Los gritos resonaban por todo el lugar, una bodega abandonada, mugrosa y solitaria era el escenario perfecto para una tortura; para hacer pagar a sus enemigos con sangre todo el daño que le habían hecho.
Habían pasado exactamente dos años desde aquel fatídico día donde Ariadne había perdido la vida frente a sus ojos, dónde Enzo y sus cómplices la habían torturado, haciéndola sufrir la peor de las miserias hasta que no quedó nada de ella. La habían quebrado emocionalmente antes de que su cuerpo colapsara alcanzando la liberación de la muerte. Dos años desde que había acordado una sociedad con Gianfranco Salvatore, dos años de que las agujas del reloj habían comenzado a moverse marcando el comience del fin, de una sentencia de muerte y dolor. — ¡Por favor, no me mates! — rogaba aquel hombre atado a una silla, su ropa sucia, la sangre pegada a su piel, un ojo hinchado a causa de los golpes eran todo el panorama que representaba. — ¿Que no te mate? — Alessandro jalo el cabello de aquel hombre, obligándole a inclinar la cabeza hacia atrás — ¿tú te detuviste cuando ella suplico que no la lastimaras?, ¿cuándo te suplico que no la tocaras?, no ¿verdad?... esto no es nada comparado con lo que ella sufrió — la rabia estaba plasmada en la voz de Alessandro, quien se alejó, haciendo una señal con su mano, de inmediato uno de sus hombre se acercó a su víctima, sosteniendo una pinza entre sus manos. — ¿Cuál debería sacar ahora? — se preguntó el hombre sonriendo con malicia, antes de inclinarse y arrancar una de las uñas de la mano derecha del hombre atado, de un solo movimiento mientras un nuevo grito resonaba por el lugar. — Tan piedad de mi... te lo suplico, tengo familia — lloro el hombre atado, antes de que dejarán caer un chorro de alcohol sobre su nueva herida, sintió como ardía de inmediato, quemando su piel maltratada. — Cuéntame... ¿dónde puedo encontrar a Ludovico Petrovich? — Indago Alessandro, de pie frente a su víctima. — No lo sé, nadie sabe su ubicación... por favor déjame ir — rogó una vez más aquel maltratado hombre, Alessandro puso los ojos en blanco; era increíble como al ser reducidos a nada menos que basura, podían suplicar misericordia cuando ellos nunca habían conocido el significado de aquella palabra. ¡No eran más que escoria!. — Ya saben que hacer — dijo a sus hombres, quienes sonrieron con malicia antes de continuar con sus labores de tortura. ¿Cuánto más aguantaría aquel hombre?, no lo sabía y realmente le importaba muy poco. Era el tercer nombre que tachaba de su lista, en el transcurso de dos años era el tercer hombre con el que acababa, estaba llevando una venganza lenta y dolorosa; dejando lo mejor para el final: la muerte de Enzo Cassiano. Aquel a qué un día había admirado y respetado como su padre, como su mentor. — Alessandro. El cargamento proveniente de Colombia ha sido entregado con éxito — informo Giovanni, mano derecha de Alessandro. — Perfecto, esperemos que la mercancía de Bruselas también sea entregada sin inconvenientes — opino Alessandro, frunció el ceño al notar la expresión de preocupación que surcaba las facciones de su amigo — ¿Qué ocurre?. — Nuestros hombre han detectado un nuevo cargamento que Enzo está moviendo de un lugar a otro, al menos de unas 15 mujeres — anunció, de inmediato las facciones de Alessandro mutaron, durante los últimos dos años se había encargado de apoderarse de las principales rutas y negocios de La 'Ndrangheta, excepto esa área pero si procuraba mantenerse al tanto y si podía intervenir con los cargamento para liberar a esas mujeres lo haría. — Maldición — su mal humor acababa de aumentar a niveles inexplicables — no nos dará tiempo de intervenir. — Hay algo más — Giovanni le extendió un papel — te ha llegado una nueva nota... está vez una dirección — informo, Alessandro