Ver cómo el agua corría mezclada con la sangre de Ariadne solo hacía que su rabia aumentará cada vez más. ¿Cómo su padre se había atrevido a traicionarlo de esa manera?, le acababa de arrebatar lo que más amaba en la vida, no le importaba poner La 'Ndrangheta de cabeza solo por estar junto a ella y ahora Enzo se la había arrebatado de la manera más cruel posible.
Cerró el agua de la ducha, sintiendo como una nueva convicción surgía dentro de él, Enzo Cassiano quería guerra, eso iba a obtener; con sus actos acababa de despertar un monstruo sediento de venganza que no descansaría hasta verlo pudriéndose en las llamas del infierno, no sin antes arrebatarle todo lo que amaba, todo por lo que había trabajado durante años. Él se encargaría de quitarle todo, de dejarlo en la absoluta miseria hasta que se arrastrara hacia sus pies para pedir clemencia. Olvidaría que Enzo era su padre así como ese hombre había olvidado que él era su hijo haciéndolo pasar por tal dolor desgarrador. No tardó mucho en arreglarse y partir, con un claro objetivo en mente, le tomo alrededor de una hora llegar a su destino: la morada de Gianfranco Salvatore. Se movió por el lugar como si de su propia casa se tratase. — Gianfranco Salvatore — pronuncio el nombre del hombre, quien se encontraba en la sala de estar de su mansión, bebiendo y jugando cartas con un selecto grupo de hombres. Alessandro miro de reojo a cada uno de ellos, armados hasta los dientes y mirándolo de la forma más desagradable posible. Saco su arma y colocó sus manos en alto como señal de rendición, quería que los presentes supieran que no era un enemigo, que no venía a hacer daño. — Me gustaría hablar con usted — anunció, antes de que pudiera hacer algún movimiento un par de hombre de Salvatore lo tenían sometido, sujetándole fuertemente de los brazos. — Pero que tenemos aquí, nada más y nada menos que el hijo de un traidor — anunció Gianfranco Salvatore, poniéndose de pie para acercarse al muchacho, al cual tomo del cabello para obligarle a qué alzara la cara y lo mirada directamente — Alessandro Cassiano — pronunció el nombre del chico con evidente desagrado. Alessandro debía admitir que a pesar de tener unos cuantos años encima, Gianfranco Salvatore era realmente intimidante; por algo era el mayor líder de la mafia siciliana, Cosa Nostra no era una organización de juegos, podría decirse que era tan poderosa como La 'Ndrangheta. — Dame una sola razón para no enviarle tu cabeza a tu padre en una caja — la voz cargada de amenaza de Gianfranco Salvatore haría temblar a cualquiera, excepto a él, después de todo también pertenecía a una de las mafias más poderosas de Italia, por algo estaba destinado a ser el próximo Conté de La 'Ndrangheta. — Porque si me matas perderás una gran oportunidad de acabar con Enzo Cassiano — aseguro con toda la soberbia que le caracterizaba. Gianfranco presiono su arma por la parte inferior de la barbilla de Alessandro, este sonrió con suficiencia aún ante la amenaza. — No juegues conmigo, niñito. ¿Por qué precisamente tu querías acabar con tu propio padre? — Indago el hombre, frunciendo ligeramente el ceño. — Porque Enzo Cassiano le quitó la vida a la mujer que amo, me traicionó y eso no se perdona, a la familia no se le traiciona — respondió Alessandro, dentro de la mafia habían reglas muy claras, entre ellas que a la familia no se le debe traicionar, mucho menos a un padre, un hijo o esposa. Si los que duermen a tu lado no pueden confiar en ti nadie más lo hará. — ¿Cómo puedo confiar en ti? — era más que obvio que después de la traición de Enzo Cassiano, Gianfranco Salvatore no confiaría con facilidad en ningún miembro de La 'Ndrangheta. — Ariadne Moretti — respondió con pesar en su voz, Gianfranco lo miro sin entender porque pronunciaba ese hombre — ¿Le suena ese nombre?... la amaba y Enzo la arrebato de mi lado — confesó, las facciones de Gianfranco se vieron deformada por las emociones que las surcaban, sorpresa, dolor, rabia. — ¡Maldito seas Enzo Cassiano! — grito tirando al suelo toda decoración que había a su paso — ¡Maldito Enzo Cassiano voy a acabar contigo, desgraciado! — Alessandro sintió como su corazón se contraída ante el doloroso recuerdo de lo que había ocurrido tan solo unas horas antes — debería matarte — aseguro el mayor, preso de su rabia, mientras apuntaba una vez más el arma hacia el muchacho. — Hágalo pero después que destruyamos a Enzo Cassiano. Él debe pagar por todo el sufrimiento de Ariadne y yo estoy dispuesto a convertirme en su verdugo — aseguro, esbozando una sonrisa ladina — voy a acabar con cada uno de los que se atrevieron a tocarla. Le quitaré todo cuando ama, todo cuando posee, conocerá en carne propia lo que es el sufrimiento, lo arrastrare a tal miseria que la muerte será un alivio para él... Luego de eso haga lo que quiera