Capítulo II

—¿Secretos?— Rodrigo comenzó a reír, —Me divierte mucho tu imaginación.

—¿Vas a entrar a la mansión o te vas a quedar afuera, Ariadne?— Yesenia poso su mirada sobre su hermana menor. Ariadne  asintió de manera dubitativa, dando unos pasos lentos y meticulosos al interior, —No tengas miedo. Mis futuros suegros tampoco son capaces de matarte.

—El hecho de que me odien sin ninguna clase de sentido es suficiente...— Ariadne se quedó en silencio, tomando asiento en uno de las sillas de la sala, —¿Ellos están acá en la casa?

—Mi padre está en una reunión en su oficina y mi madre debe estar dormida.— Rodrigo hablo con mucha calidez, —¿Quieres un trago? ¿Un vino? ¿O prefieres un café?

Ariadne nego con la cabeza. Ahora sus ojos de color gris estaban fijos en un punto desconocido. Su mente estaba trayendo recuerdos de ese momento amoroso que había tenido con Rodrigo Longwoth.

—Yo vine para acá para buscar mi regalo.— Yesenia meneó sus cejas de arriba para abajo. Una sonrisa hermosa estaba en su rostro, —¿Cuál es mi sorpresa?

—Me tienes que acompañar a mi habitación.— Rodrigo la observó de manera atrevida, —¿Te atreves?

—Contigo soy capaz de atreverme a lo que sea.—Yesenia lo envolvió por la cintura, usando sus delgados brazos y dándole un suave beso en los labios. Después de besarlo se le quedó mirando a Ariadne, —¿Crees que puedas esperarme acá?

—Sí.— Ariadne asintió, —No te tardes o... Mejor dicho, tómate tu tiempo.

Yesenia sonrió y tomada de la mano de su prometido Rodrigo,  comenzaron a subir a la habitación de éste último.

Ariadne Lizbrook se había quedado sola en la casa. Al menos tendría paz por unos minutos para poder procesar el error que había cometido y que ahora estaba torturando su mente.

No se quería ni imaginar cuál seria la reacción de Yesenia cuando se entere que su prometido tuvo relaciones sexuales con su propia hermana. Yesenia se podría alejar de ella o en el peor de los casos la podría hasta matar.

Se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado a otro, tratando de liberar su mente. No podía suceder nada más grave en su vida.

—¿Se puede saber que haces tú acá en mi mansión?— Malak uso un tono de voz desdeñoso. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho, —¿O es que no sabes que no eres bienvenida acá?

—¿Cuál es la razón de la que me odias tanto?— Interrogó Ariadne sin faltarle el respeto, —¿Yo qué les hice?

—Fuera de mi casa. No quiero verte acá...— Malak hablo entre dientes y con evidente odio. Ariadne no se movía de su lugar. Sin embargo, Malak la tomó del brazo derecho de manera fuerte, —¿No me entiendes? ¡Fuera de mi mansión!

—¿Por qué no me dices por qué me odias?— Ariadne estaba caminando a la puerta principal.

—No quiero volver a verte en mi mansión y mucho menos cerca de mi familia.— Ordenó Malak parada en la entrada de la puerta.

—¿Por qué aman a Yesenia y a mí...?

Ariadne no pudo culminar la pregunta. Malak había cerrado la puerta con mucha brusquedad, dejándola con la palabra en la boca.

Ahora que estaba afuera tenía que avisarle a Yesenia lo que había sucedido. Sin embargo, no quería arruinar su momento con Rodrigo.

Ya lo había hecho hace dos semanas. Solamente que Yesenia hasta ahora desconocía lo que había pasado y esperaba que nunca se enterada.

—Tengo malestar.— Se dijo a sí misma en voz baja, sintió mareos, —Tengo que ir a la clínica para que me den algún medicamento que me quite éste malestar.

