Capítulo 2

Regresamos a casa a tiempo para arreglarnos y estar listas para matar, como dice Amelia muy animada.

—Lo que sí usaremos de la caja será el antifaz; está muy hermoso y al parecer todos usarán uno igual —le comunico.

Unos minutos después, tomamos un taxi en la esquina del edificio para ir a esa tan ansiada fiesta.

—No entiendo por qué los disfraces, no estamos en carnavales ni en Halloween.

—Caprichos de niño rico —responde Amelia—. Y con esto no digo que Carlos lo sea. Fue idea de su hermano menor organizar una fiesta como esta —sonríe—. Tiene la ilusión de encontrar en todas esas chicas misteriosas la media naranja que complemente la vida de Carlos. Sin embargo, lo que no sabe es que aquí ya está su futura esposa.

—Amelia, el amor no funciona así. Los dos deberían saberlo. No estoy interesada en un noviazgo, mucho menos en un matrimonio —la miro seria y luego suelto una carcajada.

—Cuando lo conozcas, te derretirás de amor. Carlos es tan dulce, amable, sincero, sencillo, carismático y, sobre todo, todo un padre de familia responsable.

—Si tanto te gusta, ¿por qué no lo conquistas tú?

—Es mi amigo y siempre lo he visto con ojos de hermana. No sé, se me hace raro pensarlo de otro modo, pero estoy segura de que tú lo conquistarás enseguida.

—No te hagas muchas ilusiones. Desde hace mucho que no quiero arriesgarme a caer en un abismo de dolor.

—Deja de ser tan negativa. Apenas has vivido tu primera decepción amorosa.

—Y ya no quiero más. Ambiciono terminar mi carrera, trabajar y luego volver a mi pueblito en el norte para ayudar a mi familia.

—Como si a tu familia le importara lo que hagas —murmura.

—¿Dijiste algo?

—Nada.

—Eso pensé.

No es que me disguste que me recuerden lo desastrosa que es mi vida, solo que quisiera alcanzar mis sueños y demostrar que no sigo siendo la gran perdedora de la familia.

Casi una hora después, llegamos a una discoteca muy bulliciosa.

—¡Por Dios santo! Dime que no es aquí —expresé bajando del auto.

—Es la dirección —dice admirada Amelia con esa sonrisa de niña en su rostro—. Es el lugar más exclusivo de la ciudad.

Al entrar, mi corazón se descontrola. Hace muchísimo tiempo que no piso un sitio como este; las luces enloquecedoras, globos multicolores, máquinas de humo y bailarinas semi desnudas moviéndose en los tubos.

—Vaya fiestecita. Si el hermanito hace una celebración como esta, no quiero imaginar lo que pasa por la cabeza de mi Marco Antonio —murmuro.

—¿A quién? —pregunta Amelia sorprendida.

—A Carlos, lo digo por lo del disfraz de Cleopatra. Ya sabes. Supongo que él usará ese disfraz.

—Claro. Más, ahora estás convertida en una encantadora gitana. No es por nada, pero parece que al hermanito se le pasó la mano con esta fiesta.

—Debe ser toda una joyita.

—Solo relájate y disfruta de la pachanga. Yo tengo una cita con ese bombón de ahí —señala a un sexy policía.

—Y ¿dónde encontraré a Carlos?

—Deja que la noche haga su magia. ¿Por qué el apuro? —responde sonriendo.

—No tengo apuro, es que no me siento cómoda.

—Está bien. Carlos siempre viste muy elegante, con saco y corbata. Es algo serio y los disfraces como que le aburren. No hay pierde, no habrá otro que vista igual.

—Y sin embargo, se empeñó en que yo usara uno. Es un pervertido.

—No lo culpes a él, ya te dije que todo lo planeó su hermano.

—Siempre hay excusas. Iré a buscarlo —menciono fastidiada.

—Ya está hecho, ahora relájate, diviértete, todo está muy padre —comienza a menearse—. Yo haré lo mismo —se aleja.

—¡Amelia! ¿En serio vas a dejarme sola?

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