James
Llego a mi cena con el señor Garrett, deseando que este jodido día finalmente termine. Qué más quisiera yo, que el peor de mis problemas fuera la mesera del bar y sus hijos. Ahora, mi idiota padre quiere que le envíe más dinero para cubrir sus malditas deudas de juego como si fuera su cajero automático personal. Nunca estuvo al pendiente de mí y no hizo más que traerme problemas, pero desde que mi abuelo me puso a cargo de la constructora inmobiliaria hace un año, ha aparecido con demasiada frecuencia. Debo buscar la manera de sacarlo de mi vida antes de que intente enredarme en su m****a una vez más.
—Donovan —saluda Martin Garrett, y me levanto para recibirlo.
—Señor Garrett.
Ocupamos nuestros asientos luego de estrechar nuestras manos y sus dos acompañantes nos siguen. Ellos siempre van a todos lados con él, Carlos su administrador y Filipo el asistente. Los perros más fieles que jamás había visto.
—¿Y cómo está su familia?
Evito con todas mis fuerzas rodar los ojos. Sabe que no tengo familia, más que mi abuelo, y eso, según él, es un gran problema por la falta de compromiso y estabilidad a la hora de emprender un proyecto. Mi pasado no es muy limpio que digamos y él lo sabe. Sólo me invitó esta noche por petición de mi abuelo.
—Están muy bien —contesto con «orgullo».
Su sonrisa burlona se va y me mira con atención.
—Ah, ¿sí?
—Mi novia y mis hijos están muy bien, gracias por preguntar.
—¿Hijos?
Ese es el interés que buscaba. Es el único tema que le impide firmar con nosotros. Desde que mi abuelo se fue no quiere construir con nosotros, mi abuelo sólo ríe porque sabe que eso no está en mis planes. Si no funcionó con Susan, que era un acuerdo justo, no funcionará con nadie.
¿Desde cuándo, el tener familia debe influir en la vida laboral de un hombre?
No tener que rendir cuentas y tener libertad me da todo el tiempo para solucionar y estar centrado en mis proyectos, pero este hombre es muy extraño. Mi abuelo ya me lo había advertido.
Saco mi teléfono y busco la foto que les saqué a los niños esta mañana mientras Miranda se bañaba. Toma mi teléfono y sonríe encantado. Dylan tiene pocos cabellos, muy negros, y los ojos tan oscuros que parecen negros, como los míos, muy vivaces para sus cuatro meses de edad. Pero la pequeña Isis tiene sus ojitos claros con sesgos violetas, parece que los tendrá como los de su madre. Son hipnotizantes y atractivos.
—Ellos son mis hijos, Dylan e Isis.
—El niño tiene tus ojos, ¿De qué color son los ojos de la niña? No logro distinguirlo —pregunta y parece que me estuviera evaluando a mí.
—Creo que los tendrá del mismo tono de los de su madre. Son violetas.
—Exóticos.
—Sí, lo son.
Y muy hermosos al igual que su voz cuando canta. Verla y escucharla cantar era lo único bueno que tenía ese bar. Lástima que sea una mujer tan irritante y demasiado volátil. Lo que me recuerda que tengo que hablar con ella para saber que más sabe hacer aparte de servir mesas, para conseguirle un mejor trabajo.
—¿Cómo se llama ella?
—Miranda.
Imposible que ella no me pueda ayudar con esto. Después de todo, me estoy viendo obligado a reconocer a sus hijos como propios. Sé que fue por mi gran boca, pero ella fue la loca impertinente que tuvo la genial idea de llevar a un par de bebés a un jodido bar de mala muerte.
—Me gustaría conocerlos muy pronto. Podemos ver los bocetos que tienes preparados.
—Mañana mismo puede ser. Ella llevará a los niños a mi oficina.
Al viejo le han gustado nuestras propuestas, pero esta idiotez de la familia siempre lo detiene de continuar, afirmando mi falta de compromiso. No es que lo necesitemos, mi abuelo luchó toda su vida por conseguir lo que tiene y vivimos de la renta de nuestros edificios, pero la construcción es lo que más me emociona a mí. Por eso quiero este proyecto.
—Me parece bien —concluye y me empieza a preguntar sobre mi abuelo.
Ahora tengo que hablar con Miranda para avisarle y no vaya a arruinar todo. La construcción de ese gran centro comercial cerca de la zona costera es muy importante para mí, para reactivar la actividad en la zona, justo donde estoy comprando.
Espero todo salga bien con esa loca mujer.
[…]
Cuando finalmente amanece, me levanto antes de que suene el despertador. Me tiene un poco nervioso el no haber podido hablar con ella anoche. ¿Para qué se supone que la gente tiene un maldito teléfono?