tomo la nota leyendo aquello que decía. — Aseguran que allí encontraré a mi ángel caído... ¡Va, solo es basura!... Seguramente es Enzo intentando que caiga en una trampa — concluyó, deshaciéndose del papel. — No estaría mal echar un vistazo al lugar, estuve averiguando y parece ser un club clandestino, ya sabes... esos a los que tú padre entrega mujeres — Giovanni era eficiente como mano derecha, por lo que antes de dar cualquier informe procuraba tener todos los detalles posibles — podríamos visitarlo — miro su reloj de muñeca — aún tenemos tiempo. — Bien, reúne a 3 de los mejores hombres y partamos de inmediato — pidió, mientras limpiaba la sangre que manchaba sus manos para poder colocar sus guantes de cuero negro. En pocos minutos los cinco estuvieron rumbo a aquella dirección, el local quedaba oculto entre edificios, sin duda era un lugar de difícil acceso al que no podían llegar a menos que fueran invitados; de lo contrario era casi imposible notar que ese local estaba allí. Ingresaron con cautela, Alessandro hizo señas a sus hombres para que se movieran por el lugar, el cual estaba poco iluminado gracias a las luces neón que alternaban su color entre rojo y verde; había un sin número de figuras, en su mayoría masculinas, bebiendo, gritando y arrojando fajos de billetes a la protagonista el espectáculo que se llevaba a cabo esa noche, era una mujer de silueta marcada y provocativa; la cual se movía por el escenario con gran naturalidad, bailando al ritmo de la música, realizando movimiento provocativos que no hacían más que causar euforia en el público. A causa de la poca iluminación no podía detallar su atuendo pero parecía llevar botas de tacón de aguja, exageradamente altas y su vestimenta dejaba muy poco a la imaginación; sobre todo cuando se arrancó la falta de tipo escolar, arrojándola al público. Alessandro, como todos los presentes, se sentía cautivado por aquella mujer misteriosa, sin poder apartar la mirada de ella; hasta que el espectáculo termino y las luces claras fueron encendidas, la mujer estaba de espalda; mirando sobre su hombro... de inmediato sus ojos se cruzaron con la mirada de Alessandro y ambos quedaron estáticos en su lugar. Esos ojos azules claros como el cielo despejado, enmarcados por espesas pestañas... estaba seguro que conocía muy bien esa mirada, a pesar de no poder apreciar su rostro gracias a qué llevaba un antifaz sentía que la conocía y muy bien, se movió con rapidez entre la multitud, intentando llegar hacia el escenario mientras aquella mujer misteriosa bajaba con ayuda de algunos empleados del lugar, era más que evidente que estaba tratando evitar que él la alcanzara. Siguió sus pasos apresurados por los largos pasillos del local, esquivando a otras bailarinas y al personal que se interponía en su camino, hasta que llegaron a la parte de atrás del local. — ¡Ariadne! — grito apenas salieron al exterior, era un callejón oscuro y sucio, ella pareció quedar estática en su lugar, de espaldas a Alessandro quien observó la espalda ajena, como el cabello ahora rojo caía libre en finos rizos; probablemente estaba usando una peluca, pensó de inmediato — Ariadne — pronunció su nombre una vez más, extendiendo su mano temblorosa hacia ella. ¿De verdad era Ariadne o su mente le estaba jugando una muy mala pasada?, ¿había estado viva todo este tiempo?, si hacía era ¿por qué no había vuelto a él?— Ariadne — una vez más pronuncio su nombre, aunque ni siquiera estaba seguro de que en realidad fuera ella, observó como la mujer apretaba sus manos en puños; ni siquiera sabía si realmente se trataba de Ariadne y ya su corazón estaba latiendo frenético.— No me toques — pidió la mujer, esa voz... a pesar de haber hablado en un tono de voz apenas audible pudo reconocer esa voz de inmediato.