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Capítulo 7: Manos a la obra.

No supo cuánto tiempo estuvo así, sosteniendo a Ariadne entre sus brazos mientras está lloraba hasta que finalmente logró calmarse, era tan raro verla así, tan frágil, tan vulnerable... en su mente aún permanecía la imagen de la Ariadne de la que se enamoró, aquella mujer que muy poco había visto llorar, aquella mujer a la que no le temblaba el pulso para sostener un arma y acabar con la vida de sus enemigos.

Está nueva Ariadne era la que había quedado después de la traición de Enzo, seguramente era el resultado de dos años llenos de sufrimiento e impotencia, era la imagen de una madre con el corazón roto por la ausencia de su hijo pero Alessandro sabía que debajo de todas esas capaz de fragilidad aguardaba una mujer llena de determinación que sería capaz de hacer hasta lo imposible por tener a su hijo entre sus brazos una vez más.

La ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la mansión sin mencionar palabra alguna, al ingresar se encontraron con un grupo de hombre esperando instrucciones.

— Alessandro. ¿Que procede ahora? — al menos diez pares de ojos se clavaron en el muchacho, atentos ante cualquier movimiento.

— Ahora quiero que se preparen, los quiero armados hasta los dientes... Giovanni quiero que encuentres la ubicación de Enzo de inmediato. Él tiene a mi hijo e iremos a recuperarlo — miro de reojo a Ariadne, quien permanecía con un semblante inexpresivo que no contrastaba con sus ojos rojos a causa del llanto.

— Como ordene jefe — respondieron los hombre de inmediato antes de salir a alistar las armas, elegir los hombres que permanecería custodiando la mansión y quiénes iban a partir cuando llegara el momento.

— Giovanni, lleva a Ariadne a mi habitación, consíguele algo de ropa para que se cambie — Giovanni asintió con un leve movimiento de cabeza comenzando a caminar, Alessandro clavó sus ojos en la mujer de pie junto a él — puedes confiar en Giovanni, es mi mano derecha.

— No confío ni en mi propia sombra porque esa desgraciada me abandona cuando cae la oscuridad — fue la fría respuesta por parte de Ariadne mientras comenzaba a seguir los pasos de Giovanni.

Alessandro observo su figura hasta perderla de vista, Ariadne siempre había sido una mujer de armas tomar, una mujer que sabía moverse muy bien en el mundo de la mafia pero ahora, su mirada era la de un ser sin alma, la de un ser maltratado por la vida y sus palabras resultaban frías, ya no había esa calidez, ese amor con el que antes solía dirigirse a él. Algo se había fracturado dentro de Ariadne y sería casi imposible restaurarlo.

Después de dejar a Ariadne en la habitación de Alessandro y entregarle todo lo necesario para que estuviera cómoda, Giovanni se puso manos a la obra, Enzo Cassiano no tenía una residencia fija desde que su hijo, Alessandro, había comenzado con su venganza; se escondía como la rata inmunda que era.

Finalmente una hora más tarde, Giovanni ya tenía la información que necesitaba.

— El muy bastardo está bajo nuestras narices, está en la mansión donde creciste — le informo a Alessandro, quien estaba en su despacho trazando un plan para rescatar a su hijo.

— Me está esperando, Enzo ha sabido mover muy bien sus piezas... para este punto ya sabe que Ariadne está conmigo, sabe que ella me debe haber confesado que Leandro es mi hijo y sabe que en este justo momento estoy preparando un plan para recuperar a mi hijo. ¡Todo es parte de su estúpido juego! — grito frustrado, arrojando un jarrón de cristal al suelo — Maldición.

— Debemos proceder con cautela. ¿Será capaz de lastimar a su propio nieto? — cuestiono Giovanni.

— Fue capaz de traicionar a su propio hijo... fue capaz de hacerme creer los últimos dos años que Ariadne estaba muerta y fue capaz de ocultar que había tenido a mi hijo. ¿Crees que le importa en lo más mínimo la vida de Leandro? Podrá ser su nieto, pero también es descendiente de Gianfranco Salvatore y por cómo van las cosas, incluso podría terminar siendo el heredero de la mafia que domina Salvatore. Ariadne es la única familia que tiene Gianfranco y Leandro es su único descendiente varón — explico, sabía muy bien que el odio que tenía Enzo Cassiano por Gianfranco Salvatore sería mucho más fuerte que el amor que pudiera llegar a desarrollar por su nieto.

