Miro de reojo a Amelia unos segundos y luego lo miro a él. Tengo miedo, ni en mis mejores sueños me vi al lado de un hombre como él. Es demasiado bueno para ser real. Un hombre tan importante y con miles de mujeres muchísimo más hermosas e influyentes, quiera una nueva cita conmigo.—Si me dejas reacomodar mi agenda, quizás pueda…—Sería genial— corta mis palabras —. Cuando estés con tiempo disponible, puedes llamarme— me entrega una tarjeta.—Puedes prestarme tu teléfono un segundo.—Sí, por supuesto— Se apresura a entregármelo.Escribo mi número y se lo devuelvo.—Mi número personal, puedes llamarme a partir de las seis hasta las nueve. En otro horario me sería imposible responderte.—Entiendo. Gracias — se acerca para dejar un beso en la mejilla y por unos segundos giramos la cara en la misma dirección. Sonrojada y nerviosa, me congelo cuando toca mi rostro para dejar ese ansiado beso. Cierro los ojos un segundo y dejo escapar un pequeño suspiro. Quizás porque ese aroma tan varonil
—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si
(Esteban)¡No puede ser posible! ¿Acaso es un Déjà vu? Ella camina hacia el baño y mientras la observo pasar, sonríe, destellando todo el lugar como si fuese un ángel. Todo a su alrededor se congela, el tiempo se ha detenido y lo curioso de todo es que la música de fondo sigue corriendo y es muy agradable, acorde con lo que estoy sintiendo al verla otra vez. Abandono mi sitio en el salón y voy tras ella como atraído por su magnetismo. Llego al corredor y está frente a mí, esperándome. Me llama sensualmente moviendo su dedo índice.—Hola, Esteban —me dice con esa voz dulce que me eriza la piel.Me acerco sonriendo.“¡Carajo! Estoy hecho un manojo de nervios.”Mi corazón se acelera y su mirada hipnótica, tras ese antifaz, elevan mis deseos. Detengo mis pasos justo a unos centímetros de su boca.—Así que regresaste —manifiesto, ahogándome con ese perfume dulce que emana y me hace cerrar los ojos, para aspirarlo aún más.Lentamente, acerco mi cara a la suya deslizando mi mano sobre su nuc
Tras unos segundos en shock por aquel sueño, miro hacia la mesa de noche, son casi las nueve de la mañana “¡Mierda!” me digo saliendo rápido de la cama para dirigirme al baño, aún con la erección presente en mi entrepierna. Esperando que, con el baño de agua fría, desaparezca.Después bajo a desayunar, ya todos estaban en la mesa, como cada fin de semana.—Buen día, tío — pronuncia la pequeña Fernanda al verme aparecer.—Buenos días, princesa — me acerco para dejar un beso en su frente — buen día, querida familia — me dirijo a Carlos y a mi madre.—Creí que no te despertarías — pronuncia mi madre, muy seria.Camino hacia mi lugar y dejo un beso en su frente.—No podría dejarte desayunar sola, sé cuánto me quieres, madre — le digo con una gran sonrisa.—Llegaste casi a las cinco de la mañana, ¿Dónde estabas? — Interroga ella con su característica frialdad.—Es necesario que responda madrecita, la niña está presente. — Dejo ver una ligera sonrisa. Ya tiene idea de por dónde iba mi comen
