregular mientras sentía como la mano libre de Alessandro apartaba la tela de su vestido, perdiéndose entre los pliegues hasta conseguir su objetivo. Jadeo en el momento en que los dedos de Alessandro comenzaron a acariciar ese lugar prohibido e íntimo. — Te calientas tan rápido... eso me encanta — le dijo entre un gruñido de deseo, solo sentir la calidez que crecía entre las piernas femeninas le hacía enloquecer, deseando tomarla sin piedad, dejándose guiar por su instinto salvaje. Las fuertes manos masculinas se desviaron hacia la espalda de la chica, rasgando la frágil tela del vestido para deshacerse de él, dejando que cayera en un charco a los pies de la mujer. Se alejó de ella para contemplar su desnudes, su piel tersa era tan provocativa que deseaba marcarla con sus besos y sus mordidas. La tomo entre sus brazos arrojando a la cama, ella dejo escapar un leve grito de sorpresa ante la inesperada acción, sorpresa que fue sustituida rápidamente por la vergüenza en el momento en que Alessandro tomo una de sus piernas; dejándola totalmente expuesta ante su vista. — Te haré gritar hasta que no puedas más — aseguro comenzando a dejar un camino de besos por su pierna hasta llegar a la parte interna de sus muslos, dónde dejo suaves mordidas que la hicieron retorcerse en su lugar a causa de la abrumadora sensación — ha, ha... eso sí que no — reprendió cuando ella intento cerrar las piernas ante las caricias que le daba, con un suave movimiento separó las piernas de la muchacha una vez más, se inclinó sobre ella para darle un suave beso y susurrarle al oído — quiero escucharte gritar mi nombre... Comenzó a besar su cuello, bajando lentamente por sus clavículas hasta llegar a su pecho; jugo con el sonrojado pezón de uno de ellos, haciéndola jadear... lentamente fue continuando su camino, besando el valle entre sus senos, sus costillas, su abdomen, pasando por su ombligo hasta encontrar tan ansiado lugar que era su destino... Si... esa noche la hizo gritar su nombre, en más de una forma... Unas horas después las empleadas llegaron a cambiar las sábanas de la habitación y a arreglar a la muchacha por órdenes de su joven amo. — Eres muy afortunada — le aseguro una mujer de mediana edad, mientras le lavaba el cabello estando dentro de la bañera, Ariadne guardo silencio; como si hubiera jurado no abrir la boca nunca más o como si no confiera en absolutamente nadie en ese lugar — el amo Alessandro muy poco, toma mujeres de la mercancía de su padre. Si te portas bien, te cuidara bien; si eres rebelde te irá mal... no serías la primera que muere en manos de uno de los amos... Ariadne le dedicó una mirada gélida que hizo temblar a la mujer, por un momento sintió que miraba a un cuerpo sin alma; un demonio escondido en el cuerpo de una mujer. Sin decir más arreglaron a la chica con un vestido elegante en color negro, de espalda descubierta, su cabello lo recogieron en una coleta alta, la maquillaron para finalmente llevarla ante la presencia de su amo. Quien se encontraba en la gran sala de estar, sentado en el sofá con los brazos extendidos en el respaldo. Discutiendo con un enorme tipo. — Mataste a mi hermano por una simple puta — le reprochaba el hombre. — Perdió la vida a causa de su traición, las reglas son muy claras: la traición se paga con sangre — respondió Alessandro sin mostrar emoción alguna. — Yo haré justicia con mis propias manos — en un ataque de rabia el hombre saco un arma apuntando al muchacho — me importa una m****a que seas el hijo del jefe. Alessandro sonrió con superioridad, el tipo no entendía porque parecía estar tan tranquilo, hasta que escucho como el seguro de un arma era liberado detrás de su cabeza. — Yo tu bajaría esa arma. ¿Cómo te atreves a amenazar a tu amo? — al mirar sobre su hombro vio a una mujer apuntándole a la cabeza. La sonrisa del rostro de Alessandro no se borraba, aunque se había sorprendido cuando la mujer tomo el arma de uno de los guardaespaldas con un ágil movimiento, lo había disimulado muy bien. — Yo si se elegir muy bien a quien siento a mi lado — aseguro Alessandro — te recomiendo que bajes el arma... — señaló hacia los hombres que ingresaban armados contra la amenaza, se puso de pie acercándose al sujeto — no cometas los mismos errores que tú hermano — le sujeto la mano arrebatándole el arma — lárgate. Ordeno pasando junto al hombre para dirigirse hacia el comedor, había decidido ignorar el atentado ya que esa noche