conmigo. Gianfranco observó al muchacho, arrodillado y sometido frente a él, ¿cómo podía confiar en el hijo de un traidor?, ¿cómo saber si era verdad todo lo que ese niño le decía?, ¿de verdad había conocido y amado a Ariadne o todo solo era una elaborada trampa para hacerlo caer?. — Nunca supe que Ariadne era su nieta... no lo supe hasta hoy pero ahora que miro hacia atrás siempre hubo indicios... su personalidad decidida, autoritaria, su sangre fría... yo fui una m****a hasta que me enamore de ella y ahora solo quiero que quienes la lastimaron paguen por lo que hicieron, mi propia vida no me importa; sino me cree máteme — Alessandro bajo la cabeza en señal de rendición, las finas lágrimas recorrieron sus mejillas, a pesar de que no era alguien que llorara con facilidad en ese momento sentía que le habían arrancado una parte de su alma, lo hicieron en el momento en que asesinaron a Ariadne, con ella se habían llevado su lado más humano — Máteme o ayúdeme a destruir a Enzo Cassiano. Tomaré la 'Ndrangheta y desatare un infierno para mis enemigos. La convicción en su voz, en su mirada resultaba abrumadora, Gianfranco sostuvo el arma frente a Alessandro quien se resignó a morir en ese momento pero todo cambio cuando sintió como el agarre de los hombre se aflojaba hasta liberarlo. — Espero que seas el mejor de los diablos... porque vamos a desatar el infierno en la tierra. Nadie toca lo que nos pertenece — sentencio Salvatore entregando el arma a Alessandro, quien sonrió de forma escalofriante. Una sentencia acababa de ser firmada. ¿Quiénes caerían y quiénes iban a sobrevivir a las llamas del infierno?, solo el tiempo lo diría.Los gritos resonaban por todo el lugar, una bodega abandonada, mugrosa y solitaria era el escenario perfecto para una tortura; para hacer pagar a sus enemigos con sangre todo el daño que le habían hecho. Habían pasado exactamente dos años desde aquel fatídico día donde Ariadne había perdido la vida frente a sus ojos, dónde Enzo y sus cómplices la habían torturado, haciéndola sufrir la peor de las miserias hasta que no quedó nada de ella. La habían quebrado emocionalmente antes de que su cuerpo colapsara alcanzando la liberación de la muerte. Dos años desde que había acordado una sociedad con Gianfranco Salvatore, dos años de que las agujas del reloj habían comenzado a moverse marcando el comience del fin, de una sentencia de muerte y dolor. — ¡Por favor, no me mates! — rogaba aquel hombre atado a una silla, su ropa sucia, la sangre pegada a su piel, un ojo hinchado a causa de los golpes eran todo el panorama que representaba. — ¿Que no te mate? — Alessandro jalo el cabello de aque
— Ariadne — una vez más pronuncio su nombre, aunque ni siquiera estaba seguro de que en realidad fuera ella, observó como la mujer apretaba sus manos en puños; ni siquiera sabía si realmente se trataba de Ariadne y ya su corazón estaba latiendo frenético.— No me toques — pidió la mujer, esa voz... a pesar de haber hablado en un tono de voz apenas audible pudo reconocer esa voz de inmediato.— ¿Por qué?, ¿por qué no volviste a mi durante estos dos años? — finalmente expreso sus dudas en voz alta — ¡Llevo dos años pensando que estabas muerta!.— De alguna forma lo he estado — respondió finalmente girándose, quedando frente a frente, ella se quitó el antifaz y la peluca, dejando caer su cabello castaño claro que ahora había cortado por los hombros, Alessandro noto que el brillo en su mirada había desaparecido; siendo reemplazado por la tristeza.— Ariadne... ven conmigo ¿sí?, vamos a mi casa y hablemos calmadamente — extendió su mano hacia ella, con la esperanza de que ella la tomara y
No supo cuánto tiempo estuvo así, sosteniendo a Ariadne entre sus brazos mientras está lloraba hasta que finalmente logró calmarse, era tan raro verla así, tan frágil, tan vulnerable... en su mente aún permanecía la imagen de la Ariadne de la que se enamoró, aquella mujer que muy poco había visto llorar, aquella mujer a la que no le temblaba el pulso para sostener un arma y acabar con la vida de sus enemigos.Está nueva Ariadne era la que había quedado después de la traición de Enzo, seguramente era el resultado de dos años llenos de sufrimiento e impotencia, era la imagen de una madre con el corazón roto por la ausencia de su hijo pero Alessandro sabía que debajo de todas esas capaz de fragilidad aguardaba una mujer llena de determinación que sería capaz de hacer hasta lo imposible por tener a su hijo entre sus brazos una vez más.La ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la mansión sin mencionar palabra alguna, al ingresar se encontraron con un grupo de hombre esperando inst
