—Gracias, ya tengo pareja — respondo, intentando no doblegarme ante sus encantos.
— ¿Y cómo se llama? Digo, Para ir buscándolo. Entre tanta gente de clase debe haber uno que no encaje — sonríe.
Ver esa sonrisa pintada en su rostro me provoca suspiros involuntarios, pero también una enorme rabia, por la manera de expresarse.
—Se llama Carlos y es hermano del estúpido que hizo esta horrenda fiesta — le informo.
Cuando ese nombre entra por los oídos del extraño, su sonrisa de niño bobo desaparece por un segundo. Pero sigue sacándome de mis casillas.
— ¡Mira pues! Y yo que esperaba conocer a un monumento curvilíneo como acompañante del gran Carlos Martinelli; una diosa, ya sabes, una de esa mujer llena de atributos que te dejan tuerto de tanto mirar —suspira largamente, mientras muerde su labio inferior.
— ¿Qué quieres decir?
—Que eres fea, amargada y pues no veo esos enormes melones apetecibles, ni trasero redondo —dice mirándome de arriba abajo mientras sus manos se mueven.
Sin pensarlo dos veces lo abofeteo con toda esa ira reprimida que lo hace tambalear. No sé por qué lo hice.
—Auch, eso sí dolió.
— ¡Estúpido! —expreso entre dientes.
Ya estoy explotando de coraje, no quiero seguir frente a un patán. Doy unos pasos y en un segundo estoy de vuelta frente a sus labios, retornando a ese abismo de sensaciones placenteras que me condenan al sentir sus besos. Mi cuerpo se vuelve una gelatina entre sus brazos, solo han pasado unos segundos y ya mis bragas están empapadas y él no disimula en hacerme sentir su erección.
“¡Joder! Sí que es bien dotado”.
Con la poca voluntad que me queda, lo aparto. No estoy dispuesta a ceder de nuevo y, aunque reacciono segundos después de volver a saborear su boca, me separo como un rayo, dejándole un gran mordisco.
—¡Diablos! Eso no lo esperaba, pero debo confesar que besas rico —me sonríe mientras se limpia la sangre—. Ninguna otra se atrevió a tanto. Debo confesar que me has dejado muy impresionado y eso no es fácil de conseguir.
— ¿Y se supone que debo darte las gracias?
—Es de buena educación hacerlo —me sonríe.
—Cretino, aprovechado.
—No te hagas la santa, que no te queda.
—¡Ay! —grito muy furiosa, tapándome la cara— ¡No te soporto!
—Yo tampoco soportaría alguien como tú. Eres irritante y aburrida.
—¡Repítelo! —Hablo entre dientes con mi cara roja de ira.
—Hasta media sorda eres, pero eso no importa, con limpiarse los oídos se soluciona —me guiña un ojo.
—Estúpido, pervertido.
—Flaca, mal humorada.
—¡Joder!
Hago unas involuntarias pataletas, provocando las carcajadas del apuesto chico.
—No puedo negar que hasta haciendo eso, me agradas. ¿Cuántos años tienes, niñita? —pregunta de manera burlona.
Solo me queda mirar la salida y caminar de vuelta a la fiesta, cubriéndome los oídos.
—Disfruta la fiesta, bella gitana. Fue un placer disfrutar de tus labios —manifiesta entre risas.
—Muérete, pendejo —le respondo.
Las sensaciones extrañas aún no abandonan mi cuerpo. Lo que deseo es salir corriendo de ese bullicio infernal. Con el corazón latiendo desbocado y una mezcla de nerviosismo y determinación, me obligo a mantener la compostura mientras avanzo hacia donde está Amelia, intentando borrar de mi mente el incómodo encuentro en el baño. Mientras tanto, repito en mi cabeza un mantra que me ayude a mantener la calma y afrontar la situación con entereza.
