Él va y ven de dos cuerpos que se entregan en un encuentro desenfrenado, el deseo a flor de piel haciendo estragos como si el tiempo no hubiera pasado, los jadeos y gemidos invadiendo la habitación ante la pasional entrega.
— Nunca seré dulce contigo — le susurro al oído, ella sonrió con picardía, Alessandro la apego contrato la pared, haciendo que sintiera la frialdad chocar contra su pecho desnudo. — ¿En qué momento te he pedido que seas dulce conmigo? — cuestiono con picardía. En respuesta Alessandro beso la piel de su cuello, hasta llegar al lóbulo de su oreja, provocando que Ariadne dejara escapar un sonoro gemido. — Todos te van a escuchar — susurro, pasando su lengua por la sensible piel de la oreja ajena. — Que escuchen y se mueran de la envidia — respondió con descaro, una de las manos de Alessandro comenzó a jugar con el sonrosado pezón femenino mientras que la otra se perdía entre los muslos de tersa piel. Ariadne gimió cuando sintió los dedos de Alessandro jugar con su intimidad. — Eres una pequeña descarada — Ariadne sonrió con picardía, mientras extendía su mano hacia atrás para comenzar a jugar con el cabello de Alessandro, arqueo su espalda aumentando el rose contra los dedos del hombre. Era tan descarada, tan apasionada que lo volvió loco, llevando su deseo a límites que nadie más podía conseguir, la hizo girar en un ágil movimiento; ella enredo sus piernas alrededor de la cintura masculino mientras Alessandro la sujetaba por las piernas, comenzando a embestirla sin delicadeza alguna. Ella la beso, gimiendo contra sus labios. Sus encuentros desenfrenados, sin pudor, salvajes... liberando el deseo contenido por años... aún las caricias de Ariadne quemaban placenteramente su piel, aún la atención de Alessandro la hacía subir al cielo y bajar al infierno con demasiada rapidez... Las horas avanzaron en un abrir y cerrar de ojos, entre besos, caricias, encuentros y entregas... el sol comenzaba a abandonar el cielo cuando Alessandro abandono la habitación, tan solo media hora después Ariadne salió totalmente arreglada, cubierta con un abrigo de cuero negro, guantes a juego y botas de tacón altas. — Se a lo que juegas... Estás manipulando a Alessandro y él es tan iluso que no se da cuenta ,— expreso Giovanni cuando se encontró con la mujer en unos de los pasillos de la gran mansión. — ¿De verdad?, ¿no crees que ese es un asunto entre tu jefe y yo?... — Ariadne avanzo unos cuantos pasos hacía Giovanni, hasta terminar acorralándolo contra una de las paredes — ¿no será que tú deseas tener lo que Alessandro posee?. — No confío en ti, bruja... me encargaré de quitarte la máscara frente a Alessandro y disfrutaré acabarte con mis propias manos — Ariadne rio a carcajadas ante esa amenaza. — ¿Sabes algo?... el sentimiento es mutuo Giovanni... yo no confío en ti y me encargaré de que Alessandro tampoco lo haga... ¿o es que acaso no fuiste tú quien le dijo a Alessandro que nuestro hijo estaba en la casa antigua?... Dime ¿eres un puto traidor o simplemente eres un incompetente que no sabe hacer su trabajo? — el semblante de Giovanni cambio totalmente — yo que tú me andaría con cuidado — Ariadne estaba tan cerca de él que podían sentir la respiración uno del otro — porque me muero de ganas por tener tu cabeza servida en bandeja de plata — le dio un suave beso, mordiendo su labio inferior antes de guiñarle un ojo y alejarse riendo con descaro. — M*****a mujer — dijo Giovanni para sí mismo mientras limpiaba su boca con desagrado. Se preguntaba ¿cómo Alessandro no se daba cuenta que esa mujer era una manipuladora?, ¡estaba encerrándolo en su red con demasiada facilidad! — ¡Lorenzo!, ¡Francesco!... no le quiten la vista de encima — le ordeno a dos de sus hombres, nada ni nadie le sacaría de la cabeza que acababan de meter a una víbora mortal a su morada. Mientras Ariadne se acercó a uno de los puntos de control, exactamente a la espectacular colección de autos que Alessandro poseía. — No tienes ni idea de lo mucho que me fascinan la hombres llenos de tatuajes y más si son de brazos fuertes como tú — fueron sus palabras hacia el guardia de seguridad, mientras le acariciaba el brazo completamente tatuado. — Buenas tardes señorita... — hizo una pausa ya que no sabía el nombre de la mujer que su jefe había traído en la madrugada. — Moretti... pero para ti puedo ser solo Ariadne — le guiño un ojo de forma descarada, se acercó mucho más a él, tocando su fuerte pecho con tan solo un par de dedos, se forma sutil y coqueta — ¿qué tal si me llevas a dar una vuelta en uno de esos hermosos autos? — se inclinó para hablarle al odio — un hombre como tu conducción uno de esos autos debe ser realmente excitante — mordió suavemente el lóbulo de la oreja ajena. — No lo sé señorita — respondió el hombre con voz cortada, rápidamente carraspeó para retomar la compostura — no puedo moverme de aquí sin autorización