Tuve la oportunidad de hablar con Chris y pedirle una nueva opinión, el idiota primero se largó a reír para al fin decirme que lo estoy haciendo bien, como si tuviera alguna opción, a no ser que deje a la pobre mujer enfrentarse sola al sistema. Lo único que Chris dice poder hacer para ayudarme, es investigar a la madre de «mis hijos», antes de meterme de cabeza, aún más.
Al final, para distraerme de ese lío un rato, hablamos de Dante. El idiota tiene una buena mujer y él no lo asimila. El padre de la mujer con la que se accidentó, una mujer de poca estima, lo ha culpado y lo quiere en la cárcel por homicidio; aunque no contaba con que Dante tuviera una mujer tan perspicaz, con un abogado sin escrúpulos como Christopher y una familia que daría todo por su hijo. Brianna no dejará a su exesposo solo en esto, así él se esté comportando como una m****a con ella.
Tomo el desayuno, preparado por Astrid, y leo el periódico. Bufo al ver una pequeña nota sobre mí, hablando de mi nueva paternidad, junto a una foto con Miranda y los niños subiendo al auto en la estación de policía. Como si les interesara la vida de alguien como yo. Aún no saben nada de ellos y eso me alivia en parte. Espero que esta mentira no se nos vaya de las manos y terminemos en una peor situación.
Salgo, con la firme esperanza de conseguir la firma de Garrett y cerrar este negocio. Confío en que Miranda llegue temprano. No podré estar tranquilo hasta no mostrarle el contrato que está preparando Christopher de manera fugaz, luego de cuestionar mi decisión por unos pocos segundos. Sé que ella está preocupada y la entiendo. No quiero a nadie más metido en esto, con Zach y Chris es mucho más que suficiente.
Llego al edificio donde tengo mis oficinas. Es una antigua construcción que por dentro es moderna. Los últimos cinco pisos son de mi constructora y los pisos inferiores los comparto con una firma de abogado, Bergström & Callaghan, perteneciente a la familia de Christopher; una agencia de modelaje Thomp & Top, dirigida por otro de mis amigos, Joshua Thompson; los primeros diez pertenecen a Hive Technologies, la empresa de desarrollo tecnológico de mi otro amigo, Dante Williams; y por último, las oficinas de adorno de Widow Security, una empresa que desarrolla software de seguridad informática dirigida por Ethan Lewis, pero la dueña y cerebro es su hermana pequeña, Samantha Lewis.
Este edificio era de mi madre y el primero en invertir en él fue Dante cuando decidí estar en un lugar que me acercara a ella, y luego se unió a nosotros el padre de Christopher deseando una nueva sede para su bufete de abogados. Me gusta tener cerca a mis amigos. Aunque sería demasiado decir que tanto Ethan, Christopher, Dante junto a su esposa y yo, vivimos en el mismo edificio, que le pertenece a mi abuelo.
—Buenos días, señor —saluda mi secretaria, Leonore, mientras camina apresurada hacia mí cuando las puertas del ascensor se abren al llegar a mi piso.
—Buenos días. ¿Miranda ha llegado?
—¿Miranda?
—Mi novia, Miranda Veillard. Vendrá con nuestros hijos. Los haces pasar una vez lleguen. Avisa a recepción, no quiero que tengan problema para entrar.
Entro a mi oficina dejándola atónita por la gran noticia y sonrío por su expresión incrédula. Tengo dos hijos. ¿Quién lo diría?
Empiezo con las revisiones de siempre y le digo que avise a los diseñadores de la visita de Garrett. Le vuelvo a marcar a Miranda, preocupado por su tardanza, pero no contesta y eso es extraño. Mi teléfono suena y le contesto a Joshua. No creo que demoren en llegar los mensajes de todos. Sé que el único que no se pronunciará será Dante. Vive tan encerrado en su miseria, que no le importa nada en el mundo, ni siquiera su esposa.
—¿Cuándo m****a me ibas a contar que tienes hijos? ¿De verdad son tuyos? ¿Por qué nunca me enteré?
