Capítulo III

—¿Qué?— Ariadne se detuvo en medio de la sala de emergencias. Las enfermeras y pacientes que estaban por el lugar los miraban, —¿Cómo crees que voy a abortar al bebé?— Susurró ella, —¿Te volviste loco?

—Es una locura el hecho de que estés embarazada de mí.— Dijo él en voz baja y entre dientes, —¿O es que ya se te olvidó que soy el prometido de tu hermana mayor?

Ariadne comenzó a caminar hasta la salida de esa clínica. Estaba molesta con la situación y mucho más ahora que Rodrigo la estaba siguiendo a toda prisa.

—¿Por qué no pensaste eso cuando te acostaste conmigo?— Ella clavo sus ojos grises ardientes en rabia sobre él, —Rodrigo, ¿Dónde teníamos metida la cabeza?

—Todo fue un error. Un maldito error que tenemos que eliminar.— Dijo él en voz baja, tomándola de la muñeca, —La solución es que ese bebé nunca nazca.

—No.— Hablo ella con voz ampulosa, —Ahora déjame ir. Me tengo que ir para la casa para pensar en una solución.

—De acuerdo.— Él la soltó, —Pero me tienes que prometer que no le vas a decir a nadie ese bebé es mío, ¿De acuerdo?

—¿Qué pasaría si alguien se entera? ¿Qué crees que pasaría si Yesenia se entera?— Ariadne hizo esa pregunta. Pero sabía muy bien las consecuencias.

—Ella me dejaría.— Contestó él con sinceridad, —Yesenia está comprometida conmigo por amor.

Ariadne se quedó en silencio recordando la manera en que su hermana le había explicado sus razones de compromiso con Rodrigo Longwoth. Sin embargo, sabía que eso no era justificación para haberse acostado con él ni nada por el estilo.

—Bueno. Vamos a mantener oculto ese secreto.— Ella lo miro fijamente, —¿Te parece buena idea?

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—La vida en nuestra familia es agradable.— Dijo Malak con mucha tranquilidad, dándole un sorbo a su café.

—Me imagino que al ser dueños de una cadena hotelera en ocasiones es ajetreada, ¿O no?— Yesenia hizo esa pregunta antes de soplar el interior de su taza, cerrando sus ojos para sentir el vapor del café.

—Eso es depende. En dado caso que sea un proyecto grande, mi marido Ignacio se encarga de todo eso.— Contestó Malak, —Pero tú no estás obligada a formar parte de los negocios de la familia.

—Es que esa es mi meta. Mi sueño es llegar a conocer su negocio.— Yesenia sonrió, en el fondo sabía que sus intenciones eran económicas, —Yo quiero ser parte del equipo.

—Tendrías que esperar la decisión de Ignacio.— Dijo él, —No olvides que es un poquito machista.

La palabra «machista» decepciono a Yesenia. Desde que conocí a su futuro suegro Ignacio Longwoth, él siempre había sido un machista que consideraba que el hombre tenía que estar trabajando y dando el sustento diario y la mujer tenía que quedarse en la casa cocinando y planchando ropa.

—Pero quizás cambie de idea conmigo que soy su nuera.— Yesenia sonrió.

—No lo ha hecho conmigo que llevamos más de dos décadas casados, ¿Crees que lo haga contigo?— Malak volvió a tomar de su café, —¿Te gustaría ir a su oficina para hablar con él?

—Me encantaría. Además puedo aprovechar para ir a ver a Rodrigo.— Yesenia dejo la taza vacía sobre una pequeña mesita y se levantó, —Él me dijo que estaría allá para una reunión.

Yesenia salió de la mansión, cerrando la puerta detrás de ella. El paseo de losas azules estaba tal cual como lo había visto al entrar. El lugar al que iba no quedaba muy cerca y la única opción era tomar un taxi.

—Rodrigo.— Dijo ella tan pronto él contestó la llamada telefónica, —Ahora mismo estoy conduciendo hasta allá.

—¿Hasta dónde?— Preguntó él lleno de confusión.

—No seas bobito.— Yesenia comenzó a reírse, —Estoy de camino para la oficina de tu padre.

—Vale.— Rodrigo hablo en voz baja, —Tengo que finalizar la llamada, —La reunión está por comenzar.