del jefe. — Bueno... ve y dile a tu jefe, que estoy aburrida y quiero que me lleves a dar una vuelta mientras él se desocupa para atenderme... verás que no te dirá que no... ve... yo estaré esperándote aquí — la picardía con la que hablaba, su mirada abrumadora, la seducción que irradiaba fue más que suficiente para hacer que el hombre accediera a moverse de su puesto de trabajo. Ariadne se despidió con un suave movimiento de su mano, mientras se sentaba sobre el escritorio del punto de control, cruzando sus piernas de forma sugerente. El hombre le dio una mirada rápida antes de perderse en el interior de la mansión. — Los hombres son tan predecibles — se bajó del escritorio, acercándose a la cabina donde estaban guardadas todas las llaves de los autos que allí estaban estacionados, tomo una presionando inmediatamente el botón para desbloquear el auto y descubrir a cual pertenecía, sonrió en el momento en que la suave y corta alarma del auto sonó indicando que estaba desbloqueado, lo abordo encendiendo el motor para salir rápidamente apenas la puerta automática de la cochera se abrió. Mientras el hombre encargado de vigilar ese puntos de control regresaba en compañía de Alessandro y sus guardaespaldas. — Maldiciones... estoy rodeado de incompetentes — hablo Alessandro enojado. ¡Ariadne se le había escapado con tanta facilidad que daba vergüenza! ¿Y si decidía nunca más volver? — ¡No se queden allí como unos inútiles!, ¡prepárense para ir tras de ella, imbéciles!. De inmediato los hombres comenzaron a movilizarse. — Te dije que en esa mujer no se debe confiar — le recordó Giovanni. — Está me las pagaras Ariadne, conmigo no se juega — apretó los puños enojado. Ariadne acababa de poner a prueba su paciencia... cuando le pusiera las manos encima...La oscuridad se había apoderado del horizonte, la luna llena se encontraba en su máximo punto... en un apartamento de la gran ciudad la penumbra era quien dominaba.Una figura masculina abrió la puerta, adentrándose en su hogar mientras encendía un puro, ni siquiera se molestó en encender alguna luz; conocía ese lugar como la palma de su mano o al menos eso le gustaba creer.— Hola Stefan — una voz femenina perturbo el silencio del lugar, haciendo que el hombre diera un brinco en su lugar; girándose a buscar el origen de aquella voz mientras su corazón latía apresurado, preso del miedo. Rápidamente apunto con su arma hacia las sombras — por Dios baja esa arma — continuo la voz femenina, seguidamente se escuchó el sonido de un latigazo rompiendo en el aire, Stefan sintió como la piel de su mano ardía a causa del golpe que recibió con la pieza de cuero.— ¿Quien anda ahí? — preguntó, retrocediendo un par de pasos.— ¿Ya no reconoces mi voz?, y pensar que en algún momento de tu vida me j
La cabeza le dolía, sentía que en cualquier momento su cerebro iba a explotar, seguramente a causa de alguna droga que debió haberle dado su padre... su padre. ¡Ese desgraciado! ¿Cómo se había atrevido a traicionarlo de esa manera?.Abrió los ojos con dificultad; sus párpados pesaban y la luz parecía estarlo cegando.— Al fin has despertado, mío figlio — la voz de su padre lo hizo reaccionar, sus ojos se posaron en la figura femenina atada en una silla frente a él.— ¡Suéltala!. ¡No te atrevas a ponerle un solo dedo encima! — grito, forcejeando con las ataduras que lo mantenían firmemente pegado a la silla.— Te lo advertí, Alessandro. Con la mercancía no se juega... te dije una y otra vez que no permitiría a una siciliana en mi familia — sujeto el rostro de la mujer, quien estaba amordazada, mirándolo con claro horror en sus ojos — te di un año para deshacerte de ella y estás son las consecuencia de no obedecer.Ella quería gritar... sus gritos amortiguados por aquella mordaza se cla
1 años antes...Su corazón latía frenético mientras corría, tropezando con las ramas caídas y las raíces sobre salientes de los árboles de aquel oscuro lugar donde se había sumergido...No le importaba el dolor de sus heridas, no le importaba quedarse sin aliento, ni siquiera le importaba caerse mil veces... solo le importaba huir, porque sabía que si caía en manos de esos hombres sería su fin, si la atrapaban se debería enfrentar a un cruel destino con el cual no deseaba lidiar.¿Por qué?, ¿por qué ella tenía que vivir aquel terror?... estaba siendo consumida por el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasaría, a la distancia podía escuchar los pasos de sus captores, podía escuchar el eco de los ladridos de los perros de caza que usaban para buscarla... el terror hacía temblar sus piernas. ¿O quizás sería el cansancio por estar corriendo por su vida?.Dejo escapar un grito ahogado cuando chocó con algo, o mejor dicho; con alguien... era un hombre espantosamente alto, de pecho for