— ¿Sabes lo que eso significa? — Cuestiono Giovanni, Alessandro lo miro frunciendo el ceño — significa que, si Ariadne aún te ama, si ustedes forman una familia. Pondrás fin a años de rivalidad entre La 'Ndrangheta y Cosa Nostra... En el momento en que Gianfranco Salvatore muera, serías tú quien tome el cargo de líder al ser el esposo de Ariadne. Unirás a las dos potencias más grandes de Italia.

— Si Gianfranco Salvatore muere, será Ariadne quien lideré la mafia siciliana, no yo — respondió.

— ¿Una mujer?, ¿crees que los jefes de familia aceptarán que una mujer se haga cargo de la organización?. Tu mejor que nadie sabes que en este mundo el respeto no se hereda, se gana, se construye... los sicilianos no aceptarán que una mujer sea su líder — concluyó Giovanni, para nadie era un secreto que, aunque se les tenía gran estima a las mujeres; ninguna mujer había liderado, los hombres daban su respeto a sus iguales.

— Créeme cuando te digo que Ariadne se ganará el respeto no solo de los seguidores de Salvatore, sino también de mis seguidores — por primera vez en la noche, Alessandro esbozo una pequeña sonrisa al pensar en Ariadne y la gran determinación que sabía que poseía.

— Permíteme dudarlo. Lo que yo vi está noche fue una damisela en peligro no una mujer digna de ser líder de una organización — señaló Giovanni, a sus ojos era imposible que una mujer tan vulnerables ganará un lugar de respeto entre las familias pertenecientes a la mafia.

— Tu no la conoces como yo.

— ¿De verdad lo haces?, ¿de verdad la conoces?, porque, como yo lo veo; esa mujer no es la misma que perdiste hace dos años... está viva y nunca volvió a ti, ni siquiera sabías que tenía un hijo, a tu hijo. Desconozco las circunstancias que ha vivido, pero ¿por qué no acudir a ti?, ¿por qué no confesar que estaba viva y que además llevaba en su vientre a tu heredero? — Alessandro frunció el ceño, de cierta manera Giovanni tenía razón; eran muchas preguntas y pocas respuestas, aún había huecos por llenar en la historia de Ariadne. Existían dos años de anonimato que debían ser aclarados.

— No sabemos por lo que ella tuvo que pasar que la obligo a mantenerse alejada. No sabes que tanto ha hecho Enzo con ella durante todo este tiempo — le recordó Alessandro, Giovanni no cuestiono más a su jefe — Salimos en diez minutos. Iré a notificarle a Ariadne que iré por nuestro hijo.

Alessandro salió de su despacho dirigiéndose de inmediato a su habitación, dónde encontró a Ariadne sentada frente al espejo terminando de colocarse maquillaje, debía admitir que quedó totalmente impresionado con lo que vio, la mujer llevaba un abrigo negro de cuero largo hasta sobre las rodillas y anudado en la cintura. Su cabello corto por los hombros perfectamente arreglado, su maquillaje la hacía ver hermosa y mortal, sus ojos azules enmarcado por esas espesas pestañas, por el delineado negro; le daban cierta mirada de gato salvaje, peligroso.

— Mis hombres y yo saldremos en unos minutos — anunció cuando ella se giró para mirarlo.

— Llévame contigo — pidió poniéndose de pie y acercándose a Alessandro, sus pasos resonaron gracias a los tacones que llevaban.

— No — respondió con determinar.

— Es mi hijo — le recordó la mujer.

— Eres vulnerable, Ariadne — señaló Alessandro.

— Solo pon un arma en mi mano y me aseguraré de no ser un estorbo — Ella lo miro directamente a los ojos, comenzando una guerra de miradas que ninguno estaba dispuesto a perder hasta que finalmente Alessandro desvío la mirada suspirando.

