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Capítulo 4: El enemigo de mi enemigo, es mi amigo.

Ver cómo el agua corría mezclada con la sangre de Ariadne solo hacía que su rabia aumentará cada vez más. ¿Cómo su padre se había atrevido a traicionarlo de esa manera?, le acababa de arrebatar lo que más amaba en la vida, no le importaba poner La 'Ndrangheta de cabeza solo por estar junto a ella y ahora Enzo se la había arrebatado de la manera más cruel posible.

Cerró el agua de la ducha, sintiendo como una nueva convicción surgía dentro de él, Enzo Cassiano quería guerra, eso iba a obtener; con sus actos acababa de despertar un monstruo sediento de venganza que no descansaría hasta verlo pudriéndose en las llamas del infierno, no sin antes arrebatarle todo lo que amaba, todo por lo que había trabajado durante años.

Él se encargaría de quitarle todo, de dejarlo en la absoluta miseria hasta que se arrastrara hacia sus pies para pedir clemencia. Olvidaría que Enzo era su padre así como ese hombre había olvidado que él era su hijo haciéndolo pasar por tal dolor desgarrador.

No tardó mucho en arreglarse y partir, con un claro objetivo en mente, le tomo alrededor de una hora llegar a su destino: la morada de Gianfranco Salvatore. Se movió por el lugar como si de su propia casa se tratase.

— Gianfranco Salvatore — pronuncio el nombre del hombre, quien se encontraba en la sala de estar de su mansión, bebiendo y jugando cartas con un selecto grupo de hombres.

Alessandro miro de reojo a cada uno de ellos, armados hasta los dientes y mirándolo de la forma más desagradable posible. Saco su arma y colocó sus manos en alto como señal de rendición, quería que los presentes supieran que no era un enemigo, que no venía a hacer daño.

— Me gustaría hablar con usted — anunció, antes de que pudiera hacer algún movimiento un par de hombre de Salvatore lo tenían sometido, sujetándole fuertemente de los brazos.

— Pero que tenemos aquí, nada más y nada menos que el hijo de un traidor — anunció Gianfranco Salvatore, poniéndose de pie para acercarse al muchacho, al cual tomo del cabello para obligarle a qué alzara la cara y lo mirada directamente — Alessandro Cassiano — pronunció el nombre del chico con evidente desagrado.

Alessandro debía admitir que a pesar de tener unos cuantos años encima, Gianfranco Salvatore era realmente intimidante; por algo era el mayor líder de la mafia siciliana, Cosa Nostra no era una organización de juegos, podría decirse que era tan poderosa como La 'Ndrangheta.

— Dame una sola razón para no enviarle tu cabeza a tu padre en una caja — la voz cargada de amenaza de Gianfranco Salvatore haría temblar a cualquiera, excepto a él, después de todo también pertenecía a una de las mafias más poderosas de Italia, por algo estaba destinado a ser el próximo Conté de La 'Ndrangheta.

— Porque si me matas perderás una gran oportunidad de acabar con Enzo Cassiano — aseguro con toda la soberbia que le caracterizaba. Gianfranco presiono su arma por la parte inferior de la barbilla de Alessandro, este sonrió con suficiencia aún ante la amenaza.

— No juegues conmigo, niñito. ¿Por qué precisamente tu querías acabar con tu propio padre? — Indago el hombre, frunciendo ligeramente el ceño.

— Porque Enzo Cassiano le quitó la vida a la mujer que amo, me traicionó y eso no se perdona, a la familia no se le traiciona — respondió Alessandro, dentro de la mafia habían reglas muy claras, entre ellas que a la familia no se le debe traicionar, mucho menos a un padre, un hijo o esposa. Si los que duermen a tu lado no pueden confiar en ti nadie más lo hará.

— ¿Cómo puedo confiar en ti? — era más que obvio que después de la traición de Enzo Cassiano, Gianfranco Salvatore no confiaría con facilidad en ningún miembro de La 'Ndrangheta.

— Ariadne Moretti — respondió con pesar en su voz, Gianfranco lo miro sin entender porque pronunciaba ese hombre — ¿Le suena ese nombre?... la amaba y Enzo la arrebato de mi lado — confesó, las facciones de Gianfranco se vieron deformada por las emociones que las surcaban, sorpresa, dolor, rabia.

— ¡Maldito seas Enzo Cassiano! — grito tirando al suelo toda decoración que había a su paso — ¡Maldito Enzo Cassiano voy a acabar contigo, desgraciado! — Alessandro sintió como su corazón se contraída ante el doloroso recuerdo de lo que había ocurrido tan solo unas horas antes — debería matarte — aseguro el mayor, preso de su rabia, mientras apuntaba una vez más el arma hacia el muchacho.

— Hágalo pero después que destruyamos a Enzo Cassiano. Él debe pagar por todo el sufrimiento de Ariadne y yo estoy dispuesto a convertirme en su verdugo — aseguro, esbozando una sonrisa ladina — voy a acabar con cada uno de los que se atrevieron a tocarla. Le quitaré todo cuando ama, todo cuando posee, conocerá en carne propia lo que es el sufrimiento, lo arrastrare a tal miseria que la muerte será un alivio para él... Luego de eso haga lo que quiera conmigo.

Gianfranco observó al muchacho, arrodillado y sometido frente a él, ¿cómo podía confiar en el hijo de un traidor?, ¿cómo saber si era verdad todo lo que ese niño le decía?, ¿de verdad había conocido y amado a Ariadne o todo solo era una elaborada trampa para hacerlo caer?.

— Nunca supe que Ariadne era su nieta... no lo supe hasta hoy pero ahora que miro hacia atrás siempre hubo indicios... su personalidad decidida, autoritaria, su sangre fría... yo fui una m****a hasta que me enamore de ella y ahora solo quiero que quienes la lastimaron paguen por lo que hicieron, mi propia vida no me importa; sino me cree máteme — Alessandro bajo la cabeza en señal de rendición, las finas lágrimas recorrieron sus mejillas, a pesar de que no era alguien que llorara con facilidad en ese momento sentía que le habían arrancado una parte de su alma, lo hicieron en el momento en que asesinaron a Ariadne, con ella se habían llevado su lado más humano — Máteme o ayúdeme a destruir a Enzo Cassiano. Tomaré la 'Ndrangheta y desatare un infierno para mis enemigos.

La convicción en su voz, en su mirada resultaba abrumadora, Gianfranco sostuvo el arma frente a Alessandro quien se resignó a morir en ese momento pero todo cambio cuando sintió como el agarre de los hombre se aflojaba hasta liberarlo.

— Espero que seas el mejor de los diablos... porque vamos a desatar el infierno en la tierra. Nadie toca lo que nos pertenece — sentencio Salvatore entregando el arma a Alessandro, quien sonrió de forma escalofriante. Una sentencia acababa de ser firmada. ¿Quiénes caerían y quiénes iban a sobrevivir a las llamas del infierno?, solo el tiempo lo diría.

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