James—Ya cálmate. Ni que fueras mi mujer. Sí, tengo dos hijos. No sé si recuerdas mi viaje hace un año a Atlanta. Pues allí la conocí.—Estás bromeando, ¿cierto? Tú jamás has sido un irresponsable, no dejarías a una mujer embarazada ni por error.—No tengo tiempo ahora. Luego te llamo.Corto la llamada sin darle tiempo a seguir con su interrogatorio y me levanto sin ocultar mi preocupación. Me he dado cuenta de que Miranda no es la mejor referencia de la puntualidad, pero dos horas de retraso es demasiado.—Leonore —hablo al llegar a la puerta, brinca en su puesto y bufo. Salgo con mi saco en mano MirandaMe remuevo y me quejo. No me quiero levantar, mucho menos romper esta paz tan perfecta, un silencio inmensurable y una quietud que… Arrugo mi cara juzgando el apartamento, sólo con mi agudo oído. La quietud perfecta no existe, mucho menos en este lugar.Al no percibir los comunes sonidos que suelo sentir al despertar, abro mis ojos y me siento. Veo la cuna, algunos juguetes regados y ropa de bebé. No me he equivocado, tengo dos hijos, unos muy bulliciosos, y no hay señal de ninguno.No recuerdo la última vez que dormí tanto y tan bien, desde que mis niños nacieron. La doctora dice que en poco tiempo empezarán a dormir toda la noche y allí me podré relajar un poco, aunque estarán más despiertos durante el día. Es realmente agotador atCapítulo 9
Miranda—¿Despertaron? —pregunta James a una mujer, ella se levanta corriendo una vez nos ve salir del elevador.No puedo evitar reír cuando se atraganta con una fresa y golpea su pecho tratando de pasar la fruta a la fuerza. Me mira apenada y muevo mi mano para tranquilizarla. Pobre mujer.—Lo siento, señorita Veillard. Aún duermen, señor. Son un par de angelitos.Mis hijos pueden ser llamados por muchos calificativos tiernos, pero ¿angelitos? O bien, esa mujer está delirando, o mis hijos saben en qué palo trepan. Creo que me inclino por la segunda. La miro impresionada y me apuro para seguir al hombre. ¿Acaso no sabe quedarse quieto en un sólo lugar por más de cinco segundos?
JamesAun no comprendo a esta mujer, cualquier otra hubiera saltado sobre un contrato como ese. Se lo estoy ofreciendo todo, un mejor lugar donde vivir, una mejor calidad de vida para sus hijos, oportunidades para ella misma que no creyó posibles; y lo rechaza como si le dijera «no» a un helado.¿Qué se le puede ofrecer a una mujer como esa?—Déjame ayudarte —digo a su oído.Hace un gesto infantil y niega antes de dar el primer paso fuera del elevador.En verdad me preocupa que vivan en un lugar como ese. Como arquitecto, puedo decir que es peligroso y nada confiable, cualquiera que lo viera lo sabría al instante sin necesidad de algún conocimiento. Es jodido sentido com&uacu
JamesZach llega con los víveres y Miranda salta a tomar las cosas.—¡Yo cocino! —grita ella y “entra” a la cocina.Desde donde estoy puedo verla en cuerpo completo sacando la comida de las bolsas. Este lugar es exageradamente pequeño y sigo sin entender por qué quiere quedarse aquí.—Te ayudaré un poco —susurra la señora y sonríe al mirar hacia donde está la rubia —. Miranda. Barry quiere que vaya a vivir con él. Vendrá por mí mañana temprano.Miranda levanta la mirada, corre hasta la sala, tres pasos fueron suficientes, y gime preocupada.—Pero, ¿quié
MirandaVuelvo a despertar por tercera vez esta noche y suspiro al ver que apenas son las dos de la madrugada. Dylan se queja, muy intranquilo, y mi pequeña llora como sólo ella sabe hacerlo. No sé qué es lo que les sucede esta noche, nunca los había sentido tan desesperados. Ya les di de comer, les cambié el pañal, les canté, los bañé… No sé qué más hacer para calmarlos. Y para completar y hacer aún más mi escena perfectamente trágica, la señora Virginia no se ha cansado de golpear la pared y eso me desespera hasta la locura.Quiero gritar.—Ya, mi amor. —Tomo a Dylan en brazos y lo arrullo suavemente—. ¿Cómo te ayudo, bebé?S&ea
MirandaSiento los enormes brazos de James rodearme y me aferro a su cuello cuando me levanta como un bebé y acaricia mi cabello. Me permite ser débil por un par de minutos y me acaricia y besa mis mejillas, hasta que la incomodidad se abre paso en medio de la lucidez que voy recobrando poco a poco. Me alejo para verlo a los ojos, esos profundos pozos negros que llegan a intimidar cuando se le antoja, y sonrío apenada.—Lo siento.—Te he dicho que no estás sola y no me dejas ayudarte.Veo su preocupación y bajo la cabeza, pero algo llama mi atención.—¿Dónde están? —pregunto alterada.—Dormidos en su cuna. Aunq
JamesDespierto con el llanto de Isis, fuerte y claro, y estiro mi cuerpo antes de levantarme de mi cómoda cama. Miro la hora y sacudo mi cabeza al ver que sólo he dormido dos horas, me siento más cansado que cuando me acosté; creo que ahora entiendo un poco a la madre de mis hijos.Cruzo el pasillo hacia la habitación de enfrente, la que han preparado para ellos, Miranda está al lado y me extraña que no esté ya aquí con ellos, con lo obsesiva que es, pero luego de una noche como la pasada, no podría juzgarla. Fue inquietante la manera como la encontré, tirada en el piso de ese baño sucio desesperada por no lograr calmar a los niños. Ha tenido una vida difícil y la admiro por ello.Loca o no, es de admirar.Último capítulo