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Capítulo 2: En tu mirada.

1 años antes...

Su corazón latía frenético mientras corría, tropezando con las ramas caídas y las raíces sobre salientes de los árboles de aquel oscuro lugar donde se había sumergido...

No le importaba el dolor de sus heridas, no le importaba quedarse sin aliento, ni siquiera le importaba caerse mil veces... solo le importaba huir, porque sabía que si caía en manos de esos hombres sería su fin, si la atrapaban se debería enfrentar a un cruel destino con el cual no deseaba lidiar.

¿Por qué?, ¿por qué ella tenía que vivir aquel terror?... estaba siendo consumida por el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasaría, a la distancia podía escuchar los pasos de sus captores, podía escuchar el eco de los ladridos de los perros de caza que usaban para buscarla... el terror hacía temblar sus piernas. ¿O quizás sería el cansancio por estar corriendo por su vida?.

Dejo escapar un grito ahogado cuando chocó con algo, o mejor dicho; con alguien... era un hombre espantosamente alto, de pecho fornido, sus ojos azules de clavaron en ella como dagas que atravesaban su alma.

La observó a detalle, frunciendo el ceño y ella retrocedió un par de pasos; aterrada.

— Tu nombre — ordeno, ella intento hablar pero su labio inferior temblaba; sintiéndose incapaz de pronunciar palabra, ese hombre frente a ella tenía un aura abrumadora — Tu nombre, niña — ordeno una vez más.

— Ariadne — respondió finalmente encontrando su voz. Él repitió su nombre como si intentará saborearlo en su boca. Lo que la hizo temblar.

El hombre detallo su vestido rasgado, hecho tirones, los cortes en tu piel, la sangre mezclándose con el lodo pero más allá de ese aspecto horrible podía vislumbrar una belleza sutil, casi angelical.

— Señor Alessandro — un grupo de cinco hombres apareció, respirando con dificultad gracias a la persecución que acababan de culminar.

— Disculpe si está basura lo ha molestado, es una nueva mercancía aún no está adiestrada— justifico el jefe de aquel grupo, intentando sujetar a la mujer del brazo pero está se escondió detrás del desconocido que ahora sabía que se llamaba Alessandro.

— Ellos intentaron abusar de mi... me rasgaron la ropa y me están persiguiendo para matarme por miedo a que abra la boca — los acuso la mujer, señalando a los hombres con manos temblorosas.

— ¿Es eso cierto? — Indago el imponente hombre. Mirándolos con severidad.

— No señor... ella, solo es una puta que se nos escapó — trataron de justificar.

— Y ustedes, cinco de los mejores hombres no mi padre no han podido atrapar a una simple puta que se les escapó. ¿Por qué? — observó que alguno de los hombres de su padre tenían arañazos en la cara, uno que otro gozaba de una nariz rota.

— Señor nosotros... — el hombre no pudo continuar, recibiendo un balazo en la frente, el cual sobre salto a los presentes, haciendo eco en el silencio perturbador del lugar.

— Limpien la basura. Y quién se atreva nuevamente a tratar de tocar la mercancía de mi padre correrá el mismo destino — aseguro el hombre, pasando sobre el cadáver como si de una simple hoja se tratase — sígueme y si tratas de huir ya sabes lo que pasara...

Ariadne lo siguió, con la cabeza baja mientras finas lágrimas recorrían sus mejillas; se había librado de aquellos cinco canallas para ser capturada por un monstruo aún peor.

— Me informaron que uno de mis caporegime a muerto bajo tu mano. ¿Por qué uno de mis líderes se ganó un balazo de tu parte? — preguntó Enzo Cassiano apenas vio ingresar a su hijo a la sala.

— Porque su grupo intento ultrajar a una de tus nuevas chicas. La traición se paga con sangre — aseguro mientras se quitaba los guantes de cuero negro que cubrían sus mano, se sirvió un whisky y se sentó junto a su padre, a observar el desfile de mujeres que habían llegado, nueva mercancía para vender a amos o a burdeles.

— ¿Te gusta algo de lo que ves? — Indago Enzo, era una pregunta constante que le hacía a su hijo, siendo el más importante heredero de la mafia tenía el derecho a elegir lo mejor. Aunque esté siempre se negara a tocar la mercancía de su padre.

— La quiero a ella — señaló a la andrajosa mujer que había rescatado de los hombres de su padre — si fue capaz de tentar a tus hombres hasta el punto de cometer traición, rompiendo una de las reglas fundamental. Quiero saber que se esconde debajo de esas capaz de mugre y sangre — esbozo una sonrisa ladina, observando con ojos de fiera a aquella mujer de ojos azules.

— ¿Cómo te llamas, niña? — preguntó, mientras uno de sus hombres empujaba a la muchacha hacia los líderes.

— Ariadne Moretti — respondió, inclinando la cabeza, vaya que si aprendía rápido, pensó Alessandro observando con gracia el monumental cambio de la mujer.

— ¿Qué edad tienes?. ¿Eres virgen? — Indago Enzo con su tono serio y escalofriante.

— 19 años señor. Y si soy virgen. Señor — respondió con un tono de voz suave, el cual causo gran satisfacción en Enzo, era educada, reservada y obediente; no había mucho que entrenar allí. Parecía ser la presa perfecta.

— Que la aseen y lleven a mi habitación — ordeno Alessandro sonriendo complacido. Enzo chasqueo los dedos y de inmediato un hombre sujeto del brazo a la muchacha.

— No toque la mercancía de tu señor — expreso la chica, liberándose del agarre del hombre con un movimiento brusco. Los ojos de Alessandro brillaron con deseo, era evidente que detrás de esa actitud obediente se escondía una rebelde que debía ser moldeada.

— ¿Estás seguro de tu elección? — preguntó Enzo, pensando que su hijo se aburriría rápido de aquella mujercita.

— Por supuesto. Si cambio de opinión simplemente la puedes enviar a uno de tus burdeles — respondió el más joven de la familia Cassiano, una de las familias más poderosas de toda Italia.

— Bien... — Alessandro se marchó y de inmediato el hombre que era la mano derecha de Enzo se acercó a su jefe.

— Señor. Es chica es la nieta de Gianfranco Salvatore. ¿qué hará? — para nadie era un secreto que Enzo tenía grandes planes para esa chica.

— Dejemos que mi hijo se divierta un rato con ella... cuando la deseche comenzará mi venganza — sonrió de manera desquiciada, pensando en toda la miseria por la que haría pasar a la nieta de su más grande enemigo.

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