Yesenia se acomodó en el asiento de ese taxi. Su sonrisa era intacta y sus hermosos ojos negros destilaban mucha felicidad.

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—No puede ser...

—¿Qué pasa, Rodrigo?— Interrogó Ariadne.

—Antes de venir para acá le menti a Yesenia y le dije que estaría en una reunión en la oficina de mi padre.— Contestó él.

—¿Y cuál es el problema?

—Me acaba de llamar para decirme que va en camino para allá.

Ariadne lo miró con mucha preocupación. Rodrigo le devolvió la mirada, pero llena de nervios.

—Vamos. Tenemos que tomar un taxi y llegar allá antes que ella.

—¿Crees que sea buena idea ir hasta allá?— Preguntó él, —Mi padre es demasiado machista. Además te odia y no quiero que te estreses, mucho menos estando embarazada.

—Vamos.— Dijo ella con firmeza, —Además quiero hablar un par de cosas con él.

Rodrigo estaba sorprendido por la clara firmeza y seguridad en el tono de voz de ella. No le parecía una buena idea que ella fuera a ese lugar. Sin embargo, se moría de curiosidad de ver qué era lo que iba a suceder.

—¿Crees que podamos llegar antes de que Yesenia llegue al lugar?— Ariadne hizo esa pregunta unos segundos después de que ellos abordarán el taxi.

—No lo sé.— Contestó él, —Esperemos que sí.

Unos minutos después habían llegado al enorme edificio que era la sede principal de la cadena hotelera de la familia. La oficina de su padre quedaba en el último piso y la manera más fácil de llegar era tomando el ascensor.

—Vamos. Yo no creo que Yesenia haya llegado al lugar.— Dijo él con total seguridad, caminando en dirección al ascensor. Ariadne caminaba detrás de él.

—No la veo por ningún lado. Tienes toda la razón.— Dijo ella, soltando un suspiro de alivio, —Vamos. Tenemos que subir.

Rodrigo Longwoth le dió click al botón. El ascensor se abrió de manera lenta y ambos entraron. Unos segundos después comenzaron a subir al último piso de ese enorme edificio.

—Rodrigo...— Yesenia estaba en la oficina de Ignacio Longwoth. Al verlos su curiosidad aumento, —Yo pensaba que estabas acá en una reunión, ¿Dónde estabas?

—Estaba en la reunión. Sin embargo, tuve que salir y en el camino me encontré con Ariadne.— Explicó Rodrigo lo más calmado que podía, —Me dijiste que venías para acá y por eso la traje conmigo.

—¿Qué hace está mujer acá?— Ignacio Longwoth se levantó de su silla de mecanismo basculante. Su estatura pequeña no lo hacía ver tan dominante, sino su rostro lleno de frialdad y unos ojos grises ardientes en rabia, —Ariadne, lárgate de aquí.

—No. Yo no me pienso mover de acá hasta que me dé una explicación.— Ariadne dió un paso hacia adelante, —¿Por qué me odias tanto?

—¡Fuera de mi oficina o llamo a seguridad!— Ordenó Ignacio entre dientes y de manera irritada.

—Llame a seguridad. Pero primero quiero una explicación.— Ariadne dió otro paso, —Hable.

—No me dejas otra alternativa.— Dijo Ignacio, tomando su teléfono.

—Dime, ¿Por qué me odias? ¿Yo qué le hice?— Ariadne estaba enojada, —Desde que lo conocí lo único que quiero es llevarme bien con ustedes. Pero no, ustedes me tratan como una basura.

—Eso es lo que eres: una basura.— Dijo Ignacio con frialdad, —Y yo no quiero basura y suciedad cerca de mi familia.

—Ariadne, espérame afuera.— Le súplico Yesenia. Ariadne libero un suspiro y se retiró del lugar. Ignacio regreso a su puesto.

Ariadne llegó al primer piso en cuestión de segundos. Estaba enojada con todo lo que había pasado.

De nuevo se había quedado con la duda del porqué los Longwoth la odian tanto.

«—Eso es lo que eres: Una basura». Ella tenía esas palabras grabadas en su mente.

Ariadne comenzó a cruzar la calle, sin darse cuenta que un carro negro se aproximaba hacia ella.

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