se sentía generoso hasta que escucho el sonido de un disparo. — La mala hierba se debe eliminar de raíz — aseguro Ariadne, entregando el arma al hombre a quien se la había robado, Alessandro observó el cuerpo sin vida de aquel que se había atrevido a amenazarlo cuya vida había sido cobrada por la mujer — se han manchado mis zapatos... que lastima — se lamentó la muchacha, alejándose del cuerpo para apoyarse de Alessandro para quitar sus zapatos manchados de sangre, los sostuvo por los tirante y se los entregó al hombre — Que tal si mandas a qué me traigan otro par — sugirió, guiñándole un ojo antes de comenzar a caminar lejos de la sala. Alessandro chasqueo los dedos y de inmediato una mujer del personal tomo los tacones de entre sus manos y se marchó, observó la espalda de Ariadne como se alejaba de él y no pudo evitar cuestionarse ¿cuántos secretos estaría escondiendo esa mujer?.Ver cómo el agua corría mezclada con la sangre de Ariadne solo hacía que su rabia aumentará cada vez más. ¿Cómo su padre se había atrevido a traicionarlo de esa manera?, le acababa de arrebatar lo que más amaba en la vida, no le importaba poner La 'Ndrangheta de cabeza solo por estar junto a ella y ahora Enzo se la había arrebatado de la manera más cruel posible.Cerró el agua de la ducha, sintiendo como una nueva convicción surgía dentro de él, Enzo Cassiano quería guerra, eso iba a obtener; con sus actos acababa de despertar un monstruo sediento de venganza que no descansaría hasta verlo pudriéndose en las llamas del infierno, no sin antes arrebatarle todo lo que amaba, todo por lo que había trabajado durante años.Él se encargaría de quitarle todo, de dejarlo en la absoluta miseria hasta que se arrastrara hacia sus pies para pedir clemencia. Olvidaría que Enzo era su padre así como ese hombre había olvidado que él era su hijo haciéndolo pasar por tal dolor desgarrador.No tardó muc
Los gritos resonaban por todo el lugar, una bodega abandonada, mugrosa y solitaria era el escenario perfecto para una tortura; para hacer pagar a sus enemigos con sangre todo el daño que le habían hecho. Habían pasado exactamente dos años desde aquel fatídico día donde Ariadne había perdido la vida frente a sus ojos, dónde Enzo y sus cómplices la habían torturado, haciéndola sufrir la peor de las miserias hasta que no quedó nada de ella. La habían quebrado emocionalmente antes de que su cuerpo colapsara alcanzando la liberación de la muerte. Dos años desde que había acordado una sociedad con Gianfranco Salvatore, dos años de que las agujas del reloj habían comenzado a moverse marcando el comience del fin, de una sentencia de muerte y dolor. — ¡Por favor, no me mates! — rogaba aquel hombre atado a una silla, su ropa sucia, la sangre pegada a su piel, un ojo hinchado a causa de los golpes eran todo el panorama que representaba. — ¿Que no te mate? — Alessandro jalo el cabello de aque
— Ariadne — una vez más pronuncio su nombre, aunque ni siquiera estaba seguro de que en realidad fuera ella, observó como la mujer apretaba sus manos en puños; ni siquiera sabía si realmente se trataba de Ariadne y ya su corazón estaba latiendo frenético.— No me toques — pidió la mujer, esa voz... a pesar de haber hablado en un tono de voz apenas audible pudo reconocer esa voz de inmediato.— ¿Por qué?, ¿por qué no volviste a mi durante estos dos años? — finalmente expreso sus dudas en voz alta — ¡Llevo dos años pensando que estabas muerta!.— De alguna forma lo he estado — respondió finalmente girándose, quedando frente a frente, ella se quitó el antifaz y la peluca, dejando caer su cabello castaño claro que ahora había cortado por los hombros, Alessandro noto que el brillo en su mirada había desaparecido; siendo reemplazado por la tristeza.— Ariadne... ven conmigo ¿sí?, vamos a mi casa y hablemos calmadamente — extendió su mano hacia ella, con la esperanza de que ella la tomara y
No supo cuánto tiempo estuvo así, sosteniendo a Ariadne entre sus brazos mientras está lloraba hasta que finalmente logró calmarse, era tan raro verla así, tan frágil, tan vulnerable... en su mente aún permanecía la imagen de la Ariadne de la que se enamoró, aquella mujer que muy poco había visto llorar, aquella mujer a la que no le temblaba el pulso para sostener un arma y acabar con la vida de sus enemigos.Está nueva Ariadne era la que había quedado después de la traición de Enzo, seguramente era el resultado de dos años llenos de sufrimiento e impotencia, era la imagen de una madre con el corazón roto por la ausencia de su hijo pero Alessandro sabía que debajo de todas esas capaz de fragilidad aguardaba una mujer llena de determinación que sería capaz de hacer hasta lo imposible por tener a su hijo entre sus brazos una vez más.La ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la mansión sin mencionar palabra alguna, al ingresar se encontraron con un grupo de hombre esperando inst