— ¿Por qué?, ¿por qué no volviste a mi durante estos dos años? — finalmente expreso sus dudas en voz alta — ¡Llevo dos años pensando que estabas muerta!.— De alguna forma lo he estado — respondió finalmente girándose, quedando frente a frente, ella se quitó el antifaz y la peluca, dejando caer su cabello castaño claro que ahora había cortado por los hombros, Alessandro noto que el brillo en su mirada había desaparecido; siendo reemplazado por la tristeza.— Ariadne... ven conmigo ¿sí?, vamos a mi casa y hablemos calmadamente — extendió su mano hacia ella, con la esperanza de que ella la tomara y
No supo cuánto tiempo estuvo así, sosteniendo a Ariadne entre sus brazos mientras está lloraba hasta que finalmente logró calmarse, era tan raro verla así, tan frágil, tan vulnerable... en su mente aún permanecía la imagen de la Ariadne de la que se enamoró, aquella mujer que muy poco había visto llorar, aquella mujer a la que no le temblaba el pulso para sostener un arma y acabar con la vida de sus enemigos.Está nueva Ariadne era la que había quedado después de la traición de Enzo, seguramente era el resultado de dos años llenos de sufrimiento e impotencia, era la imagen de una madre con el corazón roto por la ausencia de su hijo pero Alessandro sabía que debajo de todas esas capaz de fragilidad aguardaba una mujer llena de determinación que sería capaz de hacer hasta lo imposible por tener a su hijo entre sus brazos una vez más.La ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la mansión sin mencionar palabra alguna, al ingresar se encontraron con un grupo de hombre esperando inst
El regreso a casa de Alessandro fue increíblemente tenso, en la camioneta principal los ojos no dejaban de estar fijos sobre Ariadne, quien parecía no percatarse de la situación mientras observaba tranquilamente por la ventana del auto.Ninguno de los presentes, a excepción de Alessandro; la conocía por lo que tenían sus reservas hacia la chica; no era usual ver a una mujer capaz de asesinar a sangre fría como ella acababa de hacerlo y mucho menos usando un arma blanca en lugar de un arma de fuego. Sin duda había que tener cuidado con esa mujer sino querían terminar perdiendo la vida en sus manos.Al llegar a la mansión Ariadne fue la primera en bajar del auto y perderse en los pasillos, Giovanni detuvo a Alessandro sujetándole del brazo.— ¿Confías en ella? — Indago, como hombre de confianza de Alessandro; su deber era mantenerlo a salvó, advertirlo de ciertos peligros o situaciones y esa mujer Ariadne Moretti gritaba peligro con cada una de las células de su cuerpo. Giovanni tenía l
Él va y ven de dos cuerpos que se entregan en un encuentro desenfrenado, el deseo a flor de piel haciendo estragos como si el tiempo no hubiera pasado, los jadeos y gemidos invadiendo la habitación ante la pasional entrega.— Nunca seré dulce contigo — le susurro al oído, ella sonrió con picardía, Alessandro la apego contrato la pared, haciendo que sintiera la frialdad chocar contra su pecho desnudo.— ¿En qué momento te he pedido que seas dulce conmigo? — cuestiono con picardía. En respuesta Alessandro beso la piel de su cuello, hasta llegar al lóbulo de su oreja, provocando que Ariadne dejara escapar un sonoro gemido.— Todos te van a escuchar — susurro, pasando su lengua por la sensible piel de la oreja ajena.— Que escuchen y se mueran de la envidia — respondió con descaro, una de las manos de Alessandro comenzó a jugar con el sonrosado pezón femenino mientras que la otra se perdía entre los muslos de tersa piel. Ariadne gimió cuando sintió los dedos de Alessandro jugar con su int