— Bien... te quedas en el auto hasta que yo diga lo contrario — señaló, mientras le entregaba un arma, colocándola en la frágil mano femenina.

Finalmente salieron de la casa y abordaron el auto, a muchos de los presentes no le agrado que esa mujer fuera con ellos pero nadie se atrevió a quejarse y sufrir la ira de su jefe. El reloj marcaba la 2 de la madrugada cuando Alessandro y su equipo invadieron la mansión de Enzo Cassiano, los primeros disparos vinieron por parte de los hombres de Alessandro, que no duraron en derribar a los guardianes de la casa.

Las cosas rápidamente subieron de intensidad, balas iban y venían de ambos lados, incluso pasando a los golpes de un momento a otro, Ariadne había ingresado a la mansión con un grupo de hombres, recorriendo el lugar abriendo puertas de forma brusca; habían tomado la mansión pero no había rastros de Enzo o del niño.

— Maldito desgraciado. ¿Dónde está mi hijo? — Indago Ariadne a un hombre, quien estaba ocupando el despacho de Enzo Cassiano, el hombre rio a carcajadas ante la interrogante formulada por la mujer.

— Te puedo asegurar que no está aquí — el hombre se puso de pie sin importarle que Ariadne le estuviera apuntando con un arma.

— Si das un paso más te disparo — advirtió la mujer, causando una nueva carcajada por parte del hombre; carcajada que fue callada cuando se escuchó el primer disparo dirigido a la pierna masculina — A ver, Dilucas. Yo no estoy jugando contigo, te lo preguntaré una vez más. ¿Dónde está mi hijo?.

El hombre gruño mientras colocaba su mano sobre la herida de bala que ahora sangraba en su pierna. Con esa herida no podría caminar adecuadamente, nunca imagino que la mujer de verdad le iba a disparar.

— Eres una zorra — le escupió, ganándose un nuevo balazo que lo hizo caer de rodillas al suelo.

— Yo no estoy jugando contigo — aseguro Ariadne, acercándose al tipo y pateando su pierna herida, causado que este se retorciera de dolor, se agachó sobre él, presionado su rodilla derecha sobre la espalda ajena; provocando que Dilucas gritara de dolor — me subestimaste maldito bastardo — lo sujeto del cabello, obligándole a alzar la cabeza para susurrarle al odio — ni siquiera estás armado — jalo el cabello del hombre con aún más fuerza, causando que gritara una vez más — Ya no eres tan valiente ¿verdad?, ya no ríes como cuando me amarraste a esa cama, abusaste de mí y te llevaste a mi hijo... te advertí que ibas pagar con sangre cada uno de tus actos.

Los hombres de Alessandro solo observaron la escena sin mover ni un músculo — te preguntare una vez más. ¿Dónde está mi hijo, Dilucas?.

— No te lo diré, ¡Perra! — de entre su abrigo Ariadne saco una daga curva y de doble filo, la cual colocó sobre la garganta de su víctima.

— Piensa muy bien en tu respuesta — le susurro al oído antes de pasar su lengua por la mejilla masculina y presionado la daga en la garganta del hombre.

— ¡Está en Bruselas!, Enzo lo tiene allá — confesó, preso del miedo ante la amenaza de la mujer.

— Más vale que sea así — respondió antes de mover su daga en un movimiento rápido, dejando una herida en la garganta ajena.

Ariadne se puso de pie, ignorando los sonidos ahogados que escapan de Dilucas, quien luchaba por poder respirar mientras la sangre brotaba de la herida de su garganta, no servía de nada que llevara sus manos al cuello porque la sangre no dejaba de brotar.

Alessandro ingreso en la habitación con Giovanni y el resto de sus hombres, encontrándose con uno de los hombres de confianza de su padre tirado en el suelo perdiendo grandes cantidades de sangre y Ariadne caminando hacia el mientras limpiaba su daga con un pañuelo.

— Nuestro hijo está en la casa de Bruselas — le informa a Alessandro al pasar junto él, continuo su camino sin siquiera mirar hacia atrás. Alessandro y Giovanni intercambiaron una mirada ante la horrible escena que acababan de presencia.

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