—¿Vas a casarte, papi? — interroga Fernanda.—Aún es prematuro decirlo, cariño — responde Carlos — Primero debemos conocernos, luego presentarla a la familia y pedirle que sea mi novia.—¿Ya no quieres a mi mami?—Claro que quiero a tu mamá. Solo que… ella ya no está.—Pero va a regresar. No puedes estar con otra, mamá se pondrá muy triste. — insiste la pequeña.—Ratona — le digo — recuerdas el cuento que te leí hace unos días.—Sí, tío — responde.—Mamá está allá en el cielo, cuidándote, cuidándonos a todos, es un ángel… — le digo—Que guía nuestro camino — sonríe ella.—Así es. Ella está feliz protegiéndote, sonríe contigo, vive contigo y cada día se hace más fuerte por el amor que brota de tu corazón. Pero ella también necesita que papá esté feliz, porque eso agranda sus alas y las fortalece para protegerlos — le digo sin ver que mi madre y mi hermano me observan.—Sí, tío — vuelve a sonreír y a poner sus ojos en su plato. Carlos me sonríe y susurra “gracias”. Mamá, por el contrari
Mientras escucho las palabras de mi hermano, una mezcla de emociones me invade. El interés que siento por Jenny se entrelaza con la frustración y el dolor de saber que mi hermano también la desea. Cada palabra sobre cómo Jenny es diferente y especial hace que mi corazón se encoja. Pero debo ocultar mis sentimientos, debo apoyar a mi hermano, aunque en el fondo sé que estoy perdiendo a la mujer que me gusta.—Ni lo menciones. Creo que a mamá le da igual lo que haga por Fernanda.Las palabras me salen amargamente. Mi voz tiembla con una mezcla de resentimiento y tristeza que no puedo ocultar.—No digas eso, mamá te quiere mucho.Mi hermano intenta consolarme, pero sus palabras parecen no alcanzar. La frustración en mi pecho se intensifica.—Claro que no. Desde que papá murió, dejé de ser su hijo.La desesperanza en mi voz es evidente. Mi hermano me mira con tristeza, intentando entender mi dolor.—No seas tan duro contigo mismo. Mamá también ha sufrido.—Lo dices porque no estás en mi l
—Estoy bien así, según mamá lo que tengo es mucho.—Otra vez con la misma cantaleta. No pienses en tu madre, ni en lo que el maldito mundo espera de ti. Piensa en ti mismo, en lo que realmente quieres. Deja de hacerte el malo, porque no lo eres —se molesta Roger—. Si te gusta esa chica, ve por ella. Si Carlos sufre, que lo haga. Tú la viste primero, tú la besaste primero, tú la soñaste primero. Deja de pensar en los demás, sé egoísta una vez en la vida y toma lo que quieres.—Cálmate, Roger. Ya entendí.Minutos después, nos estacionamos en Juan Valdez Café.—Tomemos un café, necesito uno bien cargado —le digo, tratando de despejar mi mente.—Esta no es la de siempre, te detuviste unas cuadras antes —me corrige Roger, su tono mezcla curiosidad con reproche.—Voy a hacerle caso a mi destino. Ya ni modo, no tengo ganas de ir a otro lugar. Este sitio está medio vacío y se ve interesante.—Sí, porque te detuviste antes —se sonríe Roger, bajando del auto con una mezcla de sorpresa y diversi
—Será en lo más profundo de su ser, porque lo único que muestra es que le vales un huevo.—Sabe fingir muy bien —respondo a Roger, riendo.Unos minutos después, Jenny regresa con nuestro pedido, manteniendo una apariencia profesional mientras nos atiende con una sonrisa que no llega a los ojos.—Gracias —le digo, intentando mantener la compostura a pesar de la tensión.—Muérete —murmura entre dientes, sin perder la sonrisa que, por irónica que parezca, sigue siendo bonita.Con un nudo en la garganta, la veo alejarse, sintiendo la herida de su indiferencia.Roger, por el contrario, apenas puede contener la risa mientras yo me quedo mirando el suelo, resignado ante la indiferencia de Jenny.—Cuando se entere de que serás su cuñado, va a pegar el grito al cielo. Si ya te odia, imagínate, intentará envenenarte —dice Roger con un tono sarcástico.—Debo evitar que eso suceda —respondo en tono serio.—¿De qué hablas?... ¿De que trate de matarte?—No, debo retrasar ese encuentro lo más que pu
