(Esteban)
Sigo riendo, incapaz de contenerme, mientras reflexiono sobre el divertido y peculiar incidente de haber besado accidentalmente a la cita de Carlos."Fue un error, eso está claro. Nadie puede culparme por un simple malentendido. No estoy traicionando a nadie, fue un suceso fortuito, pero extraordinariamente placentero y emocionante. ¿Por qué decidieron intercambiar disfraces? Aunque debo admitir que estoy agradecido por ello. Hay algo especial en ella, algo que va más allá de su belleza, algo que acelera mi corazón y despierta suspiros en mi pecho. ¡Dios mío! No debería sentirme atraído, no puedo permitirlo. Ella y Carlos... Quién sabe qué sucederá entre ellos esta noche. Pero es inevitable que me sienta intrigado por esta mujer que parece arder con fuego en su interior."
Con un suspiro, intento recuperar la calma y estoy a punto de retirarme, cuando mi atención se centra en el antifaz de la dulce gitana que yace en el suelo. Su presencia me recuerda que este encuentro accidental podría tener consecuencias inesperadas.
Estoy recogiendo el antifaz del suelo cuando escucho unos pasos detrás de mí, y la persona que entra se detiene justo frente a mí. Levanto la vista y quedo cautivado por una figura encantadora. Unas esbeltas pantorrillas y un disfraz sexy de gitana me deslumbran; sin duda, era Ana Paula, con el antifaz puesto se parecía mucho a la cita de mi hermano. La misma estatura, la misma contextura, aunque no tan proporcionada, los mismos labios. Ahora entiendo por qué me equivoqué. Sin embargo, no tengo ganas de llevarla a la pared y besarla hasta quedar sin aliento… como hice con ella.
— ¿Espero no haberme retrasado tanto, cariño? —Dice Ana con una voz tan dulce que me estremece.
—No, claro que no —respondo con una sonrisa.
— ¿Y qué quieres hacer primero? —pregunta Ana, acercándose con sutileza y de una manera tan seductora, intentando despertar mi instinto animal dormido. No voy a negar que antes me erizaba la piel y descontrolaba mi corazón, pero en este instante es totalmente irrelevante.
—Lo que tú quieras — respondo, sintiendo su aliento a unos centímetros de mi boca.
— ¿Seguro? No me tientes, suelo ser muy exigente —susurra a mi oído, dejando un pequeño mordisco que envía escalofríos por todo mi cuerpo.
—No creo arrepentirme.
Busco sus labios y comenzamos un candente beso, pero nada comparado con el anterior. Definitivamente, Ana Paula es pura pasión. La llevo hasta uno de los cubículos desocupados del baño, cierro la puerta y admiro cuán dispuesta está a entregarse en cuerpo y alma a mí.
—Te deseo tanto, Esteban —susurra, agitada, mirándome con sus encantadores ojos negros.
—¡Carajo! —Exclamo ante esas traviesas manos que van en busca de mi pene erecto para masajearlo, sobre el pantalón.
—Será la primera vez que lo haga en un baño, pero lo nuevo y riesgoso me excita más —confiesa Ana, lamiéndose los labios.
—Cualquier lugar es apropiado para entregarse al deseo.
—Y al amor —dice buscando mis labios.
Toma el control de la situación, notando esa inseguridad tan impropia en mí. Sus manos se deslizan bajo mi polo y acarician mi espalda de arriba abajo, luego lo apartan de mi cuerpo y recorren con sus labios mi torso. Levanto la mirada al techo sintiendo tanto placer ante su toque.
—Nunca he deseado tanto a alguien como a ti —menciona ella entre jadeos, mientras saca mi pene del interior del pantalón y yo muerdo los labios.
—Eres una pequeña traviesa.
—Soy más de lo que piensas.
Se arrodilla con picardía sin dejar de mirarme con lujuria. Besa mi pene con delicadeza, luego lame la punta con sutileza haciendo que palpite más de deseo. La calidez de su boca aprisiona mi pene y se siente tan bien que apenas puedo contener un gemido de placer.