La oscuridad se había apoderado del horizonte, la luna llena se encontraba en su máximo punto... en un apartamento de la gran ciudad la penumbra era quien dominaba.Una figura masculina abrió la puerta, adentrándose en su hogar mientras encendía un puro, ni siquiera se molestó en encender alguna luz; conocía ese lugar como la palma de su mano o al menos eso le gustaba creer.— Hola Stefan — una voz femenina perturbo el silencio del lugar, haciendo que el hombre diera un brinco en su lugar; girándose a buscar el origen de aquella voz mientras su corazón latía apresurado, preso del miedo. Rápidamente apunto con su arma hacia las sombras — por Dios baja esa arma — continuo la voz femenina, seguidamente se escuchó el sonido de un latigazo rompiendo en el aire, Stefan sintió como la piel de su mano ardía a causa del golpe que recibió con la pieza de cuero.— ¿Quien anda ahí? — preguntó, retrocediendo un par de pasos.— ¿Ya no reconoces mi voz?, y pensar que en algún momento de tu vida me j
La cabeza le dolía, sentía que en cualquier momento su cerebro iba a explotar, seguramente a causa de alguna droga que debió haberle dado su padre... su padre. ¡Ese desgraciado! ¿Cómo se había atrevido a traicionarlo de esa manera?.Abrió los ojos con dificultad; sus párpados pesaban y la luz parecía estarlo cegando.— Al fin has despertado, mío figlio — la voz de su padre lo hizo reaccionar, sus ojos se posaron en la figura femenina atada en una silla frente a él.— ¡Suéltala!. ¡No te atrevas a ponerle un solo dedo encima! — grito, forcejeando con las ataduras que lo mantenían firmemente pegado a la silla.— Te lo advertí, Alessandro. Con la mercancía no se juega... te dije una y otra vez que no permitiría a una siciliana en mi familia — sujeto el rostro de la mujer, quien estaba amordazada, mirándolo con claro horror en sus ojos — te di un año para deshacerte de ella y estás son las consecuencia de no obedecer.Ella quería gritar... sus gritos amortiguados por aquella mordaza se cla
1 años antes...Su corazón latía frenético mientras corría, tropezando con las ramas caídas y las raíces sobre salientes de los árboles de aquel oscuro lugar donde se había sumergido...No le importaba el dolor de sus heridas, no le importaba quedarse sin aliento, ni siquiera le importaba caerse mil veces... solo le importaba huir, porque sabía que si caía en manos de esos hombres sería su fin, si la atrapaban se debería enfrentar a un cruel destino con el cual no deseaba lidiar.¿Por qué?, ¿por qué ella tenía que vivir aquel terror?... estaba siendo consumida por el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasaría, a la distancia podía escuchar los pasos de sus captores, podía escuchar el eco de los ladridos de los perros de caza que usaban para buscarla... el terror hacía temblar sus piernas. ¿O quizás sería el cansancio por estar corriendo por su vida?.Dejo escapar un grito ahogado cuando chocó con algo, o mejor dicho; con alguien... era un hombre espantosamente alto, de pecho for
1 años antes...Alessandro se encontraba en su habitación, esperando que su nuevo entretenimiento fuera entregado, cuando escuchó un par de golpes en la puerta.— Adelante — autorizo, de inmediato la puerta, de dos alas; se abrió, alguien desde el exterior había empujado a una mujer adentro, vestida con un suave vestido blanco al estilo griego que llegaba hasta el suelo, con un pronunciado escote en V — vaya... que cambio — admitió observándola, su cabello castaño perfectamente arreglado en suaves rizos que caían sobre sus hombros y en su espalda, la piel pálida y cremosa que incitaba a ser tocada, libre de todo ese lodo y sangre la mujer era hermosa; a pesar de estar cubierta de algunos arañazos y moretones.Alessandro se acercó a ella, pasando su dedo índice por el brazo femenino; dónde había la clara marca de unos dedos que la habían sujetado con demasiada fuerza. Frunció el ceño, odiaba que tocarán lo que era suyo.— ¿De dónde eres? — demando saber.— Sicilia — respondió como si n