—¿Vas a casarte, papi? — interroga Fernanda.—Aún es prematuro decirlo, cariño — responde Carlos — Primero debemos conocernos, luego presentarla a la familia y pedirle que sea mi novia.—¿Ya no quieres a mi mami?—Claro que quiero a tu mamá. Solo que… ella ya no está.—Pero va a regresar. No puedes estar con otra, mamá se pondrá muy triste. — insiste la pequeña.—Ratona — le digo — recuerdas el cuento que te leí hace unos días.—Sí, tío — responde.—Mamá está allá en el cielo, cuidándote, cuidándonos a todos, es un ángel… — le digo—Que guía nuestro camino — sonríe ella.—Así es. Ella está feliz protegiéndote, sonríe contigo, vive contigo y cada día se hace más fuerte por el amor que brota de tu corazón. Pero ella también necesita que papá esté feliz, porque eso agranda sus alas y las fortalece para protegerlos — le digo sin ver que mi madre y mi hermano me observan.—Sí, tío — vuelve a sonreír y a poner sus ojos en su plato. Carlos me sonríe y susurra “gracias”. Mamá, por el contrari
Mientras escucho las palabras de mi hermano, una mezcla de emociones me invade. El interés que siento por Jenny se entrelaza con la frustración y el dolor de saber que mi hermano también la desea. Cada palabra sobre cómo Jenny es diferente y especial hace que mi corazón se encoja. Pero debo ocultar mis sentimientos, debo apoyar a mi hermano, aunque en el fondo sé que estoy perdiendo a la mujer que me gusta.—Ni lo menciones. Creo que a mamá le da igual lo que haga por Fernanda.Las palabras me salen amargamente. Mi voz tiembla con una mezcla de resentimiento y tristeza que no puedo ocultar.—No digas eso, mamá te quiere mucho.Mi hermano intenta consolarme, pero sus palabras parecen no alcanzar. La frustración en mi pecho se intensifica.—Claro que no. Desde que papá murió, dejé de ser su hijo.La desesperanza en mi voz es evidente. Mi hermano me mira con tristeza, intentando entender mi dolor.—No seas tan duro contigo mismo. Mamá también ha sufrido.—Lo dices porque no estás en mi l
—Estoy bien así, según mamá lo que tengo es mucho.—Otra vez con la misma cantaleta. No pienses en tu madre, ni en lo que el maldito mundo espera de ti. Piensa en ti mismo, en lo que realmente quieres. Deja de hacerte el malo, porque no lo eres —se molesta Roger—. Si te gusta esa chica, ve por ella. Si Carlos sufre, que lo haga. Tú la viste primero, tú la besaste primero, tú la soñaste primero. Deja de pensar en los demás, sé egoísta una vez en la vida y toma lo que quieres.—Cálmate, Roger. Ya entendí.Minutos después, nos estacionamos en Juan Valdez Café.—Tomemos un café, necesito uno bien cargado —le digo, tratando de despejar mi mente.—Esta no es la de siempre, te detuviste unas cuadras antes —me corrige Roger, su tono mezcla curiosidad con reproche.—Voy a hacerle caso a mi destino. Ya ni modo, no tengo ganas de ir a otro lugar. Este sitio está medio vacío y se ve interesante.—Sí, porque te detuviste antes —se sonríe Roger, bajando del auto con una mezcla de sorpresa y diversi
—Será en lo más profundo de su ser, porque lo único que muestra es que le vales un huevo.—Sabe fingir muy bien —respondo a Roger, riendo.Unos minutos después, Jenny regresa con nuestro pedido, manteniendo una apariencia profesional mientras nos atiende con una sonrisa que no llega a los ojos.—Gracias —le digo, intentando mantener la compostura a pesar de la tensión.—Muérete —murmura entre dientes, sin perder la sonrisa que, por irónica que parezca, sigue siendo bonita.Con un nudo en la garganta, la veo alejarse, sintiendo la herida de su indiferencia.Roger, por el contrario, apenas puede contener la risa mientras yo me quedo mirando el suelo, resignado ante la indiferencia de Jenny.—Cuando se entere de que serás su cuñado, va a pegar el grito al cielo. Si ya te odia, imagínate, intentará envenenarte —dice Roger con un tono sarcástico.—Debo evitar que eso suceda —respondo en tono serio.—¿De qué hablas?... ¿De que trate de matarte?—No, debo retrasar ese encuentro lo más que pu