"Respira, recuerda tu fuerza Jenny. Superaste momentos difíciles. Controla tus emociones, enfócate en tu poder. No permitas que el pasado defina tu presente. Estoy en control. Hoy decido cómo me siento y qué camino seguir. Sonríe y avanza, yo decido mi destino. Lo vivido hace un instante no puede marcarte tanto"
Al acercarme, noto que Amelia está charlando animadamente con dos hombres altos y elegantes, uno de los cuales indudablemente es Carlos, el anfitrión de la fiesta. A pesar de mi deseo ferviente de desaparecer, sé que debo mantener la compostura y enfrentar la situación con dignidad. Por un momento, me siento tentada a girar sobre mis talones y buscar refugio en cualquier otro lugar de la fiesta, pero una voz interna me recuerda que soy más fuerte que mis temores.
Respiro hondo y me obligo a sonreír mientras me acerco al grupo. Mis mejillas arden por la vergüenza y el enojo aún latente, pero intento mantener una expresión serena y distendida. Una vez más, repito mentalmente mi mantra, recordándome a mí misma que esta noche no está destinada a ser definida por un encuentro desafortunado en el baño.
“Sonríe, Jenn. No dejes que este incidente arruine tu noche”, me digo a mí misma en silencio, mientras me preparo para enfrentar lo que sea que esta noche tenga reservado para mí.
(Esteban)Sigo riendo, incapaz de contenerme, mientras reflexiono sobre el divertido y peculiar incidente de haber besado accidentalmente a la cita de Carlos."Fue un error, eso está claro. Nadie puede culparme por un simple malentendido. No estoy traicionando a nadie, fue un suceso fortuito, pero extraordinariamente placentero y emocionante. ¿Por qué decidieron intercambiar disfraces? Aunque debo admitir que estoy agradecido por ello. Hay algo especial en ella, algo que va más allá de su belleza, algo que acelera mi corazón y despierta suspiros en mi pecho. ¡Dios mío! No debería sentirme atraído, no puedo permitirlo. Ella y Carlos... Quién sabe qué sucederá entre ellos esta noche. Pero es inevitable que me sienta intrigado por esta mujer que parece arder con fuego en su interior."Con un suspiro, intento recuperar la calma y estoy a punto de retirarme, cuando mi atención se centra en el antifaz de la dulce gitana que yace en el suelo. Su presencia me recuerda que este encuentro accid
Estoy disfrutando del mejor sexo oral de mi vida, cuando escucho a otra pareja entrar al cubículo contiguo. Sus risas y su calentura empiezan a incomodarme. No sé si sea eso o el estar pensando en aquella chica maleducada. Ana sigue tan caliente y yo a punto de enfriarme cual témpano de hielo.—Aquí no puedo concentrarme —aparto a Ana de mi pene, acomodándome aprisa el pantalón. La pequeña gitana suelta un gran suspiro de resignación y se aleja para acomodar sus prendas.—¿Qué diablos te pasa? —interroga enojada.—No puedo hacerlo cuando ellos —señalo el cubículo siguiente donde los jadeos y gritos se hacen cada segundo más incontenibles— parecen estar filmando una escena porno.—Disfrutan el momento —me aclara Ana— y tú —levanta mi polo y lo estrella en mi pecho, muy enojada— tienes la mente en otro lado.—No sé qué me sucede —me coloco el polo.—Estás perdiendo tu oportunidad conmigo.—Lo sé.—¡Carajo! —grita— Nadie me ha despreciado de esta manera —abre la puerta del baño y sale fu
Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.Empiezo a reír.—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.—
