James
Despierto con el llanto de Isis, fuerte y claro, y estiro mi cuerpo antes de levantarme de mi cómoda cama. Miro la hora y sacudo mi cabeza al ver que sólo he dormido dos horas, me siento más cansado que cuando me acosté; creo que ahora entiendo un poco a la madre de mis hijos.
Cruzo el pasillo hacia la habitación de enfrente, la que han preparado para ellos, Miranda está al lado y me extraña que no esté ya aquí con ellos, con lo obsesiva que es, pero luego de una noche como la pasada, no podría juzgarla. Fue inquietante la manera como la encontré, tirada en el piso de ese baño sucio desesperada por no lograr calmar a los niños. Ha tenido una vida difícil y la admiro por ello.
Loca o no, es de admirar.
JamesEscuchamos un grito agudo y corremos fuera del estudio.—¡Miranda! —la llamo y camino hacia ella al verla quieta, como nunca suele estar ella. La agarro de los hombros y arrugo mi ceño al verla hacer un mohín, hinchando su labio inferior—. ¿Qué pasa?—Piano —murmura y miro el piano que perteneció a mi madre.—¡¿Por esa estupidez gritas?!La suelto y niego.—Pero es un Bösendorfer.—Es renovado, dicen que perteneció a Franz Liszt. —Miranda chilla impresionada, entiende de lo que habla mi abuelo—. Se lo compré a mi hija cu
Miranda—No pudiste evitarlo —espeto, y el muy idiota se cruza de brazos, me mira impasible. De esa manera tan exasperante y espantosa que tiene.—Toma las cosas necesarias para irnos a casa. Este lugar ya no es tu hogar.Llevamos discutiendo por horas, o más bien, yo discuto mientras él dice lo mismo una y otra vez como una máquina repetidora. Y eso que no le he dicho que me ha llegado una notificación de desalojo con plazo de un mes y que sólo me quedan dos semanas, porque piensan demoler el lugar. Sólo por eso acepté trabajar para él.La trabajadora social fue ayer a su apartamento luego de llamar, con media hora de antelación, para avisar que iría para su primera visita «sorpresa». La mujer
MirandaNo me voy a hacer la mártir e hipócrita diciendo que no pienso disfrutar de este lugar, pero sí diré que intentaré irme lo más rápido posible. Terminaré mi carrera en menos de un año y trabajaré para cortar las obligaciones de James. Tomaré su mano y una vez esté fuera de este pozo, respiraré con fuerza antes de seguir adelante con mis hijos. No es momento de ser digna. Mis hijos estarán bien y pienso aprovechar esta oportunidad.No me gusta ver que pasan necesidades, o que no puedo llevarlos a un buen doctor cuando enferman, o incluso yo, al tener días sin comida por no lograr encontrar un trabajo. Esta es una oportunidad y la voy a aprovechar, olvidándolo a él.Zach se encarga de llevar las pocas pertenencias q
JamesObservar a todas estas personas a mí alrededor, dentro de mi casa, invadiendo mi espacio, es por demás tan extraño como mi invitada de ojos violetas. He sido amigo de todos ellos por varios años, pero jamás los había invitado a venir aquí, sin excepción, a menos que Christopher y Dante se tomaran sus usuales atrevimientos y llegaran sin anunciarse. Debería golpear a Christopher por haber tomado la iniciativa de reunir a todos y decirme sólo cuando ya habían aceptado venir, amenazando con abrir su estúpida boca para ventilar mi verdadera situación con esta loca mujer.Miranda juega con Aliza y ríe con Samantha, como si se conocieran de toda la vida, aquello parece caerle en gracia a Jade y a Annie, como si Samantha necesitara algún tipo de incentivo para hacer amigos con la
JamesSolía gritar cuanto amaba a esa mujer, siempre, sin ningún tipo de vergüenza, como si nos importara lo que él sintiera o no. Ahora se ha perdido a sí mismo, todo por un accidente.Miro a Isis cuando la escucho gritar, mi pequeña diosa del desierto ríe en los brazos de Brianna y salta, como si la conociera de siempre, como si no se tratara de alguna extraña. Miranda también sonríe y aplaude antes de anunciarle a Brianna que será quien cuide a Isis cuando queramos salir a divertirnos, lo que parece levantar celos en las otras tres mujeres, como si Brianna no tuviera suficientes problemas o una vida complicada y ocupada.—Isis la ama —chilla Miranda, se aferra a mi brazo y ríe—. Parece que mi nena tiene alguna extraña afici&oacut
MirandaNo debí pedirle aquello, mucho menos luego de lo cruel que fue recibir su rechazo ayer en mi viejo departamento, pero la soledad tampoco es algo que mis nervios estén dispuestos a soportar. Mucho menos en este inmenso e incierto lugar tan frío como un sepulcro.Cuando era niña tuve una vecina como la señora Hills, una mujer que se preocupaba por su comunidad, ella no señalaba ni rechazaba a mi madre por su profesión, nos preparaba de comer y mamá le pagaba por ello, me visitaba constantemente para saber que todo estuviera bien conmigo y me defendía de las continuas habladurías acerca de nosotras y de la vida que mamá llevaba. Lo único malo que tenía esa mujer era su esposo. Un viejo, el administrador del edificio, un cerdo que amenazaba con echarnos del edificio si mamá no ced&i
Miranda—¿Dante te lastimó?Me mira, es más alta que yo, sin contar sus zancos, así que lo hace sobre su hombro, y me mira como si yo fuera un bicho entrometido. En realidad, lo soy; ella no me conoce, además de lo poco que interactuamos ayer con mis hijos, pero esa actitud de perra déspota me hace querer escupirle encima. Vaya, y esta es la mujer a la que Dante ama. Que odiosa.Las puertas del otro ascensor se abren, Christopher nos sonríe, Brianna lo ignora y entra con afán. Como el abogado parece ser un poco curioso se queda al notar algo en ambas.La escena que encontramos al entrar al apartamento de Dante y Brianna es de las más escalofriantes que he visto. James, erguido sobre Dante, levanta un puño, que parece
JamesLevanto la mirada cuando Leonore abre la puerta luego de pedir permiso. Deja un par de folios sobre mi escritorio, sonríe y les habla a mis hijos con voz chillona antes de salir sin dejar de mirarlos con una sonrisa. Arrugo mi nariz por lo desagradable que siempre me ha resultado que hagan eso. Ni siquiera Miranda con su desesperante personalidad les habla a los niños de esa manera tan desquiciante.Y hablando de mujeres locas…Presiono el botón del intercomunicador y le pregunto a mi secretaria por Miranda, quien lleva más de dos horas desaparecida; y no exagero como asegura ella, siempre.—Aún en el área de diseño, señor —contesta, y suelto un gruñido.El son