Estoy disfrutando del mejor sexo oral de mi vida, cuando escucho a otra pareja entrar al cubículo contiguo. Sus risas y su calentura empiezan a incomodarme. No sé si sea eso o el estar pensando en aquella chica maleducada. Ana sigue tan caliente y yo a punto de enfriarme cual témpano de hielo.—Aquí no puedo concentrarme —aparto a Ana de mi pene, acomodándome aprisa el pantalón. La pequeña gitana suelta un gran suspiro de resignación y se aleja para acomodar sus prendas.—¿Qué diablos te pasa? —interroga enojada.—No puedo hacerlo cuando ellos —señalo el cubículo siguiente donde los jadeos y gritos se hacen cada segundo más incontenibles— parecen estar filmando una escena porno.—Disfrutan el momento —me aclara Ana— y tú —levanta mi polo y lo estrella en mi pecho, muy enojada— tienes la mente en otro lado.—No sé qué me sucede —me coloco el polo.—Estás perdiendo tu oportunidad conmigo.—Lo sé.—¡Carajo! —grita— Nadie me ha despreciado de esta manera —abre la puerta del baño y sale fu
Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.Empiezo a reír.—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.—
(Carlos)Después de unas horas en tan buena compañía, bailando y riendo como nunca pensé volver a hacerlo, me doy cuenta de que he encontrado a la mujer indicada para volver a amar. Jenny es una chica dulce, sincera, emprendedora, con grandes deseos de crecer. A pesar de las adversidades, siempre mantiene su sonrisa y es muy positiva. Nunca creí conocer a alguien como ella, una mujer hecha y derecha a su corta edad. Lo más impresionante es que dice lo que cree sin miedo al qué dirán. Sería la madre perfecta para Fernanda.—¿En qué piensas? —interroga Jenny—. Llevas unos minutos mirando a la nada, ¿te estoy aburriendo?—¡No! Para nada. Solo que me parece mentira tener una cita diferente después de tantos años.—Estoy dudando de ello, no puedo creer que Carlos Martinelli no haya salido con alguna mujer estos años de soltero.—He tenido citas, no lo niego, pero especiales, solo dos: la primera que tuve con mi esposa y esta; contigo.—¡Diablo! Harás que me sonroje —dice ella, cubriéndose
(Jenny)Grave error, la malvada de mi amiga se levanta y no me deja entrar, cierra la puerta y pone seguro.—Gracias, amiga, tengo mucho sueño. No creo que te importe ir adelante — se recuesta sobre los asientos.—¡Amelia! —expreso entre dientes, muy nerviosa.No es que me desagrade su compañía a mi lado, pero eso es ponerme presión y alertará a Carlos sobre mi desesperación en tener un novio.— Ve por el Tigre, sin miedo — Exclama.“¡Mierda!” susurro, antes de caminar a la parte delantera. Sintiendo que me sonrojo hasta las orejas admirando a Carlos al pie de la puerta abierta.“¡Qué vergüenza! Seguro piensa que estoy desesperada por tener algo con él. Cuando no es así”.—No te importa si… —susurro.—Por supuesto que no. Es un verdadero placer — me dice con esa sonrisa tan linda en sus labios.Es un largo camino hasta San Pablo. Solo me queda ponerme cómoda y aceptar una nueva charla con mi encanto Romeo. Carlos no es tan aburrido, no tan descarrilado como su hermano, a quien gracias
Miro de reojo a Amelia unos segundos y luego lo miro a él. Tengo miedo, ni en mis mejores sueños me vi al lado de un hombre como él. Es demasiado bueno para ser real. Un hombre tan importante y con miles de mujeres muchísimo más hermosas e influyentes, quiera una nueva cita conmigo.—Si me dejas reacomodar mi agenda, quizás pueda…—Sería genial— corta mis palabras —. Cuando estés con tiempo disponible, puedes llamarme— me entrega una tarjeta.—Puedes prestarme tu teléfono un segundo.—Sí, por supuesto— Se apresura a entregármelo.Escribo mi número y se lo devuelvo.—Mi número personal, puedes llamarme a partir de las seis hasta las nueve. En otro horario me sería imposible responderte.—Entiendo. Gracias — se acerca para dejar un beso en la mejilla y por unos segundos giramos la cara en la misma dirección. Sonrojada y nerviosa, me congelo cuando toca mi rostro para dejar ese ansiado beso. Cierro los ojos un segundo y dejo escapar un pequeño suspiro. Quizás porque ese aroma tan varonil
—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si
(Esteban)¡No puede ser posible! ¿Acaso es un Déjà vu? Ella camina hacia el baño y mientras la observo pasar, sonríe, destellando todo el lugar como si fuese un ángel. Todo a su alrededor se congela, el tiempo se ha detenido y lo curioso de todo es que la música de fondo sigue corriendo y es muy agradable, acorde con lo que estoy sintiendo al verla otra vez. Abandono mi sitio en el salón y voy tras ella como atraído por su magnetismo. Llego al corredor y está frente a mí, esperándome. Me llama sensualmente moviendo su dedo índice.—Hola, Esteban —me dice con esa voz dulce que me eriza la piel.Me acerco sonriendo.“¡Carajo! Estoy hecho un manojo de nervios.”Mi corazón se acelera y su mirada hipnótica, tras ese antifaz, elevan mis deseos. Detengo mis pasos justo a unos centímetros de su boca.—Así que regresaste —manifiesto, ahogándome con ese perfume dulce que emana y me hace cerrar los ojos, para aspirarlo aún más.Lentamente, acerco mi cara a la suya deslizando mi mano sobre su nuc
Tras unos segundos en shock por aquel sueño, miro hacia la mesa de noche, son casi las nueve de la mañana “¡Mierda!” me digo saliendo rápido de la cama para dirigirme al baño, aún con la erección presente en mi entrepierna. Esperando que, con el baño de agua fría, desaparezca.Después bajo a desayunar, ya todos estaban en la mesa, como cada fin de semana.—Buen día, tío — pronuncia la pequeña Fernanda al verme aparecer.—Buenos días, princesa — me acerco para dejar un beso en su frente — buen día, querida familia — me dirijo a Carlos y a mi madre.—Creí que no te despertarías — pronuncia mi madre, muy seria.Camino hacia mi lugar y dejo un beso en su frente.—No podría dejarte desayunar sola, sé cuánto me quieres, madre — le digo con una gran sonrisa.—Llegaste casi a las cinco de la mañana, ¿Dónde estabas? — Interroga ella con su característica frialdad.—Es necesario que responda madrecita, la niña está presente. — Dejo ver una ligera sonrisa. Ya tiene idea de por dónde iba mi comen