(Carlos)Después de unas horas en tan buena compañía, bailando y riendo como nunca pensé volver a hacerlo, me doy cuenta de que he encontrado a la mujer indicada para volver a amar. Jenny es una chica dulce, sincera, emprendedora, con grandes deseos de crecer. A pesar de las adversidades, siempre mantiene su sonrisa y es muy positiva. Nunca creí conocer a alguien como ella, una mujer hecha y derecha a su corta edad. Lo más impresionante es que dice lo que cree sin miedo al qué dirán. Sería la madre perfecta para Fernanda.—¿En qué piensas? —interroga Jenny—. Llevas unos minutos mirando a la nada, ¿te estoy aburriendo?—¡No! Para nada. Solo que me parece mentira tener una cita diferente después de tantos años.—Estoy dudando de ello, no puedo creer que Carlos Martinelli no haya salido con alguna mujer estos años de soltero.—He tenido citas, no lo niego, pero especiales, solo dos: la primera que tuve con mi esposa y esta; contigo.—¡Diablo! Harás que me sonroje —dice ella, cubriéndose
(Jenny)Grave error, la malvada de mi amiga se levanta y no me deja entrar, cierra la puerta y pone seguro.—Gracias, amiga, tengo mucho sueño. No creo que te importe ir adelante — se recuesta sobre los asientos.—¡Amelia! —expreso entre dientes, muy nerviosa.No es que me desagrade su compañía a mi lado, pero eso es ponerme presión y alertará a Carlos sobre mi desesperación en tener un novio.— Ve por el Tigre, sin miedo — Exclama.“¡Mierda!” susurro, antes de caminar a la parte delantera. Sintiendo que me sonrojo hasta las orejas admirando a Carlos al pie de la puerta abierta.“¡Qué vergüenza! Seguro piensa que estoy desesperada por tener algo con él. Cuando no es así”.—No te importa si… —susurro.—Por supuesto que no. Es un verdadero placer — me dice con esa sonrisa tan linda en sus labios.Es un largo camino hasta San Pablo. Solo me queda ponerme cómoda y aceptar una nueva charla con mi encanto Romeo. Carlos no es tan aburrido, no tan descarrilado como su hermano, a quien gracias
Miro de reojo a Amelia unos segundos y luego lo miro a él. Tengo miedo, ni en mis mejores sueños me vi al lado de un hombre como él. Es demasiado bueno para ser real. Un hombre tan importante y con miles de mujeres muchísimo más hermosas e influyentes, quiera una nueva cita conmigo.—Si me dejas reacomodar mi agenda, quizás pueda…—Sería genial— corta mis palabras —. Cuando estés con tiempo disponible, puedes llamarme— me entrega una tarjeta.—Puedes prestarme tu teléfono un segundo.—Sí, por supuesto— Se apresura a entregármelo.Escribo mi número y se lo devuelvo.—Mi número personal, puedes llamarme a partir de las seis hasta las nueve. En otro horario me sería imposible responderte.—Entiendo. Gracias — se acerca para dejar un beso en la mejilla y por unos segundos giramos la cara en la misma dirección. Sonrojada y nerviosa, me congelo cuando toca mi rostro para dejar ese ansiado beso. Cierro los ojos un segundo y dejo escapar un pequeño suspiro. Quizás porque ese aroma tan varonil
—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si
(Esteban)¡No puede ser posible! ¿Acaso es un Déjà vu? Ella camina hacia el baño y mientras la observo pasar, sonríe, destellando todo el lugar como si fuese un ángel. Todo a su alrededor se congela, el tiempo se ha detenido y lo curioso de todo es que la música de fondo sigue corriendo y es muy agradable, acorde con lo que estoy sintiendo al verla otra vez. Abandono mi sitio en el salón y voy tras ella como atraído por su magnetismo. Llego al corredor y está frente a mí, esperándome. Me llama sensualmente moviendo su dedo índice.—Hola, Esteban —me dice con esa voz dulce que me eriza la piel.Me acerco sonriendo.“¡Carajo! Estoy hecho un manojo de nervios.”Mi corazón se acelera y su mirada hipnótica, tras ese antifaz, elevan mis deseos. Detengo mis pasos justo a unos centímetros de su boca.—Así que regresaste —manifiesto, ahogándome con ese perfume dulce que emana y me hace cerrar los ojos, para aspirarlo aún más.Lentamente, acerco mi cara a la suya deslizando mi mano sobre su nuc