El regreso a casa de Alessandro fue increíblemente tenso, en la camioneta principal los ojos no dejaban de estar fijos sobre Ariadne, quien parecía no percatarse de la situación mientras observaba tranquilamente por la ventana del auto.Ninguno de los presentes, a excepción de Alessandro; la conocía por lo que tenían sus reservas hacia la chica; no era usual ver a una mujer capaz de asesinar a sangre fría como ella acababa de hacerlo y mucho menos usando un arma blanca en lugar de un arma de fuego. Sin duda había que tener cuidado con esa mujer sino querían terminar perdiendo la vida en sus manos.Al llegar a la mansión Ariadne fue la primera en bajar del auto y perderse en los pasillos, Giovanni detuvo a Alessandro sujetándole del brazo.— ¿Confías en ella? — Indago, como hombre de confianza de Alessandro; su deber era mantenerlo a salvó, advertirlo de ciertos peligros o situaciones y esa mujer Ariadne Moretti gritaba peligro con cada una de las células de su cuerpo. Giovanni tenía l
Él va y ven de dos cuerpos que se entregan en un encuentro desenfrenado, el deseo a flor de piel haciendo estragos como si el tiempo no hubiera pasado, los jadeos y gemidos invadiendo la habitación ante la pasional entrega.— Nunca seré dulce contigo — le susurro al oído, ella sonrió con picardía, Alessandro la apego contrato la pared, haciendo que sintiera la frialdad chocar contra su pecho desnudo.— ¿En qué momento te he pedido que seas dulce conmigo? — cuestiono con picardía. En respuesta Alessandro beso la piel de su cuello, hasta llegar al lóbulo de su oreja, provocando que Ariadne dejara escapar un sonoro gemido.— Todos te van a escuchar — susurro, pasando su lengua por la sensible piel de la oreja ajena.— Que escuchen y se mueran de la envidia — respondió con descaro, una de las manos de Alessandro comenzó a jugar con el sonrosado pezón femenino mientras que la otra se perdía entre los muslos de tersa piel. Ariadne gimió cuando sintió los dedos de Alessandro jugar con su int
La oscuridad se había apoderado del horizonte, la luna llena se encontraba en su máximo punto... en un apartamento de la gran ciudad la penumbra era quien dominaba.Una figura masculina abrió la puerta, adentrándose en su hogar mientras encendía un puro, ni siquiera se molestó en encender alguna luz; conocía ese lugar como la palma de su mano o al menos eso le gustaba creer.— Hola Stefan — una voz femenina perturbo el silencio del lugar, haciendo que el hombre diera un brinco en su lugar; girándose a buscar el origen de aquella voz mientras su corazón latía apresurado, preso del miedo. Rápidamente apunto con su arma hacia las sombras — por Dios baja esa arma — continuo la voz femenina, seguidamente se escuchó el sonido de un latigazo rompiendo en el aire, Stefan sintió como la piel de su mano ardía a causa del golpe que recibió con la pieza de cuero.— ¿Quien anda ahí? — preguntó, retrocediendo un par de pasos.— ¿Ya no reconoces mi voz?, y pensar que en algún momento de tu vida me j
La cabeza le dolía, sentía que en cualquier momento su cerebro iba a explotar, seguramente a causa de alguna droga que debió haberle dado su padre... su padre. ¡Ese desgraciado! ¿Cómo se había atrevido a traicionarlo de esa manera?.Abrió los ojos con dificultad; sus párpados pesaban y la luz parecía estarlo cegando.— Al fin has despertado, mío figlio — la voz de su padre lo hizo reaccionar, sus ojos se posaron en la figura femenina atada en una silla frente a él.— ¡Suéltala!. ¡No te atrevas a ponerle un solo dedo encima! — grito, forcejeando con las ataduras que lo mantenían firmemente pegado a la silla.— Te lo advertí, Alessandro. Con la mercancía no se juega... te dije una y otra vez que no permitiría a una siciliana en mi familia — sujeto el rostro de la mujer, quien estaba amordazada, mirándolo con claro horror en sus ojos — te di un año para deshacerte de ella y estás son las consecuencia de no obedecer.Ella quería gritar... sus gritos amortiguados por aquella mordaza se cla
1 años antes...Su corazón latía frenético mientras corría, tropezando con las ramas caídas y las raíces sobre salientes de los árboles de aquel oscuro lugar donde se había sumergido...No le importaba el dolor de sus heridas, no le importaba quedarse sin aliento, ni siquiera le importaba caerse mil veces... solo le importaba huir, porque sabía que si caía en manos de esos hombres sería su fin, si la atrapaban se debería enfrentar a un cruel destino con el cual no deseaba lidiar.¿Por qué?, ¿por qué ella tenía que vivir aquel terror?... estaba siendo consumida por el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasaría, a la distancia podía escuchar los pasos de sus captores, podía escuchar el eco de los ladridos de los perros de caza que usaban para buscarla... el terror hacía temblar sus piernas. ¿O quizás sería el cansancio por estar corriendo por su vida?.Dejo escapar un grito ahogado cuando chocó con algo, o mejor dicho; con alguien... era un hombre espantosamente alto, de pecho for