Miranda
Dentro del avión Richard sostiene mi mano y limpia mis lágrimas, mientras nuestras dos acompañantes mujeres se mantienen alejadas para que mi preocupación no altere a mis hijos.
Necesito tanto verlo. Ver que está bien y que nada malo le pasará.
Él no contesta a su teléfono, Jeanne tampoco y mis nervios se están volviendo locos.
—Me casé por primera vez a los veinticuatro años —dice Richard, sé que es para servir de distracción—. Su padre era socio de mi abuelo y era mi obligación conservar la línea noble de la que precedo. Su mejor amiga era su amante, vivía a su antojo y derrochaba como loca. Desquiciada por las drogas y el licor. Un día intent&oacu
Miranda—Suéltame, Lola —gruñe él.Ella no obedece. Se arrodilla frente a él y no puedo creer que no me hayan notado. Ambos tan enfrascados que no ven nada más. Él en su dolor, ella en su manipulación.—Sé que eso no es lo que quieres. Nosotras sabemos cómo te gusta. Sabes que amábamos complacerte a ti más que a nadie.James hace un movimiento, tan rápido y casi imperceptible que doy dos pasos atrás con miedo. Richard me toma del brazo para no caer y observa paralizado lo mismo que yo. Mi esposo sostiene a la mujer del cuello y la enfrenta con frialdad. Su mirada es vacía y su cuerpo se ve tensionado, casi al límite del dolor mental que siempre lo carcome.<
James Al sentarme hago lo mismo que he hecho durante los últimos cuatro meses, cruzarme de brazos y observar al sujeto frente a mí por la próxima hora. Ninguno dice nada, tampoco lo creo necesario, y nos observamos. Al menos yo lo hago, él se muestra tímido aún. Fue incómodo en un principio, saber que te observan y no puedes hacer nada al respecto resulta ser perturbador en un nivel desesperante. Pero ahora incluso logro verlo sonreír cuando dejo alguna foto de mis hijos sobre la mesa. Marco es consciente de la vida que estuvo llevando, e incluso confesó a su psiquiatra su deseo de morir. No sabe por qué su hermano mayor, el que lo abandonó por tanto tiempo, tuvo que salvar su miserable vida. Incluso cuando creí que podría encaminar mi vida, de manera incorrecta dejando mi pasado atrás, hice las cosas mal. Al menos esa es la manera co
MirandaTodos tenemos un día perfecto y sería una bazofia decir que yo lo tengo todos los días, pero cada mal momento que paso día a día se ve recompensado al ver las pequeñas y dulces sonrisas de mis preciosos bebés. Dylan e Isis, tienen cuatro meses de nacidos y, a pesar de que han sido cuatro meses muy, muy, muy difíciles al ser madre soltera con sólo veinticuatro años, me hacen feliz. Como nunca antes lo fui.Dicen que soy exageradamente positiva, pero no le veo razón a amargarme por cosas que no puedo cambiar.¿De qué me sirve quejarme porque mis hijos lloran, o se hacen del pañal, o porque debo pagar el arriendo de nuestro pequeño apartamento?Son mis obligaciones y, amargada o no, debo solucionarlo.Así que yo decido si quejarme o llevar mi vida lo m&
MirandaLa mujer me sonríe antes de salir y es allí cuando pienso que todo este sacrificio vale la pena. Meto a mis niños en el coche doble que les regaló Aria al nacer y me preparo mentalmente para bajar, con el mayor cuidado, los cuatro pisos sin percances.Tomo los dos bolsosy empiezo mi travesía.Bajo lentamente, tomando un descanso en cada piso para ver que vayan bien.Ambos están dormidos y eso es bueno.Al llegar al trabajo, Aria corre a abrirme la puerta y Kelly ríe burlándose de la pobre mujer. La entiendo un poco, sus hijos crecieron y se fueron sin mirar atrás. Aún me pregunto por qué.Los dejamos tras del mostrador y empiezo a trabajar mientras ellos descansan.Sus vidas son tan difíciles, complicadas y llenas de dilemas. James—Ve abajo —le digo a Milo—. Detenles lo más que puedasNo puedo creer lo que haré, pero verla con esas enormes lágrimas rodando como ríos y aferrándose a su hija, es alarmante. No tenía que haber venido esta noche. Esta ni ninguna de las anteriores.Miranda me mira preocupada, esperando a que diga algo, a que le grite quizás, y estoy a punto de echarme para atrás, pero sé que no debo. No, a menos que sea ese idiota despiadado como aseguran mis amigos que soy. Camino de un lado a otro haciendo tronar las articulaciones de mis dedos, intentado idear algo que me ayude a sacarla de este problema. No quiero dejarla así; le podrían quitar a sus hijos, de eso no hay duda.Nunca me imaginéCapítulo 3
JamesAmbos bajamos y salimos por la puerta de atrás, siempre en silencio para no despertarlos, a través del oscuro, sucio y apestoso callejón. Enfrente del bar espera mi carro, los llevo hasta él y la ayudo a acomodarse en la parte de atrás. Le doy una última mirada al bar, The Cavern, y niego. No sé qué es lo que me ha detenido de derrumbar este lugar, es un bar justo enfrente de un muelle abandonado, el que derrumbaré y restauraré para tener un mejor aprovechamiento de este espacio para la comunidad. El muelle 57 es un sitio histórico, hace parte de lo que significa esta ciudad. Este espacio, al igual que los almacenes y locales de los alrededores deben ser también modernizados para que todo el alrededor sea perfecto.—¿Dónde vives? —pregunto, y enciendo el auto. La
MirandaDespierto cansada, como todos los días, luego de tener que levantarme tres veces esta noche para atender las necesidades de mi par de ángeles. Alimento a mis niños y los preparo, no creo que demore en llegar el señor…El toque a la puerta me avisa y me advierte de su extrema puntualidad. Ciño mi bata y corro hacia la puerta. Sonrío al verlo allí, con su rostro serio y lindo.—Buenos días, señor Donovan.—Aún no está lista. Tenemos media hora, Miranda.¿Por qué siempre tiene que gruñir?—¡Quince minutos! —grito, y corro dejándolo en la puerta, voy de vuelt
Miranda—Tuvimos una relación, pero nos separamos y nunca tuve la oportunidad de decirle que estaba embarazada. Nos reencontramos hace unos días.—Ayer habíamos salido para hablar al respecto y conocer a mis hijos —continúa él, dando una genial actuación al besar la cabeza de Isis—, pero tuve que pasar al bar que recién adquirí por unos documentos y fue cuando llegó la policía.—Pasada la media noche —reprocha ella.—Puede llamar al restaurante en el que estuvimos previamente, si desea. No tenemos nada que ocultar.La mujer se yergue algo intimidada po