1 años antes...Alessandro se encontraba en su habitación, esperando que su nuevo entretenimiento fuera entregado, cuando escuchó un par de golpes en la puerta.— Adelante — autorizo, de inmediato la puerta, de dos alas; se abrió, alguien desde el exterior había empujado a una mujer adentro, vestida con un suave vestido blanco al estilo griego que llegaba hasta el suelo, con un pronunciado escote en V — vaya... que cambio — admitió observándola, su cabello castaño perfectamente arreglado en suaves rizos que caían sobre sus hombros y en su espalda, la piel pálida y cremosa que incitaba a ser tocada, libre de todo ese lodo y sangre la mujer era hermosa; a pesar de estar cubierta de algunos arañazos y moretones.Alessandro se acercó a ella, pasando su dedo índice por el brazo femenino; dónde había la clara marca de unos dedos que la habían sujetado con demasiada fuerza. Frunció el ceño, odiaba que tocarán lo que era suyo.— ¿De dónde eres? — demando saber.— Sicilia — respondió como si n
Ver cómo el agua corría mezclada con la sangre de Ariadne solo hacía que su rabia aumentará cada vez más. ¿Cómo su padre se había atrevido a traicionarlo de esa manera?, le acababa de arrebatar lo que más amaba en la vida, no le importaba poner La 'Ndrangheta de cabeza solo por estar junto a ella y ahora Enzo se la había arrebatado de la manera más cruel posible.Cerró el agua de la ducha, sintiendo como una nueva convicción surgía dentro de él, Enzo Cassiano quería guerra, eso iba a obtener; con sus actos acababa de despertar un monstruo sediento de venganza que no descansaría hasta verlo pudriéndose en las llamas del infierno, no sin antes arrebatarle todo lo que amaba, todo por lo que había trabajado durante años.Él se encargaría de quitarle todo, de dejarlo en la absoluta miseria hasta que se arrastrara hacia sus pies para pedir clemencia. Olvidaría que Enzo era su padre así como ese hombre había olvidado que él era su hijo haciéndolo pasar por tal dolor desgarrador.No tardó muc
Los gritos resonaban por todo el lugar, una bodega abandonada, mugrosa y solitaria era el escenario perfecto para una tortura; para hacer pagar a sus enemigos con sangre todo el daño que le habían hecho. Habían pasado exactamente dos años desde aquel fatídico día donde Ariadne había perdido la vida frente a sus ojos, dónde Enzo y sus cómplices la habían torturado, haciéndola sufrir la peor de las miserias hasta que no quedó nada de ella. La habían quebrado emocionalmente antes de que su cuerpo colapsara alcanzando la liberación de la muerte. Dos años desde que había acordado una sociedad con Gianfranco Salvatore, dos años de que las agujas del reloj habían comenzado a moverse marcando el comience del fin, de una sentencia de muerte y dolor. — ¡Por favor, no me mates! — rogaba aquel hombre atado a una silla, su ropa sucia, la sangre pegada a su piel, un ojo hinchado a causa de los golpes eran todo el panorama que representaba. — ¿Que no te mate? — Alessandro jalo el cabello de aque
— Ariadne — una vez más pronuncio su nombre, aunque ni siquiera estaba seguro de que en realidad fuera ella, observó como la mujer apretaba sus manos en puños; ni siquiera sabía si realmente se trataba de Ariadne y ya su corazón estaba latiendo frenético.— No me toques — pidió la mujer, esa voz... a pesar de haber hablado en un tono de voz apenas audible pudo reconocer esa voz de inmediato.— ¿Por qué?, ¿por qué no volviste a mi durante estos dos años? — finalmente expreso sus dudas en voz alta — ¡Llevo dos años pensando que estabas muerta!.— De alguna forma lo he estado — respondió finalmente girándose, quedando frente a frente, ella se quitó el antifaz y la peluca, dejando caer su cabello castaño claro que ahora había cortado por los hombros, Alessandro noto que el brillo en su mirada había desaparecido; siendo reemplazado por la tristeza.— Ariadne... ven conmigo ¿sí?, vamos a mi casa y hablemos calmadamente — extendió su mano hacia ella, con la esperanza de que ella la tomara y
No supo cuánto tiempo estuvo así, sosteniendo a Ariadne entre sus brazos mientras está lloraba hasta que finalmente logró calmarse, era tan raro verla así, tan frágil, tan vulnerable... en su mente aún permanecía la imagen de la Ariadne de la que se enamoró, aquella mujer que muy poco había visto llorar, aquella mujer a la que no le temblaba el pulso para sostener un arma y acabar con la vida de sus enemigos.Está nueva Ariadne era la que había quedado después de la traición de Enzo, seguramente era el resultado de dos años llenos de sufrimiento e impotencia, era la imagen de una madre con el corazón roto por la ausencia de su hijo pero Alessandro sabía que debajo de todas esas capaz de fragilidad aguardaba una mujer llena de determinación que sería capaz de hacer hasta lo imposible por tener a su hijo entre sus brazos una vez más.La ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la mansión sin mencionar palabra alguna, al ingresar se encontraron con un grupo de hombre esperando inst