Me apresuro a pagar la cuenta y salgo rápidamente del lugar. Roger, que ha permanecido en silencio durante todo el incidente, me sigue y se sube al auto. Muevo el coche apenas unos metros de la entrada, mientras el tumulto de la cafetería se desvanece en el retrovisor.—¿Qué haces? —pregunta Roger, con preocupación.—¿Qué no ves? La estoy esperando.—No creo que sea prudente que la veas ahora. Allá adentro dejó claro que no te necesita. Ya lograste que te odie; ¿qué más quieres?—Hablar con ella.—Es un caso perdido.—¿Acaso no viste lo que hizo ese tipo?—Sí, vi cómo ella se defendió. Desde mi perspectiva…—Shh, hablamos luego. Ahí está saliendo.—¿A dónde crees que vas? ¡Esteban!Ignorando a Roger, salgo del coche y voy tras Jenny. Ella se dirige hacia la puerta trasera, adentrándose en un callejón estrecho y solitario. Al verme, cambia de dirección para evitar cruzarse conmigo, apresurando el paso y mirando al suelo, tratando de desaparecer de mi vista.—¡Jenny, espera! —le grito,
JennySigo caminando unas cuadras hasta la parada de autobuses, me siento en una de las bancas y respiro profundamente para reprimir el coraje.“¿Por qué tuvo que aparecer de nuevo? ¡Maldito estúpido! ¿Quién le dio el derecho de defenderme? ¡Yo no lo pedí! ¡No! No necesitaba que me defendiera. Ese hombre solo trae desgracia a mi vida, lo odio, lo odio con toda mi alma. ¡No lo soporto! Y encima me besa, el muy cretino.”Maldito idiota, no sé qué es lo que más detesto de él, si su manera de atacarme o esa manera de… besarme y hacer que pierda el conocimiento. ¡Diablos! ¿Qué estoy diciendo? No puede gustarme, es tan… tan guapo y… ¡Joder! Debo dejar de pensar en él de esta manera tan lujuriosa o terminaré masturbándome en el autobús.Saco el teléfono y los audífonos de mi bolsa para escuchar música mientras espero mi transporte. De nada sirve llorar sobre la leche derramada. Ya está hecho el daño y no hay marcha atrás. Acabo de perder mi mejor trabajo de fin de semana, y con lo difícil qu
—Un imbécil me tocó el trasero y lo abofeteé. Tenía controlada la situación, a no ser por el imbécil pervertido que se entromete y se arma un alboroto enorme. Cuando el jefe salió de su oficina, me miró y frente a todos me despidió.—Sin que te moleste —me detiene levantando la mano—. Sé que lo odias por el beso, pero un caballero hace eso, defender a una mujer.—No le pedí que lo hiciera. Ya antes he pasado por eso y nunca ha llegado a mayores, y encima termina besándome para calmarme. ¿Puedes creerlo?Amelia estalla en carcajadas incontrolables.— ¡Ay, virgencita! Ya quiero conocer a ese hombre. Se me hace tan interesante.—No puedo considerar que te pongas de su lado siempre.—Se me hace tan tierno e indecente, es como una mezcla peligrosa de deseo y lujuria. Ahora estoy más segura de que es tu media naranja.— ¿No que lo era Carlos?—Bueno, también lo es, si pudieras estar con los dos sería fenomenal.—Estás demente, yo no puedo estar con los dos, ni siquiera pensar que pueda sent
¡Oh Dios mío! ¿Carlos Martinelli quiere verme? Es casi increíble. ¿Debería sentirme emocionada o nerviosa? Definitivamente, emocionada de que alguien como él se fije en mí. ¡No, no, no! ¡Es una locura! Si alguien como yo sale con alguien de su estatus social, mi vida se volvería un caos, mi privacidad se vería comprometida y seré vista como una arribista. El amor es complicado para dos personas tan diferentes. Es romántico soñar, pero el sueño es solo una ilusión de que podríamos caminar en la misma dirección sin que nos señalen.¿Será posible que sea tan diferente como dice Amelia? ¡Ay, Dios mío! No sé qué siente mi corazón en este momento.Corro al baño para mostrarle a Amelia el mensaje. Ella estaba aplicándose una mascarilla de aguacate.—¿Por qué esa cara de angustia? —pregunta Amelia, mirando curiosa.—No vas a creer lo que te voy a mostrar —digo, sin poder ocultar mi emoción.—Si es un enorme consolador, definitivamente no lo creeré —responde con una sonrisa traviesa.—Deja de