El regreso a casa de Alessandro fue increíblemente tenso, en la camioneta principal los ojos no dejaban de estar fijos sobre Ariadne, quien parecía no percatarse de la situación mientras observaba tranquilamente por la ventana del auto.Ninguno de los presentes, a excepción de Alessandro; la conocía por lo que tenían sus reservas hacia la chica; no era usual ver a una mujer capaz de asesinar a sangre fría como ella acababa de hacerlo y mucho menos usando un arma blanca en lugar de un arma de fuego. Sin duda había que tener cuidado con esa mujer sino querían terminar perdiendo la vida en sus manos.Al llegar a la mansión Ariadne fue la primera en bajar del auto y perderse en los pasillos, Giovanni detuvo a Alessandro sujetándole del brazo.— ¿Confías en ella? — Indago, como hombre de confianza de Alessandro; su deber era mantenerlo a salvó, advertirlo de ciertos peligros o situaciones y esa mujer Ariadne Moretti gritaba peligro con cada una de las células de su cuerpo. Giovanni tenía l
Él va y ven de dos cuerpos que se entregan en un encuentro desenfrenado, el deseo a flor de piel haciendo estragos como si el tiempo no hubiera pasado, los jadeos y gemidos invadiendo la habitación ante la pasional entrega.— Nunca seré dulce contigo — le susurro al oído, ella sonrió con picardía, Alessandro la apego contrato la pared, haciendo que sintiera la frialdad chocar contra su pecho desnudo.— ¿En qué momento te he pedido que seas dulce conmigo? — cuestiono con picardía. En respuesta Alessandro beso la piel de su cuello, hasta llegar al lóbulo de su oreja, provocando que Ariadne dejara escapar un sonoro gemido.— Todos te van a escuchar — susurro, pasando su lengua por la sensible piel de la oreja ajena.— Que escuchen y se mueran de la envidia — respondió con descaro, una de las manos de Alessandro comenzó a jugar con el sonrosado pezón femenino mientras que la otra se perdía entre los muslos de tersa piel. Ariadne gimió cuando sintió los dedos de Alessandro jugar con su int
La oscuridad se había apoderado del horizonte, la luna llena se encontraba en su máximo punto... en un apartamento de la gran ciudad la penumbra era quien dominaba.Una figura masculina abrió la puerta, adentrándose en su hogar mientras encendía un puro, ni siquiera se molestó en encender alguna luz; conocía ese lugar como la palma de su mano o al menos eso le gustaba creer.— Hola Stefan — una voz femenina perturbo el silencio del lugar, haciendo que el hombre diera un brinco en su lugar; girándose a buscar el origen de aquella voz mientras su corazón latía apresurado, preso del miedo. Rápidamente apunto con su arma hacia las sombras — por Dios baja esa arma — continuo la voz femenina, seguidamente se escuchó el sonido de un latigazo rompiendo en el aire, Stefan sintió como la piel de su mano ardía a causa del golpe que recibió con la pieza de cuero.— ¿Quien anda ahí? — preguntó, retrocediendo un par de pasos.— ¿Ya no reconoces mi voz?, y pensar que en algún momento de tu vida me j
La cabeza le dolía, sentía que en cualquier momento su cerebro iba a explotar, seguramente a causa de alguna droga que debió haberle dado su padre... su padre. ¡Ese desgraciado! ¿Cómo se había atrevido a traicionarlo de esa manera?.Abrió los ojos con dificultad; sus párpados pesaban y la luz parecía estarlo cegando.— Al fin has despertado, mío figlio — la voz de su padre lo hizo reaccionar, sus ojos se posaron en la figura femenina atada en una silla frente a él.— ¡Suéltala!. ¡No te atrevas a ponerle un solo dedo encima! — grito, forcejeando con las ataduras que lo mantenían firmemente pegado a la silla.— Te lo advertí, Alessandro. Con la mercancía no se juega... te dije una y otra vez que no permitiría a una siciliana en mi familia — sujeto el rostro de la mujer, quien estaba amordazada, mirándolo con claro horror en sus ojos — te di un año para deshacerte de ella y estás son las consecuencia de no obedecer.Ella quería gritar... sus gritos amortiguados por aquella mordaza se cla