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—¿Qué hiciste, mamá?— Rodrigo estaba lleno de incredulidad. Su madre Malak de manera serena le había comentado a ellos que había corrido a Ariadne de la mansión, —¿Ella que les hizo para que la odien de esa manera?

—Las órdenes de tu padre son clarísimas.— Malak hablo de manera fría, —Ariadne no es bienvenida ni a ésta mansión ni a ésta familia.

—¿Y por qué razón me aman a mí?— Yesenia preguntó llena de interés, —Yo soy la hermana mayor de Ariadne. Ambas nos hemos criado desde toda la vida, ¿Cuál es el problema?

Malak Villareal tensó la mandíbula. Su rostro al igual que su piel de un color moreno estaba con una actitud llena de frialdad y sin mediar palabras, camino hasta las escaleras y comenzó a subir, hasta perderse de vista.

—No le hagas caso.— Rodrigo hablo en voz bajita, —Ella tiene casi cincuenta años. La edad le está pegando duro.

—No te burles de tu madre.— Yesenia lo regaño de manera humorística, —Tú también serás un anciano.

—Pero falta mucho para eso.— Él la abrazo, —¿Te gustó la sorpresa que te dí?

—Me encanto.— Ella le susurro de forma romántica, —Es un detalle único.

—¿Me lo puedes enseñar de nuevo?— Preguntó él. Yesenia saco de su brasier un chupete de color azul y se lo entregó. Él lo analizó, —Algún día nuestro bebé estará usando esto para dormir.

—Ya me muero de ganas por darte tu primer hijo.— Ella saltaba de emoción y felicidad, —Te amo, Rodrigo.

En ese momento el teléfono de él comenzó a sonar. Era Ariadne que lo estaba llamando y sabía que ella nunca lo llamaba a menos que sea una emergencia o algo grave.

—Dame un momento es de la oficina de mi padre.— Él se alejo unos metros de ella y contestó, —¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas?

—¿Puedes hablar?— La voz de Ariadne se escuchó al otro lado de la línea, —Necesito que vengas ahora a la clínica.

—¿Qué pasa?— Preguntó él de manera insistente y en voz baja.

—Te espero acá.— Dijo Ariadne, finalizando la llamada.

—¿Todo bien?— Preguntó Yesenia, acercándose.

—Sí. Pero me tengo que ir a la oficina de mi padre para hablar con unos comerciantes.— Explicó él con mucha amabilidad.

—¿Quieres que vaya contigo?— Preguntó ella.

—No. Además ese tipo de reuniones a veces se demoran y no quiero que te aburras.

—Pero...

—Te veo más tarde.— Él se acercó y le dió un beso largo, lleno de mucha pasión y romance, —Te amo.

—Yo también te amo, Rodrigo.— Dijo ella, viéndolo salir de la mansión.

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Positivo.

Ariadne Lizbrook estaba sentada en la sala de espera con la mirada perdida y un resultado sobre sus rodillas. Un resultado que daba por hecho de que estaba en la espera de un bebé.

Un bebé cuyo padre era el prometido de su hermano mayor.

Lo había llamado hace un par de minutos porque no sabía qué hacer.

—Ariadne, ¿Qué ha sucedido? ¿Para qué me haces venir hasta acá?

—En ese papel está la razón.— Ella señaló con su labios el papel sobre sus rodillas. Él lo tomo yo comenzó a leer, —Estamos acabados.

—¿Qué?— Por su tono de voz Rodrigo estaba lleno de incredulidad, —¿Ariadne, estás embarazada?

—Sí.— Ella asintió con mucha decepción, —¿Qué vamos a hacer para que Yesenia no se entere de ésto?

Rodrigo doblo el resultado y lo tiró a la papelera más cercana. La tomo de las manos y la hizo caminar nuevamente al interior de la clínica.

—Vamos. Es la única solución.

—¿Cuál?— Ella se detuvo, —¿De qué está hablando?

—Tienes que abortar ese bebé.— Dijo él.

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