Miranda
—¿Dante te lastimó?
Me mira, es más alta que yo, sin contar sus zancos, así que lo hace sobre su hombro, y me mira como si yo fuera un bicho entrometido. En realidad, lo soy; ella no me conoce, además de lo poco que interactuamos ayer con mis hijos, pero esa actitud de perra déspota me hace querer escupirle encima. Vaya, y esta es la mujer a la que Dante ama. Que odiosa.
Las puertas del otro ascensor se abren, Christopher nos sonríe, Brianna lo ignora y entra con afán. Como el abogado parece ser un poco curioso se queda al notar algo en ambas.
La escena que encontramos al entrar al apartamento de Dante y Brianna es de las más escalofriantes que he visto. James, erguido sobre Dante, levanta un puño, que parece
JamesLevanto la mirada cuando Leonore abre la puerta luego de pedir permiso. Deja un par de folios sobre mi escritorio, sonríe y les habla a mis hijos con voz chillona antes de salir sin dejar de mirarlos con una sonrisa. Arrugo mi nariz por lo desagradable que siempre me ha resultado que hagan eso. Ni siquiera Miranda con su desesperante personalidad les habla a los niños de esa manera tan desquiciante.Y hablando de mujeres locas…Presiono el botón del intercomunicador y le pregunto a mi secretaria por Miranda, quien lleva más de dos horas desaparecida; y no exagero como asegura ella, siempre.—Aún en el área de diseño, señor —contesta, y suelto un gruñido.El son
JamesAbre la puerta y me invita a pasar. Dentro, en una oficina muy genérica y sin personalidad, encuentro frente a mí a Brianna, Samantha, Christopher y a Joshua. Entrecierro los ojos, incapaz de no preocuparme por lo que está sucediendo.—¿Tú también? —escucho que Jade se queja.La veo entre los brazos de su novio Nicholas, y entrecierro los ojos.—¿Qué ha sucedido? —pregunto, intrigado por esta reunión extraordinaria.—Nada —dice la gatita—. Mi abuelo murió. Sólo eso.Intenta parecer indiferente, pero su voz quebrada no le permite ser convincente. Su novio la estrecha contra su cue
MirandaEl sueño me ha abandonado y quiero lloriquear. Hay tantas cosas que me tienen inquieta en este momento. Como Dante y su humor voluble, o Jade que tiene preocupado a James y a todos sus amigos con todo eso de la herencia y los problemas con su familia, Brianna con su actitud perra hacia mí, la universidad y todas las responsabilidades...Maldición. Voy a estallar.Quien diría que el dinero no compra la felicidad. Vivía más tranquila en mi viejo y destartalado edificio.Afortunadamente esa cosa con la señora de Servicios Sociales adoradoras de bellos ogros salió muy bien. Si tan solo no mirara a James con hambre, me agradara esa mujer. Pero no se puede hacer mucho y soy yo quien duerme en su cama, así me huya.
MirandaRuedo los ojos y suspiro. Creí que sería más difícil llamar su atención, pero, teniendo en cuenta cómo me ha torturado…—Él te ama, Brianna. Por alguna razón que no logro entender si ustedes son tan diferentes…—Igual que James y tú —interrumpe, y levanta sus cejas—, y nadie le ha criticado el estar con una mujer tan irritante como tú, porque simplemente a nadie le importa.—Bien. Captado. No es de mi incumbencia su relación. Pero Dante es mi amigo y deseo que mejore.—Le dije a James que te escucharía, así que habla de una vez. No me hagas perder más el tiempo. JamesDistraigo gran parte de mi tiempo revisando los informes que Miranda me pasa a medida que ella los revisa. Esta es la parte aburrida de mi trabajo, no fue para lo que estudié, pero sí para lo que me preparó mi abuelo, para la aburrida responsabilidad burocrática. Pero nadie más puede ocuparse de mantener el orden en las empresas y velar por nuestros intereses y el de nuestros empleados.Me tranquiliza saber que la construcción en el muelle va por buen camino, después de todo el bar donde conocí a Mira perdió interés para las personas, y todo porque la atracción principal del lugar ya no estaba allí.Levanto la mirada y sonrío al ver ese gesto enfurruñado en ella mientras simula estar revisando su trabajo. Jamás tuve que pagar poCapítulo 27
JamesMiranda salta y salta por todo el lugar como si fuera la cosa más impresionante que ha visto, al menos hoy. Intento ignorar el alboroto que arma con cada cosa nueva que toca, sobre todo cuando la azafata me pide, o me ruega, que la saque de la cabina del piloto porque vamos a despegar. De regreso a nuestros asientos, tomamos a los niños y esperamos el ascenso.Ya no vale la pena quejarse por lo infantil que resulta ser muchas veces. Quien diría que yo terminaría disfrutando de todo eso. Mi pequeña diosa chilla y salta, con sus pequeñas manitos regordetas hacia mi cara y pone su boca babosa en mi barbilla, mientras su hermanito no deja de saltar en las piernas de su madre, como si supiera que estamos iniciando una aventura. Será un niño intrépido e inteligente, lo sé. MirandaMe aferro a mi hija, es lo único que me veo capaz de hacer para controlar esta avalancha de emociones que se cierne sobre mí. Dejo que Donovan me consuele con un abrazo, porque ciertamente deseo salir corriendo al ver el revuelo que se ha formado a nuestro alrededor. Un par de hombres, ambos idénticos, y vestidos igual a propósito, se encargan de sacar a las personas del restaurante, de cuando en cuando me miran tan turbados como yo me siento, o quizás más. Los comensales salen sin poner trabas, algunos, incluso, me observan como si me reconocieran.Decido dejar vagar mi vista lejos de todos ellos. No sé qué hacer con esta situación tan abrumadora que no esperé que pasara jamás. Siquiera sabía que tenía familia. Mamá jamás habló de ellos, aunque estoy segura de queCapítulo 29
MirandaSé que debería decir algo, confirmar sus palabras, quizás, pero, viendo su vida desde esta perspectiva, ahora sé que jamás conocí a mi madre. No sé nada de ella aparte de que me amaba.—Tiene muchas fotos.—Ella las tomaba. —declara, con gran aprehensión—. Siempre tenía una cámara en la mano. «La belleza está en todas partes» decía con su alma de hi